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El silencio de los juristas

Fuentes: La Trinchera

¿Cómo se sale del subdesarrollo? Cada día creo que es más difícil, lo marca todo, todo… En el subdesarrollo nada tiene continuidad, todo se olvida, la gente no es consecuente, pero tú recuerdas muchas cosas, recuerdas demasiado…

Sergio, «Memorias del Subdesarrollo»

Confieso que este artículo lo empecé hace tiempo, pero lo había dejado ahí, en el horno durmiendo el sueño de los justos, no sé por qué. Quizás no encontraba el enfoque que me permitiera proyectarme como deseo: como un aldabonazo a las conciencias y no como amargo reproche a nadie. Al final, cuando de polémica social se trata, difícilmente pueda uno escindirse del fenómeno que analiza, como si fuese posible lograr una individualización química del resto de la sociedad.

Vengo notando de un tiempo a la fecha una reacción virulenta del gremio jurídico respecto a cierta serie cubana cuya trama se desarrolla entre bufetes y tribunales, y no es para menos: en lo que a la parte técnica se refiere, deja mucho que desear, y no por falta de la debida asesoría. Recuerdo que una noche no podía ver la hora de acostarme a dormir, cuando una querida amiga me contactó para preguntarme si había visto el capítulo de estreno de la temporada en curso. No, le contesté lacónicamente, te llamo y te cuento, respondió. 

Dos horas después, aún encontraba elementos que criticar de tan solo el primer capítulo. Posteriormente supe que un colectivo de abogados estaba considerando presentar una demanda colectiva al equipo que realizó la serie, como protesta ante las pifias técnicas que se han cometido durante el desarrollo de la trama.

La noticia me hizo reflexionar y finalmente decidirme a retomar este artículo… y es que en ocasiones la racionalidad de mis colegas me resulta tan incomprensible como ajena: es cierto que en la serie se han otorgado tutelas sobre menores a partir de disposiciones testamentarias, es verdad que en las primeras temporadas Coralita Veloz aparecía sola en el estrado, como si en Cuba hubiera juzgados. En alguna que otra ocasión se ha invocado la figura del precedente, más propio del derecho anglosajón que del nuestro, pero…

¿Alguno de mis colegas habrá caído en cuenta que el día a día de la aplicación del Derecho en Cuba es francamente tétrico? ¿Habrán pensado que la serie a veces tiene que recurrir obligatoriamente a la ficción, porque la solución real que hoy por hoy se dan a ciertos conflictos, que van desde lo penal a lo familiar, es francamente lúgubre? 

Los tribunales -no en Cuba, en el mundo entero-, son de derecho, no de justicia; triste pero cierto. Podemos ver fallos manifiestamente injustos porque en determinados supuestos es la única salida que nos da la propia ley. Es usual que la parte a quien le asiste la razón no gane porque no pudo probar lo alegado. Es cierto, pero no hablo de eso…

Volviendo a la serie: mi amiga se indignaba porque en pleno acto judicial, y con la anuencia del tribunal, una de las abogadas sacaba de la sala a su cliente y la presionaba para que alterara su declaración. No voy a detenerme aquí a explicar la magnitud del disparate que ello representa, pero… ¿es acaso eso más grave que el que, en sede penal, el tribunal parezca más decidido a condenar al acusado que el propio fiscal? Quien tenga por fiscal a un juez, necesitará a Dios como abogado reza un viejo aforismo de los especializados en Derecho procesal…

¿No es acaso oprobioso que la presunción de inocencia que consta en el primer artículo de nuestra ley de procedimiento penal, parezca poco más que una mera declaración del legislador, una sugerencia?

Pues sí, eso pasa en Cuba desde hace mucho tiempo, esos y otros vicios de sistema judicial cubanos los comprobé durante los dos años que estuve ejerciendo como abogado. En parte por ello, muchos de mis contemporáneos -incluyéndome- decidimos no envejecer en los estrados del país…

Absolutizar suele ser peligroso, la generalización viene acompañada de la mano casi siempre, de la imprecisión. Haciendo esta salvedad es que digo que, en balance, no me gusta lo que he visto. Si empezara a hacer la enumeración de las vicisitudes mundanas que a diario nos aquejan a los letrados en Derecho, no pararía de escribir nunca. Pero sí hay algo que me asombra: veo muy pocos juristas en mi gremio profesional. 

Ser jurista no implica solo tener un título universitario, es toda una idiosincrasia, un estilo de vida: el jurista es ante todo un esclavo del Derecho. Ello implica que repele la injusticia, cualquiera sea su manifestación, dondequiera que la advierte. 

