Traducido para Rebelión por Juan Vivanco
El 8 de mayo de 2008 asistía a la manifestación convocada todos los años en esa fecha por los Indígenas de la República. Me acompañaba un amigo de la izquierda blanca occidentalizada [1]. Presente mas por curiosidad que por solidaridad, me preguntó: «¿Qué pinta el retrato de Nasralá junto al de Fanon? ¿Qué tiene que ver Fanon con Nasralá? ¿Nasralá no es un islamista integrista?
Desde finales del siglo XX, en el tercer mundo muchas rebeliones antiimperiales se expresan como proyectos políticos «descoloniales», más que anticoloniales. Se inspiran en un pensamiento político elaborado a partir de epistemologías y cosmologías que no son occidentales. Atrás quedó el tiempo en que los movimientos de resistencia se definían como marxistas o marxistas-leninistas. Hoy nos encontramos con movimientos de resistencia que, sin ser necesariamente marxistas, se articulan en Oriente Próximo alrededor de la cosmología islámica; movimientos indígenas de América que obedecen a cosmologías indígenas (tojobal en el caso de los zapatistas, aymara y quechua en Bolivia y quechua en Ecuador); y movimientos asiáticos que se inspiran en el budismo o el islam.
La izquierda blanca occidentalizada es incapaz de asimilar estos procesos y sigue imponiéndoles categorías occidentales, con lo que ejerce una violencia y una distorsión epistémica. La izquierda occidentalizada está perdida. Caracteriza estos procesos reduciéndolos a categorías que le resultan familiares, como «rebelión campesina», «lucha antiimperialista», «lucha de clases», «lucha por la democracia», «luchas de las naciones oprimidas», etc., sin tener en cuenta el nuevo contenido epistémico producido por el pensamiento crítico descolonial ni pararse a escuchar a los nuevos pensadores del tercer mundo. Quienes, partiendo de epistemologías no occidentales, producen un pensamiento crítico descolonial muy distinto de la visión eurocéntrica de la izquierda occidentalizada y proponen nuevas respuestas a los problemas de la crisis capitalista y ecológica mundial creada por lo que ellos llaman el proyecto civilizador occidental.
En respuesta a la crisis de la civilización occidental surgen nuevas categorías críticas. En Bolivia y Ecuador se habla de la Pachamama, del Suma Qamaña (vivir bien, pero no equivale al concepto occidental del mismo nombre) y de la ley del Ayllu. A partir de estos conceptos, Bolivia y Ecuador han cambiado sus constituciones y, de estados-nación dominados por los euroamericanos, han pasado a ser sociedades «plurinacionales» y «multiculturales» (lo que es distinto que el multiculturalismo). En Palestina y Líbano se articula a partir del islam una visión antiimperialista crítica bastante parecida a la teología de la liberación de Latinoamérica, con nociones como el tawhid y la sharía para proponer democracias populares no consensuales (un voto por cada ciudadano en vez de una representación política basada en identidades religiosas), críticas tanto con el consumismo capitalista occidental como con el militarismo sionista-imperialista. Todos estos movimientos representan la vuelta y la defensa de unas formas de vida que la modernidad colonial eurocentrada pretendía erradicar. Esta crítica a la modernidad eurocentrada mira al pasado, pero no para volver a él, sino para imaginar el futuro. ¿Por qué estos movimientos antiimperialistas, que obedecen a cosmologías distintas de la occidental, aparecen justamente a finales del siglo XX? Este proceso, a escala mundial, merece una explicación:
1 – El eurocentrismo como perspectiva hegemónica de producción de conocimiento perdió su legitimidad tras la carnicería humana provocada por la primera guerra mundial. A partir de ese momento los filósofos y pensadores occidentales escribieron volúmenes enteros para tratar de comprender la crisis de las ciencias europeas y sus posibles soluciones. Paradójicamente, el proyecto comunista, como proyecto eurocéntrico de izquierda, globalizado a partir de la revolución rusa, alargó varios decenios la vida del moribundo pensamiento eurocéntrico. La revolución rusa de 1917 inauguró una era de esperanza y difundió un nuevo paradigma eurocéntrico con el nombre de marxismo-leninismo, que con el estalinismo alcanzó su expresión más eurocéntrica. Durante la segunda guerra mundial y después de ella surgieron muchos frentes de guerra de liberación nacional y anticolonial que acabaron con las administraciones coloniales en casi todo el mundo. En el tercer mundo empezó un ciclo de revoluciones que, si bien eran antiimperialistas y anticoloniales, adoptaron las ideas eurocentradas a través de la poderosa influencia del marxismo-leninismo.
