Recomiendo:
0

Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre El Frente Popular. Victoria y derrota de la democracia en España (II)

«En el caso alemán tan importante, o más, que la división obrera fue la aceptación de la derecha tradicional, la política y la social, al ascenso de Hitler»

Fuentes: Rebelión

Catedrático de Historia Contemporánea en la UAB, José Luis Martín Ramos es especialista en la historia del movimiento obrero y es autor de numerosos estudios sobre los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y en el conjunto de España. Entre sus últimas publicaciones, ambas en la editorial Avenç, La rereguarda en guerra. […]

Catedrático de Historia Contemporánea en la UAB, José Luis Martín Ramos es especialista en la historia del movimiento obrero y es autor de numerosos estudios sobre los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y en el conjunto de España. Entre sus últimas publicaciones, ambas en la editorial Avenç, La rereguarda en guerra. La Guerra civil a Catalunya, 1936-1937 (2012) y Territori capital. La La Guerra civil a Catalunya, 1937-1939 (2015).

***

-Nos centramos ahora, si te parece, en el primer capítulo del libro. Su título: «Razón y nacimiento del frente popular en Europa». ¿En Europa? ¿En qué países fueron importantes los frentes populares?

-Fuera de Europa sólo en Chile prosperó la formación del frente popular; en China la inestable convergencia del Kuomintang y el PC Chino contra la invasión japonesa no fue un frente popular. En Europa la política del frente popular tuvo sus principales éxitos en Francia y España; también se desarrolló entre una parte del exilio italiano; por el contrario so cuajó en el alemán, en el que incluso dentro del KPD tenía importantes resistencias; en Bélgica lo rechazó de plano el Partido Obrero Belga, que prefirió una alianza con los católicos y los liberales; en Gran Bretaña, la debilidad del PC impidió que se materializara, no obstante el frentepopulismo tuvo un importante impacto entre la intelectualidad.

-¿La idea de los frentes populares fue una idea emanada de la Internacional Comunista?

-Fue una propuesta elaborada entre la dirección de la Internacional Comunista y la dirección del PC Francés, de manera singular Maurice Thorez.

-¿Qué autores teorizaron o promovieron esta idea de los frentes populares?

-No hay una elaboración teórica previa. Fue una respuesta política, primero defensiva, ante lo que parecía el imparable avance del fascismo. Aunque conectó con las reflexiones de los comunistas italianos, sobre todo con la asunción de una etapa de transición entre la lucha contra el fascismo y el triunfo del socialismo y el proyecto de la revolución popular; ello habilitó a Togliatti para teorizar a posteriori.

-¿Cuál fue el primer país en el que se constituyó un frente popular?

-En Francia; de una manera casi definitiva tras la celebración unitaria del 14 de julio de 1935. Después vino España, en enero de 1936.

-¿Por qué no fue posible en Alemania, así de entrada, un frente popular contra el auge y victoria del nazismo? ¿Estaban ciegos? ¿Confiaron demasiado en sus fuerzas? ¿No vieron la bestia?

-No fue posible ni siquiera un frente único entre la socialdemocracia y el partido comunista. Habitualmente se acusa a esta última de ser responsable de la división, pero eso ni es justo, ni es cierto.

-¿Por qué?

-Es verdad que la consideración de que el enemigo principal era la socialdemocracia -la que correspondía a la política de «clase contra clase» y de la tesis del socialfascismo- movilizó en sentido equivocado al KPD. Sin embargo la responsabilidad mayor de la división incumbe al SPD, que gobernaba la mayor parte de Alemania, el land de Prusia, dos terceras partes del territorio y la población de la república. Primero dando apoyo a la política deflacionista, que propició el ascenso del nacionalsocialismo entre las clases medias y el mundo agrario; y reprimiendo la protesta obrera contra esa política, porque estaba organizada por el KPD. Luego negándose a combatir contra la intervención del gobierno de Prusia y contra el ascenso de Hitler al poder. Para el SPD el enemigo principal era el comunismo La afirmación de Otto Wels, en 1933, lo dice todo: «no debe ser que las masas desesperadas derriben a Hitler para ayudar a establecer el dominio del bolchevismo». Wels era el máximo dirigente del SPD. Y cuando Wels afirmó eso, con Hitler ya en el poder, el KPD ya había empezado a rectificar y a proponer una acción conjunta, una huelga general, para derribar a Hitler. Es obvio que no vieron la bestia; que no vieron que el enemigo principal era el nacionalsocialismo. Pero también es cierto que el KPD empezó a rectificar y el SPD mantuvo su posición intransigente, incluso en el exilio.

