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Sobre el nuevo embajador de Chile en Suecia

El rol de una embajada

Fuentes: La Funa

Pasados están los tiempos en que los partidos políticos accedían al gobierno de una nación para servir a los intereses de la comunidad. Bajo el imperio de la economía social de mercado, es tarea primordial de quienes asumen la administración estatal resarcirse de los gastos efectuados con ocasión de la justa electoral que ha precedido […]

Pasados están los tiempos en que los partidos políticos accedían al gobierno de una nación para servir a los intereses de la comunidad. Bajo el imperio de la economía social de mercado, es tarea primordial de quienes asumen la administración estatal resarcirse de los gastos efectuados con ocasión de la justa electoral que ha precedido la asunción al gobierno. Eso, en primerísimo lugar. Porque, una elección es un acto de comercio. De sumas más o sumas menos. La labor principal consiste en recuperar los dineros invertidos en la campaña, que no son pocos. En segundo lugar -y puesto que estamos en presencia de un negocio- es obligación de quienes triunfan obtener ganancias del éxito alcanzado con esa elección. En cumplimiento de tal propósito, hay un reparto de cargos que siempre se realiza antes de asumirse el gobierno de la nación. El reparto de cargos no se efectúa sin disputas. Cuando es un partido quien toma el control del gobierno, dichas disputas tienen lugar al interior d  e la colectividad, en reuniones parciales o generales y, a menudo, en congresos internos; cuando lo hace una coalición, los conflictos se resuelven a través de lo que se conoce bajo el despectivo nombre de ‘cuoteo’. En uno y otro caso, los partidos entran a saco en la administración estatal. Las embajadas y los ministerios son, generalmente, sus platos favoritos.

 

No sucedió de otro modo con el triunfo de la llamada Concertación, en 1990: la embajada de Chile en Suecia fue reclamada para sí por el Partido Radical (PR) que alegaba tener mejores derechos para ello, pues controlaba la única organización chilena apoyada económicamente por el estado sueco, a saber, la Chilenska Riksförbundet. Y puesto que aquello hacía suponer presuntos vínculos establecidos entre  los chilenos en el exilio y las autoridades suecas, le pareció al gobierno de Patricio Aylwin que el PR podría realizar una exitosa labor al respecto. En ese convencimiento, designó en el carácter de embajador chileno en Suecia al abogado penquista Carlos Parra Merino a quien el golpe militar de 1973 había sorprendido en Londres realizando algunas labores para el Gobierno Popular. No obstante, a poco de ese nombramiento, los contactos de Chile con Suecia no rindieron los frutos esperados y, a pesar que comenzaron a discutirse algunos convenios sobre seguridad social y tratamiento   igualitario y se intentaron convenios para la venta de los aviones Jas-Grippen, los resultados no fueron los esperados. Las ayudas suecas que se pensaba afluirían a las arcas fiscales no se concretaron. Fue el momento que esperaba otra organización política, el Partido Por la Democracia (PPD) para hacerse presente.

En efecto. A poco de asumir Carlos Parra en calidad de embajador, regresó a Chile un exiliado que se había desempeñado como funcionario en el Instituto Latinoamericano de Estudios Sociales de Estocolmo (LAIS o ILADES). Ex militante del MIR, sentía profundo desprecio por los demás exiliados chilenos a quienes no vacilaba en calificar de ‘marginales’. José Goñi no había perdido el tiempo; junto con separarse de sus ex compañeros de ruta, estableció lazos con  personeros de la social democracia sueca vinculados a proyectos e instituciones humanitarias. Así lo había hecho en los primeros años de la dictadura un mapucista; así lo hacía Goñi para el período postdictatorial.

 

El ex militante del MIR no arribó a Chile como un simple ‘retornado’. Por el contrario: llegó a tomar posesión de un cargo directivo del partido que había creado Ricardo Lagos (el PPD). Sus facultades contemplaban el derecho a designar a determinadas personas en cargos específicos de gobierno. En uso de las mismas, tomó para sí un trabajo relacionado con la protección del medio ambiente en el desempeño del cual se vio involucrado en un bochornoso enredo con el gremio de los transportistas. Constituye, hasta el día de hoy, un misterio el ‘fenómeno Goñi’ y por qué Ricardo Lagos lo consideró, desde un comienzo, su ‘niño mimado’. Lo cierto es que, al término del período de Carlos Parra, este personaje recibió la misión de representar diplomáticamente al gobierno de Chile en Suecia. La embajada pasaba, así, de manos del PR a las del PPD. Durante el desempeño de Goñi, un grupo de ex mapucistas, vinculado a la Telefónica de España, en Chile y a la transnacional Ericsson en Suecia, intentó pactar con ésta un contrato de suministro de bienes y servicios telefónicos para aquella en tanto se reanudaban las conversaciones sobre la venta del avión de combate sueco Jas-Grippen. Todos esos intentos fracasaron. Goñi, en tanto, se mantuvo prudentemente alejado de la colonia chilena. Sus contactos fueron con ex miristas que  manifestaban estar arrepentidos de sus anteriores posiciones políticas y con elementos socialdemócratas tanto suecos como latinoamericanos. Al término de su período, el cargo recayó sobre otro ex exiliado chileno en Suecia y miembro también del PPD: José Auth.

