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En el vigésimo aniversario del debate entre Zinoviev y Yeltsin

Fuentes: Rebelión

Hace 20 años, un canal francés de televisión transmitía en vivo un debate entre Boris Yeltsin, quien se convertiría más tarde en presidente de la Federación Rusa, y el filósofo Alexander Zinoviev, cuyas memorias acaban de publicarse. El conocido presentador francés Bernard Pívot actuó como moderador de aquel debate, cuyos protagonistas ya fallecieron. En ocasión del aniversario de aquel acontecimiento cultural, Fabrice Fassio nos recuerda quién fue Alexander Zinoviev y subraya la importancia de su obra filosófica y en el campo de la sociología.

In memoriam Flavio Valladares López

En 1978, Alexander Zinoviev, su esposa Olga y Polina, hija de ambos, llegan a Alemania expulsados de su país natal. La acogida de los medios de prensa occidentales a las obras del filósofo ruso es más bien entusiasta. Alexander Zinoviev recibe invitaciones a presentarse ante los medios audiovisuales, sus libros se traducen a varias lenguas occidentales y numerosos críticos literarios elogian su talento como escritor. Después de este primer periodo de las relaciones de este experto ruso en lógica con Occidente se produce en cambio una segunda etapa mucho menos favorable para Alexander Zinoviev. Durante esa segunda etapa, que se extenderá desde el derrumbe de la Unión Soviética hasta el deceso del escritor, la relación entre este último y los medios de prensa occidentales irá deteriorándose día a día. Numerosos libros del filósofo ruso dejarán entonces de traducirse a los idiomas occidentales y ya no serán publicados en Occidente.

¿Qué pasó con Zinoviev?

El primer periodo

Alexander Zinoviev, soviético recientemente emigrado a Occidente, comienza en 1978 a analizar con su mirada de sociólogo y filósofo el nuevo medio en el que vivirá en lo adelante. Como testimonio del interés del filósofo por su nuevo «biotopo» quedan numerosos libros y artículos, como Nous et l’Occident, Sans Illusions, Ni Liberté ni Egalité ni Fraternité [Nosotros y Occidente, sin ilusiones, ni libertad ni igualdad ni fraternidad]. En esas obras, el sociólogo ruso presenta al lector sus primeras impresiones y análisis. Su mirada es la de un soviético que trata de entender la vida occidental, tanto desde el punto de vista interno, en sus aspectos internos, como desde el punto de vista externo, la relación que mantiene Occidente con otros conjuntos humanos. Es la época de la guerra fría entre el bloque del oeste -Estados Unidos y sus aliados- y el bloque del este -la Unión Soviética y los países de Europa oriental. De manera enteramente natural, Alexander Zinoviev expone a los occidentales su punto de vista de especialista y de soviético sobre la cuestión. En Nous et l’Occident, por ejemplo, el sociólogo ruso muestra hasta qué punto las cartas de triunfo de la Unión Soviética -ideología única impuesta a la población, servicios secretos muy eficaces, un nutrido ejército- pueden ser, entre otros factores, elementos decisivos en caso de conflicto con el oeste.

En aquel entonces, Occidente teme a la Unión Soviética y cualquier crítica contra ese país encuentra un eco favorable en los medios de prensa occidentales. Así sucede, por ejemplo, con las declaraciones de los disidentes soviéticos que emigran a Occidente. La denuncia de la represión stalinista y del gulag afecta la credibilidad del modelo soviético y y tiene un efecto desestabilizador para la izquierda en los países occidentales. En un comportamiento diferente al de algunos de sus compatriotas que residen en Occidente, Alexander Zinoviev no reclama la destrucción del sistema socialista (comunista). Lo que quiere es analizarlo, entenderlo, pero se da cuenta de que la posible desaparición de ese sistema significaría el derrumbe de su país, Rusia, cuna de ese sistema que además ha tomado forma en ese país.

Este último punto no debe interpretarse como una prueba de complacencia hacia el sistema socialista. El análisis del filósofo demuestra que los defectos del comunismo no se deben a una deformación de las ideas de Karl Marx o de las de Lenin, sino que son consecuencia de leyes intrínsecas de ese sistema. En su crítica del socialismo, Alexander Zinoviev va más lejos que otros intelectuales que incluso reclaman su destrucción.

El viraje

En 1985, un nuevo secretario general, Mijail Gorbatchov, llega al poder supremo en la Unión Soviética y emprende una serie de reformas. Comienza la era de la perestroika. Meses más tarde, Alexander Zinoviev redacta un breve opúsculo titulado Le gorbatchévisme ou la Puissance d’une illusion [El gorbatchovismo o el poder de una ilusión]. Se trata de una violenta crítica de la forma como el nuevo equipo en el poder administra la Unión Soviética. El filósofo ruso señala que las reformas emprendidas son, por un lado, una operación de seducción dirigida a Occidente, para que este último «baje la guardia», pero que las consecuencias de esas reformas pueden llevar el país a la catástrofe. El futuro mostraría más tarde la certeza del análisis del sociólogo ruso. Posteriormente escribe otras obras dedicadas al mismo tema, como Vivre [Vivir].