-¿Y a qué atribuyes esa actitud intransigente? ¿Ceguera, anticomunismo?

-La de la dirección del SPD fue una manifestación de anticomunismo, sin duda; equivalente al antisocialismo de la doctrina del «socialfascismo». Habitualmente se ha subrayado este último comportamiento y se ha ignorado el primero. El anticomunismo socialista tiene una larga trayectoria en el caso de Alemania, desde la revolución de noviembre de 1918; hay un libro de Noske, «La revolución alemana», publicado en castellano por Seix Barral en 1921, con traducción de Manuel Reventós, que es un ejemplo indiscutible de ello. Reproduzco un fragmento: «La explicación del asesinato de Rosa Luxemburgo y de Liebknecht, hay que buscarla en la frenética excitación que aquellos días imperaba en la capital prusiana. Durante un par de semanas, Liebknecht había corrido como un energúmeno de un extremo a otro de la ciudad, predicando la rebeldía. A él y a Rosa Luxemburgo es imputable la mayor parte de la responsabilidad por el hecho de que la transformación del Estado, empezada sin violencia, hubiese venido a convertirse en una guerra civil, con todos los horrores consiguientes…». El 1º de mayo de 1929, una manifestación convocada por el KPD en Berlín fue disuelta a tiros por la policía del Land de Prusia, bajo la autoridad del socialdemócrata Otto Braun, con un saldo de 32 muertos; Braun y la socialdemocracia responsabilizaron del episodio a los comunistas, por manifestarse sin permiso. El sucio truco de imputar a la víctima la responsabilidad de su desgraciada suerte. Detrás del error de la tesis del «socialfascismo» había una realidad muy dura de confrontación. La dirección socialdemócrata, Ebert, Wels, Otto Braun, presidente del Land de Prusia, no varió nunca esa posición hostil hacia el KPD; ni siquiera después de la llegada de Hitler al poder.

-Hablas de las catástrofes sucesivas de la socialdemocracia en Alemania y Austria. ¿Cuáles fueron los principales errores que dieron en esas catástrofes?

-No solo hay errores, hay que considerar también la actuación del contrario. En el caso alemán tan importante, o más, que la división obrera fue la aceptación de la derecha tradicional, la política y la social, al ascenso de Hitler; Hitler acabó ocupando todo el espacio de la derecha y buena parte del centro, porque ambos no solo se lo permitieron, sino que lo facilitaron. Los comportamientos de Von Papen, buscando el pacto con Hitler, o del nuncio Eugenio Pacelli, pactando con éste la disolución del partido católico y la instauración de un régimen de partido único, fueron más determinantes que la división obrera.

-¿Y en Austria?

-En Austria, el proceso paralelo fue la evolución del partido social-cristiano de Dolffuss hacia el autoritarismo, que abrió la puerta a la hegemonía nacionalsocialista.

Dicho eso, por lo que se refiere a los partidos obreros, en Alemania el ascenso del nacionalsocialismo se benefició de la división obrera; y en Austria, la unidad obrera, conseguida en última instancia en la insurrección defensiva de Viena de febrero de 1934, se manifestó insuficiente para frenar al fascismo.

-Al referirte a la respuesta socialdemócrata, titulas el apartado «entre el nuevo revisionismo y la división». ¿Qué nuevo revisionismo fue ese?

-El nuevo revisionismo fue el de Henri de Man y Marcel Déat, que sostuvieron que para hacer frente al fascismo había que atraer a las clases medias, con un programa que abandonará el objetivo de la socialización y sustituyera el principio de la transformación del régimen de propiedad por el de la gestión y la redistribución, y que, además, sustituyera la retórica -en su opinión- nacionalista por un discurso nacional. Blum le respondió a Déat y los suyos que con esa posición lo que hacía, precisamente, era propiciar el triunfo definitivo de la contrarrevolución fascista. De Man y Déat, sobre todo el último, se convirtieron en figuras malditas a partir de 1940: De Man porque llamó a no oponer resistencia a la invasión alemana y Déat porque se convirtió en uno de los principales colaboracionistas, del régimen de Petain; por ello sus nombres desaparecieron del panteón socialdemócrata, pero no sus ideas que se incorporaron a la transformación de la socialdemocracia en liberalismo keynesiano y poco más.

