El aprecio por la literatura fantástica es una de las características, íntimas e inofensivas, que divide a las personas en bandos. A algunas les parece de serie B, apta sólo para público infantil. Para otras, la fantasía y la ciencia ficción son ese maravilloso lugar donde puede florecer sin ley toda la poesía, toda la […]
El aprecio por la literatura fantástica es una de las características, íntimas e inofensivas, que divide a las personas en bandos. A algunas les parece de serie B, apta sólo para público infantil. Para otras, la fantasía y la ciencia ficción son ese maravilloso lugar donde puede florecer sin ley toda la poesía, toda la denuncia, toda la utopía. ¿Se puede ser feminista sin leer a Ursula K. Le Guin? Por supuesto, pero es una pena perdérselo…
Arkaitz León (Bilbao, 1985) afronta en Relatos de Mirthad (cuyo segundo volumen, Un pueblo perdido, acaba de publicarse, siendo el primero Las Tierras en Juego) el reto de unir ambición literaria con denuncia social. Ávido lector, con Margaret Weis, Tracy Hickman, Luis Sepúlveda, Gustavo Duch, Michael Ende y, sobre todo, Tolkien como sus principales influencias, plantea una obra amplia, auténtico mundo nuevo donde dar cabida a muchos temas e hilos narrativos. Como en las mejores sagas, ésta va adquiriendo intensidad y complejidad a medida que avanza la lectura.
Varios factores moldean sus libros. Por una parte, su experiencia de ecología social y vida comunitaria en Lakabe, un pueblo recuperado y autogestionado de Navarra. Muchos de sus planteamientos cuestionadores del desarrollismo o la acumulación nos suenan auténticos porque lo son y se enuncian con la convicción y sencillez de lo que se vive día a día. Esa autenticidad ecologista es una de las bellezas del relato.
Otra clara influencia es la de las lecturas anteriores del autor, al que se adivina cómodo en tierra fantástica, como un lugar al que vuelve con frecuencia. Y otro elemento muy bienvenido es el modo de plantear roles de género: la protagonista femenina tiene tanta fuerza e iniciativa como sus compañeros.
La primera obra, Las Tierras en Juego, nos sitúa en Mirthad, introduce el conflicto y da comienzo a un largo viaje. El mundo tiene el encanto de lo amplio y desconocido.
Se nos plantea una dicotomía entre sus principales personajes: elfos que representan el ideal de convivencia pacífica y ecologismo, y humanos más defectuosos, entre los que han proliferado los elementos más oscuros del relato: mercaderes que acumulan poder y fuerza sin escrúpulos y gronzsors, poderosos y malvados magos.
En este último caso, Arkaitz, en vez de construir a partir de arquetipos conocidos, crea un ser totalmente nuevo, de gran importancia para la historia. En sus palabras, «los gronzsors los creé como símil de los más hábiles mercenarios al servicio de las multinacionales, principalmente de agencias que interfieren en América Latina, África, etc… como la CIA o mercenarios propios de las multinacionales, que no tienen ningún escrúpulo en exterminar, esclavizar o desterrar poblaciones locales».
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/30182-elfos-defienden-ecologismo.html
Me gustan especialmente las escenas en que al elfo se le ve vulnerable frente a estos magos: con tintes más oscuros ganan mucho. Y en esa línea, las mayores simpatías las despiertan los humanos, por fallidos. El fornido e impulsivo Grandolk nos trae recuerdos de otros maravillosos grandullones, como el Fezzik de La princesa prometida.
La elección de Arkaitz de situar a un elfo, tan perfecto física y moralmente, en el centro del relato es arriesgada (y se va matizando a partir de la segunda novela). Se compensa con su apuesta por hacer de ésta una aventura muy compartida: aunque el elfo es claramente el líder, las intervenciones de sus compañeros son continuas, aportando matices y humor.
La saga puede comenzarse desde cualquiera de estas primeras novelas. El final de la primera abre la puerta a un nuevo reto: enfrentado el mal en casa, los protagonistas cobran conciencia de que deben ir a combatirlo más allá. Afrontarán este desafío a lo largo del segundo volumen, Un pueblo perdido.
Es un nuevo reto también para el autor, que necesita una visión más amplia, pero parafraseando a nuestro adorado Michael Ende, ésta es otra historia y debe ser dejada para otra ocasión… y para cada lector y lectora que se lance a descubrir la magia de Mirthad.