Es cierto que soy un soñador social empedernido, pero pensadores de otros siglos también soñaron sueños que luego se han hecho realidad. Como aquellos que ensoñaron la libertad desde la esclavitud y luego fueron libertados (y a la que, por cierto, muchos están regresando), o aquellos otros que persiguieron la igualdad máxima posible entre los […]
Es cierto que soy un soñador social empedernido, pero pensadores de otros siglos también soñaron sueños que luego se han hecho realidad. Como aquellos que ensoñaron la libertad desde la esclavitud y luego fueron libertados (y a la que, por cierto, muchos están regresando), o aquellos otros que persiguieron la igualdad máxima posible entre los seres humanos, a la que tanta resistencia ofrecen los señores de nuestras sociedades. Pero algún día habrá que dar el paso… En eso consiste mi esperanza.
En el mundo hay suficiente alimento para todos, suficientes techos bajo los que cobijarse, suficiente indumentaria con la que abrigarse y suficientes utillajes con los que recrearse. Todo basta para que todo el mundo coma, para que nadie muera por falta de asistencia y para que nadie exista sin una vida digna y gratificante. Por consiguiente, si hay de todo y para todos ¿qué falta?
Lo que falta es la sinergia de la inteligencia colectiva en estos tiempos prometeicos. Lo que precisa el mundo es que el gobierno de cada una de las naciones más avanzadas en progreso material, sean capaces de evitar que se infiltren individuos depravados por la codicia y por al egoismo de las bestias.
En estos momentos no es que la economía, abandonada a su ruin y a menudo siniestro engranaje, lo condicione todo y tiranice a los más débiles; es que, concebida como regulador «natural» de la convivencia, unos cuantos han hecho de ella un instrumento de depredación implacable sobre inmensas mayorías.
La aritmética y la contabilidad sólo han de utilizarse no para facilitar los abusos, sino para distribuir equitativamente los recursos disponibles, que son muchos. Como rey que se tiene de la creación, cada humano debe poner su inteligencia al servicio de la colectividad pues ya que los que mandan en el mundo dicen guiarse por el iusnaturalismo en lo jurídico y por las leyes naturales en lo social, habrán de recordar que también en la Naturaleza hay ejemplos de especies animales que ponen la suya cuidadaosamente al servicio de sus congéneres, y no son precisamente consideradas especies inferiores sino todo lo contrario.
Calificar a este llamamiento que hago aquí de utopía, equivale a aceptar como fatalidad la mayor bajeza de la condición humana: esa indiferencia ante el sufrimiento de sus semejantes. Quienes se han encaramado al poder y, directa o indirectamente, lo detentan tienen el deber de hacerla realidad por imperativo de esa inteligencia. Sólo el ser humano puede presumir de ella si eleva su conciencia y se dedica a la ímproba tarea de transformar al mundo y cada sociedad para lograrlo. Todos podemos ser felices, y nadie está condenado de antemano a la desgracia de carecer de lo más indispensable.
Por eso digo que este anhelo no es un sueño. Lo que es una pesadilla es la cerrazón y resistencia de quienes manejan los recursos y la economía, y la de quienes les sirven de soporte desde la política, a elevar un peldaño su conciencia para hacer del planeta (y en especial a esta sociedad española) un lugar donde no sea el odio lo que cierre el paso al vivir en paz y a la creatividad…
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