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El triunfo de los «renovados» del Partido Socialista

Fuentes: Punto Final

El plebiscito convocado por la dictadura de Pinochet el 11 de septiembre de 1980, destinado a ratificar la Constitución elaborada por el régimen militar, marcó el inicio del fin de la Unidad Popular y de la separación entre los partidos Socialista y Comunista, los conglomerados históricos de la Izquierda chilena. Tras el fraude electoral que […]

El plebiscito convocado por la dictadura de Pinochet el 11 de septiembre de 1980, destinado a ratificar la Constitución elaborada por el régimen militar, marcó el inicio del fin de la Unidad Popular y de la separación entre los partidos Socialista y Comunista, los conglomerados históricos de la Izquierda chilena.

Tras el fraude electoral que permitió la victoria del Sí en ese plebiscito y consagró los plazos de transición impuestos por la Constitución de la dictadura, los partidos de Izquierda se agruparon en dos referentes. Por un lado la llamada Convergencia Socialista reunió a las dos vertientes del Mapu, a la Izquierda Cristiana y al PS que, con distintos apellidos (Altamirano, Núñez, Arrate, Briones), seguiría los cauces doctrinarios de una «renovación» iniciada en la segunda mitad de la década del 70 en Europa. Por la otra vereda empezó a transitar el eje político conformado por el PC, PS-Almeyda, MIR y Partido Radical que dirigía Anselmo Sule desde el exterior.

En la Convergencia Socialista cumplieron un papel determinante varios intelectuales de formación cristiana que militaban en los dos Mapu y en la IC, y que visualizaron la necesidad de conformar una alianza estratégica más amplia que la UP que agrupara a marxistas y cristianos en una «nueva corriente popular» para derrocar a la dictadura. Esos propósitos, sin embargo, fueron postergados por «urgencias tácticas» derivadas de las movilizaciones sociales que, a partir de 1981, superaron a las dirigencias partidarias, dubitativas y temerosas de volver a sufrir los rigores represivos vividos entre 1973 y 1979, y sometidas a las presiones de Estados Unidos, Europa y la Iglesia Católica para que optaran por un pavimentado camino hacia la socialdemocracia y la economía social de mercado.

Tras el golpe militar, las direcciones del PS, PC y MIR fueron diezmadas por la Dina y el Comando Conjunto. Sólo un puñado de heroicos militantes se mantuvo en el país tratando de sostener un mínimo de estructuras políticas. En el exilio, en tanto, se multiplicaron los análisis y debates para explicarse lo ocurrido e iniciar una difícil y dolorosa (en la mayoría de los casos) resistencia a la dictadura.

A fines de 1980 la Coordinadora Nacional Sindical encabezada por Manuel Bustos y Alamiro Guzmán, que agrupaba al sindicalismo de Izquierda y a sectores antidictatoriales del Partido Demócrata Cristiano, convocó a un consultivo nacional de donde emanó un Pliego Nacional que señaló en parte: «…se están generando en Chile las condiciones para que surja un gran movimiento nacional que articule y agregue las demandas de amplios sectores sociales, de grupos medios y de trabajadores. Una coalición que permita expresar un gran acuerdo nacional que haga frente a la capacidad del régimen de ser excluyente y atomizador de las demandas sociales…».

Bustos y Guzmán fueron detenidos en los meses siguientes. Desde la Vicaría de la Pastoral Obrera se generó un Comité de Defensa de la Libertad Sindical, integrado por representantes de todo el arco opositor, que más adelante haría posible acuerdos políticos mayores.

El PC, mientras, renovaba su dirección interna y el MIR desarrollaba lo que sería conocido como «Operación Retorno» de sus cuadros en el exterior. Uno de los teóricos del «socialismo renovado», el sociólogo Manuel Antonio Garretón, hizo notar que en Chile estaba surgiendo «un sujeto popular diversificado» y que los partidos ya no eran los principales ni los únicos ejes conductores de la política.