 

No puede decirse que la gestión de Goñi en Suecia haya sido poco exitosa. Si así se la hubiere considerado, el PPD no tendría hoy la embajada. Por el contrario, la acción de Goñi fue al parecer tan brillante que el ‘niño mimado’ de Lagos fue designado embajador de Chile en Italia donde comenzó sus labores buscando ganarse el apoyo de los sectores comunistas con la edición del libro ‘Los versos del capitán’, de Pablo Neruda. En Suecia, entretanto, corrían otros vientos. José Auth, junto a otros miembros de la Concertación, había estado involucrado de alguna manera en la captación ilícita de dineros para la campaña electoral de Ricardo Lagos. Citado en dos oportunidades a declarar ante el juez que investiga en Chile el caso de los sobornos a los políticos además de ciertas malversaciones de caudales públicos, Auth terminó su período a mediados del año en curso, pero el PPD -partido amado por el Presidente Lagos- no perdió la embajada. Antes bien: en un acto sin precedentes en la historia democrática del país, otro militante de esa organización -el ex ministro de economía y secretario de la Presidencia Álvaro García Hurtado- fue designado para desempeñar el cargo de embajador.

 

¿Quién es Álvaro García Hurtado?

 

Comencemos diciendo que es hijo de Álvaro García  Álamos, demócrata cristiano, ex gerente general de la Empresa Nacional de Petróleo ENAP. Hace algún tiempo atrás, y al momento de hacer abandono del cargo que desempeñaba, se autoasignó una indemnización cercana a los doscientos millones de pesos. Junto a otros militantes de la Concertación, García Álamos es uno de los protagonistas del llamado escándalo de las indemnizaciones y persona que se ha beneficiado con la legalidad legada por la dictadura; como muchos militantes de la Concertación manifiesta poco o nulo interés en colaborar con la derogación de las reglas dejadas por el régimen militar que tantos beneficios le ha reportado. Su hijo, Álvaro, no lo hace de manera diferente. De tal palo, tal astilla. Tras cumplir algunas labores como ministro de economía y secretario de la presidencia de la República, García Hurtado pasó a desempeñarse en calidad de directivo de las empresas organizadas por la Concertación o vinculadas   a ella, entre otras, el grupo INVERLINK, donde también otro miembro de la Concertación cumplía labores directivas: el ex superintendente de las AFP Julio Bustamante. García Hurtado se desempeñó en el carácter de presidente de la Aseguradora Le Mans, filial de INVERLINK.

 

Cuando, a principios de 2004, estallara el escándalo por robo de la información confidencial al Banco Central, y el alcalde de Viña del Mar Jorge Kaplán (demócrata cristiano) determinara retirar los 3.300 millones de pesos depositados en INVERLINK entidad involucrada en el escándalo, Álvaro García intervino, solicitándole no lo hiciera sino dejara pasar algún tiempo prudencial en tanto se resolvían los problemas de ese consorcio. Kaplán accedió a la petición atendida la anterior calidad de ministro de quien la sugería. Fue aquel un grave error. La Municipalidad de Viña del Mar perdió toda su inversión, en tanto se hacía público el fraude al Banco Central y a la CORFO de 100 millones de dólares en documentos que los ejecutivos de INVERLINK cobraron indebidamente. García jamás estuvo ajeno a tales manejos. Es más: fue él quien instruyó al personal de INVERLINK de cómo debían ‘manejarse’ frente a los periodistas y a quienquiera que quisiese obtener información acerca de lo que sucedía en la empresa.

 

¿Por qué, entonces, García vuelve, en gloria y majestad, a hacerse cargo de la embajada de Chile en Estocolmo?

El PPD es el partido de Ricardo Lagos, por una parte. Álvaro García ha estado en esa colectividad, junto al presidente, desde los inicios de la Concertación. Y junto a Goñi. El PPD ha sido el partido que más fuertes vínculos ha contraído con la socialdemocracia sueca y, por ende, con la socialdemocracia europea. Tal fue el trabajo de Goñi que, más tarde, consolidara José Auth. Es el trabajo que corresponde continúe realizando un hombre de absoluta confianza del PPD para enfrentar con éxito las elecciones presidenciales que se avecinan. Porque, dejémonos de eufemismos, una embajada es una oficina de negocios abierta a la captación de apoyo en el exterior.  Poco o nada importa que a su cabeza esté un político o un técnico destacado, lo que sí interesa es que haya una persona que reúna grandes cantidades de dinero y multiplique las relaciones internacionales; en suma, un sujeto que dinamice el mundo del comercio y de la especulación. Una persona capaz de servir de sostén eficaz  a la campaña electoral que se viene encima. Porque las elecciones no son sino empresas gigantescas que requieren de grandes inversiones. Para enfrentarlas se requiere de captadores de dinero, especialistas en ‘marketing’, de individuos que respondan a los requerimientos del mercado y no pongan su empeño en mantener los clásicos patrones de la moralidad. La moral de la economía es el lucro, nos enseña Marx. Álvaro García se corresponde con esos rasgos, es un hombre que puede servir de eficaz apoyo a las ambiciones de sus compañeros de ruta. Puede ser, de esa manera, el ‘buen’ embajador de un ‘buen’ presidente.