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El sistema politico colombiano y la memoria

Fuentes: Rebelión

Recordando a Estanislao Zuleta y a Camilo Torres Restrepo, quienes con sus ideas han forjado un «fogonazo» en la penumbra intelectual colombiana. Durante ésta semana hubo en particular dos noticias que me inspiraron a escribir las siguientes líneas: el escándalo mundial de los 43 estudiantes normalistas desparecidos en México, y el secuestro del general Álzate […]

Recordando a Estanislao Zuleta y a Camilo Torres Restrepo, quienes con sus ideas han forjado un «fogonazo» en la penumbra intelectual colombiana.

Durante ésta semana hubo en particular dos noticias que me inspiraron a escribir las siguientes líneas: el escándalo mundial de los 43 estudiantes normalistas desparecidos en México, y el secuestro del general Álzate de las fuerzas militares colombianas por parte de las FARC-EP.

En cuanto a la primera noticia, me inspiró ver la fuerza, la contundencia y la gran capacidad de amplios sectores de la población Mexicana de dar un golpe mediático contundente a nivel mundial, me inspiró ver y escuchar a miles de manifestantes rechazar semejante crimen, al tiempo que me inspiró oír y leer sus demandas políticas al exigir no menos que la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto en caso de demostrarse algún tipo de responsabilidad y/o complicidad por parte de las autoridades policiales de ese país.

Ello me inspiró sobre todo al comparar lo que sucede actualmente en México con lo que sucedió muchas veces en Colombia; ya que no fueron pocas las veces en las que las noticias de redes alternativas, las organizaciones de derechos humanos y los movimientos sociales denunciaban y rechazaban las múltiples masacres que sucedieron en varios lugares del país, como olvidar acontecimientos tales como la masacre de El salado, la de Barragán, la de Trujillo, o la de Mapiripán; cómo olvidar el silencio absoluto e impávido de millones de colombianos, cómo olvidar la manera en que los grandes medios presentaban la noticia como un hecho «natural», como algo que simplemente iba a hacer parte de una estadística; así como también, trataban de justificar los hechos a partir de la abstracción que trae consigo hablar de la violencia en Colombia, con ello el responsable se hizo difuso, el sentido del mismo también, y a la luz de hoy pocos saben o dimensionan lo que realmente pasó en éstas masacres y quienes fueron sus responsables y bajo qué intereses se dió.

No dejaba de sorprenderme el hecho de que miles de colombianos se solidarizaran y apoyaran las demandas de los mexicanos, que miles de colombianos en esta oportunidad si se horroricen y rechacen estos actos sabiendo que en su propio país han pasado más y peores masacres, con ello no considero como ilegitimo el hecho de que nos solidaricemos con México, ¡para nada!, pero no puedo negar que sí me sorprendía la manera en que con ello la ignorancia y la impunidad daban cuenta de una victoria contundente en Colombia, y al tiempo que todo esto me sorprendía, me preguntaba: ¿Por qué pasa ésto?, ¿por qué nos duelen tan poco nuestros muertos? ¿Por qué nos cuesta tanto abrir los ojos y mirar las dimensiones del problema que vivimos en Colombia?

La segunda noticia, la que está relacionada con el secuestro del general Álzate también me inspiró a escribir éstas líneas; sobre todo porque ello puso en evidencia la fragilidad de una verdadera voluntad de paz en Colombia por parte de algunos sectores del país, así como del propio presidente Juan Manuel Santos. Y no es que esté defendiendo a las FARC-EP, pero considero que Santos debió asumir con consecuencia la situación del secuestro del general, él fue quien más insistió en continuar con la guerra al tiempo que buscaba negociar la paz. Por ello, él pagó a un costo muy alto el secuestro de este general, ya que ello permitió demostrar que efectivamente las FARC aún tienen capacidad militar, también permitió demostrar los peligros que tiene construir la paz en medio de la guerra, y también develó la paradoja existente en cuanto miles de colombianos salieron como borregos a defender la actitud caprichosa de Santos como si fuera un niño al que le han quitado alguno de sus juguetes exigiendo que le devolvieran a su general.

