«El salto del valor de la mercancía desde el cuerpo de ésta al cuerpo en oro es, como ya digo en otro sitio, el salto mortal de la mercancía. Claro que si le falla, no es la misma mercancía la que se estrella, sino su poseedor». Karl Marx, El Capital. Supongamos que un productor independiente […]
«El salto del valor de la mercancía desde el cuerpo de ésta al cuerpo en oro es, como ya digo en otro sitio, el salto mortal de la mercancía. Claro que si le falla, no es la misma mercancía la que se estrella, sino su poseedor». Karl Marx, El Capital.
Supongamos que un productor independiente o una empresa de propiedad colectiva elaboran un determinado valor de uso y que luego lo llevan al mercado a venderlo. Si logran venderlo, esto es, si su mercancía atrae al dinero, se demuestra que el trabajo gastado en ese producto es socialmente necesario. Si no logran venderlo, entonces el trabajo gastado en su elaboración es inútil y, por lo tanto, no necesario socialmente. Así que no hay manera de determinar si un trabajo es socialmente necesario si no se lleva su producto al mercado. Cuando se determina a priori, esto es, mediante un plan, qué trabajos son socialmente necesarios, las consecuencias para la economía son desastrosas. Les cuento un caso que ocurrió en China. Una empresa fabricaba unos determinados tractores y las cooperativas de agricultores estaban obligados a comprarlos. Resultaba que al poco tiempo de usarse se rompían. Sin embargo, durante más de dos años se siguieron produciendo esos tractores inútiles y las cooperativas de agricultores siguieron comprándolos. Si esa relación de compra venta hubiera estado determinada por el mercado y no por el plan, las cooperativas de campesinos hubieran dejado de comprar esos tractores desde la primera vez que comprobaron que se rompían. Y esto hubiera obligado a la empresa productora a tomar medidas para producir tractores que no se rompieran. El plan genera una enorme burocracia, es un gran peso sobre las decisiones y autonomía del obrero colectivo, estrangula los canales de la circulación, y el tiempo de circulación de las mercancías se hace muy lento. Y el tiempo, sobre todo en economía, es oro.
La producción y circulación de la riqueza como mercancía supone el derecho de propiedad sobre el trabajo propio, mientras que la producción y circulación de la riqueza como capital supone el derecho de propiedad sobre el trabajo ajeno. Así que acabar con la forma de capital de la riqueza es acabar con el derecho a la propiedad sobre trabajo ajeno, mientras que conservar en el socialismo la forma mercantil de la riqueza supone asegurar el derecho de propiedad sobre el trabajo propio. En las economías planificadas ha imperado en general el igualitarismo. Esto provocaba que quien trabajara mucho ganaba lo mismo que quien trabajaba poco, y quien hacía un trabajo de calidad le pagaban un poquito más que quien hacía un trabajo de inferior calidad. Así que en las economías planificadas no se aseguraba el principio socialista de «a cada uno según su trabajo». Por lo tanto, la sustitución del plan por el mercado en las economías socialistas supone restaurar el derecho de propiedad sobre el trabajo propio.
Francisco Umpiérrez Sánchez es director del Centro de Estudios Karl Marx – Las Palmas de Gran Canaria.