Muy joven, a los 53 años, nos ha dejado, en el hospital público de Bellvitge (sometido, como tantos otros centros de salud en Cataluña, a mil y un recortes), el que fuera secretario general del PCC y coordinador general de EUiA (diputado, también, en el Parlament de Catalunya). Le conocí poco. Pero me discutí con […]
Muy joven, a los 53 años, nos ha dejado, en el hospital público de Bellvitge (sometido, como tantos otros centros de salud en Cataluña, a mil y un recortes), el que fuera secretario general del PCC y coordinador general de EUiA (diputado, también, en el Parlament de Catalunya).
Le conocí poco. Pero me discutí con él, fuerte, duramente lo confieso, a raíz del acuerdo (más que servil en mi opinión) de EUiA con la IC de aquellos años, finales del siglo pasado si mi memoria ha acuñado bien ese momento.
Llegué incluso a publicar algún artículo en El Viejo Topo explicando y argumentando el desastre que en mi opinión representaba ese acuerdo, aquella gran e incomprensible para mí subordinación política, aquella gran pérdida de identidad comunista. No digo que tuviera razón, seguramente no la tuve. Lo que digo es que Jordi Miralles, en lo que respecta a mi, encajó muy bien esas y otras críticas y jamás las diferencias levantaron un muro entre nosotros.
No puedo hablar desde dentro del PCC ni siquiera desde las interioridades de dirección de EUiA. Nada puede decir a este respecto. Pero ninguna muerte humana nos debería ser extraña y menos cuando esa muerte afecta a un luchador, a un camarada joven, a un trabajador de Correos que desde hacía mucho tiempo, a su modo y con errores como todos (quien esté libre de pecado que tire la primera piedra), había puesto generosamente su granito de arena para abonar el avance de las causas nobles del movimiento obrero emancipador.
En nuestra memoria, en la de todos los que le conocimos, en la historia del movimiento comunista español, también del catalán, debe quedar lo mejor de su actitud, de su hacer, de su compromiso. Lo mejor que es mucho por supuesto.
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