-¿Cómo pudo la IC llegar a teorizar y a generar prácticas políticas bajo la, digamos, noción de socialfascismo? ¿Cómo pudo llegarse a tamaño disparate? ¿Tal faltos de matices estaban?

-Fue un proceso complejo, que tardó en consumarse. Su primera formulación correspondió al ala izquierda del KPD y a Zinoviev, que en 1924 la asumió, para hacer frente de una posición «de izquierdas» a las críticas de Trotsky. Pero entonces no prosperó, por la oposición de Bujarin y otros dirigentes comunistas, como los italianos o los suizos. A finales de los años veinte Stalin la hizo suya, para mantener en tensión agitatoria a un comunismo europeo sometido al desgaste de la frustración; y sobre todo, se consagró después de la crisis de 1929, asociada a la hipótesis, economicista, del desenlace inevitable de la crisis económica en revolución, que sólo estaría impedida por el freno y la contramarcha de la socialdemocracia (que era la que estaba en el gobierno, o apoyando gobiernos, en Gran Bretaña, Alemania, Francia, Suecia…). Aún así, todavía se mantuvieron resistencias a la adopción de esa tesis, por parte de Togliatti y Humbert-Droz (también de Gramsci, desde luego, en la cárcel); que finalmente aceptaron someterse al acuerdo de la mayoría de la IC y del PC Ruso. La adopción de la tesis de la revolución inmediata y del socialfascismo, es decir de la traición en el seno de la misma clase trabajadora, fue además un instrumento político de Stalín para imponer la nueva política económica de la colectivización forzosa y el plan quinquenal, y de la consideración de contrarrevolucionaria toda disidencia.

-Te cito: «El triunfo de Hitler y su fulgurante destrucción de la república democrática supuso un duro baño de realidad y no pudo por menos que ser vivida en el campo comunista como el fracaso de la política seguida». ¿Por qué fue necesario espera a eso, a esa derrota tan enorme, y de tan graves consecuencias?

-El triunfo de Hitler desmintió muchas cosas. Desde luego que las políticas seguidas fueran las adecuadas. Se había fracaso en la acción. Pero también, y principal, que el desenlace político de la depresión económica fuera la revolución; se había evidenciado en Alemania, estaba a punto de confirmarse en Austria y amenazaba con serlo también en Francia y en Bélgica. La ola expansiva del fascismo fue tremenda; y esa onda expansiva volvió a poner de actualidad el peligro de ataque exterior a la URSS, que actuó como argumento de diálogo entre la derecha tradicional y la nueva derecha fascista. Se había fracasado en el análisis y en la prospectiva. De un discurso de propaganda ofensivo ( la revolución inminente, el ataque al socialfascismo…) se tuvo que pasar a una posición defensiva inmediata.

-Hablas de Barbusse, un novelista olvidado. ¿Nos explicas brevemente algo que quieras destacar de él?

-Yo no te sabría valorarlo como novelista. Su literatura tuvo impacto de masas en los años veinte; primero con una posición crítica sobre la guerra, luego de admiración de la revolución rusa, traducida en una novelística «proletaria». Militante comunista desde 1923, y se mantuvo toda su vida en las filas del movimiento comunista, defendiendo la revolución e octubre. Mantuvo relación directa con Stalin, cuya personalidad le cautivó; Stalin tenía una gran capacidad de seducción. De manera que fue uno de los intelectuales públicos del comunismo. Y tuvo la gran suerte de morir en vísperas del triunfo del Frente Popular, en septiembre de 1935.

-¿Hay que escribir aún un elogio de Dimitrov o todo el mundo valora en su justa medida su importancia?

-Desde luego yo haría un elogio político de Dimitrov, fuera del culto a la personalidad. No fue un simple correveidile de Stalin, como se le ha presentado; y los trabajos más reciente sobre su correspondencia con Stalin (editadas y comentadas por Dalin y Fisov), o su dietario, ponen de relieve una personalidad propia; que contradice y fuerza la mano a Stalin y le lleva a abandonar todas las reticencias que este último tenía todavía sobre la socialdemocracia. Tuvo además, el acierto de repescar para tareas de dirección de la Internacional a cuadros como Togliatti o Humbert-Droz, puestos bajo sospecha por su anterior relación con Bujarin.

