Recomiendo:
0

De marzo a abril

En recuerdo de Carli y la justicia que sembró

Fuentes: Rebelión

1. ¿Por qué Guernica? 26 de abril. Cumplimos ochenta años del bombardeo nazi y fascista de la Legión Condor sobre Gernika (1937). Once años más tarde de esa acción criminal, Albert Camus fue criticado por imaginar su obra de teatro Estado de sitio no en un país de la esfera socialista sino en España. Camus […]

1. ¿Por qué Guernica?

26 de abril. Cumplimos ochenta años del bombardeo nazi y fascista de la Legión Condor sobre Gernika (1937). Once años más tarde de esa acción criminal, Albert Camus fue criticado por imaginar su obra de teatro Estado de sitio no en un país de la esfera socialista sino en España. Camus daba una respuesta (Combat, diciembre de 1948) al cuestionamiento que le hizo el escritor Marcel:

«¿Por qué España?… ¿Por qué Guernica, Gabriel Marcel? ¿Por qué esa cita en que, por primera vez, ante un mundo todavía adormecido en su comodidad y su miserable moral, Hitler, Mussolini y Franco han mostrado a unos niños lo que era la técnica totalitaria? Sí, ¿por qué esa cita que también nos concernía a nosotros? …La sangre de la inocencia corría entonces en medio de una gran palabrería farisaica, que por cierto aún dura (…) usted se preparaba a estar mal informado, cultivando el olvido… Sí, en verdad, ¿por qué España? Porque, como otros muchos, usted ha perdido la memoria (…) la cobardía y el engaño hubieran consistido en transigir (…) Si de nuevo debiera escribir el Estado de sitio, lo situaría de nuevo en España; esa es mi conclusión. Y a través de España, mañana como hoy, para todos estaría claro que la condena que contiene concierne a todas las sociedades totalitarias. Pero al menos no sería a costa de una vergonzosa complicidad. Así, y no de otro modo, nunca de otro modo, podremos continuar teniendo derecho a protestar contra el terror».

«Las mujeres los niños tienen el mismo tesoro / De hojas verdes de primavera y de pura leche / Y permanencia/ En sus ojos puros», escribió el poeta Paul Éluard meses después del criminal ataque (La victoria de Guernica).

2. Carli

Abril 17 de 2017. Muere Carli. Carlos Alberto Slepoy Prada. Compañero y amigo. Abogado argentino, militante, detenido en marzo de 1976, expreso político torturado, exiliado desde finales de los setenta en España. Junto al destacado fiscal Carlos Castresana y otros juristas como José Luis Galán, Pepe, en los años noventa (desde el 28 de marzo de 1996) emprendieron la dura batalla por la aplicación de la justicia universal. Que los crímenes de lesa humanidad y el genocidio, por ejemplo, no juzgados en la Argentina de entonces, o en la Guatemala y el Chile del pasado y de ahora, fueran debidamente conocidos, investigados y sus autores sentenciados. Así, con Pepe Galán y otros colegas, Carli actuó en el caso Scilingo, representó a víctimas de los genocidas argentinos, chilenos, guatemaltecos, y últimamente encabezó la querella que conoce el Juzgado Federal Nº 1 de Buenos Aires, que ha dado lugar al proceso que impulsa la jueza argentina María Servini, investigando a exministros españoles y otros, por crímenes del franquismo.

Carli era muy consciente de cómo en el fango de la historia más allá de Pinochet, Ríos Montt o de Videla, y por supuesto de Franco, los mismos regímenes de dominación se revestían de formas renovadas, de democracias, buscando proteger a las elites que no sólo causaron o permitieron la irrupción de una cúpula de militares, sino que se beneficiaron por décadas de la limpieza que éstos al mando de poderosas fuerzas armadas educadas en doctrinas criminales, efectuaron para exterminar de la sociedad grupos de oposición, población inconforme, todo lo que entrañara real o presunta subversión de izquierdas. Carli no sólo lo había sufrido, aunque ejemplarmente eludiera hablar de sí, sino que era un testigo, un investigador (del Plan Cóndor, entre otros), efectivamente un sólido abogado defensor de derechos humanos y de las víctimas, que gestó una voz emergente y de esperanza entre los derrotados, de lo que se ha dado en llamar la conciencia de humanidad. Para ello tenía no sólo aguda inteligencia, sino gran sensibilidad, transparencia, bondad, humildad y autoridad.

