Jesús Mosterín Podría haberme muerto ya. Y en algún momento me moriré. Espero no morirme demasiado pronto, pues todavía tengo proyectos que realizar; pero también espero no morirme demasiado tarde, después de una etapa de sufrimiento inútil. Por ahora, no tengo ganas de morirme. Pero tampoco tengo la intención insensata de vivir el mayor tiempo […]
Jesús Mosterín
Podría haberme muerto ya. Y en algún momento me moriré. Espero no morirme demasiado pronto, pues todavía tengo proyectos que realizar; pero también espero no morirme demasiado tarde, después de una etapa de sufrimiento inútil. Por ahora, no tengo ganas de morirme. Pero tampoco tengo la intención insensata de vivir el mayor tiempo posible, por grande que sea el deterioro físico o la incapacidad intelectual. En la película de Ingmar Bergman El séptimo sello, Max von Sydow juega al ajedrez con la muerte. Si yo pudiera tener una entrevista con la parca, no le pediría la inmortalidad ni la vida larguísima, sino que me dejase a mí decidir el momento de la cita inevitable, comprometiéndome a no abusar de este derecho, sino a invocarlo solo en el momento oportuno. La muerte que yo preferiría sería el suicidio sereno y asistido. Jesús Mosterín (2017)
Su exposición de la filosofía de Plotino es lo más claro y preciso que he leído nunca (pese a que su valoración de Plotino era muy negativa: prueba inequívoca de honradez intelectual)… Un profesor integrista cuyo nombre no diré arrojaba medallitas de la Virgen al estanque del patio de Letras de la universidad [de Barcelona] cada vez que se cruzaba con él entre clase y clase (tanto a él como a Emilio Lledó los consideraba encarnaciones del maligno, o algo así). Marginado Manuel Sacristán por (sin)razones políticas, Mosterín fue quien introdujo la lógica moderna en la UB, dejando en herencia uno de los departamentos de lógica más prestigiosos de España (y probablemente de Europa). Miguel Candel (2017)
Sucintamente, olvidándome de muchas entradas: Jesús Mosterín (Bilbao, 1941) falleció la madrugada del pasado miércoles en Barcelona. Desde 1982, fue catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Barcelona y, desde 1996, profesor de Investigación en el CSIC y Fellow del Center for Philosophy of Science (Pittsburgh). El profesor Mosterín fue uno de los introductores de la filosofía analítica, la lógica matemática y la filosofía de la ciencia en España y Latinoamérica. Fue autor de 28 libros, entre ellos Teoría axiomática de conjuntos, Historia de la filosofía (cinco volúmenes), La naturaleza humana , La cultura de la libertad , Lo mejor posible: racionalidad y acción humana , La cultura humana , Diccionario de Lógica y Filosofía de la Ciencia (junto con Roberto Torretti), Los cristianos y A favor de los toros .
Fui alumno de él en un curso de doctorado que impartió en 1982-83 en la Facultad de Filosofía de la UB (la hermana de Roque Dalton, Margarita si mi memoria no me falla, fue también una de sus alumnas en este curso), sobre la metrización de los conceptos sociales. Leímos algunos de sus artículos divulgativos en clases de lógica y metodología durante la carrera y, como tantos otros estudiantes de filosofía (y de otras facultades) de aquellos años, asistí a algunas de sus conferencias -siempre interesantes, siempre concurridas- y a varias tesis doctorales que contaron con su presencia, llamativa en bastantes ocasiones.
Le pedí ayuda cuando colaboré en la edición de un libro de lógica de Manuel Sacristán y, como siempre cuando se trataba del traductor de El capital (ambos estudiaron lógica y epistemología en el departamento de Lógica y Fundamentos de la Ciencia de la Universidad de Münster, en Westfalia), se ofreció a resolver cualquier duda que pudiera tener. Dedicó tiempo a ello. En varios encuentros, en su amplio despacho de la facultad de Pedralbes.
Por aquellas fechas le pedí una entrevista para el libro Acerca de Manuel Sacristán que publicó Destino en 1996. El lector/a podrá juzgar su aproximación. Excelente en mi opinión. Muchos puntos les unían a pesar de su distancia política: el interés por la filosofía de la lógica (y por la lógica estrictamente) y por la ecología y el ecologismo temperado, crítico e informado (aunque Mosterín nunca fue, propiamente, un activista).
