La burla liberadora En el hall del hotel apareció un hombre enorme, calvo y con unas gruesas gafas de pasta. Leo Bassi nos estrechó la mano con fuerza, se mostró amable y con buen humor, advirtió sin embargo que sólo nos podía dedicar cinco minutos, le esperaban para dar una charla en el diario Levante. […]
La burla liberadora
En el hall del hotel apareció un hombre enorme, calvo y con unas gruesas gafas de pasta. Leo Bassi nos estrechó la mano con fuerza, se mostró amable y con buen humor, advirtió sin embargo que sólo nos podía dedicar cinco minutos, le esperaban para dar una charla en el diario Levante. Algo debieron de gustarle nuestras preguntas pues estuvo charlando con nosotros durante veintiséis .
Los bufones pertenecen a un gremio, el de los comediantes, los artistas y demás cómicos ambulantes, tan antiguo como la misma civilización. Tras sus actuaciones burlescas y provocadoras se esconde un mensaje más profundo: el del conocimiento de que la dignidad y la solemnidad son ilusorias, máscaras de un mundo que hemos construido, demasiado serio y apartado de nuestra verdadera naturaleza. Tras la sátira está la conciencia de nuestra fugacidad y de lo irrisorios e insignificantes que somos realmente.
Leo Bassi pertenece a una tradición de más de seis generaciones dedicadas al nomadeo del mundo del circo. Una tradición que él define como libre, sin jefe y sin patrón dedicada al placer de dar placer a un público, hoy aquí y mañana allí. «No hay espónsor ni partido político detrás de mi espectáculo, es un lujo que trato de mantener acorde con mi tradición. Un mundo muy diferente al del espectáculo televisivo del que llegó a participar debido a la dificultad de vivir del circo en estos tiempos modernos. Sin embargo decidió dejar la televisión hace siete u ocho años, «yo no quiero entrar en ese juego, quiero hacer lo que me salga de mis partes. Las televisiones son organizaciones muy complejas, un negocio que existe para que la gente se coma la publicidad; es un medio de control muy grande y poderoso.»
Por esto sólo actúa en teatros o incluso en la calle donde trata «de vender magia, crear conflicto, provocar, despertar en el público la energía y la vitalidad dormidas . Sus espectáculos no han estado exentos de polémica e incluso de peligro. Avisos de bombas de organizaciones fascistas en el teatro de Madrid o protestas de radicales cristianos en Andalucía tratando de impedir su actuación. Bassi contesta a estos últimos: «Personalmente soy ateo y lo de dios lo veo una gilipollez. Hay 3 mil millones de galaxias en el universo cada una con 300 millones de estrellas… y esto es sólo lo que se ve«. Sin embargo » yo respeto a cada cual, no voy a decirle a un niño que Papá Noel no existe, yo estoy en contra de los hijos de puta que se inventan y manejan a Papá Noel. Cuando os visitó Ratzinguer se paseaba en un trono con aire acondicionado de 600 mil euros.»
Al hilo de su alusión a nuestra city le preguntamos por su opinión sobre el modelo del espectáculo y el progreso que se vende en Valencia. «Lo de la Copa América me parece patético, es una feria de muestras de publicidades; compiten Heineken, Moviestar o Iberdrola, a ver quien corre más si tu compañía o la mía. Patético». Otra cosa lamentable es lo de los cada vez más frecuentes campos de golf que sustituyen campos, bosques y huertas, «un deporte para paletos, me gustaría ver a esos snobs, esa supuesta élite con un violín en la mano, a ver qué saben hacer«.
Preguntado por si en la búsqueda de la provocación es necesario comer mierda como Bassi hizo en algún programa de tv, el bufón lejos de molestarse, se muestra sincero y contesta con solemnidad: «La idea me la dio un preso alemán perteneciente a la RAF, encerrado por terrorismo en aislamiento durante seis años. Me contó que cagaba en un orinal y su único contacto con el exterior era la pequeña rendija por donde el carcelero le echaba la comida. En una de esas se colocó junto a la rendija con su mierda en la boca lo que provocó el asco y la rabia del carcelero. Fue con ese acto primitivo, perdiendo totalmente su dignidad como consiguió golpear al guardia, consiguió sentirse bien, recobrando su identidad por un momento, volviendo a sentirse persona desde hacía mucho, encerrado como estaba en un agujero. Yo lo hice en un programa de gala con señoritos de pajarita y modelos con grandes escotes, hubo gente entre el público que sintió ganas de vomitar.»
El payaso se pone una nariz roja porque no le importa que se rían de él, está por encima de convenciones y burlas. Por todo esto el último mensaje del bufón es ese, «no tengan miedo a perder la dignidad, sin esa farsa se sentirán más libres«.
Fuente: http://www.barriodelcarmen.net/buenaventura/actualitat/columnas/145/1629-el-ultimo-bufon.html