Acompañando los esfuerzos por presentar una querella en España por crímenes de lesa humanidad en Colombia, finalmente desechada por Fernando Grande-Marlaska siguiendo la tesis de Baltazar Garzón de que en ese país sí se hace justicia, Carlos Slepoy asesoró y recomendó no desistir y trabajar otros cauces. Uno de ellos había comenzado ya, siendo simbólico: el de re-clamar ante una instancia ética. Cuando lo discutimos fue muy claro sobre la necesidad de superar improntas meramente alegóricas. Debía superarse la resignación y atesorarse no sólo poder moral, sino producirse también poder social y político. Dar pasos demostrando y denunciando componendas, recuperando y usando espacios del Derecho. No bastaba sancionar públicamente a los genocidas, no eran suficientes diversos escraches, señalando nombres. Había que llevar los asesinos efectivamente ante tribunales, a estrados, para que respondan por lo que nunca debió ocurrir ni tenía justificación alguna.

Carli sabía bien que esos crímenes sí tuvieron inspiración y racionalidad, escuela y pensamiento, que anidaron en la misma lógica fascista, en eso que Camus llamó la técnica totalitaria, que se ha valido de los Estados de Derecho o del continuum de su ruptura y regeneración. Por eso la planificación, con órdenes; las instrucciones, los parámetros, los patrones, la doctrina de seguridad, las estructuras de mando, los actores económicos, civiles, eclesiásticos y mediáticos, y el conjunto de sus operaciones y omisiones eficientes, repartidas y recompensadas a lo largo y ancho de la cadena de un Régimen, se llame dictadura, o presumida democracia, como la genocida de Colombia (término descriptivo y analítico que escuchó del jesuita Javier Giraldo, cuando alguna vez le visitamos a Carlos en su oficina en marzo de 2001).

A finales de noviembre de 2003 viajamos a París. Pese a su observación crítica, Carli había aceptado ser el Fiscal en un Tribunal de Opinión sobre Colombia para producir un veredicto seriamente basado en Derecho, dentro de un ejercicio modesto pero riguroso, parecido al que hace hoy el Tribunal Permanente de los Pueblos o hizo en su época el Tribunal Russell, uno de cuyos miembros fue el grande Julio Cortázar. Como siempre, Carli hizo una intervención certera, comprometida y profunda. Para documentarse habíamos pasado horas y tardes previas de estudio en Madrid, y había escuchado él los testimonios de campesinos sobrevivientes del Sur de Bolívar, que narraban cómo bandas de militares y paramilitares coordinadas por el generalato, cometieron decenas de masacres, desaparecieron y decapitaron líderes de la región (https://www.rebelion.org/hemeroteca/ddhh/031208to.htm; https://www.rebelion.org/hemeroteca/dieterich/031206colombia.htm). En la sesión de acusación y juicio en sus ojos se grabó de nuevo el dolor al escuchar relatos espantosos de tortura y de cómo era puesta la cabeza de un labriego en una estaca mirando a una serranía donde las fuerzas mercenarias antisubversivas afirmaron iban a llegar para borrar del mapa a la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional).

De Colombia y de Latinoamérica volvimos a hablar muchas veces. De sus miserias y de sus resistencias. Y la última vez sobre un proceso de paz que se iniciaba en Cuba sembrando interrogantes que debían encarar seres del ahora, fijados como fichas en un tablero, y no sus figuras pasadas ni futuras en la aureola de una historia de exculpaciones construidas.

3. ¿Por qué España?

