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Una mirada desde fuera del duopolio

Elecciones presidenciales en Chile. Tres candidatos, un camino

Fuentes: Rebelión

Como en el futbol, los chilenos tendemos a reaccionar de forma polar. Después de dos triunfos nos vemos en la final de la Copa del Mundo y después de la derrota, repasamos hasta al aguatero por su incapacidad y sacamos risa fría para señalar lo malos que somos para la pelota. En esta coyuntura electoral […]

Como en el futbol, los chilenos tendemos a reaccionar de forma polar. Después de dos triunfos nos vemos en la final de la Copa del Mundo y después de la derrota, repasamos hasta al aguatero por su incapacidad y sacamos risa fría para señalar lo malos que somos para la pelota.

En esta coyuntura electoral corremos el riesgo de pisar palitos similares.

Hoy se abre un debate sobre quien puede ser el mejor representante para ocupar el espacio televisivo contra el duopolio concertación-derecha (y sus satélites). Los que están afuera, al margen; Roxana Miranda, Guztavo Ruz y Marcel Claude, comienzan sus largas campañas cada uno desde su posición.

Hoy, como cuando Chile le gana a Argentina, desde la marginalidad, algunos se ilusionan con llegara a ganar a Copa del Mundo. El descontento que hoy reina en la sociedad chilena hace que muchas demandas crezcan como espuma. Pero es necesario asumir que el descontento por si solo, aun cuando se logre expresar en votos, no cambiará la realidad.

Pero la disputa por los minutos de televisión, por la buena foto en la asamblea o los puntos y comas del programa puede hacernos perder el fondo; como ésta coyuntura electoral se enmarca en un cuadro general de la política chilena.

La izquierda chilena, y también ciertos sectores sociales, acostumbrados a mirarse «el ombligo con piercing», como dice sabiamente Roxana Miranda, no han hecho aún una lectura correcta del momento político que vivimos.

Para ello es necesario mirar no solo las dinámicas propias de Chile, sino también aprender de los procesos similares que se han desarrollado en el contexto latinoamericano.

La lección principal que nos dejan las dinámicas políticas del barrio es que la posibilidad de emerger como una propuesta de poder en el actual contexto de desarrollo de la sociedad capitalista pasa por el quiebre del modelo de representación política imperante los últimos 40 años.

Pero este quiebre pasa por la visibilización de contradicciones «irreparables» entre quienes sufren la implementación del modelo y los que no están dispuestos a soltar ni un mango de sus actuales privilegios.

Así fue en la Guerra del Agua y la Guerra del Gas en Bolivia, que posibilitó la emergencia de Evo. O el largo proceso de lucha popular indígena en Ecuador, con Correa como catalizador. El propio Chavez sitúa el origen de su proyecto liberador en las masacres de 1989, legitimación histórica de su intentona de golpe y de su posterior postulación a la presidencia. Incluso en el caso de Argentina, la aplicación del «corralito» con su correlato de revuelta social provoca el momento óptimo para la emergencia del proyecto Kirchnerista hasta hoy en el poder. Todos momentos de suma tensión al interior de la sociedad. Una tensión no solo discursiva, sino con la expresión real de las fuerzas de la reacción operando directamente con su aparato armado en las calles para contener a un pueblo que desborda.

En el caso chileno, algunos quieren asimilar el año 2011, con las manifestaciones estudiantiles, a algunos de estos procesos. De esta forma se llega a la visión equivocada de que el «quiebre» con su correlato de deslegitimación del sistema de partidos ya se dio en Chile y que el actor principal de esta nueva etapa es el mundo estudiantil. Para algunos incluso siendo más precisos; el mundo estudiantil universitario.

Pero, si bien el movimiento estudiantil (secundario y universitario) brilla con luz propia en el actual contexto, no es menos cierto que su capacidad de desborde institucional y político ha sido más bien escasa. Caerán algunos ministros, pero el sistema de representación política claramente ha dado señales de no ceder nada ante los cientos de miles de jóvenes marchando por las calles.

De desborde, por lo tanto, aun ni hablar. Piñera terminará su mandato con una baja popularidad. Pero no será el primero. El buque quedó con la dirección «amarrada» y no hay amenaza inminente en el camino. La clase política chilena, todo y estar golpeada, resiste estoicamente y sigue casi como si nada hubiera pasado. Prueba de ello es que poco o nada les importó a los alcaldes electos en la pasada elección asumir con «mayorías» de 1 de cada 10 o 2 de cada 10 votantes. Nadie fue capaz de moverles el piso y su gestión la operan independiente de no tener la legitimidad mínima.

