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La defensa del pueblo palestino, el viejo colonialismo y el genocidio israelí

Fuentes: Rebelión

El 7 de octubre Hamás, organización político-militar palestina, propinó un atentado terrorista a Israel, que dejó un saldo de aproximadamente 1.200 muertos, 5.000 heridos y 240 personas secuestradas.

La respuesta de Israel fue un implacable bombardeo antes de entrar a la Franja de Gaza (un pedazo de territorio de solo 360 kilómetros cuadrados, donde viven más de 2.2 millones de palestinos) con sus fuerzas terrestres. Hasta el momento, Israel ha asesinado a más de 21 mil palestinos, ha dejado heridos a otras 52 mil personas y 6.700 palestinos están contabilizados como “desaparecidos” hasta el 27 de diciembre; es decir, son de hecho cadáveres que están entre los escombros. Las fuerzas israelíes han dejado destruidas o dañadas además más del 50% de las viviendas de los palestinos y han destruido gran parte de su infraestructura de servicios básicos, además de que el 80% de su población ha sido desplazada. Hoy en día solo uno de cada diez palestinos tiene qué comer. Palestina vive una tragedia y funcionarios de la ONU han afirmado que Gaza es inhabitable y que no hay palabras para describir la destrucción ocasionada por el Estado de Israel a esta ciudad.

Las diferencias en cuanto a potencia militar entre Israel y Hamás son abismales y, como se puede observar, los desastres ocasionados por uno y otro bando son también largamente distantes, llevándose el pueblo de Gaza de lejos la peor parte. El poder de fuego de Israel amenaza con exterminar a una parte mayor del pueblo palestino y a expulsarlo de la Franja de Gaza, hacia Egipto y otros países colindantes. (No hay que olvidar, además, el hecho de que el poder de fuego de Israel está coronado por 200 armas nucleares).

Las abismales diferencias en cuanto a destrucción ocasionada nos llevan a usar el término de “genocidio” para referirnos a lo que ha ocasionado Israel en Gaza. Y el atentado de Hamás no justifica de ninguna manera el terrorismo a gran escala desplegado por el nazi-sionismo del Estado israelí contra el pueblo gazatí.

Sudáfrica ha denunciado al Estado de Israel por delito de genocidio contra el pueblo de Gaza ante la Corte Internacional de Justicia este 29 de diciembre. Esta es una denuncia que seguramente recibirá amplio respaldo en el mundo, pero no es seguro que incluso así Israel detenga el genocidio.

El viejo colonialismo: primer hecho histórico que debe ser considerado en el análisis

Si bien es cierto que el atentado del 7 de octubre constituye el contexto más inmediato de la actual frenética embestida israelí, los hechos se encuadran en una historia más larga. Un momento fundamental de esta historia es la invasión armada del territorio palestino por los israelíes en 1948, y la expulsión de sus hogares de más de 750 mil palestinos ese mismo año, hecho conocido como “al Nakba” (“éxodo” o “la catástrofe”, en árabe), con el espurio argumento de que esa es la “tierra prometida” que Dios tenía reservada para los judíos.

Se trata entonces de un hecho del viejo colonialismo abierto y descarado que ocupa y roba territorios ajenos, y somete a su población a trabajos forzosos y/o los diezma y extermina físicamente. Este viejo colonialismo persiste hasta nuestros días, pues en lo fundamental Israel ha ocupado el territorio del pueblo palestino y éste ha sido reducido a la Franja de Gaza y a Cisjordania, instalando así un régimen de apartheid.

En Cisjordania, incluso, el Estado de Israel ha implementado una política de colonización armada y solo desde el 7 de octubre fueron asesinados 289 palestinos. En la Franja de Gaza los palestinos son permanentemente hostilizados, atormentados y silenciosamente asesinados de múltiples maneras sin que nadie diga nada: les bloquean el acceso a alimentos y medicamentos, les controlan y cortan el acceso a agua potable y luz eléctrica, los pescadores han sido muchas veces asesinados, los vigilan con drones de última generación, etc. Los palestinos no pueden entrar y salir libremente de la Franja de Gaza porque son controlados por las fuerzas armadas de Israel. Por eso se dice que la Franja de Gaza es la prisión a cielo abierto más grande del mundo, aunque con mayor precisión otros la llaman un campo de concentración.

Como en sistemas coloniales anteriores (el español o el inglés, por ejemplo), las autoridades israelíes han sostenido que los palestinos son animales y subhumanos que solo pueden entrar en razón mediante la violencia más extrema. Conforme a esta ideología supremacista y racista, los palestinos son una población sin derechos en su propio territorio. A los palestinos incluso se les niega el derecho elemental a seguir sus ritos religiosos en condiciones normales en los lugares históricos considerados sagrados por ellos.

