Los Estados Unidos siempre dicen que están inmersos en una guerra contra el terror. Pero cuando del terrorismo que brota en su propio traspatio, se trata, prefieren ignorar el tema. Peor aun, Washington parece estar perdonando y protegiendo a terroristas que son responsables de la muerte de cientos de víctimas inocentes, y mientras tanto persigue […]
Los Estados Unidos siempre dicen que están inmersos en una guerra contra el terror. Pero cuando del terrorismo que brota en su propio traspatio, se trata, prefieren ignorar el tema. Peor aun, Washington parece estar perdonando y protegiendo a terroristas que son responsables de la muerte de cientos de víctimas inocentes, y mientras tanto persigue a los Cinco Cubanos presos injustamente por combatir el terrorismo.
Hablo de la guerra terrorista de más de cuatro décadas que han emprendido contra Cuba el gobierno norteamericano y los grupos de la mafia cubano-americana, radicados en Miami – y hablo también de mi marido René González, uno de cinco cubanos encarcelados desde hace siete años por nada más que estar intentando prevenir esos ataques terroristas planeados contra Cuba desde el mismo territorio de los Estados Unidos.
Fue en septiembre de 1998 cuando cinco agentes federales norteamericanos armados irrumpieron en nuestro apartamento en Miami y se llevaron a René. Eso fue traumático para nuestras dos hijas. No era el tipo de arresto que se ve en las películas. No hubo nada ético en él. Nadie le habló de sus derechos. Ellos no tenían ningún documento para apoyar sus acciones y tuve que esperar que transcurriera todo unn día para saber que René y sus cuatro compañeros habían sido acusados de conspiración para cometer espionaje.
Mi marido está ahora en su octavo año de encarcelamiento por un crimen que no cometió. Lo hallaron culpable en un proceso tan obviamente torcido que sus abogados -norteamericanos- no podían creer que esto pudiera pasar en los Estados Unidos de hoy día. Sin una pizca de argumentos en la evidencia presentada por la Fiscalía, les impusieron sentencias desproporcionadas que van de 15 años, en el caso de mi esposo -y 19 años en el caso de Fernando González- hasta cadenas perpetuas para Ramón Labañino y Antonio Guerrero e incluso dos cadenas perpetuas y 15 años en el caso de Gerardo Hernández. Recientemente, la corte de apelaciones de Atlanta revocó sus sentencias. La fiscalía ha apelado esta decisión y el proceso puede tardar meses o incluso años para resolverse. Entretanto, mi marido y sus compañeros permanecen encarcelados.
En varias ocasiones han sido sometidos a periodos de confinamiento en solitario mucho más allá de los límites que otros prisioneros tienen que sufrir, y se les ha negado el derecho a recibir visitas. Un comité de las Naciones Unidas ha declarado el trato que han recibido como una contravención de las normas de los derechos humanos internacionales. Es hora de que los Estados Unidos respondan por la injusticia que se ha cometido.
No sólo ha sido mi marido encarcelado injustamente, sino que también su familia ha sido tratada de manera espantosa. Ni mi hija más pequeña, ni yo lo hemos visto en cinco años porque el gobierno de los EE.UU. me niega una visa para visitarlo en la prisión. Nuestra hija más pequeña, Ivette, es, como René, una ciudadana norteamericana por nacimiento. Aun así, le niegan un derecho fundamental, supuestamente garantizado por ley, a todos los ciudadanos norteamericanos.
Continuamente los Estados Unidos me niegan de manera arbitraria la posibilidad de visitar a René. No hay razón alguna que justifique estas negativas. Igual que en el caso de Adriana Pérez, la esposa de Gerardo Hernández, además de la sentencia injusta impuesta a mi marido, sufro este castigo adicional.
Ivette, que ahora tiene siete años, sólo conoce a René a través de fotografías y cartas que este le escribe. Ella se pasa la vida preguntando sobre él y preguntándose como seria la vida si tuviera a su padre en casa. Me pregunta constantemente cuándo acabará todo esto, si algún día su padre volverá. Ivette es una niña inocente que está siendo vengativamente castigada.
Nosotros exigimos el cese de estas prácticas crueles y deshonestas – y denunciamos y refutamos todos los argumentos falsos y las mentiras que las autoridades norteamericanas han intentado utilizar para continuar castigando a estos prisioneros políticos que son, de hecho, luchadores contra el terrorismo.
Olga Salanueva, la esposa de René González, uno de los Cinco Cubanos, está en una gira en una campaña en Gran Bretaña esta semana.-