Pero ese no es el punto central en mi argumentación, lo que realmente me inspiró y donde mejor puedo relacionar la situación del secuestro del general con el tema de la memoria y nuestro sistema politico, está en la manera en que se transformó la matriz mediática y miles de colombianos prefirieron apoyar la decisión de Santos en lugar de exigirle mayor compromiso y seriedad con lograr la paz. Todos los colombianos decimos estar cansados de la guerra así no la entendamos, así no la hayamos vivido, así no dimensionemos lo que implican más de 50 años de violencia, pero todos -o bueno, la mayoría-, decimos muy convencidos querer la paz, pero no hacemos, ni damos ningún aporte para lograrla, ni siquiera exigimos al presidente que asuma este proceso con mayor consecuencia y responsabilidad y no maneje los diálogos como un caballo de legitimidad política.

Luego de mucho pensar, me fui convenciendo de que la memoria era una buena posibilidad o pretexto para explicar la reacción de la gente respecto las dos noticias; en el caso de las masacres, en cuanto a que la mayoría de la población colombiana aún no entiende, ni parece importarle realmente comprender la grave tragedia humanitaria que sucedió en Colombia sobre todo a partir del auge del narcotráfico, del paramilitarismo, de la incapacidad institucional del Estado de garantizar unos mínimos y de la profunda degradación del conflicto armado colombiano. Encuentro un puente para explicar el funcionamiento de nuestro sistema politico y el asunto de las masacres en el tema de la memoria, sobre todo al constatar en tiempo presente la persistencia y presencia en la escena pública de personajes claramente relacionados con estructuras paramilitares, con personajes que hoy gozan de una impunidad total a pesar de haber promovido y apoyado el fortalecimiento de poderes locales que impulsaron y apoyaron la realización de masacres en diversos lugares del país. Entonces, al parecer, la poca memoria histórica de la población colombiana ha servido como algo estratégicamente necesario para darle continuidad al funcionamiento de nuestro sistema politico, es la única explicación medianamente razonable que encuentro.

Respecto a la noticia del secuestro del general, también encuentro en la memoria un buen puente para explicar un elemento del funcionamiento del sistema politico colombiano, y es que los colombianos a veces asumimos este proceso de paz con las FARC-EP de una manera a mi juicio ingenua; donde al menos tres asuntos explican o permiten dar cuenta de esa ingenuidad. Primero, al no comparar ni reconocer los procesos de paz que han antecedido al que tiene lugar en la Habana. Segundo, al tomar las posiciones oficiales de Santos como incuestionables, desconociendo los intereses particulares que él tenga respecto al proceso, y con ello se abre la posibilidad de que el proceso de negociación se convierta en un instrumento del que Santos pueda disponer políticamente. Y tercero, al naturalizar y aceptar pasivamente el discurso de que estamos ad-portas del final del conflicto armado en Colombia, tenemos que revisar críticamente esta afirmación, y preguntarnos cuáles son las garantías, las posibilidades y los mínimos que se necesitan para que ello suceda.

Por lo anterior, considero que una condición necesaria para que sea viable un escenario de ampliación de los canales democráticos en Colombia debe ser el fortalecimiento de la memoria histórica del pueblo colombiano, es necesario impulsar y promover cambios en el funcionamiento del sistema politico colombiano, y ello será posible en gran medida cuando le disputemos el monopolio de la anti-memoria a los actores políticos oficiales y privados que por diversos motivos e intereses políticos han cultivado con sus medios de comunicación, sus discursos y sus prácticas un desconocimiento, una apatía, una ambigüedad y una banalización de lo que ha pasado y está pasando en Colombia.

Por ello, para que si nos duelan nuestros muertos tanto como nos duelen los otros, y para que asumamos y construyamos colectivamente una paz estable, seria y duradera en Colombia, debemos cultivar y trabajar por fortalecer la memoria histórica de las inmensas mayorías, porqué cuando la gente entienda, reconozca y asuma su realidad, los cambios no se harán esperar y las cosas habrán de mejorar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.