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En la muerte de Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE

Fuentes: Rebelión

No se trata de lanzarse corvinamente sobre la figura y la obra de una persona recientemente fallecida. En absoluto. Tampoco de construir pueril y falsamente una apología sin grietas que ni a él mismo le hubiera interesado en lo más mínimo. No entro en el papel de SC en algunos sucesos -que siguen siendo discutidos […]

No se trata de lanzarse corvinamente sobre la figura y la obra de una persona recientemente fallecida. En absoluto. Tampoco de construir pueril y falsamente una apología sin grietas que ni a él mismo le hubiera interesado en lo más mínimo.

No entro en el papel de SC en algunos sucesos -que siguen siendo discutidos por los historiadores- de nuestra mal llamada guerra civil (me refiero obviamente a lo sucedido en Paracuellos). No entro en dar cuenta del papel de Carrillo en las luchas internas en el principal partido de la lucha antifranquista. Tampoco en los motivos de su marcha del PCE (ni en sus malas prácticas políticas de aquellos años) ni en su posterior aproximación al PSOE ni siquiera en sus curiosos enamoramientos políticos. Dejo aparte sus intervenciones en una de las tertulias vespertinas de la cadena SER en compañía, siempre entre colegas, de uno de los políticos franquistas y neofranquistas que más mal han hecho a las clases populares de este país (y de países latinoamericanos). Hablo, claro está, de Martín Villa.

No entro en ello. Quiero referirme muy brevemente al papel de SC en la transición-transacción española sin olvidar, por supuesto, un nudo esencial de su biografía: como muchas otros ciudadanos y ciudadanas, como muchos otros militantes republicanos y antifranquistas, Santiago Carrillo fue perseguido duramente por el fascismo español y, como otras (muchas, muchas menos de las que dicen ser y se ubican en la cómoda y vergonzosa etiqueta de la «resistencia silenciosa») el autor de Eurocomunismo y Estado combatió, en la medida de sus fuerzas, desde sus análisis y con sus posiciones, y, desde luego, con una indudable voluntad de poder -y con métodos y procedimientos no siempre admirables- contra un régimen y una de las etapas más sangrientas, represivas y antidemocráticas de un país cuya historia sigue siendo una de las más tristes e injustas de la Historia.

Lo esencial del papel de SC, de la línea política que defendió y fue mayoritaria -pero no única ni sin críticas ni sin disidencias notables- en el PCE y PSUC en los años de la «Inmaculada Transición» (Jorge Riechmann) lo dijo, una vez más, un ex miembro del Comité Central del PCE, Manuel Sacristán (y Francisco Fernández Buey con él, quien me habló repetidas veces del artículo de su amigo y compañero que él consideraba un clásico de la buena literatura anticapitalista [1] y de la aproximación crítica y temperada (pero sin complejos ni medias verdades) que en él podía leerse al papel de la tecnociencia en la sociedad contemporánea [2]).

Tras comentar críticamente algunas aproximaciones insustantivas y con escaso coraje poliético a lo que subyacía tras la barbarie «modernizadora» del aceite de colza, el ex dirigente comunista que en su día apoyara la idea de «reconciliación nacional» señalaba que a estas alturas de la historia -escribía en 1981- era aburrido y también triste no poder comentar nada de la vida cotidiana española sin aludir críticamente a los partidos obreros. «Pero es evidente que éstos no hacen prácticamente nada por contrarrestar la intoxicación moral de las masas que acompaña y facilita su otra intoxicación», la del aceite en este caso. Igual que al tratar la crisis económica, señalaba Sacristán y el comentario encaja muy bien en nuestra hora, «han aceptado la lógica del sistema y acusan exclusivamente al gobierno de los burgueses, el cual no es por sí mismo culpable más que de los particulares refinamientos que una mala administración añade a torturas fundadas en última instancia -última pero nada lejana ni inescrutable- en el sistema económico-social», es decir, en el capitalismo «de 1857 y en el de 1981».

El traductor de El Capital concluía su reflexión indicando que para «empezar a salir de este basurero letal hay que intentar subir por un camino distinto del círculo sin pendiente elegido por el PSOE y el PCE. Y hay que llamar a las cosas por su nombre -fuerzas productivas, relaciones de producción, clases sociales, explotación, capitalismo- y reírse de la risa de los que están de vuelta sin haber ido más allá de la Carrera de San Jerónimo o del Parc de la Ciutadella».

Santiago Carrillo, entonces secretario general del PCE (quien por cierto años después participó en los documentales sobre Manuel Sacristán dirigidos por Xavier Juncosa [3] aceptando algunas de las críticas formuladas en su día por el editor de la gran Antología de Gramsci a quien conoció al regresar del Instituto de lógica de Münster en la primavera de 1956), el malogrado Santiago Carrillo, decía, acaso fuera más allá en muchos momentos de su vida de la Carrera de San Jerónimo pero no dejó de reírse de las razonables y documentadas disidencias republicanas y honradamente comunistas que surgían en su propio partido; transitó por ese círculo sin pendiente del que hablaba Sacristán y, sobre todo, se dejó deslumbrar -de derecha a izquierda y de abajo a arriba- por valores, halagos, premios y falsas ensoñaciones de esta civilización capitalista cuyos nudos esenciales estaban y están a la vista de todos. Algunas de sus argumentos a favor de los Pactos (imposiciones) de la Moncloa, por ejemplo, esos que precisamente han sido elogiados tras su muerte (y ya en vida) por la derecha extrema española y la Casa Real borbónica, no pasarán, sin atisbo para ninguna duda, a la historia de las intervenciones políticas revolucionarias.

Notas:

[1] Manuel Sacristán, «Intoxicación de masas, masas intoxicadas». Pacifismo, ecologismo y política alternativa. Icaria-Público, Barcelona, 2009, pp. 97-103.

[2] Hay huellas de todo ello en las entrevistas, escritos y conferencias que el autor de La ilusión del método y Albert Einstein: ciencia y consciencia, escribió e impartió en los quince últimos años de su vida.

[3] Xavier Juncosa, «Integral Sacristán». El Viejo Topo, Barcelona, 2006. Santiago Carrillo tuvo la amabilidad de recibir, sin plantear ningún problema, al director de los documentales y aceptar una entrevista en la que algunas preguntas contenían algún punto crítico (superables, desde luego, por un viejo zorro de la política como era Santiago Carrillo).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.