Böhm-Bawerk, sin demostrarlo, trata de deslegitimar la tesis de Marx según la cual el intercambio de mercancías es una relación de igualdad. Como Böhm-Bawerk no expone la tesis contraria, que la relación de cambio se basa en la desigualdad, he recurrido a la explicación suministrada por Samuelson y Nordhaus. El error de fondo de Samuelson […]
Böhm-Bawerk, sin demostrarlo, trata de deslegitimar la tesis de Marx según la cual el intercambio de mercancías es una relación de igualdad. Como Böhm-Bawerk no expone la tesis contraria, que la relación de cambio se basa en la desigualdad, he recurrido a la explicación suministrada por Samuelson y Nordhaus. El error de fondo de Samuelson y Nordhaus, y esto ocurre en general con todos los economistas convencionales, es que no distinguen con rigor y precisión el valor de uso de una mercancía de su valor de cambio. Y el error de forma, que a fin de cuentas es también un error de contenido, es que los economistas convencionales siempre se las dan de científicos y de rigurosos, frente a Marx, a quien presentan como un pensador muy dado a las fantasías mentales.
En la sección 1 del capítulo IV de La conclusión del sistema marxiano, Böhm-Bawerk formula siguiente serie de ideas: «En lugar de fundamentar su tesis en la experiencia o, de una manera empírica o psicológica, en los motivos que impulsan a la gente, Marx prefiere ofrecer un tercer tipo de demostración, sin duda alguna bastante singular para un tema semejante; elije la vía de una demostración puramente lógica, de una deducción dialéctica de la esencia del intercambio.
Marx encuentra ya en el viejo Aristóteles la idea de que «el cambio no puede existir sin la igualdad, y la igualdad, a su vez, sin conmensurabilidad». En esta idea se apoya ahora. Imagina el cambio de dos mercancías bajo la forma de una ecuación, deduce que en las dos cosas que se intercambian, y que por lo mismo se equiparan, «existe un algo común de la misma magnitud», y procede luego a precisar esta cosa común a que deben poder ser reducibles en cuanto valores de cambio las cosas equiparadas.
Quisiera observar de pasada que ya el primer supuesto, según el cual en el intercambio de dos cosas tiene que manifestarse una igualdad entre ambas, me parece muy poco moderno -lo cual, al fin y al cabo, podría no tener importancia alguna- pero también poco realista y, hablando francamente, erróneo. Donde reinan la igualdad y el equilibrio perfecto no se produce ninguna variación en el estado de quietud existente. Por lo tanto, si tratándose del intercambio la conclusión es que las mercancías cambian de dueño, ello indica más bien que existe una cierta desigualdad o preponderancia, que es lo que ha provocado la variación…De hecho, la economía política moderna está de acuerdo en que la antigua concepción escolástica-teológica de la «equivalencia» de los valores que se intercambian es inadecuada. Pero no deseo mantenerme más en este punto».
Aunque Böhm-Bawerk no quiere mantenerse más en este punto, no vamos a permitírselo. Es importante saber en qué consiste esa llamada a la experiencia de la que habla el economista austriaco, y donde incluye la psicología y el análisis de los motivos que impulsan a la gente. Así que recurriremos a la explicación que nos ofrecen los afamados economistas Samuelson y Nordhaus en su magna obra Economía. En el capítulo II, donde explican el mecanismo del mercado, esto es, el intercambio de mercancías, se expresan en los siguientes términos: «Los precios representan los términos en los que las personas y las empresas intercambian voluntariamente las diferentes mercancías. Cuando una persona acepta comprar un Ford a un concesionario por 4.050 dólares, eso indica que para ella el Ford vale más de 4.050 dólares y que para el concesionario 4.050 dólares valen más que el Ford». Nos decía Böhm-Bawerk que Marx debió basarse en la experiencia o en los motivos que impulsan a la gente a intercambiar mercancías en vez de usar la vía puramente lógica. Y la descripción que nos ofrecen Samuelson y Nordhaus del intercambio supuestamente está basada en la experiencia y en los motivos que impulsan a la gente a hacer las cosas como las hacen. Así que entremos en detalles.
