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El socialismo cubano necesita un debate y un nuevo consenso programático

Fuentes: La Tizza

Este trabajo cierra la serie “El «Triángulo de las Bermudas» por el que navega Cuba”.

«Me honra ratificarles hoy que “Dentro de la Revolución” sigue existiendo espacio para todo y para todos, excepto para quienes pretenden destruir el proyecto colectivo».

Miguel Díaz Canel
(28 de junio de 2021)

Entre 2015 y 2019, mientras se acercaba y llegaba a su 60 aniversario, la Revolución cubana se encontró en una situación semejante a la que había estado entre 1986 y 2004: ante la necesidad de asumir la defensa de la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo «en un solo país». Ese era el resultado del desmembramiento de la familia solidaria latinoamericana y caribeña que la acuerpó y la arropó durante los diez años precedentes, producto, a su vez, del derrocamiento, la derrota o la traición, de ocho de los gobiernos de izquierda y progresistas que la integraban, y del asedio que sufre el miembro aglutinador y principal promotor de aquella familia, la República Bolivariana de Venezuela. El cese de las relaciones mutuamente ventajosas entonces establecidas, el recrudecimiento extremo de la política anticubana del imperialismo norteamericano, y los insuficientes resultados de la actualización del modelo económico, iniciada en 2010, a los que se suma el azote de la Covid‑19, obligan a Cuba a navegar por un «Triángulo de las Bermudas». De nuevo empezó a sonar el tic tac del reloj que marca el corto o mediano plazo dentro de los cuales sería aconsejable pasar, de la defensa de la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo, a la edificación plena de la nueva sociedad.

En los poco más de tres meses transcurridos desde que el 12 de abril del presente año se divulgara el primer artículo de la serie que aquí concluye, se han producido varios hechos trascendentes, entre ellos la realización del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), el incremento aún incontrolado de la pandemia de la Covid-19 que azota a todo el territorio nacional, el avance de los candidatos vacunales cubanos contra esa enfermedad —uno de los cuales ya fue certificado nacionalmente como vacuna y otro está a punto de serlo—, la acelerada y masiva campaña de administración de esos candidatos y/o vacunas al pueblo, la agudización del déficit de productos de primera necesidad —incluidas las medicinas y los insumos médicos—, el recrudecimiento de la estrategia aislacionista y desestabilizadora de los Estados Unidos, el macro ataque cibernético, catalizador de los brotes de protestas que, aunque socialmente minoritarias, han sido de una magnitud inusual en Cuba, y las subsiguientes reacciones y respuestas de la mayoría social a esos hechos. Todo ello ha provocado que este artículo final haya tenido que ser reelaborado varias veces.

La serie se escribió con el objetivo de contribuir al ya impostergable debate sobre de dónde viene, dónde está y hacia dónde va la Revolución cubana, cuyo primer gran período histórico, de más de 67 años si se cuenta desde el inicio de la lucha por conquistar el poder, y de poco más de 61 de ejercicio de poder conquistado, concluyó el 21 de abril de 2021 —día de la clausura del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba— con la culminación del relevo del liderazgo histórico por hombres y mujeres de nuevas generaciones nacidas y formadas en su seno.

El vértice principal del metafórico triángulo: la acumulación de problemas propios a lo largo del proceso de edificación socialista, no se incluyó en estos artículos porque su elaboración comenzó antes del congreso partidista, cuyos resultados era necesario esperar. Dado que la política y las relaciones exteriores no estaban en su agenda, el contenido se centró en la ecuación normalización de relaciones versus endurecimiento del bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba, y en las implicaciones para Cuba del reflujo de la izquierda latinoamericana, que llega a su máxima expresión entre 2015 y 2019.

Ahora que conocemos el Informe Central al 8vo. Congreso presentado por el saliente primer secretario del PCC, general de Ejército Raúl Castro Ruz, la Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista — Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución para el período 2021‑2026, las resoluciones aprobadas,[1] y el Discurso de Clausura pronunciado por el entrante primer secretario del PCC, presidente Miguel Díaz Canel Bermúdez, es posible hacer observaciones sobre el abordaje de estos dos temas hecho por el máximo órgano de las y los comunistas cubanos. Dado que el tema principal: la acumulación de problemas propios a lo largo del proceso de edificación socialista, requiere un tratamiento profundo, meditado y sopesado, quedará para artículos posteriores. Al final del presente texto solo se esbozará la necesidad de un nuevo debate y un nuevo consenso programático mencionada en el título.

Una primera observación es que existe una diferencia entre la Conceptualización, por una parte, y el Informe Central y el Discurso de Clausura del Congreso, por la otra. La diferencia radica en que la Introducción y las Consideraciones finales de la Conceptualización aprobada para el período 2021‑2026 —únicos acápites de este documento aquí analizados debido a que en ellos es donde se exponen sus premisas— asumen como válidos y vigentes la información procesada y los análisis formulados en 2016‑2017, mientras que el Informe Central y el Discurso de Clausura incorporan información y análisis actualizados sobre los cambios ocurridos en los últimos 4‑5 años.

Sobre el abordaje de la agudización del bloqueo versus la normalización de la relaciones bilaterales

La agudización del diferendo ente los Estados Unidos y Cuba ocurrida entre el 7mo. Congreso y el 8vo. Congreso del PCC, no se refleja en la Conceptualización allí aprobada. En esos acápites se consideran válidos y vigentes la información y los análisis de la Conceptualización de 2016‑2017. A modo de ejemplo, a continuación se resaltan en negritas las diferencias entre ambas versiones del párrafo sobre la normalización de relaciones y el bloqueo.

Conceptualización fechada en julio de 2017, página 54:

En pleno ejercicio de la independencia y la autodeterminación, en defensa de la soberanía y los intereses nacionales, se actúa frente a los desafíos y las oportunidades que significan los cambios en las relaciones con los Estados Unidos de América, en particular respecto a que evolucione la aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero.