Como Camus en su momento, Carli, ¿por qué España?; ¿por qué juzgar en Argentina y no acá en Madrid al franquismo? Respondiste: «[la querella se basa] en los principios de jurisdicción universal, por los que las leyes de amnistía no tienen validez ante crímenes contra la humanidad o por genocidio. Que se presente en Argentina tiene ventajas. En primer lugar, no encontrarse con los obstáculos políticos con los que se encontró el proceso en España. Además, en Argentina ya se están juzgando crímenes contra la humanidad y por genocidio, y se está haciendo gracias al aporte sustancial de las investigaciones en España, lo que es una tremenda paradoja (…) La investigación de la Audiencia Nacional española estableció que hubo unos 114.000 desaparecidos. Luego se sumaron más. Sólo desaparecidos. A ellos hay que añadir asesinados, 500.000 exiliados. Y 30.000 niños secuestrados y privados de su identidad. Hubo una clara planificación estudiada para perseguir y eliminar a determinados grupos de la sociedad para dar origen a otro país diferente. Y lo consiguieron en gran medida. Eso es un genocidio. En España se dio uno de los peores genocidios del siglo XX» (http://www.eldiario.es/sociedad/Espana-dictadura-pervive-democracia-mutilada_0_135437151.html).

Agregaba Carli: «se desconoce la historia, no hay memoria. La razón de todo esto tiene que ver con la historia. El franquismo triunfó, fue consentido y apoyado después por las potencias occidentales. Y las fuerzas políticas lamentablemente pactaron una transición que implicaba no solo la impunidad, sino el olvido más absoluto. No se enseña la historia (…) En España lo que se pretende con este olvido es construir el futuro que los represores quieren que se construya y no un futuro de justicia. Y hay una responsabilidad de las fuerzas progresistas de haber construido y pactado esto (…) [hay] herederos ideológicos – y en algunos casos físicos- del franquismo y del tipo de democracia que se ha creado en España, que ha obviado la persecución de estos crímenes. Es una democracia absolutamente mutilada. Una democracia en la que no hay justicia para resolver crímenes no merece tal nombre (…) la dictadura pervive dentro de la democracia, y el Estado y el gobierno son sus exponentes. Saben que cualquier cosa que implique el conocimiento de la verdad y el ejercicio de la memoria es una fisura que se abre para que se profundice más en lo ocurrido (…) acá hubo un pacto de las fuerzas herederas de las víctimas con los herederos del franquismo, que ha dificultado enormemente todo».

Y señalando posibilidades afirmaba: «…un juez español que se atreviera, podría establecer que la ley de amnistía es inaplicable y yo creo que en algún momento eso va a ocurrir, empezará a haber jueces que se atrevan, porque la ley de amnistía no puede amparar crímenes contra la humanidad. No hay ningún obstáculo judicial, el obstáculo es absolutamente político».

El periodista conservador español Tom Burns Marañón en un libro suyo (De la fruta madura a la manzana podrida. El laberinto de la Transición española – 2015) describió hace poco con una metáfora cómo la fruta madura de la normalización y transición política funcional que el propio Burns defiende, fue dando paso a lo que incluso desde esa perspectiva del statu quo se reconoce es la «manzana podrida» de hoy. Si parte de la derecha así lo anota, ¿con qué prisma puede verse por otros no sólo la actual descomposición sino en retrospectiva los mecanismos reproductivos de esta podredumbre que debió ser rechazada desde el comienzo y que se basó en parte en la impunidad del Régimen? Ese prisma no podrá prescindir del valor nuclear de la coherencia.

El día mismo que asistíamos a tu sepelio, Carli, esa tarde, veíamos en las noticias todavía incompletas cómo los herederos del franquismo y partidos que pactaron con sus huestes, políticos y empresarios que son verdaderos hampones, participan en series de corrupción sistemática, saqueando los bienes públicos. Y premian por ello: 227 indultos a condenados por corrupción desde 1996. Además de indultar a notables custodios armados: «PP y PSOE indultaron a al menos 39 policías y guardias civiles condenados por torturas» (http://www.publico.es/politica/pp-psoe-indultaron-39-policias.html).

4. ¿Por qué Colombia?

«¿Por qué no hay un tribunal para Colombia o para el pueblo kurdo? ¿Por qué no hay tribunales actuando para castigar a los responsables de tantos genocidios como se están cometiendo?» (Carlos Slepoy, marzo 2 de 2001).

