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En ese caso, releamos a Marx

Fuentes: Rebelión

Tal vez haya pocos ámbitos del conocimiento y la praxis donde suelan errar las predicciones tanto como en la sociedad. El hecho de que, como en otras áreas, un elemento emergente pueda cambiar en un santiamén un escenario y que la esfera esté transida del factor humano, es decir, que en ella medie la voluntad […]

Tal vez haya pocos ámbitos del conocimiento y la praxis donde suelan errar las predicciones tanto como en la sociedad. El hecho de que, como en otras áreas, un elemento emergente pueda cambiar en un santiamén un escenario y que la esfera esté transida del factor humano, es decir, que en ella medie la voluntad del sujeto, hace que a menudo los profetas queden en flagrante ridículo ante una muchedumbre adaptada a la credulidad por heraldos especializados en recetas prefabricadas. 

Recordemos que ninguno de los más «conspicuos» sovietólogos previó en su momento la estrepitosa, rauda caída de la URSS, mientras la mismísima Margaret Thatcher, en los vagidos de los noventa, proclamaba el peligro que resultaba para Occidente la puja con el «oso» en el campo de… ¡la economía! ¿Alguien ha olvidado que, en sentido opuesto, más de un oligarca internacional contaba con la plusvalía que obtendría de materializarse la anhelada vuelta de Cuba al redil anterior a 1959 al quedar abandonada a su suerte por los antiguos socios del campo socialista que fuera? 

Por eso deviene loable el intento de quienes no se dejan llevar por el «sentido común», por la conciencia prefilosófica, que se dio a la tarea de anunciar que el otro mundo, el rival, perduraría por los siglos de los siglos, amén, lo cual incluso encontró plasmación «teórica» en el cacareado «fin de la historia» del hoy apenas mencionado Francis Fukuyama. 

Claro, los entendidos trabajan sobre suelo firme, y actualmente luce inconmovible el que en los últimos años la formación de marras afronta continuas conmociones. Tantas, que cada vez más observadores coinciden en que pronto tendrán lugar grandes cambios en el orden mundial, y que si en algo se equivocó Karl Marx en el famoso vaticinio de la muerte del Sistema fue en augurarla cercana a la aparición de su obra cumbre, El Capital, allá por 1867. 

¿Los síntomas del fenómeno? 

Según un despacho de la agencia rusa RT alusivo a una reseña que del libro ¿Tiene futuro el capitalismo? realizara la revista Express, «en Occidente se reduce la clase media, aumenta de forma alarmante el paro, y el ‘Estado de bienestar’, considerado como el mayor logro del capitalismo de posguerra, se convierte en algo del pasado. Por otra parte, en Oriente la explotación de trabajadores adquirió los niveles del cruel siglo XIX». Los autores van más allá, al prefigurar un inminente crack estructural. 

Uno de ellos, el sociólogo Immanuel Wallerstein, escribe que el crecimiento del capitalismo alcanzó su tope en los setenta de la vigésima centuria, en tanto en las décadas siguientes solo superó las numerosas crisis, sin resolver ningún problema. «El sistema mundial moderno no puede seguir de la misma manera, ya que […] no puede acumular las ganancias sin parar». 

El doctor Randall Collins se muestra más categórico, y asegura que la terminación ocurrirá en 2040, cuando más del 50 por ciento de la población activa perderá su trabajo por los procesos de sustitución tecnológica. La mayor interrogación es qué ocupará su lugar: ¿una dictadura fascista o un régimen democrático no capitalista? Lo más probable para él: «En los próximos siglos tendrá lugar un constante cambio entre dos sistemas: del capitalismo al socialismo, y a lo mejor, otra vez al capitalismo». 

Por otra parte, algunos consideran que no sucederá una metamorfosis radical, sino que aparecerán reformas que respondan a los nuevos desafíos. «Se establecerá a nivel mundial un capitalismo reformado con mayor igualdad y derechos sociales para todos. No será el fin del capitalismo, sino la aparición de un capitalismo mejor», sentencia el profesor de la Universidad de California, EE.UU., Michael Mann. 

Para el sociólogo Craig Calhoun, la salvación advendría solo en caso de sortearse tres amenazas pendientes: el desequilibrio del sector financiero en relación con otros ámbitos de la economía que provocan enormes deudas y especulaciones irresponsables, los problemas sociales y ecológicos creados por las políticas neoliberales, y, por último, las posibles guerras y las mutaciones climáticas. 

En nuestra humilde opinión, lo más significativo resulta la propia conclusión conjunta de la obra: «la gran crisis, sea cual sea el escenario, no significa el fin del mundo» -el Apocalipsis nos mantiene insomnes-, ya que «el fin del capitalismo inspira la esperanza de su transformación en formas nuevas ‘más humanas’ o su transición en el renovado socialismo democrático«. 

Duda metódica

¿Que los autores se permiten dudar sobre lo que vendrá? Tienen todo el derecho, habida cuenta lo dicho sobre el arte de la «predicción». Lo que resalta en todo esto es que incluso conocidos intelectuales, tales John N. Gray, no precisamente «tachable» de comunista, son capaces de cuestionarse el rumbo de la formación, con la doctrina neoliberal, y conferirle razón al Prometeo de Tréveris en cuanto a la necesidad de una revolución, que para el británico estaría dentro del propio capitalismo, por supuesto. 