Conceptualización fechada en junio de 2021, página 56:

En pleno ejercicio de la independencia y la autodeterminación, en defensa de la soberanía y los intereses nacionales, se enfrentan los desafíos y se aprovechan las oportunidades que significan los cambios en las relaciones con los Estados Unidos de América, en particular respecto a la aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero.

En julio de 2017, cuando se divulga la versión definitiva de la Conceptualización debatida en abril de 2016, ya ese párrafo estaba desactualizado. Desde el anuncio de la decisión de normalizar las relaciones entre ambos países, el 17 de diciembre de 2014, hasta finales del segundo mandato presidencial de Barack Obama, el MINREX realizó pronunciamientos periódicos sobre las limitaciones y los obstáculos que, por la parte estadounidense, dilataban y/o impedían la normalización plena de las relaciones bilaterales y el desmontaje del bloqueo. A esos pronunciamientos, se sumaron los análisis de varios autores, como Elier Ramírez Cañedo y Sergio Alejandro Gómez.[2]

Tanto el antecedente de la interrupción y reversión del primer proceso de normalización de relaciones, ocurrido en los gobiernos de Gerald Ford (1974‑1977) y James Carter (1977‑1981), como las limitaciones y los obstáculos para el cumplimiento de los acuerdos suscritos con el gobierno de Barack Obama, aportaban elementos de análisis para actualizar la Conceptualización definitiva que sería divulgada en julio de 2017, a la que también se pudo haber incorporado el triunfo de Donald Trump en la elección presidencial de noviembre de 2016, y las declaraciones y acciones anticubanas hechas por su gobierno desde la toma posesión en enero de 2017, cinco meses antes de que se divulgara ese documento. Más preocupante aún es que aquel texto desactualizado se asumiera en 2021 como válido y vigente.

A diferencia de la Conceptualización de 2021, el Informe Central al 8vo. Congreso califica al escenario internacional como marcadamente distinto al de abril de 2016, plantea que los cinco años transcurridos desde el 7mo. Congreso se caracterizan por el incremento inaudito de la agresividad estadounidense, reforzada en las duras condiciones de la pandemia de la Covid-19, lo que puso de manifiesto la despiadada naturaleza del imperialismo. En este sentido, Raúl destaca que:

[…] no se trata de simples acciones de incremento del bloqueo, sino de nuevos métodos, algunos sin precedentes, que llevaron la magnitud de la guerra económica a un escalón cualitativamente más agresivo, que se refleja en las carencias materiales que acompañan la vida cotidiana de cada cubano.

El Informe Central fundamenta esta aseveración en: las más de 240 medidas coercitivas contra Cuba adoptadas desde 2017; las 231 entidades cubanas sometidas a restricciones adicionales a las sufridas por el bloqueo; la necesidad de acudir a mercados lejanos e indirectos para adquirir la tecnología destinada combatir la Covid‑19; el cierre casi total de la posibilidad de remesar dinero a Cuba; las acciones de guerra no convencional para privar a Cuba de combustible; la restricción de los viajes aéreos y marítimos; la campaña contra la cooperación médica internacional cubana; la activación del Título III de la Ley Helms-Burton; y la inclusión de Cuba en la lista de países que los Estados Unidos se atribuye la facultad de acusar de patrocinadores del terrorismo. A todo ello, se suma la mentira de que el bloqueo no es real, que no daña verdaderamente a la economía cubana, que no es un problema significativo para nuestro desarrollo y nuestra estabilidad económica.

Sobre la normalización de relaciones, el Informe Central constata que la conducta de la administración Trump reafirma que, para que sea sostenible, la perspectiva de evolución positiva en la relación entre ambos países, tendría que estar asociada a la eliminación del bloqueo económico y al andamiaje legislativo que lo sustenta, lo cual no es fácil y sencillo. También puntualiza que esa evolución requerirá de la voluntad política sensata y respetuosa de quien gobierne en los Estados Unidos, que las diferencias políticas e ideológicas no son impedimento para una relación respetuosa y civilizada con nuestro vecino, y que podemos desarrollar una relación de cooperación en muchos asuntos de beneficio para ambos países y para la región. Además, Raúl dice:

Nunca olvidaremos el contenido del Artículo 16, inciso a) de la Constitución, que reafirma que las relaciones económicas, diplomáticas y políticas con cualquier otro Estado no podrán ser jamás negociadas bajo agresión, amenaza o coerción.

Ratifico desde este Congreso del Partido la voluntad de desarrollar un diálogo respetuoso y edificar un nuevo tipo de relaciones con los Estados Unidos, sin que se pretenda que para lograrlo Cuba renuncie a los principios de la Revolución y el Socialismo, realice concesiones inherentes a su soberanía e independencia, ceda en la defensa de sus ideales y el ejercicio de su política exterior, comprometida con las causas justas, la defensa de la autodeterminación de los pueblos y el histórico apoyo a países hermanos.

Con el mismo sentido de actualidad patente en el Informe Central, el Discurso de Clausura del 8vo. Congreso establece la posición de principios de que:

Nadie con un mínimo de honestidad y con datos económicos que son de dominio público puede desconocer que ese cerco constituye el principal obstáculo para el desarrollo de nuestro país y para avanzar en la búsqueda de la prosperidad y el bienestar. Al ratificar esta verdad, no se intenta ocultar las insuficiencias de nuestra propia realidad, sobre lo que hemos abundado bastante. Se trata de responder a los que con cinismo difunden la idea de que el bloqueo no existe.

El discurso de Díaz Canel denuncia que el bloqueo, impuesto hace más de 60 años y arreciado en las últimas tres décadas con la intención de provocar un estallido social que socave la legitimidad de la Revolución, es la más larga afrenta contra los derechos humanos de un pueblo y constituye un crimen de lesa humanidad. También recuerda que: siguen en vigor las 242 medidas de agresión adoptadas por el gobierno de Trump; la reinclusión de Cuba en la lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo; y las campañas de subversión e intoxicación ideológica para desprestigiar a Cuba, calumniar a la Revolución y tratar de confundir al pueblo, fomentar el desánimo, la desidia, la inconformidad y exacerbar las contradicciones, sacando partido de la escasez material y las dificultades exacerbadas por la crisis económica global, la pandemia de la Covid‑19 y el reforzamiento del bloqueo. En lo referente a la normalización de relaciones con los Estados Unidos, ratifica la aspiración de vivir en paz y relacionarnos con esa nación sobre bases de igualdad, respeto mutuo y sin injerencias de ninguna índole.