¿Por qué Colombia? Alguna vez saliendo de una universidad madrileña tras la presentación de casos expuestos en España para la justicia universal, me conminaste a ser más enérgico en la denuncia de lo que pasa en Colombia y a controvertir la peligrosa extensión de la tesis de los dos demonios incluida en el Informe Sabato, tesis que rechazaste siempre con plena razón y tesón, sin que eso significara renunciar a la crítica y a la responsabilidad de las insurgencias por hechos graves que ellas mismas debían comenzar a reconocer. El entorno era dominado, y lo sigue siendo, por la visión de que es imposible que en una democracia como la colombiana, tan ejemplar, se matara, se torturara o se desapareciera unas cuarenta veces más que en el Chile de Pinochet, con incluso mayor impunidad.

¿Qué decir hoy tras una paz apocada vendida como éxito supremo en un país de millones de miserables? Más allá de las formalidades y sus coartadas legales, como corresponde a la naturaleza del modelo, los derechos humanos sociales, económicos, políticos, culturales, ambientales, territoriales y civiles de amplios colectivos se violan sin parar, cesando sólo una parte del conflicto armado, tras esa paz armada, o pacificación parcial, en la que la guerrilla de las Farc deja las armas y se reincorpora a la legalidad de un Régimen que sigue siendo genocida.

Con destreza el Estado cefalópodo se reinstitucionaliza en algunos niveles, gana adhesiones históricas, mientras sus pies o aparatos represivos, unidos inmediatamente a su cabeza en tanto ésta les deja hacer, logran ser presentados inteligentemente como desprendimientos sin control. Se plasma así el reparto del trabajo, promoviendo o dejando actuar a un poder de seguridad policial, militar y paramilitar de variado tipo, diseminado en múltiples expresiones, en las que convergen estructuras y agentes estatales con redes locales de empresarios y políticos de prácticas y métodos mafiosos y clientelares para continuar la depredación. Se sigue asesinando (ya son cerca de 200 dirigentes y líderes sociales en el último año y medio). Carli, aquel paisaje de fantasmas sigue siendo un país de grandes sofismas, en la densa corrupción y la oronda impunidad.

Esta impunidad, respecto de crímenes de Estado, esa impunidad sistémica relativa al genocidio y al politicidio que se ha llevado a cabo en las particulares condiciones de Colombia, tiene ahora nuevos andamiajes, vinculados en parte a engranajes vergonzantes de la justicia transicional pactada entre el Gobierno y Farc en La Habana, la cual el Establecimiento desarrolla a sus anchas, sin mayores contendientes, sacando cada día provecho inmenso en diferentes planos (http://www.razonpublica.com/index.php/economia-y-sociedad/10094-la-jurisdicci%C3%B3n-especial-para-la-paz-impunidad-para-la-fuerza-p%C3%BAblica.html). Logró no sólo que fuera aceptada implícitamente dicha teoría de los dos demonios, sino que algunos olviden las pruebas del terrorismo de Estado recogidas con gran sacrificio, que han costado vida y sangre a lo largo de tres décadas, a muchas víctimas y a colegas nuestros; y que se presumiera la estructura de uno de los demonios (la anti-subversión estatal), como legal y como legítima.

Al igual que en la España de hace 40 años (ley de amnistía de 1977), en la Colombia de hoy se pregona la reconciliación con los genocidas, se acordó para ello una especie de auto-amnistía, utilizando otras designaciones, que servirá para amparar estructuralmente a responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado (http://www.razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/10061-amnist%C3%ADas-y-tratamientos-penales-especiales-diferenciados,-un-acierto-en-la-construcci%C3%B3n-de-la-paz.html; véase también http://www.razonpublica.com/index.php/economia-y-sociedad/10074-beneficios-para-los-agentes-del-estado-una-violaci%C3%B3n-de-los-derechos-humanos.html). A cambio de partículas de «verdad» y de «reparación«, que disgustan a la extrema derecha pero que están ya decididas en este ciclo reformista, se protegerá a la alta oficialidad de las fuerzas armadas y a selectos grupos de políticos y empresarios que participaron desde arriba, de diferentes modos, en la puesta en marcha de la guerra sucia, del paramilitarismo y sus correspondientes mecanismos de eficacia y encubrimiento (http://www.razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/10135-jurisdicci%C3%B3n-especial-para-la-paz-injusta-con-empresarios-y-militares.html). Sin contrapesos oportunos, se echaron a la basura principios esenciales como la responsabilidad por la cadena de mando y otras premisas de valiosa factura en el derecho internacional.

