Monseñor Pedro Casaldáliga es el último de los grandes obispos profetas del continente. ‘’Último’ porque los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI se dedicaron durante los 35 años a perseguirlos, junto a unos 140 teólogos de la liberación.
La muerte este 8 de agosto pasado, o mejor dicho la ‘Pascua’ de monseñor Pedro Casaldáliga, obispo de Sao Felix en Brasil, ha sido la gran noticia religiosa de estos últimos días. Tenía 92 años. En 1968 viajó a Brasil para fundar una misión claretiana en la región del Araguaia, en la Amazonía. No volvió nunca más a su Cataluña natal. En 1971 fue nombrado obispo de São Félix do Araguaia.
El gran teólogo español, Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, escribe sobre su “amigo y colega” Pedro Casaldáliga: “En este artículo voy a ofrecer, en catorce imágenes, algunas de las dimensiones más destacadas de su rica personalidad: la originalidad de su pensamiento, la ejemplaridad de su vida y las causas por las que luchó y que dieron sentido a su larga existencia…: Poeta, Revolucionario internacionalista, Intelectual crítico, Ecologista, Defensor de las causas indígena, negra y feminista, Opción por el diálogo intercultural, interreligioso e interétnico, Obispo en rebelde fidelidad e insurrección evangélica, Profeta, Místico, Teólogo, Misionero al servicio de la liberación, Obrero de la utopía en construcción, Espiritualidad contra-hegemónica.”
Lastimosamente, con Dom Pedro se cierra la lista de los grandes obispos y profetas de la Iglesia latinoamericana, mundialmente conocidos. Se los reconoce como “los Santos Padres de la Iglesia Latinoamericana”, es decir, los que han sabido expresar y vivir lo más valioso del Evangelio de Jesús en la Iglesia de América Latina. En Ecuador tenemos la dicha de contar con monseñor Leonidas Proaño, fallecido en 1988. Ya dos de ellos están en el calendario de los santos de la Iglesia católica: monseñor Oscar Romero de El Salvador, presentado como modelo de obispo por el papa Francisco, y monseñor Enrique Angelleli, de Argentina. También podemos nombrar a los monseñores Helder Cámara de Brasil, Samul Ruiz de México, Gerardo Valencia de Colombia (asesinado en 1971)…
Algunos de ellos fueron los fundadores del CELAM (Consejo Episcopal Latino Americano) cuando se reunieron en Río de Janeiro, Brasil, en 1955, en particular monseñor Manuel Larraín de Chile. Se volvieron a encontrar, más numerosos, en el Concilio Vaticano 2° en Roma (1962-65) y sellaron su compromiso para una vida pobre y al servicio de la liberación de los pobres con ocasión del ‘Pacto de las Catacumbas’ al final del Concilio. Estos obispos hicieron posible la 2ª Conferencia Episcopal Latinoamericana en Medellín, Colombia (1972) que marca el nacimiento de la Iglesia de los Pobres en América Latina, cumpliendo el sueño del papa Juan 23, heraldo del Concilio.
Monseñor Pedro Casaldáliga es el último de los grandes obispos profetas del continente. ‘’Último’ porque los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI se dedicaron durante los 35 años a perseguirlos, junto a unos 140 teólogos de la liberación. Un ejemplo de esta persecución en Ecuador fue la escandalosa defenestración de monseñor Gonzalo López del Vicariato de Sucumbíos en la Amazonía. Además, para contrarrestar esta línea de Iglesia más conforme al mensaje y la misión de Jesús de Nazaret, nombraron en todos los países latinoamericanos, a obispos de los más tradicionalistas que se dedicaron a destruir su pastoral liberadora.
¿Se acaba la Iglesia de los Pobres al servicio de la liberación en América Latina? De ninguna manera, a pesar de que sí, la Iglesia católica pierde cada años más y más miembros. La Iglesia de los Pobres latinoamericana es más viva que nunca. Se enorgullece de haber tenido miles de mártires en las últimas décadas del siglo pasado, entre ellos una docena de obispos, más de un centenar de sacerdotes y otro tanto de religiosas. Confirma también su vitalidad el recién XIº Encuentro Continental del Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), de marzo pasado en Guayaquil, lo demuestra: 250 personas vinieron de 16 países del continente, incluido Estados Unidos. Fue también el 1° Encuentro Continental de CEBs juveniles. Otro signo de renovación eclesial fueron, por una parte, el Sínodo sobre la Amazonía con obispos de los 9 países amazónicos en Roma en octubre del año pasado y, por otra, la Carta del papa Francisco ‘Querida Amazonía’ del mes de febrero de 2020 que confirma dicho Sínodo; está también la conformación de la Asamblea Eclesial Amazónica que agrupa las diócesis católicas de los 9 países amazónicos.
Con todo esto se manifiesta una nueva manera de ser la Iglesia de Jesús más atenta a los pobres y a los hombres y mujeres de estos nuevos tiempos. Ahora, el ministerio de profeta se hace colectivo. Ya monseñor Romero (asesinado en 1988) lo decía: “El Pueblo es mi profeta”… Expresión que nos sorprende y nos anima al mismo tiempo porque manifiesta la vocación de todos los bautizados que toman conciencia de lo que se les dijo en su bautismo: “Eres profeta, sacerdote y rey-pastor”. Estamos en un tiempo nuevo: No acaba de morir la Iglesia de cristiandad, superada en el Concilio Vaticano 2°, piramidal, patriarcal, clerical, dogmativa, comprometida con los poderosos, alejada de la pasión por el Reino… Pero nace una Iglesia joven, comunitaria, sinodal (o sea, democrática), igualitaria, contemplativa, alegre, cuidadora de la naturaleza, solidaria de las luchas por una sociedad más justa, equitativa y participativa… La vida de los obispos profetas y la muerte de los mártires son semillas de nuevos cristianos, la profecía viviente que necesita el mundo de hoy.