En 1974, la dirección clandestina del PS fue asumida por Exequiel Ponce, Carlos Lorca, Ricardo Lagos Salinas y Gustavo Ruz. Se manifestaron partidarios de «gestar una dirección única proletaria» y «pasar a nuevos niveles de unidad en las relaciones socialistas-comunistas». Desde el exterior, Carlos Altamirano y la mayoría de la dirección antigua del PS los acusaron de «procomunistas», «estalinistas» y de no representar al partido. Otro grupo de militantes del interior, dirigido por «El Viejo», Benjamín Cares, desconoció también a la dirección de Ponce y Lorca y constituyó la Coordinadora Nacional de Regionales (CNR), estructura que se quebró en 1978 dando pasó a dos nuevas vertientes: la CNR-Revolución, dirigida por Cares, Juan Soto y Sergio Sauvalle (desarticulada por la CNI en 1982) y la CNR-Indoamérica.

La herencia de los antiguos

La dirección de Ponce y de Lorca era la heredera del comité central del PS elegido en 1971 en La Serena, que barrió con la corriente socialdemócrata que dirigía Aniceto Rodríguez. Ponce y Lorca eran los depositarios de los «Elenos» y de la «Organa», que habían criticado la vía constitucional de Salvador Allende. No obstante, fue la CNR de Cares la que después del golpe postuló con más vigor la lucha armada para enfrentar a la dictadura. Otra tendencia que se mostró dispuesta a combatir fue el grupo denominado La Chispa, que encabezaba Rafael Ruiz Moscatelli. Una tercera fracción, Dirección para el Consenso, dirigida por Juan Gutiérrez Soto, optó por los medios pacíficos.

Ponce y los miembros de aquella dirección clandestina junto con representar a los antiguos «Elenos», encarnaban las posiciones de Clodomiro Almeyda y de la Juventud Socialista. En junio de 1975, los agentes de la Dina cayeron sobre ellos. Casi todos permanecen desaparecidos hasta hoy. Una nueva ola de dirigentes, salidos de la Federación Juvenil Socialista intentó rearticular el partido, pero una vez más la Dina los golpeó duramente. (Una detallada historia de los «Elenos» y la «Organa» se puede ver en el capítulo 19 de Labarca, Eduardo: Salvador Allende. Geografía sentimental; Editorial Catalonia, Santiago, 2007).

A comienzos de octubre de 1975, neofascistas italianos al servicio de la Dina habían dejado gravemente herido en Roma a Bernardo Leighton y su esposa, en un intento por eliminar al principal promotor democratacristiano de un Frente Antifascista que incluyera a todos los partidos, desde el PDC al MIR, para luchar contra Pinochet. En mayo de 1976, la Dina también había aniquilado a la dirección interna del PC y en aquel mismo mes, emprendió una dura represión en contra del Mapu. El MIR, por su parte, sufrió la muerte de varios importantes dirigentes. Ese año trágico terminó con la destrucción de una segunda dirección comunista.

A comienzos de 1977, desde diversas ONGs cientistas sociales vinculados al PS, a los MAPU y la IC empezaron a producir documentos que contribuirían en los años siguientes a la «renovación socialista». Entre ellos, Enzo Faletto, Tomás Moulian, Manuel Antonio Garretón, Augusto Varas, José Joaquín Brunner, Enrique Correa, Eugenio Tironi, Norbert Lechner, Rodrigo Baño, José Bengoa y Javier Martínez. En agosto, el PS realizó su segundo pleno clandestino en el país; casi al mismo tiempo el PC efectuó uno en el exterior, donde afirmó su política de alianzas amplias, ratificando la vía no armada, pero autocriticándose la falta de una política militar, el llamado «vacío histórico».

Ambos plenos y el debate ideológico en que se encontraba la Izquierda agudizaron las pugnas en el socialismo. Carlos Altamirano envió a Ricardo Núñez a Chile para buscar acuerdos con la dirección interna.
El momento era determinante. En julio, Pinochet había entreabierto la puerta a una institucionalidad «de auténtica participación social» -aseguraba- en un discurso en el cerro Chacarillas, cuya primera etapa terminaría el 31 de diciembre de 1980, plazo en que ya estaría aprobada una nueva Constitución.