Seguramente en Colombia habremos / habrán de esperar un poco más, un año o dos, para ver la tendencia que en definitiva tendrá ese sórdido sistema de justicia pactado, con el que ya comienzan a salir de cómodos cuarteles o están ad portas, genocidas, militares y policías, que al margen de la tensión bélica del conflicto armado cometieron desapariciones forzadas, masacres, o que asesinaron a empobrecidos pobladores para presentarlos como insurgentes dados de baja («falsos positivos«). El Establecimiento es de nuevo negacionista, alega hechos por «manzanas podridas» y no parámetros, ni directrices, ni colusión, ni crímenes de sistema. Y si de eso se trata este post-acuerdo, la manzana está hace tiempo podrida, bien podrida.

Para darnos cuenta no tendremos que esperar treinta o cuarenta años, ni tenemos derecho a ese tiempo para cometer ese criminal error, como en España, donde lo decente es repudiar esa ley de amnistía que entonces respaldaron de un lado los herederos del franquismo y del otro fuerzas de izquierda. Sin embargo, hay quienes desde acá reverencian o justifican la impunidad del genocidio de allá, no hablan de él, lo dan por inexistente, no está en su lenguaje, en aras de asegurar esa paz negativa, al decir de Galtung.

Entretanto, Carli, no pasa en Colombia todavía lo que decías sí pasó en Argentina en grado importante y suficiente para presionar cambios en encrucijadas. Gran parte de las víctimas y de los activistas de derechos humanos están en muy diferentes sendas, por muy diferentes motivos, entre ellos la misma guerra sucia que no cesa y que se mimetiza, víctimas que son en parte lo que el maestro Franz Hinkelammert llamó en 1987 monumentos vivos fruto del horror de la democracia de seguridad nacional; muchas no están organizadas ni menos movilizadas en pos de una memoria histórica de lucha que no se complazca con migajas de una verdad institucional e institucionalizada que enmascare el terrorismo de Estado, cuyo corolario es la aceptación del teatro de los dos demonios, homologación eje de esa «justicia».

Unas recetas transaccionales de promesas de dádivas de esa «verdad», de alguna «reparación» y sobre todo de esa «justicia«, pueden fragmentar algunas iniciativas y quizá minar el entendimiento y la ética que se requieren hoy y mañana para no ceder o sucumbir moral y políticamente. Por falta de conocimiento de las reglas de juego, algunas víctimas podrían terminar avalando lo acordado y al tiempo protestarlo, no teniendo siempre una posición coherente, o despreocupándose de elaborarla. Sus proyectos de reconstrucción de sentido corren el riesgo de ser no suyos sino de los que les dictan loas. Por eso podría suceder que unas pocas en el espectáculo de ese teatro del equilibrio, de modo pavloviano, enaltezcan ante semejantes que el seguidismo de raciones de protagonismo es válido por la protección que los poderes brindan, que dan los medios de comunicación cómplices, o camarillas políticas tradicionales o bisoñas, dejando atrás eso que decías era necesario pelear. Dignidad, memoria, cultura y conciencia de humanidad para un verdadero Nunca más, o lo que se llama en derecho internacional garantías de no repetición. De eso nada a fondo se logró acordar en La Habana. Ninguna depuración de la raíz genocida se ha emprendido en el Estado, ni hay doctrinas desveladas e impugnadas oficialmente.

Aun así, sí hay cientos de víctimas resistentes – podrían ser miles en franca beligerancia – que deciden atender esa necesidad a la que Carlos Slepoy se refirió, la que enunciabas Carli, por ejemplo en tu intervención en el caso Pinochet hace ya casi veinte años, de despertar de la conciencia, de crear y activar el Derecho para prevenir el genocidio: «los grandes violadores de los derechos humanos, los grandes asesinos de la humanidad, habrán recibido un golpe histórico y ya no será posible pensar solamente en el castigo de ellos, sino en la prevención del genocidio. El futuro va a ser contagioso. Que los genocidas se sientan acorralados, que la humanidad quede liberada de ese flagelo cada vez más, que se respire mejor en el mundo» (https://www.pagina12.com.ar/32390-un-gran-tipo).