En 2004, Xavier Juncosa, Joan Benach y yo mismo le entrevistamos para los documentales «Integral Sacristán». Su cercanía, su admiración, su recuerdo vivo del autor de Sobre Marx y marxismo seguía muy firme. Puede verse la larga entrevista que le hicimos entre la documentación de y sobre Sacristán depositada en la Biblioteca de la Facultad de Económicas de la UB.
La situación política y cultural de Cataluña bajo la hegemonía nacionalista no fue de su agrado. Durante mucho tiempo, desde hacía décadas.
Fue partidario de la eutanasia, uno de sus combates poliéticos más importantes, y de un trato adecuado con los animales, uno de sus grandes temas en sus últimos años. Se mantuvo firme en su oposición a las corrida de toros y a favor de estos últimos. Colaboró siempre que pudo en este combate inmerso, para él, en su lucha a favor de los derechos de los animales. El y Jorge Riechmann escribieron un libro al alimón sobre el tema.
Nos carteamos en alguna ocasión, pocas veces. Reseñé su A favor de los toros. No les disgustaron algunas de mis críticas. Tampoco en el caso de su Diccionario escrito con Roberto Torretti.
No es imposible que su fallecimiento (cáncer de pulmón) esté relacionado con la industria criminal del amianto. Habló de ello en uno de sus últimos artículos: Jesús Mosterín, «Una cita con la parca» (24 de marzo de 2015, https://elpais.com/elpais/2015/03/19/opinion/1426760297_757971.html ). Ricardo Torregrosa Marín, presidente de Apena (Asociación de Perjudicados y Afectados por el Amianto) escribió una carta al director a raíz de la publicación de este artículo:
Las víctimas del amianto somos invisibles. Esa amarga sensación se desprende después de leer el artículo de Jesús Mosterín Una cita con la parca, donde relata su enfermedad causada por una exposición mínima al amianto. Nuestra exposición al cancerígeno amianto fue día a día durante años, décadas, en cantidades descomunales y condiciones infrahumanas. Además, miles de escolares estudian durante años en aulas donde se pueden desprender partículas de amianto; miles de esposas se han contaminado y fallecido por lavar la ropa de trabajo de sus esposos. Los enfermos por amianto nos asfixiamos lentamente. Al año mueren más de 100.000 personas por este tóxico en todo el mundo. En Europa llevamos hasta ahora decenas de miles de muertos, y se esperan para los próximos años entre 300.000 y 500.000 muertos más. De todos los países europeos, las víctimas del amianto en España somos a los que menos derechos nos han reconocido, hemos sido olvidados por empresas, políticos, médicos y jueces…
Con las siguientes palabras finalizaba el profesor Mosterín («Monster» le llamábamos algunos de sus alumnos), el artículo citado:
Todos los seres vivos somos configuraciones efímeras de las partículas de que estamos hechos, pompas de jabón, fogonazos fugaces, olas en el océano inmenso de la realidad. Biológicamente, y como ya sabía Aristóteles, la única posibilidad de sobrevivir a la muerte, aunque muy provisionalmente, es la reproducción. Nuestros genes siguen su camino en nuestros descendientes (los míos, en mis siete nietos), pero ese es su camino, no el nuestro, e incluso este linaje tiene los días contados. Subjetivamente, la vida es formidable y maravillosa en la medida en que tenga componentes formidables y maravillosos. Cuando ya no los tiene en absoluto, sino todo lo contrario, la vida puede convertirse en una farsa sin sentido cuya única solución es la muerte. La muerte del organismo es valorativamente neutral; no tiene nada de bueno ni de malo. Y es lo más natural del mundo.
«La vida es formidable y maravillosa en la medida en que tenga componentes formidables y maravillosos». En la nuestra, en la de muchos de sus estudiantes (sin olvidar algunos desaires puntuales: no siempre conseguíamos estar a su altura y rapidez intelectual), su presencia ha sido, seguirá siendo, uno de esos componentes formidables.
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