Aunque pudiera argumentarse que, tanto la Conceptualización como el Informe Central y el Discurso de Clausura, deben estudiarse y aplicarse en conjunto, eso solo sería una solución remedial a las falencias de la Conceptualización. Si a esto último se contra argumenta que, no obstante la desactualización y las omisiones en que se incurrió en la Introducción y las Consideraciones finales, los cambios ocurridos entre 2016 y 2021 sí se tuvieron en cuenta en el cuerpo central de su texto, ello sería confesar la falta de rigor cometida en la elaboración del principal documento que aprobaría, nada menos que, el congreso de cierre del primer gran período histórico de la Revolución y de inicio del siguiente.

El problema no se resuelve buscando en el Informe Central y en el Discurso de Clausura lo que en la Conceptualización está desactualizado u omitido. La Conceptualización tiene «defectos de fábrica», entre ellos:

1. la necesidad de acudir a las intervenciones de los máximos dirigentes del partido y el Estado para conocer lo que en la Conceptualización está desactualizado u omitido, revela un problema estructural y funcional: la función de las estructuras auxiliares encargadas de elaborar propuestas de política es apoyar a la dirección del partido y el Estado; no apoyarse en la dirección del partido y el Estado; y,

2. la desactualización y las omisiones ponen en tela de juicio las premisas sobre las que se basa la Conceptualización en su conjunto, es decir, afectan la calidad y la confiabilidad de su contenido.

Un elemento no contemplado en la Conceptualización y los Lineamientos que debe tenerse en cuenta es que, por el énfasis que, con toda razón, en nuestro país históricamente se ha hecho, se sigue haciendo y se seguirá haciendo mientras sea necesario, en el daño causado por el bloqueo, alguien pudiera pensar:

– o bien que el levantamiento del bloqueo es una condición indispensable para la edificación socialista en Cuba o, dicho a la inversa, que sin el levantamiento del bloqueo la Revolución cubana tendría que renunciar a sus metas históricas;

– o bien que el levantamiento del bloqueo implicaría el abandono de los intentos estadounidenses de destruir a la Revolución cubana, y sería la panacea de los males de la economía cubana que desencadenaría el desarrollo económico y social del país.

Lo primero puede minar la confianza en el futuro socialista de Cuba. Lo segundo puede, por una parte, provocar errores de cálculo de los directivos del sistema empresarial y, por otra, crear expectativas desmesuradas en la sociedad. Por ello es preciso que el partido y el Estado cubanos establezcan la diferencia entre:

– la necesidad, el derecho y el deber de seguir luchando con todas nuestras fuerzas por el levantamiento del bloqueo; y,

– las expectativas de lo que se puede esperar y lo que no se debe esperar del levantamiento del bloqueo.

En la naturaleza del imperialismo norteamericano está el atribuirse el «derecho» de bloquear y sancionar. Bloquea a países como Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Irán y Siria, mientras a otros, que no bloquea, los sanciona, como a China, con la que estableció relaciones diplomáticas y comerciales en 1979; a Rusia, devenida oficialmente país capitalista en 1991; y a todos aquellos que el gobierno estadounidense decide incluir en las unilaterales e ilegales listas de «infractores» que se le antoja confeccionar. Es importante prever que, si algún día se levanta el bloqueo, eso no implicará que Cuba no será «sancionada» una y otra vez, con uno u otro pretexto, y que ello sería particularmente dañino si se crearan relaciones de dependencia económica general, o en sectores específicos como el turismo, las finanzas, el comercio u otros que, luego de experimentar un auge derivado de los vínculos con los Estados Unidos, podrían verse total o sustancialmente afectados por su interrupción.

Casi tres meses después de la celebración del 8vo. Congreso, el domingo 11 de julio, se produjo un cambio cualitativo en el diferendo entre los Estados Unidos y Cuba, imposible de haber sido anticipado en las intervenciones realizadas por Raúl y Díaz Canel. Aunque la actitud asumida por la administración de Joseph Biden, de mantener en vigor todas las medidas extremas de recrudecimiento del bloqueo decretadas por Donald Trump, indicaba una reticencia a reabrir el proceso de normalización de relaciones desarrollado por Barack Obama, y una negativa a cumplir las declaraciones que en tal sentido él mismo había hecho en su campaña presidencial, el macro ataque cibernético realizado desde los Estados Unidos contra Cuba a partir del 15 de junio de 2021, catalizador de las inusuales protestas sociales desatadas en nuestro país el mencionado domingo 11 de julio y los días subsiguientes, a todo lo cual se suman las declaraciones del propio Biden, de otros funcionarios de su gobierno y de otros políticos demócratas y republicanos, demuestran que optó por una estrategia de «hard power» al estilo «toque de a degüello». Con otras palabras, en lugar de desescalar la política anticubana extrema de Trump, optó por recrudecerla con aparentes «intenciones terminales». Esto implica la necesidad de actualizar los análisis y las conclusiones sobre el diferendo entre los Estados Unidos y Cuba planteados en el Congreso.

Sobre el abordaje de la política y las relaciones con América Latina y el Caribe

De manera análoga a lo ocurrido en el abordaje del diferendo bilateral entre los Estados Unidos y Cuba, en el tratamiento a política y las relaciones con América Latina y el Caribe, en lugar de aportar información y análisis actualizados, la Conceptualización de 2021 reproduce los de 2016‑2017. Es preciso reconocer el esfuerzo hecho para modificar el texto precedente a tono con los cambios ocurridos, pero no llegó a identificar los problema de fondo, entre ellos, que el cambio en la correlación regional de fuerzas adverso a los movimientos populares, las fuerzas políticas y social‑políticas, y los gobiernos de izquierda y progresistas de América Latina, agrava las condiciones para el desarrollo económico y social de Cuba en dos sentidos:

1. por el cese de la presión que, desde el gobierno de sus respectivos países, esos movimientos y fuerzas ejercían sobre el gobierno de los Estados Unidos a favor de la normalización de relaciones con Cuba; y,

2. por la desaparición casi absoluta de las relaciones económicas, comerciales, de cooperación y colaboración solidarias y mutuamente ventajosas que, por conducto de sus gobiernos, esos movimientos y fuerzas habían establecido con Cuba.