5. Horizonte

Juan Diego Botto escribe con razón: «Ese era Slepoy. El hombre que me enseñó que cuando todo parece perdido siempre hay un lugar desde el que resistir… a pesar de su convencido anticapitalismo, jamás despreció las pequeñas victorias ni dio por perdida una batalla. Carli le apostó siempre al infinito pero no rechazaba los pequeños logros» (http://www.eldiario.es/zonacritica/Carlos-Slepoy-lugar-resistir_6_636646354.html).

Así es: «…desde el Derecho sí se pueden crear mecanismos para que se empiecen a establecer límites a esta posibilidad de exterminar impunemente a los seres humanos (…) viajar en pos del horizonte no sólo sirve para caminar. Sirve para descubrir nuevas realidades, nuevos mundos, que permanecerían ocultos a nuestra vista si no nos atreviéramos a andar… mientras sigamos avanzando hacia ese horizonte de justicia que nunca alcanzaremos porque es propio del horizonte no dejarse alcanzar… iremos encontrando la formas más eficaces para perseguir a los responsables de este tipo de crímenes… restituyendo a la especie humana los valores morales y sociales, los valores universales que destruye el genocidio y que completa y complementa la impunidad» (Carli, 2 de marzo de 2001).

Como en toda cuestión sometida a la ley de gravedad de la razón que para ser tal no puede desdeñar el aprendizaje, y que se rehace cuando recobra no sólo una reflexión desde las ciencias sino su servicio a lo que llamamos humanidad, en ese camino esperamos. Y actuamos también, eso queremos, en ese movimiento que es el del Derecho como utopía y realidad, contra las diferentes formas de humillación y tiranía. Se observa, se contrasta, se avanza, se concluye, se sigue en el combate…

En marzo de 1999, cuando coincidimos en Sevilla, alguien cuestionó la «vocación de castigo» o el énfasis tuyo en perseguir a los responsables de crímenes de Estado. Respondiste: «…si nosotros no establecemos como una de las prioridades de cualquier persona que trabaja en el mundo del Derecho – y en general de cualquier ser humano – perseguir a quienes han cometido estos crímenes, lo que estamos asegurando es no solamente la impunidad de estos crímenes, sino el quitarles la importancia que tienen en la convivencia humana… Vuelvo a decir que nos parece absolutamente natural que se persiga a un ladrón o a quien pone una bomba en un supermercado, y sin embargo ponemos en cuestión que un asesino que utiliza las estructuras del Estado pueda ser perseguido, cuando el interés principal de la humanidad es perseguir este tipo de crímenes. Porque la persecución de los otros sí está garantizada… La gran lucha y nuestro deber es combatir la impunidad y sentar el principio de que, desde el primero hasta el último capaz de torturar a un ser humano debe ser castigado, porque, si no, tenemos garantizado que esa tortura se va a repetir (…) los que tenemos como horizonte una humanidad mejor, tenemos que pensar en quiénes provocan estos crímenes, por qué lo hacen, y luego pensar en la mejor manera de combatirlos«.

Un año después (marzo de 2000) te referías de nuevo al genocidio: «…este quiebre de todos los elementos de contención que una sociedad articulada posee, este tipo de fractura, justamente, no puede revertirse sino desde el cese de lo más oprobioso de la situación, que es la identificación de los responsables y la condena de su proyecto de exterminio, de su proyecto excluyente y delirante. Y la sanción y el castigo son el límite primero y último que la sociedad necesita para afrontar su propia responsabilidad y, desde ahí y sólo desde ahí, comenzar a restituir el sentido de las instituciones, su fundamento ético y su sentido de ser, en una país donde las garantías democráticas y los valores solidarios no dejen resquicio a la impunidad. La corrupción no ha sido sólo económica: también se ha corrompido el significado de las cosas. La verdad la conocemos, los responsables sabemos quiénes son. La reconstrucción ética, política e institucional de esta sociedad no podrá hacerse sin justicia«.