Sin ambages, Gray afirma que, aunque «Karl Marx pudo haberse equivocado con el comunismo» […] en lo que se refiere al capitalismo mucho de lo que dijo resultó ser correcto. […] En esa época, nada parecía más sólido que la sociedad en cuyos márgenes vivía Marx. Un siglo y medio más tarde, vivimos en el mundo que él anticipó, en el cual la vida de todos es experimental y provisional, y la ruina súbita puede llegar en cualquier momento». 

En un artículo aparecido en BBC Mundo, el meditador sostiene que, «como efecto secundario de la crisis financiera, más y más gente está dándose cuenta de que Karl Marx estaba en lo cierto. El gran filósofo alemán del siglo XIX, economista y revolucionario, pensaba que el capitalismo era radicalmente inestable. Tenía incorporada la tendencia de producir auges y colapsos cada vez más grandes y profundos y, a largo plazo, estaba destinado a destruirse a sí mismo». 

La fuente afirma que «a Marx le complacía esa característica: estaba seguro de que habría una revolución popular, la cual engendraría un sistema comunista que sería más productivo y mucho más humano. Marx erró en lo que se refiere al comunismo. Pero su percepción de la revolución del capitalismo fue proféticamente acertada». 

O sea que, aun en medio de su refutación de la alternativa y de la defensa de un capitalismo light, refundado, aggiornado, nuestro articulista asevera que la realidad debe trocarse para que la formación socioeconómica se mantenga. Y esto ya es algo, señores. Algo, admitir que, si «los defensores del capitalismo argumentan que este ofrece a todos los beneficios que en la época de Marx solo tenían los burgueses, la clase media asentada que poseía capital y tenía un nivel razonable de seguridad y libertad durante su vida», [en el presente] «el negocio de los mercados es volátil y […] estamos sintiendo las consecuencias». De hecho, «en el Reino Unido, Estados Unidos y muchos otros países desarrollados, durante los últimos 20 a 30 años ha ocurrido lo opuesto. No existe la seguridad laboral, muchas de las profesiones y oficios del pasado desaparecieron y carreras que duran toda la vida no son mucho más que un recuerdo». 

Por si no bastara, «si la gente posee alguna riqueza, está en sus casas, pero los precios de la propiedad raíz no siempre aumentan. Cuando el crédito es restringido, como ahora, pueden quedarse estancados por años. Una menguante minoría puede seguir contando con una pensión con la cual vivir cómodamente y pocos cuentan con ahorros significativos. Más y más gente vive al día, con muy poca idea sobre qué traerá el futuro. La clase media solía pensar que sus vidas se desenvolverían en una progresión ordenada, pero ya no es posible considerar a la vida como una sucesión de niveles en los que cada escalón está más arriba que el anterior. En el proceso de creación destructiva, la escalera desapareció y para cada vez más personas, ser de clase media ya no es siquiera una aspiración». 

A la postre, «tenemos poco control efectivo sobre el curso de nuestras vidas y las medidas tomadas para lidiar con la crisis financiera han profundizado la incertidumbre en la que tenemos que vivir. Tasas de interés del cero por ciento conjugadas con el alza de precios implica que uno recibe beneficios negativos por su dinero y produce la erosión del capital. La situación para muchos jóvenes es aún peor. Para poder adquirir las habilidades indispensables para conseguir empleo, hay que endeudarse. Y como en cierto momento hay que volverse a entrenar, hay que ahorrar, pero si uno empieza endeudado, eso es lo último que podrá hacer. Cualquiera que sea la edad, la perspectiva de la mayoría de la gente hoy en día es una vida entera de inseguridad». 

Gray afirma que esa condición de alteración perpetua es «la revolución permanente del capitalismo y yo pienso que nos acompañará en cualquier futuro imaginable realísticamente. Estamos apenas a mitad de camino de una crisis financiera que pondrá muchas cosas de cabeza. Monedas y gobiernos probablemente caerán, junto con partes del sistema financiero que creíamos seguro». Y, luego de deducir que el resultado solo será «más agitación política, a una escala aún mayor», a pesar de los pesares se aventura a predecir que este no devendrá «el final del mundo, ni siquiera del capitalismo. Pase lo que pase, vamos a seguir teniendo que aprender a vivir con la energía errática que el mercado emanó. El capitalismo llevó a una revolución, pero no la que Marx esperaba». Sino, a una suerte de autosuperación. 

Acotaciones pertinentes

Líbrenos Dios de contradecir a tan augusto comentador. Pero no de preguntarnos, con Fred Golstein (publicación digital La Haine), qué podría suceder si la sobreproducción capitalista mundial sigue conduciendo a una disminución de las ganancias, reducciones en la producción, menores salarios y más despidos. ¿No es cierto que siete años después de que la crisis universal, y cinco tras la supuesta recuperación, el capitalismo se encuentra en un callejón sin salida, atrapado en una situación de desempleo masivo, supresión de sueldos y lento crecimiento? 

¿No representa una verdad de Pero Grullo que, si los precios empiezan a bajar, a los patronos se les priva de mantener sus márgenes de beneficios? Y entonces ¿no se verán «obligados» a deprimir aún más los salarios, acelerar la producción, reducir los dividendos o deshacerse de los trabajadores?… 

Bueno, en lugar de adentrarnos en una espiral de suposiciones, dado que -insistamos- tal vez haya pocos ámbitos del conocimiento y la praxis donde yerren las predicciones tanto como en la sociedad, ¿no «sabrá» mejor ir a lo más probado por la vida? En ese caso, releamos a Marx. 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.