El viaje de Núñez no consiguió limar las diferencias y se convocó a un pleno del comité central en Argelia, en marzo de 1978, que en realidad se efectuó en la RDA. Carlos Altamirano fue reelecto como secretario general. Pese a las apariencias de unidad, las discusiones prosiguieron hasta que en abril de 1979 Clodomiro Almeyda expulsó a Altamirano, Jorge Arrate, Luis Meneses y Erick Schnake, quedando él como secretario general, y nombró a Galo Gómez en la subsecretaría del PS.

La fuerza propia

En marzo de 1979, Humberto Ortega, dirigente del sandinismo nicaragüense, llegó a La Habana a solicitar ayuda para la ofensiva final contra Somoza. Los socialistas chilenos ofrecieron un contingente de militantes. Eran 29 combatientes irregulares y 40 con formación militar. Su destino fue el Frente Benjamín Celedón, ubicado en Rivas, entre los pueblos de Sapoa y Las Vírgenes, al sur de Managua, que buscaba quebrar las líneas de abastecimiento del somocismo.

Los socialistas chilenos tuvieron allí su bautismo de fuego. Los comunistas chilenos por su parte apoyaron al sandinismo con un contingente de 200 militantes con formación militar. Lo propio hizo el MIR con combatientes irregulares. En el PS se organizó un área de trabajo militar compartimentado del resto de la dirección y se incorporó a miembros de las Fuerzas Armadas en retiro que colaboraron con Allende y el PS.

En el exilio, sin que la dirección interior lo supiera, se avanzaba en el diseño de una política insurreccional que ya tenía un nombre: «Lucha de masas con perspectiva insurreccional».

A mediados de 1981 recrudeció la represión en Chile. En agosto fueron expulsados del país Carlos Briones, Orlando Cantuarias, Jaime Castillo y Alberto Jerez. En Europa aumentó el enfrentamiento ideológico entre los intelectuales renovados y el PC.

En abril de 1982 se constituyó en Santiago el Secretariado de Partidos de Convergencia Socialista, integrado por el PS-Núñez, los dos Mapu y la IC. Carlos Ominami y Sergio Spoerer eran sus representantes en el exterior; Ricardo Lagos y Enzo Faletto, por su parte, dieron forma a la tendencia de «Los suizos». (Una minuciosa relación del origen y desarrollo de la renovación socialista se puede encontrar en Arrate, Jorge y Rojas, Eduardo: Memoria de la Izquierda Chilena; Tomo II 1970-2000; Javier Vergara Editor; Santiago, 2003).

En mayo, representantes de los partidos de Izquierda se reunieron en Cuernavaca, México, pero no pudieron llegar a acuerdos. En octubre se conoció un pronunciamiento de los tres últimos secretarios generales del PS. Raúl Ampuero, Aniceto Rodríguez y Carlos Altamirano apoyaron la renovación. Por esos días se fraccionaron los dos Mapu y numerosos militantes se sumaron al PS-Núñez. En la tendencia que lideraba Oscar Guillermo Garretón se escindió la juventud. Un sector de ella daría forma después al Mapu-Lautaro.

En febrero de 1983 surgió el opositor Proyecto de Desarrollo Nacional, Proden, conducido por Jorge Lavandero. El 15 de marzo se firmó un manifiesto, que sería el germen de la Alianza Democrática anunciada a comienzos de agosto, primer referente político público que vinculó al socialismo renovado con el PDC, y que incluyó a la derecha republicana, a los socialdemócratas y a un sector de los radicales.

La Confederación de Trabajadores del Cobre, CTC, convocó a una protesta nacional el 11 de mayo, la que se transformó en una sorpresiva y masiva demostración de descontento en Santiago y otras ciudades. De allí en adelante, cada vez con más fuerza, se sucedieron las protestas sociales que fueron decisivas en la recuperación de la democracia.