2 – Durante las décadas de los ochenta y los noventa, con la crisis, la implosión y la posterior desaparición del imperio soviético, los países gobernados por los movimientos de liberación nacional perdieron su base de apoyo internacional, y fueron anulados y absorbidos por la contrarrevolución imperialista neoliberal. A principios de los noventa el paradigma marxista-leninista, que había prolongado el eurocentrismo durante varios decenios, entró en su fase terminal. Además de la crisis y posterior desaparición del paradigma marxista-leninista se produjeron una crisis ecológica planetaria y una crisis financiera capitalista neoliberal mundial que invalidaron la búsqueda de soluciones a los problemas apremiantes de la humanidad si esta búsqueda se situaba en la tradición del pensamiento de los hombres blancos occidentales, más conocido como eurocentrismo (de derechas o de izquierdas). En vez de producir progreso, la civilización occidental produce muerte. Ha destruido tantas vidas, de seres humanos y de otros seres, que hoy nos preguntamos si habremos desaparecido dentro de cien años. Por eso existe una conciencia mundial de que el eurocentrismo, de izquierdas o de derechas, forma parte del problema y no de la solución. Las soluciones se tienen que buscar en la diversidad epistémica del planeta, en el «pluriversalismo» como proyecto universal, y no ya en una sola epistemología, la eurocéntrica, que, desde su particularismo y su provincianismo ha producido falsos universales.
3 – Frente a la crisis terminal del eurocentrismo en sus manifestaciones de izquierda y derecha a finales del siglo XX, los pueblos del tercer mundo buscan sus propias tradiciones no occidentales de formas de vida y pensamiento que proporcionan alternativas ético-epistémicas para imaginar de nuevo una política de liberación hacia «otros mundos posibles», más allá de la modernidad capitalista eurocentrada. De ahí surgen las rebeliones epistémicas globales de inspiración islámica, tojolabal, aumara, budista, yoruba, etc.
La izquierda blanca sigue sin tomarse en serio el pensamiento crítico producido por estos movimientos descoloniales. Como es incapaz de entender los planteamientos de estos movimientos, les impone de forma colonial las categorías eurocéntricas de la izquierda occidentalizada, deformando los procesos descoloniales que se desarrollan a escala mundial. Es curioso ver cómo la izquierda occidentalizada apoya ―sin entenderlos, debido a su visión deformada― los movimientos indígenas de América, pero reaccionan de forma contraria frente a movimientos como Hamás o Hezbolá. Frente a estos, sus reticencias eurocéntricas le impiden apoyar a la resistencia, lo que equivale a aliarse con el colonialismo sionista e imperialista en Oriente Próximo. Lo mismo que Bush, Sarkozy y Netanyahu, la izquierda occidentalizada recurre a la expresión «fundamentalismo islámico» para meter en el mismo saco a Arabia Saudí, Ben Laden, los talibanes, Hezbolá, Hamás, etc. sin distinguir entre unos movimientos antiimperialistas de resistencia descolonial y unos estados reaccionarios aliados con el colonialismo y el imperialismo.
Volvamos a París, a mayo de 2008. Mientras marchábamos en la manifestación de los «indígenas», le contesto a mi amigo de la izquierda blanca: «Nasralá y Hezbolá están al lado de Franz Fanon, Quintín Lame (guerrillero indígena colombiano), Ali Shariati, el general Giap, el Che, los zapatistas y todos los combatientes antiimperialistas del mundo. Y Nasralá y Hezbolá no son sólo anticoloniales, sino también descoloniales, en su pensamiento y sus actos. Pertenecen a la nueva rebelión epistémica descolonial del tercer mundo». ¿Cuál fue la respuesta del izquierdista blanco francés?: «Lo siento, pero no puedo participar en una manifestación como esta». Para la izquierda blanca francesa, la solidaridad tiene sus límites.
Nota:
[1] Con «izquierda blanca y occidentalidad» me refiero a dos procesos distintos, aunque relacionados entre sí. La piel blanca da privilegios y a la izquierda blanca le cuesta mucho reconocerlos socialmente y, peor aún, reconocerse como seres sociales privilegiados que ocupan la posición social del colonizador en las jerarquías etnorraciales, aunque una parte de ella critique estas jerarquías. Prefiere esconderlo y guardarse estos asuntos en su inconsciente, a pensar seriamente y participar en un movimiento descolonizador amplio que incluya a los blancos y a los que no lo son. Pero con «izquierda occidentalizada» no me refiero únicamente a la izquierda blanca, sino a todas las izquierdas, incluidas las del tercer mundo, que razonan a partir de un episteme eurocéntrico. De modo que se puede ser eurocéntrico sin ser blanco, lo mismo que crítico con el eurocentrismo y descolonial siendo blanco. Puntualizo esto para evitar malentendidos o simplificaciones esencialistas y simplistas de mi terminología.
Fuente: http://www.indigenes-republique.fr/article.php3?id_article=782