-¿Stalin estuvo ciego ante la situación en todo momento o fue capaz de ver mucho más allá de lo que otros?

-Stalin no estaba ciego, veía; lo que no significa que interpretara adecuadamente la situación ni optara por la mejor solución. Un ejemplo: en 1928-1929 tanto él como Bujarin se empezaron a temer el retorno inmediato de la amenaza sobre la URSS. Los dos vieron, y vieron bien; pero mientras Bujarin buscó una respuesta que no rompiera las alianzas sociales en el estado soviético y lo preparara para una guerra próxima manteniendo el mayor acuerdo, Stalin optó por forzar la máquina, desconfiaba de la reacción del campesinado y asumió la tesis de la intensificación de la industrialización que no podía tener sino costes sociales extraordinarios. Esa opción obligó a Stalin a la política de represión absoluta de toda disidencia; empezando por la interna. Si él obligaba a acelerar el ritmo a la sociedad soviética, no podía hacer otra que obligar a forzar el ritmo a todo el movimiento comunista.

-Por cierto, ¿el trotskismo estuvo a favor de los frentes populares o siguieron defendiendo la política del frente único siempre y en toda circunstancia?

-Trotsky estuvo siempre en contra del Frente Popular (que no excluía el frente único, todo lo contrario), y se mantuvo en una posición que sostenía que el eje de la lucha contra el fascismo era la unidad del movimiento obrero y la propuesta inmediata de la revolución socialista. La derrota de la insurrección obrera de Viena ya puso de relieve la insuficiencia de esa propuesta.

-No hablas mal de Maurice Thorez, más bien lo contrario. ¿Estuvo a la altura de sus difíciles circunstancias?

-Thorez ha sido una figura menospreciada; incluso frecuentemente por su origen obrero, al que se le suponían menores luces o potencia intelectual que otros. Sin embargo, su intuición sobre un frente amplio, que fuera más allá de la unidad de acción con los socialistas, se anticipó a todos, Dimitrov, Togliatti y Stalin incluidos. Lo hizo en el otoño de 1934, proponiendo un pacto también con los radicales; y el PCF empezó a llevarlo a la práctica, de manera satisfactoria, en elecciones parciales. Incluso un historiador hostil como Pierre Brouè le concede esa iniciativa. Y no le resultó fácil que la dirección de la IC, y por tanto Stalin también, lo aceptaran; no lo hicieron de manera definitiva hasta enero de 1935. En el proceso histórico de la construcción del frente popular constituyó un punto de inflexión fundamental.

-Te vuelvo a citar: «Contra esa evidencia absoluta, una determinada historiografía, todavía hoy muy presente, sostiene que la propuesta del Frente Popular era en realidad el Caballo de Toya del comunismo». ¿Esa historiografía tiene adeptos en España en estos momentos? Sin usar esa terminología, alejándome de ella, ¿no es cierto acaso que los partidos comunistas usaron o estuvieron en esos frentes populares con varios objetivos y que uno de ellos pasaba por empujar u orientar la sociedad en la que intervenían en una dirección socialista o reformista muy radical para seguir más tarde hacia metas aún mayores?

-Son dos cuestiones.

-De acuerdo, una por una.

-A la primera te respondo que la mayoría de la historiografía, desde Payne hasta Elorza, pasando por Beevor o el revisionismo historiográfico español (Álvarez Tardío, etc.) así lo sostienen; faltando a la realidad. Para subrayar que no se trataba de ocupar, so pretexto del fp, ninguna instancia de poder, la IC acordó que los PCs no se integrarían en ningún gobierno de FP, pasando a apoyarlos desde el parlamento con toda la lealtad necesaria para su supervivencia.

A la segunda te respondo que rotundamente no. No pretendieron nunca aprovecharse subrepticiamente de esa política. Otra cosa es que el movimiento comunista en su acción política persiguiera a través de sus comportamientos inmediatos el avance hacia su objetivo final. ¿Qué hay de extraordinario en ello? Es lo que pretende por principio cualquier formación política, socialista, liberal, demócrata-cristiana…No conozco ninguna formación política seria que no pretenda con sus actos cotidianos hacer avanzar sus objetivos generales. Por otra parte, la práctica del Frente popular y su evolución durante la guerra de España llevó a que en el movimiento comunista se reformulara la concepción del proceso revolucionario, introduciendo la propuesta de la revolución popular.

