Del 20 al 23 de agosto de 2009, se verificó la décimo quinta edición del Foro de Sao Paulo en la Ciudad de México, dejándonos ver el nuevo rostro de la izquierda electoral de la región. Porque aún cuando el objeto de esta nueva cita fue analizar «las alternativas de la izquierda latinoamericana frente a […]
Del 20 al 23 de agosto de 2009, se verificó la décimo quinta edición del Foro de Sao Paulo en la Ciudad de México, dejándonos ver el nuevo rostro de la izquierda electoral de la región. Porque aún cuando el objeto de esta nueva cita fue analizar «las alternativas de la izquierda latinoamericana frente a la crisis capitalista», la realidad es que todos vemos la crisis capitalista, pero pocos ven la profunda crisis por la que atraviesa la izquierda en el subcontinente. Los resolutivos, siempre emotivos y coyunturales esperados se consolidan y matizan: reunión con Barack Obama, condena al golpe en Honduras, fin al bloque hacia Cuba y no a nuevas bases militares en Colombia. Pero, ¿qué estado realmente guarda este polo ideológico?
La historia nos muestra que el curso de este espacio deliberativo ha venido transformándose en forma interesante. Con bases conceptuales profundas y ancladas en el movimiento libertario que encabezaron y abanderaron diversos actores, entre los que destacan Louverture, Hidalgo, Bolívar, Sucre, San Martín, O’Higgins, Artigas, Martí, etcétera, la izquierda se hizo, pasó por largas luchas armadas (algunas hoy vigentes), se transformó y llegó a la caída del muro de Berlín. Ya en la década de los noventa, el Foro de Sao Paulo se instala a iniciativa del Partido Comunista Cubano con el respaldo del Partido de los Trabajadores de Brasil, encontrando eco fundamentalmente en los aparatos político militares de Centro y Sudamérica y algunos partidos políticos en vías de consolidación. Como ya es del dominio público, después vino una importante oleada de victorias electorales en ciudades importantes de la región lo cual sentó las bases para esta nueva etapa de gobiernos nacionales democráticamente electos con tendencias progresistas.
Sin embargo, los países que atraviesan por estos procesos se encuentran en procesos disímbolos que aunque se les quiera ver como un fenómeno unitario, dista mucho de serlo. Lo anterior, no demerita los avances de esta línea programática, pero si nos alerta sobre los triunfalismos que conducen regularmente al fracaso, es decir: no estamos en el mejor momento de la izquierda, pero es posible estarlo.Para ello, habrá que estudiar, encorchetando solo por esta vez los casos del Caribe, para poder ver claramente tres procesos simultáneos.
En un primer trazo de izquierda, podemos ver el reformismo que gobierna en Brasil, Chile, Uruguay y ahora Paraguay, quienes según sus delegados, se encuentran en la etapa de construcción de un segundo piso de reformas políticas, económicas y sociales, toda vez que los períodos ya ejercidos no han sido suficientes para reconfigurar los mecanismos de producción, administración y distribución de la riqueza, no obstante han asegurado un avance importante en políticas de contención de la pobreza y reorganización del gasto público a favor de los sectores con menos oportunidades de desarrollo. Incluida la plataforma de gobierno del derrocado Presidente de Honduras, esta línea programática en su conjunto, se ha caracterizado por la integración de frentescuya cuidadosa y siempre endeble construcción ha movido al centro las plataformas anticapitalistas que habían dado origen al Foro de Sao Paulo. Peor aún, se han convertido en rehenes de sus alianzas por lo que cada proceso electoral suelen sufrir el chantaje programático de la derecha.
En un segundo trazo de izquierda, podemos ver el radicalismo que gobierna en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y ahora El Salvador, quienes han optado por brincarse la etapa del consenso y pese a una férrea oposición de las burguesías locales, han dado pasos irreversibles de refundación de sus Estados-Nación. La línea programática de llamar a Asambleas Constituyentes que den origen a nuevas constituciones no significa otra cosa que construcción de un nuevo pacto social basado en la lucha de clases, pero fundamentalmente de la victoria de las clases populares explotadas sobre las minorías explotadoras.Las volátiles políticas públicas de contención de la pobreza, aquí se han transformado en políticas de Estado, es decir, derechos adquiridos y permanentes que reconfiguran no solo la correlación política sino que rediseñan la cultura de producción y consumo. Pese a que esta tendencia ha sido estigmatizada de manera negativa por el carisma de sus Presidentes, lo cierto es que en el debate de programa han avanzado incluso en la proyección de nuevos organismos multinacionales cuya agenda se adecue a las necesidades e intereses de sus integrantes y no a las de la potencia dominante.