Otro día, muy pronto, podremos repasar las lecciones que diste rechazando la subsidiariedad y proponiendo acoger con fuerza el principio de la concurrencia en la jurisdicción universal, en el alegato de cómo combinar y complementarse diversos medios y acciones en diferentes países, la tesis de que no podemos quedarnos esperando años hasta que se cristalice y se haga más fuerte la impunidad de los crímenes de lesa humanidad o del genocidio; que hay una jurisdicción originaria y no derivada, ni subsidiaria, ni condicional. Ese enfoque será clave, incluso para beneficiar a la ya cuestionada fuera y dentro de Colombia justicia especial para la paz, potenciando lo poco que en ella valga la pena, aunque ya haga parte esa estructura jurídica del entramado institucional dominante que ya está siendo útil al memoricidio. Un aparato más como a los otros a los que se enfrentaron in límine abogados íntegros como tú, o como lo hizo José Eduardo Umaña Mendoza, compañero de quien varias veces hablamos, asesinado por el Estado colombiano un 18 de abril. Un día después de tu muerte cumplimos 19 años sin José Eduardo.

Como tus hijos Natalia, Paula y Oscar lo dijeron (¡gracias! a los tres, y a Andrés, a Nines y a Pepe, y a cuantos le quisieron): «Demasiadas cuestiones quedan pendientes para seguir empujando este camino y nos va a hacer mucha falta su querida presencia…» (http://vientosur.info/spip.php?article12483).

Carlos Slepoy en su compromiso por la Justicia universalizable fue el paso esperanzador de una época a otra, migrar con el exilio a cuestas de marzo a abril, aunque en las cuatro estaciones, y donde no las hay, terribles crímenes las nombran (Gernika y sus réplicas en Siria o en Colombia siguen cometiéndose en tiempos de sueños primaverales de lesa transformación con sus veranos y otoños). Ayudaste a salir del invierno que Primo Levi describió al llegar a Auschwitz; liberaste, Carli, una parte de esos campos de concentración y exterminio de hoy que la ignominia de la impunidad del genocidio recrea con pretextos de falsa o truncada transición, y nos invitaste con ternura a construir desde los pueblos para esa Justicia otra primavera de hojas verdes, abrazos, puños en alto y flores ¡Hasta siempre Compañero!

Referencias:

  • «Albert Camus. La sangre de la libertad». La linterna sorda, Madrid, 2013, pág. 167 y ss.

  • (marzo de 1999) «Los juicios de Madrid a la `Operación Cóndor´«. Carlos Slepoy Prada. En «Fuerzas Armadas y Derechos Humanos«. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, 2000, págs. 41 y ss., y pág. 74 a 81.

  • (marzo de 2000) Entrevista con Carlos Slepoy: «Es imprescindible el juicio y castigo a los genocidas«. En revista Punto y seguido, Asociación Argentina Pro Derechos Humanos, Nº 0, marzo de 2000. Pág. 62 y ss.

  • (marzo de 2001) «El principio de Justicia Universal y su regulación en España ¿Subsidiariedad o concurrencia?» Carlos Slepoy Prada. En «El principio de Justicia Universal«. Colex, Madrid, 2001, pág. 135 y ss. Igualmente con este título en la revista Punto y seguido, Asociación Argentina Pro Derechos Humanos, Nº 1, febrero de 2001. Pág. 18 y ss.

  • «De la fruta madura a la manzana podrida. El laberinto de la Transición española«. Tom Burns Marañón, Galaxia Gutenberg, colección Ebook, 2015.

  • «Democracia y Totalitarismo«. Franz J. Hinkelammert. Departamento Ecuménico de Investigaciones, DEI, San José, Costa Rica, Colección economía-teología, Segunda Edición, 1990, pág. 228.

  • «Si esto es un hombre«. En «Trilogía de Auschwitz«, El Aleph Editores, Barcelona, 2005.

Carlos Alberto Ruiz Socha. Doctor en Derecho. Ex asesor de las FARC en el proceso de paz. Actual asesor jurídico del ELN en la Mesa de Diálogos con el gobierno colombiano en Quito.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.