El alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) representó no sólo la renovación de la esperanza y la utopía en el mundo. También significó el nacimiento de un nuevo paradigma internacional de organización, resistencia y lucha. Así lo sostiene la periodista y académica Guiomar Rovira, quien aborda dicho aspecto en Zapatistas sin fronteras (Ediciones […]
El alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) representó no sólo la renovación de la esperanza y la utopía en el mundo. También significó el nacimiento de un nuevo paradigma internacional de organización, resistencia y lucha.
Así lo sostiene la periodista y académica Guiomar Rovira, quien aborda dicho aspecto en Zapatistas sin fronteras (Ediciones Era), su libro más reciente, que fue presentado en la unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana, con los comentarios de Raymundo Mier, Carmen de la Peza y Elisa Benavides.
Mandar obedeciendo
En entrevista con La Jornada, la docente e investigadora catalana Guiomar Rovira sostiene que el zapatismo creó la simiente de una posibilidad de lucha dentro de los movimientos sociales desde estructuras horizontales, del mandar obedeciendo.
Ha sido, especifica, un detonador que ha impregnado el discurso de la izquierda y de los movimientos libertarios y sociales en el mundo.
«Cuando ya nadie pensaba que era posible una guerrilla o un movimiento armado, apareció el zapatismo diciendo ‘Ya basta’. La gente en el mundo simpatizó directamente con eso, con la idea de que es posible luchar a pesar de las circunstancias tan adversas. Es un movimiento que interpeló esa emoción y que creció en redes y luego en el movimiento antiglobal», indica.
«En un momento en que ya no había referentes a los cuales adherirse, cuando las ideologías viejas ya no convocaban, surgió en Chiapas un discurso con el que se identificaron y simpatizaron un sinfín de personas y diversos movimientos sociales y de resistencia en el mundo.»
Así, las personas comenzaron a difundir la información y el entusiasmo por su cuenta. Se valieron de las nuevas tecnologías, en particular de Internet, que en esos años apenas comenzaba a extenderse por el mundo, explica.
De esa manera se inauguró una nueva forma de acción política: la posibilidad de estructurarse en red, una estructura sin estructura, abierta en todos los canales y que tiene capacidad de acción colectiva con incidencia real, a la cual la especialista denomina zapatismo trasnacional.
«No fue algo planeado ni decidido por el EZLN, al contrario de lo que se creía, que Marcos estaba en medio de la selva con su computadora generando sus comunicados y manteniendo informado al resto del mundo.»
Según Guiomar Rovira, con la aparición de Internet los círculos activistas en México y el resto del planeta vieron la posibilidad de la revolución horizontal, el triunfo de la posibilidad de una rebelión libertaria, sin jefes ni estructuras, sino que cada quien desde su trinchera, sin el sacrificio de la militancia: una rebelión de la comunicación.
«Nació con el zapatismo un nuevo ciclo de protestas que tuvo su parte culminante con el altermundismo, con todo lo que ha sido el movimiento antiglobalización, toda esa capacidad de impugnar el modelo neoliberal, la cual se clausura a mediados de esta década de 2000 con la guerra de Irak, ante el fracaso de todas las movilizaciones que se realizaron en el mundo para evitarla», agrega.
«De cierta manera acabó ese optimismo que despertó con el zapatismo de las posibilidades de actuar en común y concertadamente en muchos lugares diversos del planeta, desde muchas trincheras distintas, y que se encadena con la resistencia global.
«En realidad, esta nueva forma de lucha comenzó a perder fuerza en 2001, con el ataque a las Torres Gemelas y las repercusiones que acarreó, entre ellas la criminalización de la protesta, la idea de terrorismo, la tecnología usada para la vigilancia, la guerra y la destrucción.»
Promesas utópicas de redención
Si bien ubica al zapatismo como un movimiento social vigente y contemporáneo, la periodista Guiomar Rovira observa la situación mundial con «un pesimismo absoluto.
«El activismo social es más realista, se ha dado cuenta de que esas promesas utópicas de la redención mediante la tecnología y la comunicación, pues quedan en eso: en promesas. Eso ya se vio rebasado por el comercio, la criminalidad, la pornografía, incluso basura virtual», asegura.
«La tecnología, en el fondo, se ha desarrollado, no tanto para la liberación, sino para el control absoluto. Ante ello, el activismo social tiene que pensar y buscar por dónde. Y actualmente se encuentra en esa etapa de reflexión y reconsideración.»