Sobre las relaciones con América Latina y el Caribe, entre las fortalezas y oportunidades de Cuba, la Conceptualización de 2016‑2017, en la página 12, numeral 12, dice:

El amplio prestigio y reconocimiento internacional de los cubanos, principalmente por sus valores morales, logros y posiciones de principio por la paz, la solidaridad y un orden internacional justo y equitativo, sus relaciones con los pueblos y gobiernos, especialmente en América Latina y el Caribe.

Sobre el mismo tema, la Conceptualización de 2021, en la página 15, numeral 14, dice:

El amplio prestigio y reconocimiento internacional de Cuba y su pueblo, por su capacidad de lucha y resistencia, vocación solidaria y humanista, su compromiso por la paz y el desarrollo, por un mundo más justo, democrático e inclusivo, sus relaciones con los pueblos e importantes sectores políticos y sociales, así como su lucha por una América Latina y el Caribe unida en su rica y multifacética diversidad.

Sobre los mecanismos latinoamericanos y caribeños de concertación política e integración económica, la Conceptualización de 2016‑2017, en la página 53, dice:

Se continuará participando activamente en el impulso al proceso de concertación política e integración de Nuestra América, en especial desde la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en aplicación de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, en particular de sus principios relativos a la obligación de no intervenir en los asuntos internos de cualquier otro Estado, a resolver las diferencias de forma pacífica y al derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural; y se seguirá enfrentando la ofensiva del imperialismo y las fuerzas de derecha.

Sobre el mismo tema, la Conceptualización de 2021, en la página 55, dice:

Se participa activamente en el impulso al proceso de concertación política e integración de Nuestra América, en especial desde la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América — Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA — TCP) y la defensa y preservación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en aplicación de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, en particular de sus principios relativos a la obligación de no intervenir en los asuntos internos de cualquier otro Estado, a resolver las diferencias de forma pacífica y al derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural. Se seguirá enfrentando la ofensiva del imperialismo y las fuerzas de derecha reaccionarias, que intentan imponer un modelo expoliador, en reemplazo de los mecanismos integradores de esencia latinoamericana y caribeña.

Se intensifican los vínculos y se participa en los diversos foros de intercambio y concertación política que se articulan por las fuerzas progresistas y los movimientos sociales, populares y de solidaridad.

A diferencia de la Conceptualización, el Informe Central al 8vo. Congreso contiene informaciones, análisis y reflexiones actualizadas:

Hace hoy exactamente cinco años —afirma Raúl en el informe—, advertimos que la región de América Latina y el Caribe se encontraba bajo los efectos de una fuerte y articulada contraofensiva promovida por el imperialismo y las oligarquías regionales contra los gobiernos revolucionarios y progresistas que habían llegado al poder como resultado de la resistencia y la lucha de los pueblos contra los nefastos efectos de los modelos neoliberales.

Esa contraofensiva se fortaleció cuando la conducción de la política exterior de los Estados Unidos cayó en manos de personajes siniestros, vinculados a episodios injerencistas e intervencionistas en nuestra región, y asociados a elementos de la ultraderecha cubano-americana, varios de ellos de conocida trayectoria terrorista y corrupta.

A ello añade que: mezclaron el fanatismo antisocialista con la desesperación por conseguir objetivos a corto plazo; acudieron a métodos de guerra no convencional y operaciones desestabilizadoras; demostraron el desprecio a nuestros pueblos e instituciones; desconocieron los derechos soberanos de las naciones, amenazaron la paz y seguridad regionales; y varios gobiernos pretendieron ignorar la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada en La Habana por los jefes de Estado y de Gobierno de la región en enero de 2014. Además: reitera la solidaridad con Venezuela y Nicaragua; saluda al presidente de Bolivia, Luis Arce; expresa esperanza, respeto y solidaridad con los procesos encabezados por Andrés Manuel López Obrador en México y Alberto Fernández en Argentina; ratifica la solidaridad con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva; y reafirma la defensa de los intereses de las naciones caribeñas, y el pleno respaldo a la autodeterminación e independencia de Puerto Rico.

Las referencias a la región contenidas en el informe concluyen con la aserción de que:

El compromiso de Cuba con la unidad de América Latina y el Caribe es inconmovible, la lealtad en defensa de la soberanía y del derecho a la libre determinación de los pueblos es un principio de la Revolución, y la voluntad de promover la cooperación y la integración regional forma parte de nuestra causa. No cejaremos un instante en la tarea de contribuir a hacer de Nuestra América la patria común de todos sus hijos.

En el Discurso de Clausura del 8vo. Congreso, como parte de la herencia que la nueva dirección recibe del liderazgo histórico, el presidente Díaz Canel destaca: la colaboración internacionalista en África, Asia y América Latina; la guerrilla del Che; la sangre por Vietnam, por Angola, por Etiopía, por Nicaragua; las brigadas médicas; la ELAM;[3] y el ALBA. Por ser una definición medular de la política pasada, presente y futura, vale citar textualmente que:

El Partido conduce la política exterior de la Revolución cubana, que descansa en la noción de que un mundo mejor es posible y que para luchar por él se requiere del concurso de muchos y de la movilización de los pueblos.

Esa ha sido una guía constante de nuestro desempeño internacional y la confirmamos en este Congreso.

Expresamos la voluntad de desarrollar relaciones de amistad y cooperación con cualquier país del mundo, nos satisface practicar la solidaridad internacionalista aun en países cuya ideología gubernamental no compartimos.