Sucede que en la Universidad se aprenden muchas cosas, pero hay otras tantas que se incorporan con el día a día. Algunas de estas últimas, intentaron adornarlas en la Facultad, provocando una reacción en mí un tanto escéptica, por decirlo suavemente. Pero muchas otras sí las creí y por un simple motivo: a los profesores les asistía la razón. Hablo de cuestiones tan elementales como la ética, la independencia judicial o la ya mencionada presunción de inocencia. 

Pero sucede que no todo se limita a la mala praxis que se ve en el día a día. La propia ley en ocasiones suele ser contraria a Derecho -sí, como se lee. Hacer un recuento exhaustivo de las imperfecciones del ordenamiento jurídico cubano requeriría una labor de dimensiones enciclopédicas, pero en un primer pase de lista me viene a la mente un ejemplo del Derecho de sucesiones. Si bien es cierto que alentamos a nuestros conciudadanos emigrados a que den su aporte a la Patria vía remesas familiares, aún el artículo 470 del Código Civil los priva de la capacidad de heredar, ya sea por la vía legal o testamentaria.

Otro caso es el de la ley procesal civil, que prohíbe a los jueces entender sobre un amplio rosario de cuestiones que limitan severamente la capacidad de nuestro sistema judicial de impartir justicia -art. 657.5) y 6) de la LPCALE. Quizás sea el caso de la discrecionalidad administrativa el ejemplo más notorio y tristemente célebre de todos. Otra limitación es la de la doble instancia: ese derecho a que un tribunal superior revise vía apelación la resolución que uno inferior dictó y con la que no se está de acuerdo. No sé exactamente la cantidad de años que lleva mayoritariamente ausente de nuestra práctica procesal, pero por décadas el gremio solo ha murmurado entre los muros de la Universidad y mirado hacia otro lado…

El Código Penal castiga el hurto y sacrificio ilegal del ganado mayor, y no resulta descabellado. Motivos para disuadir de esta práctica sobran, lo inconcebible es que a los ojos de la ley se dé igual tratamiento al campesino propietario del animal -vacuno o equino-, que al vulgar ladrón que la sustrae ilegítimamente del patrimonio de su dueño. ¿Sabrá el legislador penal que la libre disposición (sacrificio en este caso) es una facultad inherente al derecho a la propiedad?

El régimen agrario en su conjunto es más que nefasto, como hemos expuesto en otras oportunidades y suya es parte de la responsabilidad del estado en la improductividad en que se encuentra el sector desde hace décadas…

En plena pandemia, al Estado cubano se le ocurrió desempolvar un nefasto DL-370 en cuya virtud multó a más de un ciudadano por subir contenido contrario al interés social a sus redes sociales… Algunos protestamos en contra pero no fuimos suficientes. ¿Dónde quedó la libertad de expresión del artículo 54 de la Constitución? Esa misma en cuya fase de discusión popular hubo un consenso prácticamente unánime en el seno de la sociedad: el cargo de Presidente de la República debía ser electivo, no por designación de la Asamblea. ¿Con qué derecho los que dicen representarnos usaron nuestra petición -más bien orden, que para algo somos el soberano como dicen por ahí- con el mismo fin que se usa el periódico Granma, a veces antes de ser leído incluso?

Siempre hubo lejanos truenos que advertían a aquel estudiante que una cosa es la academia y otra es la práctica, expresión harto simplista que hoy día aún consigue encolerizarme. Pasó el tiempo, me gradué, me decepcioné y heme aquí aprovechando para hacer un poco de justificada catarsis.

Con todos y los otros muchísimos problemas (que no voy a mencionar) que aquejan al Derecho en el día a día, ¿en serio estamos como para preocuparnos por una serie que aún en sus peores desvaríos no supera lo más lúgubre de la realidad?

Quedan muy pocos juristas en Cuba. Algunos de ellos ya han sido satanizados y excomulgados por exceso de dignidad. Por eso me fui del gremio apenas pude, con la expresa intención de ahorrarme la ceremonia del acto de imposición de la toga. Haciendo un rápido chequeo mental, no veo ningún jurista entre aquellos que posiblemente hubieran presidido el protocolar acto. Discúlpenme la rudeza, pero una persona que no merece la toga que usa, mucho menos está autorizada a imponérsela a otra.

No voy a cerrar este artículo indicando una ruta cuya elaboración no me corresponde en exclusiva. Mi única intención es llamar a la reflexión, a que cada uno de nosotros piense, desde la coherencia y la integridad, en lo que podemos hacer para que todo aquello que tenga que ver con Cuba -no solo el Derecho- gane un poco más de amor y de esperanza.

Fuente: https://www.desdetutrinchera.com/politica-en-cuba/el-silencio-de-los-juristas/