Lo que es innegable es que las contradicciones existen, se han agudizado y abren un nuevo ciclo de luchas que incluyen como actores destacados a Federaciones de estudiantes universitario, estudiantes secundarios, sindicatos como los de la CTC, Sintrac, Siteco, Unión Portuaria, a comunidades mapuches movilizadas, a grupos ambientalistas, a la Federación Nacional de Pobladores, entre otros. En definitiva un vario pinto conjunto de actores en lucha que recién visualiza la necesidad de generar mínimas vías de confluencia.

Como mirar entonces la presente y urgente dinámica de los presidenciables contrapuestos al duopolio.

Lo primero que surge es la necesidad de poner en su justo peso el actual proceso electoral. La campaña presidencial debiera ser el momento de la expresión de las distintas tendencias que existen en el complejo panorama de la lucha social en Chile.

Claude, fiel representante de las debilitadas clases medias y de la lógica aspiracional de los jóvenes universitarios chilenos copa y proyecta su liderazgo en lo mediático. A los miles de estudiantes universitarios que lo escuchan poco les importa que haya trabajado en el Banco Central como funcionario de Pinochet, en los años más oscuros de la dictadura. Tampoco les importa que después fuera destacado militante del PPD de Lagos. Lo que importa es que refleja la proyección de la clase media descontenta y que, a lo menos en el discurso, quiere plantear cambios para mejorar el sistema neoliberal. Hacerlo más a escala humana le permite llegar, más allá de los estudiantes universitarios, a un conjunto de clase media profesional ávida de un líder que los exprese. Claude es imagen de proyección, hasta estética, de una rebeldía «bonita», de buen hablar y buen vestir. Algo importante para la proyección mediática y que ya se vio con el fenómeno Camila Vallejos, Giogio Jackson, Pancho Figueroa.

Gustavo Ruz, sale de lo más profundo de la memoria histórica de la izquierda chilena. Profesor, preso político, militante del PS de Allende (como a el le gusta decir). Joven ministro en los tiempos de la UP. No esconde y perfila una imagen de intelectual «orgánico», en la lógica de Gramsci. Su postura es más ética y principista que política. A través de él ciertos sectores buscan proyectar la importancia de no quedarse en la forma sino de instalar el fondo. Por ello sitúan como pilar a la Asamblea Constituyente, relativizando las maniobras políticas electorales a la necesidad de atacar elementos estructurales de una derrota histórica que carga él y su generación como una pesada mochila. Probablemente son la retaguardia de contenidos y de experiencia que necesita el período que viene.

Y por último está mi candidata, Roxana Miranda. Sin duda la expresión más rupturista en la política chilena desde los tiempos de Recabarren. Una apuesta osada de una fuerza política recién en creación como es el Partido Igualdad. Basa su instalación en la potencia de un discurso puro y trasparente, que recoge la rabia y convicción de quienes hoy representan a los sectores más conscientes de un modelo excluyente. Roxana es sin duda la representante de un proceso de politización de ciertos sectores sociales durante la última década. Surgida «de las ollas a la calle» y ahora de la calle a la lucha política. Todo sin abandonar su liderazgo social en el mundo de los deudores. Cada intervención de Roxana resulta mediaticamente incómoda para muchos, ya sea por la forma o el contenido.

Un liderazgo en construcción situado en una encrucijada histórica del movimiento popular chileno; o se construye un proyecto político popular de masas o se delegan las fuerzas sociales en buscar un representante.

Cada uno de estos candidatos refleja parte del mosaico del complejo constructor social que es hoy Chile. Y faltan protagonistas. Son muchas las plazas en las que se tiene que hablar y muy diversos los públicos. El momento no tiene que ser entonces de desesperación. El quiebre simbólico y material del pueblo aún no ha llegado. Se viene, eso si. Y para eso entonces tenemos que medir la actual coyuntura electoral con la vara de cómo creemos que va a ser y quién o quienes serán los sujetos centrales que emergerán en ese momento.

Desde mi perspectiva solo el sujeto popular convertido en actor político tiene la capacidad de transformación con la radicalidad necesaria que se requiere, no para la acomodación, sino para el desmontaje radical que necesidad el modelo económico, político y cultural chileno. Con esos lentes tenemos que ver la apuesta electoral desde afuera del duopolio. Por ello poner todos los huevos en quién tiene más cámara es un error táctico, que diluye lo importante que se viene en los próximos años.

 

Cristián Cepeda es periodista y miembro del Partido Igualdad


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.