Ratificamos la determinación de exponer las verdades con claridad, por mucho que molesten a algunos, de defender principios, de acompañar las causas justas, de enfrentarnos a los atropellos, como nos enfrentamos a la agresión extranjera, al colonialismo, al racismo y al apartheid.

Es la base de nuestra aspiración a la plena independencia de Nuestra América y del empeño en ayudar a lograr una región económica y socialmente integrada, capaz de defender el compromiso de América Latina y el Caribe como Zona de Paz.

Es la política exterior descrita en el Informe Central del Congreso que ratificamos hoy.

Dicho todo lo anterior, corresponde revisar la siguiente afirmación, que no estaba contenida en la Conceptualización de 2016‑2017, es decir, que fue incorporada en la Conceptualización de 2021:

Se intensifican los vínculos y se participa en los diversos foros de intercambio y concertación política que se articulan por las fuerzas progresistas y los movimientos sociales, populares y de solidaridad.

Hay tres espacios de interacción entre la Revolución cubana y las fuerzas populares de América Latina y el Caribe. No son espacios cerrados o cien por ciento delimitables entre sí. Dependen de los momentos, las funciones, las formas y las correlaciones de fuerzas en las luchas por la transformación revolucionara y/o la reforma progresista en la región:

1. las relaciones del Partido Comunista de Cuba con los partidos, organizaciones, movimientos, frentes y coaliciones políticos y social‑políticos;

2. las relaciones de la Unión de Jóvenes Comunistas y de las organizaciones de masas y sociales —principalmente, pero no solo, la Central de Trabajadores de Cuba, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, los Comités de Defensa de la Revolución y la Federación de Mujeres Cubanas—, de organizaciones no gubernamentales como el Centro Memorial «Dr. Martin Luther King Jr.», y de instituciones científicas como el Instituto de Filosofía del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, y el Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana, y de cada uno de ellos con sus respectivos homólogos y con los sectores populares en general; y,

3. las relaciones del Gobierno Revolucionario de Cuba con los gobiernos de izquierda y progresistas.

Colocado el tema en perspectiva cronológica:

1. en la primera etapa de acumulación de fuerzas de los movimientos populares y la izquierda y el progresismo latinoamericanos (1985‑1998), mientras conquistaban terreno en gobiernos locales y legislaturas nacionales, pero todavía no en los gobiernos nacionales, la interacción de la Revolución cubana era en los primeros dos espacios mencionados, a saber, con los movimientos populares y con las fuerzas políticas y social‑políticas, pues aún no había gobiernos nacionales de izquierda y progresistas, excepto en Nicaragua, donde el Frente Sandinista de Liberación Nacional lo ejerció hasta perderlo en las elecciones de febrero de 1990;

2. en la segunda etapa de acumulación (1998‑2009), cuando la fuerza social y la fuerza política eran suficientes para elegir gobiernos y, en varios países, lograr su reelección consecutiva, la interacción de Cuba era en los tres espacios: con los movimientos populares, con las fuerzas políticas y social‑políticas, y con los gobiernos de izquierda y progresistas conquistados y ejercidos por esos movimientos y fuerzas;

3. en las dos primeras etapas de desacumulación (2009‑2012 y 2013‑2014), cuando la correlación aún seguía siendo favorable a los movimientos populares, las fuerzas políticas y social‑políticas, y los gobiernos de izquierda y progresistas, cuando la presión de estos tres factores inclinaba la balanza a favor de la normalización de relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, y cuando la solidaridad mutuamente ventajosa entre ellos y Cuba estaba en su apogeo, la política y las relaciones internacionales de Cuba se «gubermentalizan» y los intercambios con los movimientos populares y las fuerzas políticas y social‑políticas se «ralentizan»;

4. en la etapa de máxima desacumulación (2015‑2019), cuando ocho de los diez gobiernos de izquierda y progresistas ya habían sido derrotados, derrocados o traicionados, y el de Venezuela sufría la más extrema combinación del estrangulamiento externo y la desestabilización interna, en vez de fortalecerse de nuevo la relación directa con los movimientos populares y las fuerzas políticas, la «gubermentalización» y la «ralentización» se mantuvieron; y,

5. en los últimos dos años, ya desdibujado el mapa político regional antes favorable a los gobiernos de izquierda y progresistas, los temas del desarrollo nacional propio y de la colaboración internacional intergubernamental cubana son, prácticamente, los únicos abordados por las delegaciones cubanas en los foros y en los encuentros bilaterales con movimientos populares y fuerzas políticas y social políticas de izquierda y progresistas.

Mientras en el escenario latinoamericano y caribeño predominaba el eje de concertación e integración formado por el ALBA‑TCP, el MERCOSUR hegemonizado por la izquierda, la UNASUR, la CELAC y el CARICOM, el énfasis en la colaboración internacionalista con los gobiernos amigos, y también en la satisfacción de «practicar la solidaridad internacionalista aun en países cuya ideología gubernamental no compartimos», resaltada por Díaz Canel, era un importante medio de socialización de esas experiencias con los movimientos populares y fuerzas políticas y social‑políticas de izquierda y progresistas. Ahora que ese mapa político se desdibujó, esos temas tienen que seguir presentes como recordatorio de lo que fue el panorama regional unos años antes, como expresión de un ámbito fundamental en que se desarrolla la política internacionalista de la Revolución cubana, pero que no es el único, y como incentivo a la lucha común por lo que tiene que volver a predominar en la región, pero lo que más se necesita hoy, tanto en los foros como en los espacios bilaterales, es intercambiar informaciones, experiencias y saberes, y mucho más aún, coordinar y establecer medios y métodos de trabajo conjunto para, al decir de Aran Aharonian, dejar de «enfrentar la guerra de quinta generación con arcos y flechas».