En el tercer trazo de izquierda, podemos ver el aspiracionismo postrado, en Perú, México y Colombia, en donde las agendas de seguridad y violencia han generado la prevalencia del miedo en la sociedad y el evidente aprovechamiento de una derecha enquistada en el Estado y resuelta a no permitirle el paso a ningún tipo de iniciativa que atente contra la disciplina hacia los Estados Unidos de América. Esta situación es generada sí por las permanentes campañas de desprestigio pero también, hay que decirlo, por un clima de fragmentación de las corrientes progresistas y fundamentalmente por la ausencia de formación política de sus cuadros. El caso mexicano, tal vez es el más evidente, pues no solo tenemos un partido político atomizado y alienado, sino incapaz de establecer compromisos programáticos; peor aún, es un espacio de disputa de cargos públicos que dista mucho de un instrumento mediante el cual se formule una estrategia común de lucha, sobre la base de un objetivo programático consensado y consolidado. La falta de determinación política genera que las izquierdas que no reconocen al Presidente de la República en funciones, no provocan su renuncia, y las izquierdas que si lo reconocen, no acuerdan abierta y transparentemente con el régimen. Entonces, más allá de la frivolidad del sistema político, habrá que discutir los temas de Estado o de lo contrario sucumbir ante el statu quo.
Desde Adam Smith los confesionales de derecha c onsideran al capitalismo como el estadio natural de las relaciones sociales. De hecho, este autor fundó el liberalismo económico. En su obra principal » Investigaciones Sobre La Naturaleza y Causa De La Riqueza De Las Naciones «, el laissez faire aparece como el motor del progreso económico. Ahora, este principio es violentado sólo cuando se desploma la inversión, entonces sí, los impuestos del pueblo deben salir al rescate de los bondadosos «generadores de empleos».
Milton Friedman, p rofesor distinguido Russell Emeritus del servicio de Paul Snowden de economía en la Universidad de Chicago, donde enseñó de 1946 a 1976, y miembro del personal de la Oficina Nacional de la Investigación Económica de 1937 a 1981, en su trabajo «Libre Elegir» de 1980, r etoma la tesis de «dejar hacer, dejar pasar».
Mismo planteamiento que es reforzado por José Marie Córdova Montoya en su panfleto «Diez lecciones de la reforma económica mexicana», publicado en Nexos, febrero de 1990 y las mismas tesis que Carlos Salinas expone en su documento titulado «El Liberalismo Social, nuestro camino» en el LXIII aniversario del PRI, marzo de 1992.
El resultado de estas tesis, por ejemplo, en cuanto a desarrollo industrial, radica en contar con ocho flamantes sectores industriales estancados, sin actualización tecnológica, sin crecimiento, sujetos a créditos corporativos y manipulados por el Congreso Agrario Permanente, sin inversión, porque sólo se otorgan garantías a multinacionales y migajas para el productor nacional, apoyos carcomidos por la corrupción y el charrismo. Inversión extranjera que abarata la mano de obra, lo que violenta el artículo 27 constitucional, con un escandaloso ejército agroindigente de reserva y salvaguarda del monopolio en los bienes de producción. En un creciente país de servicios, el subempleo se da por encima de la media mundial, sin preparación, fuga de capitales, explotación irracional de recursos naturales, lavado de dinero, especulación, rescate de privados con recursos públicos.
Todo esto, se debe discutir en el marco de una Ley de Reconciliación y Reconstrucción Nacional que garantice la apertura de diálogo y la pacificación de los actores sociales encontrados. Por la estabilidad política, se debe poner a debate una salida del presidente cuestionado, legislar sobre la figura de jefe de oposición para que no existan Presidencias Legítimas en paralelo y llamar a nuevas elecciones sobre la base de un programa que emane de un gran acuerdo nacional, en lo político, en lo económico y en lo social. Un nuevo y pacífico pacto social.
Si las fuerzas de izquierda mexicanas no colocan en el centro dela discusión los asuntos de Estado, estaremos en 2012, nuevamente, en la vulgaridad del reparto de candidaturas.