Quiebre del almeydismo

El 4 de septiembre de 1983 fracasó un nuevo intento por unificar al PS y surgieron las bases del Bloque Socialista. Al mismo tiempo irrumpió el Movimiento Democrático Popular, MDP, que agrupó al PC, al PS-Almeyda y al MIR. El 14 de diciembre debutó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez con varios atentados explosivos contra torres de alta tensión. Esa acción marcó el giro del PC y el inicio de una política insurreccional.

En marzo de 1984, tres días antes de la séptima protesta, en el Teatro Caupolicán el naciente Bloque Socialista propuso la unidad de la Izquierda y el centro, sin exclusiones. Entre abril y mayo el PC eligió una nueva dirección y confirmó a Luis Corvalán como secretario general.

El 25 de octubre la lista opositora ganó la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, en las primeras elecciones democráticas desde 1973. La lista, integrada por la Juventud Demócrata Cristiana (Yerko Ljubetic), Juventud Socialista-Almeyda (Jaime Andrade), las Juventudes Comunistas (Gonzalo Rovira)y Bloque Socialista (Ricardo Brodsky) obtuvo 9.305 votos, contra 2.129 de la alianza de la derecha.

Ese año se manifestaron también diferencias al interior del PS-Almeyda. El ex canciller controlaba junto a Rolando Calderón y Camilo Escalona la mayoría de la dirigencia exterior. En Chile surgió una tendencia favorable a la estrategia de «ruptura pactada» que pasó a llamarse «Tercerismo». Los que se mostraron partidarios de fortalecer al MDP fueron bautizados como «Los Comandantes». Un tercer grupo, integrado por Róbinson Pérez, Jaime Durán y Gustavo Ruz, formó otra facción, conocida como «Bruselas». Las pugnas finalmente quebraron al almeydismo.
Ese año el Mapu-OC se fusionó con el PS-Briones, sumándose a la renovación militantes como Jorge Molina, Jaime Estévez, Marcelo Contreras, Jaime Gazmuri y Antonio Skármeta. Casi al mismo tiempo se efectuó el III Congreso del Mapu, donde se alinearon Enrique Correa, Alejandro Bell, Bernardo Bravo e Ismael Llona; y eligieron a Víctor Barrueto como secretario general.

A comienzos de 1986, empezaron a surgir discrepancias con la renovación desde los mismos sectores que la habían impulsado. Dos críticos fueron Roberto Celedón y Tomás Moulian.

En abril se creó la Asamblea de la Civilidad para retomar las protestas, convocándose a un paro nacional el 2 y 3 de julio. Por esos días se supo de un masivo desembarco de armas en Carrizal, para el FPMR, iniciativa que sorprendió a la oposición. A su vez, el fallido atentado contra Pinochet en el Cajón del Maipo terminó por desmovilizar las protestas y aislar al PC.

Pocos días después, el sociólogo José Joaquín Brunner, proveniente del Mapu, planteó el fracaso de la movilización popular, recomendó tomar distancia del MDP y proponer a las fuerzas armadas una «salida negociada». Aquella «negociación sin ruptura» debía incluir al PDC, a los socialistas renovados y a la derecha democrática.

La Concertación

En las semanas siguientes los grupos del tronco socialista iniciaron un proceso de acercamiento que casi un año después terminaría con la reunificación de las corrientes socialistas. El 26 de junio de 1987 el MDP dio paso a la Izquierda Unida, que integró a la IC y al Mapu, más los socialistas históricos y el PR de Luis Fernando Luengo.
En noviembre, en lo que denominó «un paso táctico», el PC llamó a inscribirse en los registros electorales, pero enfatizó que habría fraude y que el gobierno de Pinochet no reconocería un eventual triunfo del No.
Simultáneamente, por iniciativa del PS-Núñez y con el protagonismo de Jorge Arrate, Erick Schnake y Ricardo Lagos, se formó el Partido por la Democracia (PPD).

A comienzos de 1988 la IU formó el Comando Socialista por el No, y en febrero el almeydismo y la IC se sumaron a la Concertación de Partidos por la Democracia, conglomerado que gobernaría en las siguientes dos décadas.