A los eventos multilaterales y los intercambios bilaterales de movimientos populares y fuerzas, se puede y se debe ir a hablar del desarrollo científico de Cuba y de la colaboración internacional de sus brigadas médicas, pero no solo a hablar de eso: también hay que ir a hablar de todos los temas que entrelazan a Cuba con esos movimientos populares y esas fuerzas políticas. A esos intercambios, se puede y se debe ir a recabar solidaridad con Cuba, pero no solo ir a eso: también hay que ir a expresar la solidaridad de Cuba con quienes son solidarios con ella.

La «gubermentalización» y «ralentización» de la política y las relaciones internacionales comienza con la sustancial reducción de los recursos humanos y materiales sufrida, en 2010‑2011, por las contrapartes cubanas de las fuerzas políticas y social‑políticas de izquierda y progresistas, y de los movimientos populares y en general, y de las de América Latina y el Caribe en particular, incluida la disolución de los cuatro centros de estudios adjuntos al CC del PCC entonces existentes: Centro de Estudios sobre América (CEA), Centro de Estudios Europeos (CEE), Centro de Estudios sobre Asia y Oceanía (CEAO), y Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente (CEAMO). Con una parte de los ex directivos y ex funcionarios de esos centros, se creó el Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), adscrito al Ministerio de Relaciones Exteriores, cuyo contenido se ciñe estrictamente a las funciones de ese ministerio. También se suspendió la celebración de los eventos internacionales de los que La Habana había sido sede desde inicios de la década de 1980, entre los que resaltan los dedicados a la deuda externa, la lucha contra el ALCA y la globalización y los problemas del desarrollo.

En el Informe Central, Raúl expone:

La Comisión Permanente de Implementación y Desarrollo no logró organizar, de manera adecuada, la participación de los diferentes actores involucrados en la implementación de los Lineamientos y asumió funciones que excedían el mandato otorgado por el Congreso, lo cual limitó el papel que correspondía por sus funciones a los organismos, organizaciones y entidades.

Al propio tiempo, no se propició de manera suficiente que las organizaciones políticas y de masas desempeñaran un papel más activo en este proceso.

El citado fragmento retrata lo sucedido, también en 2010‑2011, con los centros de estudios y/o centros de investigación de organismos del Estado, cuyas funciones están total o sustancialmente dedicadas a temas internacionales, que fueron sometidos a un proceso de compactación y fusión que, afortunadamente, se dilató en extremo y terminó siendo cancelado. De haberse llevado a la práctica, aquel proceso hubiese afectado, entre muchos otros, al Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos y al Centro de Investigaciones de la Economía Internacional de la Universidad de la Habana, y al Instituto de Filosofía del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

Como parámetro de comparación, imaginemos el vacío que se hubiese creado en la esfera de la salud, si una década atrás se hubiesen disuelto todos los centros de investigación y reducido a la mínima expresión a los centros de atención al pueblo que hoy combaten a la Covid‑19. Esto da una idea de la magnitud del problema que Cuba tiene hoy en el ámbito de la política y las relaciones internacionales no gubernamentales, lo cual, entre otras consecuencias, se refleja en las desactualizaciones y omisiones en que incurre la Conceptualización del modelo económico y social aquí analizadas.

En la segunda parte del artículo titulado «Reflujo de la izquierda latinoamericana», se explicó el gran esfuerzo que, bajo la conducción personal de Fidel, el partido, las organizaciones de masas y sociales, otras organizaciones no gubernamentales cubanas, y los centros de estudio de temas internacionales hicieron durante las décadas de 1980, 1990 y 2000 para zanjar las discrepancias y relanzar las relaciones con amplios sectores de los movimientos populares y las fuerzas políticas y social‑políticas de izquierda y progresistas, dañadas a raíz del cisma provocado por el derrumbe del socialismo real en el bloque euroasiático de posguerra. No podemos permitir que esa labor y ese logro de Fidel, se erosionen y se destruyan.

En un reciente artículo titulado «A la Revolución Cubana hay que defenderla sin condicionamiento ni vacilación alguna»,[4] este autor afirmaba que la situación por la que atraviesa Cuba es, ante todo, resultado de la desestabilización de espectro completo, que a partir de la elección de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, en diciembre de 1998, azota a todos los gobiernos y todas las fuerzas políticas de izquierda y progresistas de América Latina, sin distinción alguna entre los objetivos, programas y políticas de cada uno de ellos. Esta estrategia no está solo destinada a derrocar o derrotar a la Revolución cubana y los gobiernos latinoamericanos y caribeños que quieran transformar revolucionariamente sus respectivas sociedades, sino también a los que, en forma moderada y gradual, se proponen realizar reformas sin afectar los fundamentos capitalistas del sistema político y social. El capitalismo realmente existente de nuestros días necesita que en América Latina y el Caribe impere una «democracia» basada en lo que Zemelman llamó la «alternancia dentro del proyecto»:[5] una «alternancia» entre Bolsonaro y sus pares en Brasil, entre Macri y sus pares en Argentina, entre Uribe, Duque y sus pares en Colombia, y así sucesivamente en todos los países.

A lo anterior añadía que, tanto en Cuba como en el resto de la región, la efectividad de la desestabilización de espectro completo es directamente proporcional a la cantidad y la gravedad de los errores, las deficiencias y las debilidades de cada gobierno, movimiento popular y fuerza política que dicha estrategia logra detectar y utilizar en contra de ellos, y esa efectividad se multiplica mientras más proyectos y procesos transformadores o reformadores logra derrocar, derrotar o colocar en situaciones extremas. Para los gobiernos, los movimientos populares y las fuerzas políticas de izquierda y progresistas de América Latina y el Caribe, defender a Cuba es defenderse ellos mismos, mientras que para Cuba defender a esos gobiernos, movimientos y fuerzas políticas es defenderse a sí misma.[6]

Lo maquiavélico de esa política es que, al mismo tiempo que ataca, tanto a Cuba como al conjunto de fuerzas populares de América Latina y el Caribe, también utiliza ejes temáticos en su guerra mediática concebidos para crear discrepancias y provocar distanciamientos entre ambos. Por ello es doblemente importante y urgente detener y revertir el distanciamiento ocurrido en esas relaciones en los últimos años.