Los bombardeos de Israel se han concentrado en la zona norte de la Franja de Gaza, obligando a los palestinos a irse al sur, cerca de la frontera con Egipto, lo cual muestra que la intención del Estado terrorista de Israel es expulsar al pueblo palestino de la Franja de Gaza hacia Egipto y así adueñarse definitivamente de ese territorio y eliminar definitivamente también al pueblo palestino como sujeto político, como ha sostenido un historiador palestino-norteamericano. (Decimos “Estado terrorista de Israel” porque no cabe otro calificativo para un Estado que viene masacrando niños, mujeres y adultos y viene destruyendo la ciudad de Gaza).

El viejo colonialismo, si bien se ha reducido en el mundo a su mínima expresión, pervive en Palestina, y es en ese marco (el del viejo colonialismo, valga la redundancia) en el que hay que comprender el atentado de Hamás, por mucho que nos lleve a una condena moral. Y en el análisis de los últimos acontecimientos ese hecho histórico no puede estar ausente, como lamentablemente lo está en el análisis de varios intelectuales.

Movilizaciones sociales, aislamiento diplomático de Israel y la respuesta de esta potencia militar

Las movilizaciones sociales de protesta contra el genocidio israelí no se han hecho esperar en el mundo. Se han producido movilizaciones sociales en los países árabes, en América Latina, los Estados Unidos y en Europa. En Gran Bretaña, una de las movilizaciones sociales llegó a contener a 300 mil personas. En los propios Estados Unidos e Israel se han producido importantes movilizaciones contra el genocidio israelí, desde grupos de activistas sociales de diverso tipo hasta grupos de judíos han deslindado claramente con el sionismo criminal. Con todo, es un hecho que es necesario que el repudio contra Israel se manifieste con mayor fuerza porque lo expresado hasta el momento no es suficiente para obligar a esa potencia a detener el genocidio.

En el plano de la diplomacia, una vez más Israel y Estados Unidos han sido derrotados. En la Asamblea General de la ONU del 12 de diciembre, 153 países votaron a favor de un alto el fuego, 23 países se abstuvieron y solo 10 países votaron en contra del alto el fuego. Entre esos 10 países estuvieron, desde luego, Israel y Estados Unidos. La solicitud de alto el fuego ha sido tardía, pero es sintomático que el resultado de la votación exprese el aislamiento de Israel en la comunidad internacional.

No obstante que la inmensa mayoría de países votó por un alto el fuego, Israel ha continuado bombardeando Gaza y masacrado impunemente a su población civil. Israel puede hacerlo porque tiene el poder de las armas y un gran aliado militar, diplomático y financista: los Estados Unidos de Norteamérica. Además, hay que tomar nota de que estos acuerdos tomados en la Asamblea General de la ONU no son vinculantes, o sea que la ONU no tiene de hecho forma de limitar el accionar de los poderosos y criminales. Días antes, el Consejo de Seguridad de la ONU, cuyas resoluciones sí son vinculantes, había votado por un alto el fuego, pero Estados Unidos vetó esa resolución.

Estados Unidos enfrenta el declive de su hegemonía haciendo un uso mayor de la fuerza. No en vano Estados Unidos tiene cerca de 900 bases militares alrededor del mundo e invierte anualmente fortunas astronómicas en armamento y en “ayuda militar” a Israel. Esta potencia es una ficha clave de Estados Unidos en el Medio Oriente (“Si no existiera Israel, nosotros tendríamos que inventarlo”, ha dicho Biden en la década de 1980), pues Israel defiende los intereses de Estados Unidos y los suyos propios en esa región, un espacio clave por su riqueza petrolera y por razones geopolíticas.

Las guerras son inherentes al sistema capitalista e imperialista. El militarismo es un rasgo central del imperialismo y expresa el parasitismo de este sistema que se constituye en un obstáculo fundamental para la paz y el desarrollo de los pueblos del Medio Oriente y del mundo. Dentro de este marco, lamentablemente no vemos solución en el corto plazo para la tragedia del pueblo palestino, dada la presencia dominante que tienen Estados Unidos e Israel en esa región. Por eso, este sistema, que se ha constituido en el peligro más grande para la humanidad, debe ser derrocado, si queremos la paz y una vida digna para todos.  

Santiago Ibarra es sociólogo y trabaja como docente en la Universidad Mayor de San Andrés.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.