Objetivamente sabemos que hay un comprador, un vendedor, un Ford y 4.050 dólares. Y lo que ocurre es que el vendedor le entrega al comprador 4.050 dólares y el vendedor le entrega al comprador un Ford. Esta es la experiencia. Y Marx basa su análisis en esta experiencia. Lo que añaden Samuelson y Nordhaus al análisis de este intercambio es la psicología y la motivación que tenemos que suponer tanto en el comprador como en el vendedor. Es evidente que este análisis no hace ni ha hecho historia en la psicología. Afirman que para el comprador «el Ford vale más de 4.050 dólares» y para el vendedor, «4.050 dólares valen más que el Ford». Estos estados psicológicos que Samuelson y Nordhaus suponen en el comprador y en el vendedor no se ven a primera vista. Son vivencias económicas que Samuelson y Nordhaus, profundos y avispados psicólogos, suponen que experimentan el comprador y el vendedor. Lo cierto es que Samuelson y Nordhaus no presentan prueba alguna de que esto sea psicológicamente así. Y lo peor es que aunque fuera así, no cambiaría en nada las circunstancias objetivas del intercambio.
De todos modos será necesario que aclaremos ahora qué significa la palabra «valor» en las expresiones «A vale más de B» y «A vale más que B». Si para el comprador el Ford vale más de 4.050 dólares, suponemos que para él vale, por ejemplo, 4.200 dólares. Ahora la cuestión sería si lo que el comprador supone tiene algún sentido en el mercado, esto es, que una vez que tenga el Ford en sus manos tiene la posibilidad de venderlo en 4.200 dólares. Yo creo que no podrá venderlo en 4.200 dólares, puesto que el concesionario está vendiéndolo a 4.050 dólares. Y al menos que la gente sea tonta, y esto es un supuesto que no debemos contemplar, a igual calidad todo el mundo compra el más barato. Luego, que el comprador suponga lo que quiera, objetivamente el Ford vale 4.050 dólares y no más, y el pagará 4.050 dólares y no más. Ahora veamos el otro lado de la relación de intercambio. Si para el concesionario 4.050 dólares valen más que el Ford, entonces debemos suponer que el Ford vale, por ejemplo, 3.900 dólares. Pero como el concesionario realmente lo vende en 4.050 dólares, la suposición del concesionario que el Ford vale menos de 4.050 dólares carece de validez objetiva. Y si el comprador supiera que el concesionario sabe que el Ford vale menos de 4.050 dólares, entonces se consideraría estafado.
Así que de acuerdo con el razonamiento de Samuelson y Nordhaus el Ford tiene tres valores: el que indica su precio, el que supone el comprador y el que supone el vendedor. Y esto quiere hacerse pasar por rigurosa ciencia. Pero en la práctica lo que supone el comprador y lo que supone el vendedor carecen de validez objetiva. El Ford vale 4.050 dólares. Luego no sabemos qué papel desempeñan en el fenómeno económico en cuestión lo que suponen el comprador y el vendedor. ¡Ah!, sí lo sabemos, nos lo había advertido Böhm-Bawerk, demostrar que «la moderna economía política» considera que el intercambio de mercancías está basado en la desigualdad. Pero no hay tal demostración, los valores del Ford que se suponen en el comprador y en el vendedor, no desempeñan ninguna función en el cálculo económico. Al menos esto es así si consideramos las cosas bajo el punto de vista del valor de cambio, esto es, bajo el punto de vista del precio.
Pero sigamos. No dejemos las cosas sin solución. Busquemos una salida a los planteamientos de los economistas convencionales. ¿Pueden las expresiones «A vale más de B» y «A vale más que B» tener otro sentido que el que le hemos dado? Sí. Marx distingue con todo rigor entre valor de uso y valor, mientras que la economía convencional esta distinción rigurosa no la mantienen. Lo que dicen Samuelson y Nordhaus solo tiene sentido si suponemos que no están hablando del valor sino del valor de uso. Valor de cambio y valor de uso son palabras compuestas; de manera que si hablamos de valor a secas, no sabremos si estamos hablando del valor de uso o del valor. Pero esto es propio de todos los economistas convencionales: confundir de continuo el valor de uso con el valor, el trabajo útil con el trabajo abstracto. Ya Marx en la sección titulada Carácter doble del trabajo representado en las mercancías de El Capital, dice lo siguiente: «Esta naturaleza doble del trabajo contenido en la mercancía la he demostrado yo por primera vez de un modo crítico. Como éste es el punto en torno al cual gira la comprensión de la economía política, debemos examinarlo más de cerca». Por valor de uso entendemos, según Marx, una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas. Las afirmaciones de Samuelson y Nordhaus tienen sentido si en lugar de la expresión «vale» usamos la expresión «necesita». El comprador necesita el Ford, pero como el concesionario no se lo regala, tiene que pagarlo. Por su parte, el concesionario necesita dinero, y como nadie le regala dinero, tiene que vender el Ford para obtenerlo. Cada una de las partes contratantes se enajena de lo propio y se apropia de lo ajeno.