Si ya estaba construido el edificio de las relaciones con los gobiernos latinoamericanos y caribeños de izquierda y progresistas, ¿para qué seguir dándoles atención directa y sistemática a los cimientos sociales y políticos de esos gobiernos? Por tres razones:

1. para actuar en concordancia con el legado solidario e internacionalista del máximo líder de la Revolución cubana;

2. por merecida lealtad a todas las generaciones de revolucionarias y revolucionarios latinoamericanos y caribeños que, tanto en los buenos tiempos, como en los tiempos malos, codo con codo junto a Cuba, fundieron esos cimientos; y,

3. porque si se desatienden los cimientos se derrumba el edificio. Nótese que la desatención a sus propios cimientos fue una de las causas del cambio de la correlación de fuerzas adverso a los gobiernos de izquierda y progresistas.

Es necesario que los órganos encargados de proponer y ejecutar la política y las relaciones internacionales con los movimientos populares y las fuerzas políticas y social‑políticas de izquierda y progresistas, actúen:

1. con conocimiento, comprensión y asimilación plena de que la Revolución cubana se gestó, luchó y triunfó a contracorriente de la línea de «salvar a toda costa a la Unión Soviética», incluso a expensas del sacrificio de las luchas nacionales, clasistas y sociales propias, que desde finales de la década de 1920 acataban los partidos del movimiento comunista internacional, línea en extremo lamentable y dañina que la Revolución cubana nunca ha seguido, ni sigue, ni seguirá, y que, además, tiene plena consciencia de que, si lo hiciera, ello no le representaría beneficio alguno, sino todo lo contrario;

2. en la letra y el espíritu del destaque a la colaboración internacionalista en África, Asia y América Latina, a la guerrilla del Che y a la sangre por Vietnam, por Angola, por Etiopía, por Nicaragua, como definición medular de la política presente y futura de la Revolución, realizada por el primer secretario del PCC y presidente de la República, Miguel Díaz Canel en la Clausura del Congreso, quien también ratificó la determinación de exponer las verdades con claridad, por mucho que molesten a algunos, de defender principios, de acompañar las causas justas y de enfrentarnos a los atropellos; y,

3. con conocimiento, comprensión y asimilación plena de que para la Revolución cubana: a) los gobiernos latinoamericanos y caribeños de izquierda y progresistas son, ante todo, movimientos populares y fuerzas políticas y social‑políticas que ejercen el gobierno; b) el ejercicio del gobierno por parte de esos movimientos y fuerzas abre la posibilidad de que la solidaridad mutua históricamente existente entre ellos y la Revolución cubana, se materialice también en la esfera gubernamental; c) la apertura de esta nueva esfera de ningún modo implica que la histórica solidaridad mutua en las esferas no gubernamentales sea suplantada, subordinada o relegada a un segundo plano; y, d) sin internacionalismo no habrá socialismo.

Cuando ya la vida demostró que en la «guerra de posiciones» en curso en América Latina y el Caribe, los movimientos populares y las fuerzas políticas y social‑políticas de izquierda y progresistas que ocupen el gobierno pueden ser desplazados de él, urge revitalizar y fortalecer las relaciones directas y sistemáticas con esos movimientos y fuerzas, y que se mantengan en un alto nivel y con una alta intensidad, haya o no haya, y haya pocos o haya muchos, gobiernos amigos en la región.

Socialismo es socialización, no monolitismo. Siempre en correspondencia con el objetivo supremo de defender y promover los intereses de la edificación socialista, el partido, el gobierno, las organizaciones de masas y sociales, otras organizaciones no gubernamentales y los centros de estudio, tienen intereses, objetivos, funciones y métodos de trabajo particulares, tanto en el ámbito interno, como en el de las relaciones internacionales. Esa diversidad hay que respetarla y ejercerla, porque ella cumple una función crucial en la defensa y promoción de los intereses de la Revolución cubana.

Es necesario que:

1. el Gobierno Revolucionario mantenga y desarrolle las relaciones con otros gobiernos sobre la base de las convenciones internacionales, los usos y costumbres y la política del Estado cubano;

2. el Partido Comunista mantenga y desarrolle las relaciones con otros partidos, movimientos, frentes y coaliciones políticas y social‑políticas sobre la base de objetivos y criterios partidistas;

3. las organizaciones de masas y sociales, otras organizaciones no gubernamentales y los centros de estudios mantengan y fortalezcan las relaciones con sus respectivos homólogos, y con los movimientos populares y las fuerzas sociales en general, de acuerdo a sus respectivas identidades, intereses y afinidades; y,

4. todos los sectores de la sociedad cubana se relacionen con todos los sectores de otras sociedades de manera fluida, siempre en concordancia con el principio: Dentro de la Revolución todo. Fuera de la Revolución nada.

Ello debe ir acompañado de la recuperación de la capacidad de estudio, investigación y formulación de propuestas de política y relaciones internacionales, en el mundo en general, y el continente americano en particular.

Primero como ministro de Educación Superior, luego como vicepresidente y en los años más recientes como presidente, Díaz Canel ha sido activo promotor de la integración de los centros de investigación y las estructuras decisorias y ejecutivas del partido y el Estado. Lograr esa integración en la política y las relaciones internacionales no gubernamentales, es requisito indispensable para pasar, de la defensa de la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo, a la edificación plena de la nueva sociedad.

Aunque Cuba atraviesa por una situación económica agravada por el impacto de la Covid‑19, en la medida de las posibilidades, es necesario:

1. renovar y fortalecer los órganos encargados de proponer y ejecutar la política y las relaciones internacionales no gubernamentales; y,

2. crear el embrión de un equipo de análisis, como paso inicial para la eventual fundación de un centro de estudios internacionales, que cubra los temas globales y de las regiones que se consideren priorizadas.