-«Faltando a la realidad» has dicho hace un momento. ¿Historiadores que faltan a la realidad? ¿Por qué? ¿Pero no se trata precisamente de lo contrario?

-He dicho faltando a la realidad porque no se trata de una cuestión de interpretación, sino de falseamiento flagrante de los hechos. Está demostrado, por el derecho y el revés, que los comunistas no pretendían hacerse de matute con el control del gobierno y el estado; que Stalin y Dimitrov rechazaron en 1937 y 1938 la entrada de los comunistas franceses en el gobierno, que solo la aceptaron en el caso de España por la situación de guerra civil; o que, cuando alguna organización comunista local en España, se ponía en posiciones de control hegemónico pretendiendo asumir todo el poder, fue desautorizada tanto por la dirección del PCE como por Togliatti. Togliatti tenía especial cuidado en esa cuestión. Lo curioso es que muchos de esos autores que sostienen que el Frente Popular era una maniobra de control del poder luego, para darle más caña al mono comunista, asumen también la crítica trotskista de haber, supuestamente, renunciado a la revolución. ¿Por qué faltan a la realidad’ Habrá que preguntárselo a ellos.

-Al final del capítulo comentas que Stalin se opuso a la presencia de los partidos comunistas en los gobiernos. A veces, sin ningún éxito en su oposición (por ejemplo en el caso de España). Dos preguntas sobre esto. ¿y por qué se oponía con tanto ahínco? ¿No era una forma de tener más poder e influencia? ¿No era una forma de avanzar en la estrategia comunista internacional y de rebote en la defensa de la URSS?

-Ya te he respondido que el objetivo de Stalin en la política de Frente Popular no era el de controlar desde dentro los sistema políticos nacionales de la Europa democrática; sino favorecer que en ésta no se produjera un mayor avance del fascismo y que se adoptara una política internacional conjunta contra la agresión nazi. Si esto último no se consiguió fue porque el gobierno británico no quiso y el francés se subordinó a ello. En sus últimos esfuerzos por llevar a ambos a una oposición beligerante antifascista, ya en los tiempos de la guerra de España y ante la falacia de la no intervención, Stalin insistió en mostrar prendas de actitud y por eso planteó que los comunistas españoles salieran del gobierno de la República; no era un empecinamiento era su intento de respuesta al momento político europeo de finales de 1937 y comienzos del 38, dominado ya por el apaciguamiento. Los comunistas españoles, transgrediendo el acuerdo del VIIº congreso de la IC y a pesar de las reticencias de la dirección de la IC y de Stalin se habían incorporado por expresa petición de Largo Caballero para constituir un gobierno unitario al que también se sumaron más tarde los anarquistas. La guerra obligó a todos a modificar posiciones y la guerra modificó el frentepopulismo que pasó de defensivo a propositivo, con transformaciones sociales. Aquel acuerdo del VIIº congreso era válido para un frentepopulismo defensivo en una situación de paz; pero no para un FP en guerra obligado a tomar la iniciativa para ganarla en el campo político interno. Los comunistas españoles y catalanes rechazaron que fuera oportuno abandonar el gobierno (lo explico más adelante en el libro) y Stalin acabó aceptando esa posición, en contra de su parecer inicial

-La segunda pregunta: el no éxito, el fracaso estalinista en algunos casos, ¿no es contradictorio con la afirmación de que Stalin y sus más próximos lo dirigían todo y que nadie lograba oponerse a sus designios si quería seguir con vida? ¿Fue o no fue la IC una prolongación sin disidencia de los deseos y objetivos estalinistas?

-Esa visión es esquemática. Stalin no permitió disidencias en la gestión de la URSS, y tampoco del movimiento comunista; pero eso no significa que no aceptara opiniones diferentes e incluso las siguiera. Antes de 1939 lo manifestó en el apoyo dado a Litvinov, frente a Molotov incluso. Y en la IC hubo dinámicas nacionales, a pesar de su condición de «partido mundial»; antes de Stalin y con él. La relación entre comunismo y estalinismo, entre movimiento comunista y Stalin es más compleja que esa caricatura y me temo que tendríamos que meternos en otro libro y otra larga entrevista para entrar en ello. Me conformo con apuntar solo, por ahora, que no fue tan lineal, tan monocorde; lo que, obviamente, no significa variar la interpretación negativa, sin matices, que tengo del estalinismo.

-Pasamos al segundo capítulo si te parece.

-Me parece.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes