Desde hace mucho tiempo América Latina representa un gran interés para los EEUU como la fuente esencial de materias primas y el mercado potencial para la venta de su misma producción. De ahí, los tratados de libre comercio que tiene con varias de nuestras naciones y la intención más voraz todavía de llevar adelante el […]
Desde hace mucho tiempo América Latina representa un gran interés para los EEUU como la fuente esencial de materias primas y el mercado potencial para la venta de su misma producción. De ahí, los tratados de libre comercio que tiene con varias de nuestras naciones y la intención más voraz todavía de llevar adelante el TTP.
También para Washington nuestro continente, su «patio trasero» como dicen, representa una necesidad de orden geopolítico: en América Latina y el Caribe operan más de 70 bases militares de los EEUU y ellas tienen por misión cuidar y proteger sus propios intereses.
Pero en esta ocasión no hablaremos de sus bases militares, ubicadas en puntos estratégicos de nuestro continente, sino en el uso de la ciencia para fines bélicos. Tan sólo citaremos algunos casos pero de seguro el asunto es mucho más complejo todavía.
El 2010 el Departamento de Defensa de Estados Unidos determinó nuevamente que era prioridad seguir con las investigaciones de las enfermedades infecciosas.
En esta misión, y utilizando una expresión militar, su «fuerza de tarea» es la U.S. Naval Medical Research Unit (NAMRU) que su principal sede se encuentra ubicada en EEUU pero que también tienen laboratorios en Singapur (Desde 1945), Egipto (1946), Kenia (1969), Tailandia (1958) y Perú (1983).
En Perú se le denomina Centro de Investigación de Enfermedades Tropicales de la Marina de los Estados Unidos (NAMRU-6).
De acuerdo a una nota de prensa de la Embajada de EEUU en este país «El NAMRU-6 se estableció como un centro de investigación en 1983 a través de un acuerdo entre las Direcciones de Salud de la Marina de los EE.UU. y de la Marina de Guerra del Perú, con la participación del Departamento de Estado de los EEUU y el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú. El acuerdo estableció un programa de cooperación en investigación médica en el Perú para estudiar enfermedades infecciosas de interés mutuo».
Para Christian Baldeviano la misión de NAMRU-6 es «Desarrollar estrategias protectivas contra las enfermedades infecciosas que afectan a la población militar y la población general en el Perú y Latino América».
Las investigaciones de las enfermedades infecciosas se hacen con seres vivos. Mariana Leguía, Directora de Genómica y Descubrimiento de Patógenos de NAMRU-6, señala en una entrevista que «nosotros recolectamos muestras de gente que viene de toda Latinoamérica y casi el 60% sale negativo en todas las pruebas».
Lo cierto, lo objetivo, es que estos laboratorios tienen una finalidad militar que es determinar que tipos de enfermedades existen en América Latina y «afectan a la población militar» y a la «población general». No es casual que estas investigaciones las dirija una unidad militar y no el servicio de salud de EEUU.
Con unos y otros se puede actuar de diferentes maneras. Para los militares se puede preveer los remedios adecuados ante una posible invasión a un territorio determinado que por ejemplo tenga presente el «dengue». Para la «población general» las investigaciones también pueden generar en armas bacteriológicas.
Por esto, el Comité Independencia y Soberanía Para América Latina (CISPAL), en su publicación «América Latina es un laboratorio de EEUU para desarrollar armas bacteriológicas«, ha dicho que Washington, con el fin de seguir manteniendo su hegemonía, quiere hacer de nuestro continente un «conejillo de indias».
Por otro lado, en el artículo La guerra biológica, Pedro Etcheverry recuerda que en 1981, se declaró en Cuba el Dengue Hemorrágico. El Ministerio de Salud Pública cubano determinó entonces que era una epidemia de dengue del serotipo 02.
En total, murieron 158 pacientes, la mayoría niños. Más de 344 mil personas fueron afectadas por la enfermedad y, de ellas, 24 mil padecieron hemorragias.
El artículo citado indica que: «Especialistas norteamericanos en guerra biológica habían sido los únicos en obtener una variedad de mosquito Aedes aegypti sensiblemente asociada a la transmisión del virus 2, según informó el coronel Phillip Russell, en el XIV Congreso Internacional del Océano Pacífico, efectuado en 1979, dos años antes de que se desatara la epidemia en Cuba».
Etcheverry señala que: «Las investigaciones condujeron a la evidencia de que la epidemia fue introducida deliberadamente en el territorio nacional, por agentes al servicio del Gobierno de Estados Unidos».
Este es un solo caso, pero hay otros más en la Guerra biológica contra Cuba.