Estas propuestas están en sintonía con la idea expresada por Díaz Canel en el Congreso:

Este Congreso, con su amplio y crítico debate, defendiendo la visión integral de continuidad, ha aportado ideas, conceptos y directrices que trazan la guía para avanzar resistiendo. Pero es imprescindible enfrentar ese desafío con el mayor conocimiento posible del complejo contexto nacional e internacional, conscientes de que el mundo cambió de un modo dramático y hay demasiadas puertas cerradas para las naciones de menos recursos y muchas más para quienes nos empeñamos en ser soberanos.

Palabras finales

Mucho de lo que aquí se dice sobre política y relaciones internacionales no tendría por qué estar explícita o exhaustivamente incluido en la Conceptualización del modelo económico y social, si el PCC contara con un programa, pero hace tres décadas que carece de ese instrumento vital para evaluar el pasado, caracterizar el presente y proyectar el futuro. El análisis realizado sobre la política y las relaciones internacionales no gubernamentales de la Revolución cubana, sirve de base para plantear un problema general.

El PCC aprobó una plataforma programática en su 1er. Congreso (1975), la sustituyó por un programa en su 3er. Congreso (1986), anuló aquel programa en su 4to. Congreso (1991), y en el 5to. Congreso (1997) llenó parcialmente ese vacío al aprobar el documento programático, es decir, no un programa con todos sus componentes y atributos, titulado El partido de la unidad y los derechos humanos que defendemos. Luego transcurrieron catorce años sin congresos y más adelante se efectuaron tres congresos focalizados en el modelo económico y social, y en la vida interna del partido.

Después de tres décadas sin un programa en regla, el socialismo cubano necesita un debate y un nuevo consenso programático. El 8vo. Congreso podía haber sido el congreso programático ideal, si se le hubiera concebido, no solo como el ejercicio de cierre de un quinquenio y de apertura de otro, sino como el aleccionador ejercicio teórico‑práctico de cierre del primer gran período histórico de la Revolución cubana y de apertura del segundo, ocasión propicia para hacer un balance de las experiencias positivas y negativas acumuladas durante los 61 años de conducción del liderazgo histórico, y decidir cómo potenciar las primeras y cómo rectificar las segundas.

Habría que pensar en el 9no. Congreso como un congreso programático y comenzar a organizarlo tan pronto como el combate a la pandemia de la Covid‑19 lo permita. Esto es esencial porque los problemas acumulados de todo tipo, que trascienden en mucho a los del modelo económico y social, y de la vida interna del partido, deben ser identificados, asumidos y resueltos a la mayor brevedad. Sería aventurado pensar que el 9no. Congreso se pueda circunscribir a los mismos temas que los tres anteriores. Sería incluso aventurado creer que es posible esperar cinco años para resolver algunos de ellos. A fundamentar esta idea le daremos próximamente la atención requerida.

Así concluye esta serie de artículos, escrita con estricto apego a:

1. la línea trazada hace 60 años por Fidel en Palabras a los intelectuales: «Dentro de la Revolución todo. Fuera de la Revolución nada»;

2. el derecho y el deber constitucional del Partido Comunista de Cuba de ejercer como la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, sustentado en su carácter demo­crático y la permanente vinculación con el pueblo;

3. el concepto de Revolución de Fidel, en general, y los siguientes elementos en particular: «Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado […]; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; […] es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo»; y,

4. la definición reiterada por Raúl en el 8vo. Congreso del PCC: «si tenemos un solo partido debemos promover, en su funcionamiento y en general en nuestra sociedad, la más amplia democracia y un permanente intercambio sincero y profundo de opiniones, no siempre coincidentes […]».

Todo ello se invoca con la convicción de que:

Abrir espacios de debate dentro de la Revolución, es la mejor manera de anular los espacios de ataque contra la Revolución.

Notas

[1] Las resoluciones aprobadas en el 8vo. Congreso del PCC fueron: 1) sobre el Informe Central; 2) sobre la Actualización de la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista; 3) sobre el Estado de la Implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución desde el 6to. Congreso hasta la fecha y la Actualización de estos para el período 2021–2026; 4) sobre la «Evaluación del cumplimiento de la Resolución del 7mo. Congreso del Partido acerca de los Objetivos de Trabajo de la Primera Conferencia, relacionados con el funcionamiento, la actividad ideológica y la vinculación con las masas»; y, 5) Valoración acerca de la Política de Cuadros del Partido, la UJC, las organizaciones de masas, el Estado y el Gobierno. Papel del Partido para alcanzar resultados superiores.

[2] Véase a Elier Ramírez Cañedo: «¿Qué entender por una normalización de las relaciones entre Cuba y EE.UU.?», 16 de mayo de 2016, en la web; y a Sergio Alejandro Gómez: «Las claves del 17 de diciembre», Granma, 16 de diciembre de 2016.

[3] Escuela Latinoamericana de Medicina.

[4] En alainet, 15‑7‑21.

[5] Véase a Hugo Zemelman: «Enseñanzas del gobierno de la Unidad Popular en Chile», Gobiernos de izquierda en América Latina: el desafío del cambio, Beatriz Stolowicz (coordinadora), Plaza y Valdés Editores, México, 1999.

[6] En alainet.

Roberto Regalado (La Habana, 1953). Politólogo, doctor en Ciencias Filosóficas, profesor adjunto de Ciencias Políticas, licenciado en Periodismo y profesor de Inglés, miembro de la Sección de Literatura Histórica y Social de la Asociación de Escritores, de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Entre sus libros se encuentran América Latina entre siglos: dominación crisis, lucha social y alternativas políticas de la izquierda (2006), Encuentros y desencuentros de la izquierda latinoamericana: una mirada desde el Foro de São Paulo (2007), La izquierda latinoamericana en el gobierno: ¿alternativa o reciclaje? (2012), y Construindo a Integração Latino Americana e Caribenha (2012, coautor junto a Valter Pomar), así como la compilación y edición de las antologías Los gobiernos de izquierda en América Latina (2018), El ciclo progresista en América Latina (2019), y Experiencias del ciclo progresista en América Latina (2020).

Fuente: https://medium.com/la-tiza/el-socialismo-cubano-necesita-un-debate-y-un-nuevo-consenso-program%C3%A1tico-fadee2eaf3de