Las elecciones realizadas en Ecuador colocan a ese país en el centro de las reflexiones sobre lo que acontece en nuestra región y las perspectivas del «progresismo» en la misma. En la primera vuelta electoral el triunfo del oficialismo había tenido un sabor amargo. Eso era así porque, si bien el oficialismo había vuelto a […]
Las elecciones realizadas en Ecuador colocan a ese país en el centro de las reflexiones sobre lo que acontece en nuestra región y las perspectivas del «progresismo» en la misma. En la primera vuelta electoral el triunfo del oficialismo había tenido un sabor amargo. Eso era así porque, si bien el oficialismo había vuelto a ganar, no había conseguido llegar al 40%, necesario para evitar una segunda vuelta y lejos del 57,17% que había reunido el actual Presidente Rafael Correa en la primera vuelta del 2013.
El domingo pasado se concretó la segunda vuelta electoral de ese país. El candidato oficialista, Lenín Voltaire Moreno (su madre quiso que se llamara Voltaire, por el filósofo francés), logró imponerse con el 51,16% de los votos, contra el 48,84% del banquero Guillermo Lasso. De ese modo el progresismo logró retener el gobierno de Ecuador. A partir de ese hecho se fortaleció un debate que abarca a los sectores que no están con el statu quo y que recorre a toda la región.
Se trata de la discusión entre quienes piensan que el progresismo, que gobernó y gobierna a varios países de la región, llegó a un tope. Ahora sería la hora de gobiernos más conservadores, hasta que el péndulo -empujado por las rebeldías populares y las luchas sociales- vuelva a hacerlos retroceder. Otros son los que creen que estos recientes gobiernos, más conservadores, como los de Brasil y Argentina durarán muy poco y que rápidamente será el regreso de quienes gobernaron en los últimos años.
Da la impresión que este debate tendría que ser más profundo. Todos deberíamos preguntarnos ¿Por qué la experiencia progresista ya conocida no pudo salirse de los marcos tradicionales y terminaron en crisis y derrotas? Esta frustración nos obliga a pensar en que hay otros caminos para que el regreso esperado no sea una mera reiteración de los progresismos conocidos. Habrá que ver si es posible poner fin a estos movimientos pendulares y establecer un nuevo modelo asentado en la soberanía popular, donde la participación y protagonismo del pueblo vaya más allá de poner un voto cada dos años, mientras -además- continúan las políticas saqueadoras de nuestras riquezas.
En Ecuador, el progresismo seguirá gobernando pero debe preguntarse ¿por qué de cada 5 votos que tenía en el 2013 perdió 2 en la primera vuelta electoral del 2017? Esos votos, que había recogido Correa en el 2013, tomaron otros rumbos porque el mismo Correa no pudo o no supo poner fin al saqueo de sus recursos naturales o bienes comunes y responder a las demandas populares. Es posible que esa sea la razón por la cual los sectores afectados buscaron otros caminos.