Entre fines de 1956 y comienzos de 1957 dos jóvenes veinteañeros emprendieron la averiguación que daría lugar a un libro que llegó a ser comparado con Martín Fierro o Facundo.
Cuando Rodolfo Walsh y Enriqueta Muñiz iniciaron la investigación que iba a convertirse a Operación Masacre, eran dos jóvenes con edades respectivas de 29 y 22 años.
Por ese entonces ambos trabajaban en la Editorial y Librería Hachette como correctores, traductores y otras faenas relacionadas con la edición. Como es sabido, el trabajo periodístico más famoso de la historia argentina se inició a partir de la casi fortuita revelación, “Hay un fusilado que vive”, en alusión a Juan José Livraga, un hombre que se salvó de la muerte no sin antes recibir serias heridas.
Los cuadernos de Enriqueta
Walsh decide lanzarse a la indagación en torno al fusilamiento, nocturno y en descampado, sin forma alguna de juicio, de un grupo de civiles, durante el transcurso del frustrado levantamiento cívico-militar del 9 de junio de 1956.
Enriqueta se suma a la investigación desde su inicio, el 20 de diciembre del mismo año 1956. Fue ese día cuando el escritor y periodista se presentó en Hachette con la afirmación de que había encontrado “al perro mordido por un hombre”, frase alusiva a que sólo lo inusitado constituye una noticia atrayente. Alguien pasado por las armas que aún vive cumplía con el requisito de lo inusual, era “dinamita”, en palabras del propio escritor.
Escribió la periodista acerca del inicio de la aventura: “El 20 de diciembre a las 12 hs. y 25 minutos, yo era aún una persona pacífica. A las 12 y media, un extraño llamado de Walsh decidió que dejaría de serlo muy pronto.”
La joven a su vez decidió desde el principio dejar constancia escrita de la búsqueda que emprendieron juntos. La plasmaría en dos cuadernos manuscritos de hojas cuadriculadas, a los que bautizó con sencillez Historia de una investigación.
Al principio del primer cuaderno presenta al objeto de su narración: “Esta es la reseña breve de una investigación policial en la que me metí con la misma alegre inconsciencia que impulsó a Walsh a ofrecerme mi parte de aventura. Quedan aquí nuestros movimientos, nuestros triunfos y nuestros sustos.”
En cuanto a los “sustos”, a los dos los acechó el peligro emanado de una dictadura criminal, dispuesta a ensañarse con todo lo que oliera a peronismo y proclive a silenciar a los denunciantes de sus atropellos. Quienes fusilaron sin siquiera la cobertura de la ley marcial, habían robado el cuerpo de Evita y prohibieron hasta la mención de Perón y su esposa eran sin duda adversarios de cuidado. Enriqueta enfrenta el riesgo con entereza, y sigue adelante hasta que la obra ya está publicada en su totalidad.
Escritos con mano serena y prolija, los cuadernos permanecieron inéditos por más de medio siglo. Los dieron a la luz, en 2019, el periodista Diego Igal y el escritor Daniel Link, quienes además escribieron un estudio preliminar y una introducción que aportan a la comprensión de las circunstancias y al juicio sobre la escritura.
A lo largo de su escrito, Muñiz exterioriza reiteradas veces la admiración por su compañero, No se trata de meros elogios, sino que muestra la perspicacia de quien supo descubrir sus cualidades: Habilidad detectivesca, perseverancia obsesiva hasta alcanzar sus objetivos, la amplísima capacidad para relacionar datos, indicios y conjeturas hasta llegar al meollo de lo que busca.
Cuando Walsh pasa a la etapa de la escritura, detecta asimismo su talento para volcar de un modo seco, sencillo y preciso los resultados de sus indagaciones.
Enriqueta trasmite el frecuente malhumor de Walsh, que no obstruye su paciencia para ahondar en la investigación. Ensalza su buen juicio, hasta llega a afirmar que “siempre tiene razón.” Incluso le reconoce buenas dotes de fotógrafo, en las que no creía al comienzo.
La penetrante mirada de Muñiz sobre Rodolfo adquiere mayor mérito si se toma en cuenta que no se hallaba frente a una figura más o menos consagrada sino ante un joven desconocido que contaba en su haber un solo libro de cuentos policiales, un par de antologías a su cargo y algunos años de ejercicio periodístico.
Brillante, solitaria y misteriosa.