Es cierto que en el intercambio hay desigualdad, pero esta se produce en la esfera del valor de uso y no en la esfera del valor. Escuchemos a Marx en el análisis del proceso del intercambio en El Capital: «Las mercancías no pueden ir por sí solas al mercado ni intercambiarse por sí mismas. Tenemos, pues, que dirigir la mirada hacia sus guardianes, los propietarios de mercancías…Para el poseedor su mercancía carece de valor de uso inmediato. De otro modo no la llevaría al mercado. Tiene valor de uso para otros. Para él, su único valor de uso inmediato es la de ser portadora de valor de cambio y, así, medio de cambio. Por eso quiere enajenarla por mercancías cuyo valor de uso le satisfaga. Todas las mercancías son no-valores de uso para sus poseedores y valores de uso para sus no-poseedores. Por consiguiente, tienen que cambiar universalmente de manos. Mas este cambio de manos constituye su intercambio, y éste las relaciona entre sí como valores, realizándolas como tales. De ahí que las mercancías tengan que realizarse como valores antes de que puedan hacerlo como valores de uso».
Afirmaba Böhm-Bawerk, según la cita transcrita más arriba, que «si tratándose del intercambio la conclusión es que las mercancías cambian de dueño, ello indica más bien que existe una cierta desigualdad o preponderancia, que es lo que ha provocado la variación». Pero según hemos leído ahora mismo en El Capital, Marx afirma que como las mercancías son no-valores de uso en manos de sus poseedores y valores de uso en manos de sus no-poseedores, tienen que cambiar universalmente de manos. Luego Marx, uno, afirma que entre los extremos de la relación de cambio hay desigualdad, y dos, que esta desigualdad es la que provoca el cambio de manos de las mercancías. Así que la crítica de Böhm-Bawerk carece de verdad. Le endosa a Marx un pecado que él no ha cometido. El error de fondo está en el propio Böhm-Bawerk, que no diferencia con rigor el valor de uso del valor. Atendiendo a la pregunta que lleva por título este trabajo, ¿en el intercambio de mercancías predomina la igualdad o la desigualdad? No hay predominio. En el intercambio de mercancías hay igualdad y desigualdad. Las mercancías que se intercambian son iguales en tanto valores y son diferentes en cuanto valores de uso.
En lo que afecta a la crítica de Böhm-Bawerk según la cual Marx prefiere el análisis «puramente lógico» al análisis basado en la experiencia, formulo la siguiente serie de ideas. Aclaremos primero que la economía convencional no hay intentado nunca analizar las formas económicas y mucho menos el dinero. De hecho en la sección titulada La forma del valor o el valor de cambio de El Capital, Marx se expresa en los siguientes términos: «Todo el mundo sabe, aunque no sepa nada más, que las mercancías poseen una forma de valor que contrasta del modo más palmario con las multicolores formas naturales de sus valores de uso, y que es común a todas: la forma de dinero. Se trata aquí de hacer lo que ni siquiera ha intentado la economía burguesa, a saber, de demostrar la génesis de esta forma de dinero,…». Este análisis, como no puede ser de otro modo, tiene que ser necesariamente lógico. Es más cualquier teoría económica, puesto que la teoría no es más que la etapa lógica del conocimiento, es lógica. Lo lógico no es lo contrario de la experiencia, sino la elevación del conocimiento desde la experiencia hasta el concepto. Resulta absurdo que Böhm-Bawerk critique el carácter no científico del análisis de la forma del valor practicado por Marx, cuando ni él mismo ni cualquier otro economista burgués se proponen realizar dicha tarea. Para los economistas burgueses actuales todo viene dado y todo se da por supuesto. No investigan cuál ha sido el proceso lógico-histórico que nos ha llevado del simple treque a la actual forma de valor o signo monetario, sencillamente lo dan por supuesto y afirman, por ejemplo, con Samuelson y Nordhaus en la obra anteriormente referida: «¿Qué es el dinero? El dinero es el medio de pago o intercambio, es decir, las monedas, los billetes y los cheques que utilizamos cuando compramos cosas». ¡Toda una proeza del pensamiento profundo y del rigor científico!
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