La Irresponsabilidad
A comienzos de junio de este año, la Agencia EFE informó que «expertos» del Pentágono «por un error» realizaron el envío de muestras activas de ántrax a 51 laboratorios de 17 Estados en los mismos EEUU, a Australia, Corea del Sur y Canadá, y usando, en algunos casos, el servicio de entrega de FEDEX sin las medidas de precaución adecuadas.
El Subsecretario de Defensa, Box Word, dijo que «por el momento, no se conocen casos de contagio de carbunco entre las personas que pudieron verse expuestas a las muestras».
Señalamos este caso porque toda la humanidad corre un peligro permanente por las investigaciones científicas que esta desarrollando EEUU.
El riesgo principal de las actividades de NAMRU-6, como también de otros laboratorios de EEUU ubicados en el mundo, es que las autoridades locales, la comunidad, no tienen control sobre los estudios «científicos» que se realizan las unidades militares norteamericanas.
Cada país tiene derecho a su soberanía y a las garantías de la seguridad y la salud de su nación. En definitiva, no podemos permitir que las bases militares y laboratorios de EEUU sigan poniendo en peligro las vidas de los habitantes de América Latina y el Caribe.
Finalmente, hay que recordar que el 26 de marzo de 1975 entro en vigor la Convención sobre la prohibición del desarrollo, la producción y el almacenamiento de armas bacteriológicas (biológicas) y toxínicas y sobre su destrucción. Sin embargo, la misma ONU indica que: «la ausencia de regímenes formales de verificación para controlar su cumplimiento ha limitado su efectividad».
El estudio de la geografía y la salud
A comienzos del 2013, Bolivia denunció, ante la comunidad internacional, la realización de un estudio «encubierto» sobre condiciones de alta montaña y que desarrolló el científico Robert Corwine Roach Jr. en el Chacaltaya, entre el 6 de junio y el 15 de septiembre de 2012.
«La ministra de Comunicación, Amanda Dávila, sostuvo que el equipo de Roach Jr. estaba formado por al menos 24 personas y que arribó para realizar pruebas para la adaptación de soldados destinados a acciones militares en Afganistán», indicó el Diario La Razón.
El ministro de Gobierno Carlos Romero, dijo entonces que el caso de Roach Jr. demuestra la «permanente injerencia de EEUU».
Debemos recordar que «Estados Unidos y Bolivia firmaron un acuerdo de respeto mutuo el 7 de noviembre de 2011. El convenio marco bilateral establece siete principios y propósitos, entre los principales: el «respeto a la igualdad soberana y a la integridad territorial de los Estados», «el deber de abstenerse de intervenir en asuntos internos de otro Estado», «el derecho de cada Estado a elegir, sin injerencias externas, su sistema político, económico y social».
Hay que decir, antes de seguir, que el mismo estudio de alta montaña para supuestamente soldados destinados a Afganistán bien puede usarse para atacar a la misma Bolivia y a casi todos nuestros países atravesados por la Cordillera de los Andes. Téngase presente.
El estudio de nuestras culturas
En junio del 2011, en Buenos Aires, Argentina, la antropóloga Adrienne Pine, en la «Conferencia Continental sobre la Militarización Imperial» denunció el uso de las investigaciones académicas para fines militares.
La investigadora señaló que el año 2010, en Toronto, Canadá, en la conferencia de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, se encontró con el historiador y ex-Ministro de Cultura de Honduras Rodolfo Pastor quien se encontraba viviendo entonces en el exilio, en la ciudad de México, luego que fuera derrocado por un golpe de Estado, liderado por graduados de la Escuela de las Américas, el presidente Manuel Zelaya.
En dicho encuentro, Pastor le comenta con preocupación que fue invitado a participar de un taller, en el Centro de Investigaciones Aplicadas de la Universidad (FIU) Internacional de Florida, que tenía el nombre de «Cultura estratégica de Honduras» y que había sido financiado por el Comando Sur del ejército estadounidense (SOUTHCOM).
«Cultura Estratégica», dice Adrienne Pine, es un programa de estudios dentro de la Universidad Internacional de Florida, financiado por el Comando Sur, con el propósito de llevar a cabo talleres y escribir reportes sobre la «Cultura Estratégica» de cada país de América Latina y el Caribe. Se define a la «Cultura Estratégica» como «la combinación de experiencias y factores internos y externos – geográficos, históricos, culturales, económicos, políticos y militares – que forman e influyen en la manera en que un país entiende su relación con el resto del mundo, y en la manera en que un estado se va a comportar en la comunidad internacional». Sin embargo, al observar los documentos producidos por la alianza FIU-SOUTHCOM es evidente que una definición más precisa de la «Cultura estratégica» sería: «propaganda estratégica para la creación de una política ideológica hegemónica favorable para los intereses militares y económicos estadounidenses».
Pablo Ruiz, periodista, es parte del Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas (SOA Watch) y editor de la Revista El Derecho de Vivir en Paz. www.derechoalapaz.com
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