A lo largo de la Historia… aparecen signos claros de una división tradicional de roles de género entre ambos: A ella le toca más de una vez hacer copias mecanográficas de extensos documentos. Cuando visitan a un sobreviviente, Walsh conversa con el dueño de casa mientras Muñiz se dirige a dialogar con la esposa y los hijos.
Asimismo Enriqueta se queja varias veces de las dificultades que le suponen para su tarea los “horarios estrictos” que le impone su familia. Hoy causa asombro ver como encara semejante labor una muchacha que ni siquiera puede manejar sus tiempos con libertad.
Como se nota en el escrito, a ella le cupo un papel bastante más relevante en todo el trabajo que el que le asigna Walsh en Operación Masacre. Tuvo que producirse la publicación de esos textos para que el rol que jugó finalmente se conociera. Hacía entonces seis años que Enriqueta había muerto.
No habría que apresurarse a tildar al investigador de indiferente o ingrato. Allí quedó la dedicatoria del libro “A Enriqueta Muñiz”. En algún momento dijo que prefería que el libro no se publicara si no podía dedicárselo.
Ella acompaña a Rodolfo con resolución y firmeza. Examina expedientes, saca y revela fotografías, custodia materiales, entrevista a testigos, contacta a posibles editores, discute las conclusiones… hasta realiza colectas para asistir a familiares de los fusilados que habían quedado en situación de desamparo.
Entre las notas de interés del relato de Muñiz se encuentra su aguda mirada sobre varios de los medios de prensa política de la época. Periódicos nacionalistas, peronistas, desarrollistas y filocomunistas son visitados a la hora de buscar quién publique el riesgoso material. Azul y Blanco, Propósitos, Revolución Nacional, publican parte de los materiales.
El periódico Mayoría, órgano peronista sin gran prestigio por entonces, será finalmente el encargado de poner en circulación, por entregas, el texto completo.
Eran tiempos de un gobierno dictatorial y se trataba de poner en las rotativas y lanzar a la calle el testimonio de unos crímenes tremendos, casi inverosímiles. Enriqueta refleja las idas y vueltas de los posibles editores. Desfilan por sus páginas Marcelo Sánchez Sorondo, Luis Cerrutti Costa, Leónidas Barletta, Dardo Cúneo, Osiris Troiani y varios otros, incluido el futuro presidente Arturo Frondizi.
Muñiz remata sus anotaciones con su elevada valoración del libro que el futuro militante montonero ha sabido generar en base a lo que ha conseguido en su infatigable tarea de cazados de noticias y con la decisiva asistencia de ella: “Sin duda, lo más fundamental que ha sucedido es un libro. Un magnífico libro que retrata todo un aspecto del país en un momento dado. Un libro magnífico que algunos leerán, pocos comentarán…” No podía prever la enorme y perdurable repercusión que la obra alcanzaría con el tiempo.
Luego de esa temprana incursión en el periodismo de investigación del más alto nivel y máxima audacia, Enriqueta continuó durante décadas con su labor de escritora y periodista. Publicó varios libros, desde cuentos infantiles hasta una síntesis histórica sobre la revolución francesa. Abordó una parte de la historia del periodismo en nuestro país en otro volumen. No le faltaron distinciones, fue incorporada a la Academia Nacional de Periodismo y recibió el premio Konex en Letras en 2004, entre otros reconocimientos.
Nada de eso alcanzó para darle a su nombre un alcance masivo. Su trabajo sólo obtendría mayor visibilidad para un público amplio cuando Editorial Planeta lanzó su manuscrito en una peculiar edición facsimilar. “Demasiado tarde”, podría decirse
Diego Igal tituló a su introducción “Una vida brillante, solitaria y misteriosa”. El misterio hace referencia a su reticencia (cuando no negativa rotunda) para dar notas en general y para hablar de Walsh en particular. La soledad fue el sendero que recorrió gran parte de su vida. En cuanto a “brillante” la límpida prosa de sus cuadernos alcanza por sí sola para justificar el adjetivo.
Sin duda fue una integrante de ese conjunto de mujeres de la literatura y el periodismo cuyo talento y eficacia quedaron a la sombra del personaje masculino a cuyo lado trajinaron una parte de su vida. Enriqueta optó por el silencio acerca del que podría haber sido el momento culminante de su vida. Las páginas cuadriculadas llenas con sus anotaciones le garantizan un lugar en la historia.
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