Tristeza y dolor en la cultura cubana; este 24 de mayo falleció de cáncer en La Habana el destacado intelectual revolucionario Tomás Fernández Robaina, para media Cuba «Tomasito»; para mí , Tommy, amigo del alma en las buenas y en las malas.
De inicio, sus también amigos Alexander Hall y Julio César Guanche me dispensan de profundizar en su obra: Hall con su ensayo «Cuba: La dimensión cimarrona en la obra intelectual de Tomás Fernández Robaina»; Guanche con la entrevista «El negro espacio del negro», ambos ejercicios publicados de manera conjunta en Sin Permiso (2), en homenaje a «Tomasito».
A modo de resumen, quien para mí fue Tommy se distinguió como Investigador de la Biblioteca Nacional de Cuba y profesor de la Universidad de La Habana; prolífico autor sobre temas afrocubanos. Comenzó a escribir en 1968 y en 1994 escribió El negro en Cuba 1902-1958: Apuntes para la historia de la lucha contra la discriminacion racial.
También fue Asesor de la Fundación Ortiz; miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y del Comité Nacional de Rutas del Esclavo de Cuba. En 1994, publicó el primer libro posterior a 1959 que trata el tema de la Masacre de de los Independientes de Color (1912), hecho bastante oculto en la Historia de Cuba, por deleznable. Racismo a sangre y fuego…
Nacido en 1941 en el habanero barrio de San Isidro -reino en su tiempo del más célebre proxeneta en la historia de Cuba, Alberto Yarini-, Tommy, de origen humildísimo, medio negro y para colmo homosexual en una Cuba aún lejos de sepultar un inventario de discriminaciones de toda clase -por mucho que se haya hecho-, las sufrió todas.
Excelente trabajador y partidario hasta la muerte del proyecto socialista cubano, casi de puro milagro no fue a parar a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), quizás el episodio más oscuro del llamado Quinquenio Gris, dentro de una oscuridad que parece emular con la de los apagones hoy azotando a Cuba. También, por homosexual, se le impidió en cierto momento el ingreso y hasta la graduación en la Universidad de La Habana. Aunque la justicia se impuso…
Tommy, de pequeña estatura pero un gigante en su dimensión humana, todo un guerrero además, no sólo estuvo por encima de esas miserias; las combatió con singular éxito. Pudo ser un resentido y un frustrado, pudo emigrar de Cuba, pudo ser un «enemigo» -se dice en ciertos predios-, pero Tommy eligió hacer el bien de Cuba, hasta con un talento como bailador que le hizo el más demandado por las hembras en cualquier fiesta. «Nada de cuentos»,que lo ví: blancas, negras, mulatas en fila para bailar con él, nada menos que en zona cercana al Obelisco de Marianao, territorio de bailadores consagrados.
¿Defectos? Nadie es «en blanco y negro»; pero por lo menos yo, ninguno sufrí. Siempre recuerdo de él esta anécdota, que a mi entender lo retrata. Nos encontramos en las afueras de la Biblioteca Nacional en 1992, ya grandes amigos desde más o menos un decenio atrás; se iniciaba el llamado Período Especial, al parecer de retorno.
–Manuel David, la vida da unas tremendas vueltas; intentaron que no estudiara en la universidad, que no me graduara, y en estos años se dieron mil oportunidades para por la Biblioteca, viajar a los países socialistas; nunca me eligieron, y ahora, en que voy a salir de Cuba por primera vez, ¡es a los Estados Unidos!
–¡Coño, Tommy! ¿Y qué piensas hacer? –pregunté.
–Yo sé que hay mucha gente esperando a que «yo me quede»; pero no, voy a regresar y siempre regresaré ¿Sabes por qué? ¡Pues porque yo no le puedo hacer esa mierda a los maricones revolucionarios!
Tommy no sólo regresó; «se cansó» de viajar a sabe Dios cuántos países.
En abril del 2003, se conoció mi identidad como hombre de la Seguridad del Estado cubano, tras mi participación como testigo en los juicios celebrados en la llamada Primavera Negra. Infiltrado durante once años en las filas de los militantes opuestos a la Revolución, pero también «haciendo lo mío» en contra de las medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos hacia Cuba, vulgo bloqueo; «éticamente inaceptables», al decir de Juan Pablo II.
Tommy, ipsofacto, apareció en casa de mi madre; pero no pudo abrazarme hasta junio de ese año; primero estuve en «jaula de oro» y después de gira nacional ¿Qué hizo, entretanto? Pues se ocupó personalmente de La Vieja Elia. Ganó el aprecio de mi esposa, la Dra. María Lynne Rubio Cadenas, con estas palabras; invitado a almorzar, le comentó:
– Hacía mucho tiempo que no veía una mesa servida como se debe.
Tommy enfermó, fue decayendo hasta el día final; pero tuvo a su lado a una legión de amigos; por mi estado de salud «no pude estar ahí»… en cuerpo físico.
Tommy ya está donde ganó estar a lo largo de una vida, al decir de José Martí: «en las agitaciones excelsas de la gloria».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.