El nuevo secretario general recibe una acogida triunfal en Occidente. Los medios de prensa y los políticos occidentales crean un nuevo mito: la Gorbimanía. El nuevo secretario general, más disidente que los propios disidentes, y su equipo van a modernizar el país y van a construir un socialismo «con rostro humano». Esa operación ideológica de gran envergadura tendrá como resultado el de orientar las mentes de las masas occidentales en el sentido deseado. Es interesante señalar aquí al lector que si una campaña de ese tipo se hubiese desarrollado en otros países y bajo otros regímenes, muchos la habrían calificado de «totalitaria». La prensa occidental acogerá entonces muy «fríamente» el opúsculo de Alexander Zinoviev. Ha comenzado el viraje. En lo adelante, las relaciones entre los medios de prensa occidentales y el filósofo ruso serán cada vez peores.

El segundo periodo

Con la desaparición de la Unión Soviética, el presidente estadounidense Ronald Reagan anuncia satisfecho el fin del «imperio del mal»*. La guerra fría se termina con la victoria del bloque del oeste, que no ha tenido que disparar ni un solo tiro. La prensa occidental se esfuerza en lo adelante por hacer ver a la opinión pública que una nueva sociedad se está construyendo en Rusia, ahora bajo la dirección de los «reformadores», que no son por cierto otra cosa que ex funcionarios del Partido Comunista de la Unión Soviética rápidamente convertidos a las virtudes del liberalismo económico y de la democracia parlamentaria. Por su parte, Alexander Zinoviev no cree ni por un instante en el renacimiento de una Rusia dirigida por «reformadores» como Boris Yeltsin, y predice que, por el contrario, la vida será en lo adelante más difícil para millones de rusos.

Alexander Zinoviev es un patriota en todo el sentido de la palabra. Luchó contra la Alemania nazi, trató de elevar la lógica rusa al nivel de los estándares mundiales y publicó Hauteurs béantes [Cumbres abismales], obra que le valió ser expulsado de Rusia. Ante la situación catastrófica que atraviesa su país natal, el filósofo estima que su deber es apoyar a los comunistas rusos, representados por Guennadi Ziuganov, quienes proponen restaurar el poder del Estado central. Debido a esa posición, Zinoviev se convierte en blanco de violentas críticas de la prensa occidental, que no se explica cómo es posible que el filósofo que antes criticaba el comunismo se haya convertido en «rojo». Se consuma así el divorcio entre Occidente y el filósofo ruso. Mi interpretación personal es la siguiente: el autor ruso no abrazó las ideas del comunismo sino que escogió lo que le parecía ser el mal menor.

Cuando la Unión Soviética acaba apenas de derrumbarse, aparecen nuevos eslogans que se divulgan a escala mundial. Globalización y aldea planetaria se convierten en palabras de moda, mientras que se afianza el poderío estadounidense, ya sin oponente. El bombardeo contra Serbia y la intervención militar anglosajona en Irak son interpretadas por Alexander Zinoviev como señales de la voluntad hegemónica de Estados Unidos, que utiliza sus fuerzas armadas a su antojo en un mundo unipolar. La dominación estadounidense se conjuga con otros fenómenos como el poderío de las organizaciones financieras internacionales, el poder económico de las transnacionales así como una cultura y una ideología que venden al mundo entero los encantos del modo de vida occidental en general y del estadounidense en particular. La americanización de Europa occidental se encuentra también entre los fenómenos que preocupan grandemente al filósofo ruso.

Obras como La Grande Rupture [La Gran Ruptura] y Occidentisme [Occidentismo] llegan a publicarse en francés, pero otros libros, como La Fourmilière globale [El Hormiguero global] y Tragédie russe [Tragedia rusa], no tendrán la misma suerte. En 1999, el filósofo ruso regresa con toda su familia a su país natal. En entrevista concedida a la revista francesa Lire [1] declara que ha regresado para morir en su tierra. Alexander Zinoviev fallece a los 83 años. Pocos intelectuales occidentales mencionan hoy la obra de aquel hombre, que parece haber caído en el olvido. Boris Yeltsin, quien debatió con el filósofo ante las cámaras de la televisión francesa [2], fallece en 2007 luego de haber prohibido el partido que le había permitido alcanzar la más altas instancias del poder soviético.

[1] «Le Testament d’une Sentinelle», Lire, marzo de 2005 [2] Sitio de Alexander Zinoviev (incluye la grabación de una versión del debate).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.