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El socialismo y sus enemigos en el aniversario 96 de la Revolución de Octubre

Fuentes: Rebelión

1. El Socialismo tiene enemigos, o mejor, un enemigo: el capitalismo, feroz, implacable, capaz de cualquier crueldad por mantenerse. Contra ese enemigo se enfrenta el Socialismo. Quiéralo o no, sea consciente o no, siempre, cualquier intento de Socialismo, es una lucha a muerte con el capitalismo, alguno de los dos sistemas aplasta al otro, no […]

1. El Socialismo tiene enemigos, o mejor, un enemigo: el capitalismo, feroz, implacable, capaz de cualquier crueldad por mantenerse. Contra ese enemigo se enfrenta el Socialismo. Quiéralo o no, sea consciente o no, siempre, cualquier intento de Socialismo, es una lucha a muerte con el capitalismo, alguno de los dos sistemas aplasta al otro, no hay convivencia posible.

2. Pretender construir Socialismo sin este choque es una ingenuidad o es un fraude. En el mundo de la lucha revolucionaria se ha visto de todo, ingenuidad y fraude, el resultado es el mismo: la permanencia del sistema capitalista, con la diferencia que los ingenuos terminan en las mazmorras. La Revolución sufre hoy una gran y peligrosa contradicción. Primero, es necesario un inciso: un sistema de dominación tiene una relación económica, de propiedad, determinada, y una conciencia que con esa relación se corresponde, la sustenta, la defiende, la reproduce. El gobierno es la síntesis, resume ese sistema.

3. Ahora bien, aquí, hoy, existe un desfase entre la conciencia y la relación económica promovida. Esta contradicción se expresa con fuerza en el gobierno y produce confusión en la masa. Por un lado se habla de Socialismo, la burguesía y la pequeña burguesía se asustan, se enguerrillan, los humildes se emocionan y elevan la esperanza. Pero, simultáneamente al discurso, se estimula la propiedad capitalista, se convocan a «exitosos eventos», se les riega con dólares, florecen los ricos y los nuevos ricos, se llama a conversar y a ¡desarrollar la economía capitalista!, que viene con su propia conciencia. Las formas de propiedad que el gobierno directamente crea son de propiedad egoísta, en el fondo capitalista, como SIDOR, las Comunas, los Consejos Comunales.

4. Este desfase entre discurso, conciencia y la relación económica está en los cimientos de los problemas que hoy sufrimos. Decimos que estamos enfrentando una guerra económica. pero ¿de quién?, ¿dónde está el enemigo?. No es el sistema capitalista que estimulamos, no son los grandes empresarios que abrazamos. Así, sin enemigos, la guerra se transforma en incapacidad, en excusa.

5. Las relaciones económicas se entrelazan con una conciencia egoísta de la sociedad, y cuando requerimos comportamientos patrióticos, es decir, con sentido de sociedad, con amor por la totalidad, lo que conseguimos es comportamiento egoísta, de sálvese quien pueda, como el desbarajuste en los mercados, los viajeros fantasmas, los microsaqueos. En resumen, la realidad de unas relaciones egoístas reclama un gobierno que proteja al capital, es decir, que reprima a los explotados, a los despojados, que no los deje saquear, y de manera directa difunda la ética, las bondades, del sistema capitalista.

6. Entonces, el desfase se corrige de dos maneras: o adecuamos las formas socialistas al discurso y estimulamos la conciencia que le corresponde, o la realidad exigirá una dictadura fascista que permita el establecimiento claro de un sistema de explotación que ya aflora en lo económico. Los capitalistas, el sistema capitalista, sí saben lo que quieren, no andan con ambigüedades, todo lo que huela a cambio, por pequeño que sea, es su enemigo, lo ataca sin pararse en crueldades. Nos ataca, y nuestra ambigüedad no nos permite defendernos, no tenemos tropa, no existe la pasión. Es necesario recomponer las fuerzas de la Revolución.

7. Las palabras de orden son AUTOCRÍTICA Y RECTIFICACIÓN, sin ellas no hay victoria posible. Sin amolar nuestras filas, éstas son pasto de las manipulaciones que, basadas en el egoísmo, transforman a los humildes en sus propios verdugos.

La autocrítica y la rectificación son inherentes a un proceso revolucionario, de ellas depende que se corrijan los errores. Y la Revolución es una colección de triunfos y también de errores. Sin autocrítica y rectificación los errores entierran a la Revolución y los triunfos la embriagan.