La síntesis es el motor de la acción, por lo que si el análisis se distancia o desapega de la síntesis se convierte en formalismo. O el análisis depende de la síntesis y de las consecuencias de la acción o caerá en la dinámica repetitiva de Sísifo. Esto vale para cualquier forma de análisis. Si […]
La síntesis es el motor de la acción, por lo que si el análisis se distancia o desapega de la síntesis se convierte en formalismo. O el análisis depende de la síntesis y de las consecuencias de la acción o caerá en la dinámica repetitiva de Sísifo. Esto vale para cualquier forma de análisis.
Si el análisis se limita al estudio de casos particulares prescindiendo de la teoría, estará presuponiendo que la inducción tiene el poder de descubrir verdades. La inducción es un método de razonamiento que dice que es posible obtener generalidades a partir de casos particulares escogidos convenientemente, y en consecuencia carece del poder de descubrir verdades, tan sólo, y en el mejor de los casos, descubre verdades hipotéticas, es decir establece hipótesis con un cierto grado de verdad o incluso de probabilidad.
Si el análisis de casos no prescinde de la teoría, la inducción puede descubrir verdades ¡dentro de esas teorías! Nunca sacará conclusiones necesariamente válidas para cualquier otra teoría. El método analítio es siempre dogmático.
La modificación de teorías depende siempre de las consecuencias de la accion, sean éstas de carácter empírico, es decir como resultados de la experimentación o como resultados de la invención o creación de nuevos conceptos. Pensar es una acción. El método analítico es en consecuencia un método sin pensamiento.
En la actualidad, si el análisis se hace sobre objetos que permitan una formalización matemática, será posible escribir programas de ordenador que de manera automática obtengan todas las posibles conclusiones. Si no es así, las conclusiones deberán obtenerse utilizando el lenguaje (natural). Naturalmente no se puede realizar ninguna clase de análisis sin aplicar uno o varios métodos analíticos. Cada uno de estos métodos está a su vez expuesto al análisis y a la síntesis, por lo que volvemos a descubrir la incapacidad de un análisis puro.
Esto anterior es en exceso una simplificación, que espero no distorsione la idea de fondo: el análisis de casos oculta, por un lado, los principios teorícos, y por el otro, no invita a la acción, porque es la síntesis el motor de la acción. Como escribir un artículo de crítica al trabajo de Manuel Martínez Llaneza, es una forma de acción, no puede haber sido motivada por el análisis de casos que él realiza, sino por la utilización de este método (que ya es de carácter sintético, porque utilizar algo ya es una acción) o por los comentarios que rodean al análisis.
Empezaré quitando lastre. Me alegro de que el trabajo de Manuel Martínez Llaneza sea valorado. Yo no lo desvalorizo sino que lo critico. Si no gusta que se utilicen epítetos como «academicismo», «dogmatismo» o «totalitarismo en matemáticas», que le vamos a hacer. Puedo responder con una aclaración sobre el sentido que he querido darle a estos términos, pero sinceramente sospecho que aportarán muy poco al debate. No voy a hacerlo en este escrito, excepto colateralmente. Además se abrirían fácilmente las puertas al burdo chismorreo.
Cuando estoy a punto de cerrar este artículo leo en Rebelion una contestación del autor cuyo trabajo critico, que me obliga a detenerme para seguir andando. Debo decir que no tengo, ni he tenido la más mínima intención de personalizar el debate, porque independientemente de que hayamos coincidido en algunas asambleas y actos académicos, no le conozco. Los juicios se emiten sobre el contenido y no sobre presupuestos de intencionalidad o incluso sobre presupestos motivacionales o estados de ánimo. Esto tendrá sentido en un análisis psicológico, pero ciertamente no estoy interesado. No obstante acepto el adjetivo de «precipitación» si se entiende en términos del contenido, aunque no lo comparta en relación a mi escrito. Tampoco estoy interesado en las correcciones gramaticales, como «a grosso modo». Pueden descubrise algunas incorrecciones más: por ejemplo utilizo unas interrogaciones en un lugar en el que debería haber exclamaciones. Así que ya sé que nunca me pondrán matrícula de honor.
Si hay algo que enseñan las críticas de Salvador Martínez Arnal, es que conviene aclarar las simplificaciones. Ya lo sabía y es por esto que me contengo tantas veces en la publicación de escritos, porque sé que me veré obligado a dedicarle tiempo a la aclaración: una pereza de la que espero ser absuelto. Hoy me ha parecido, que merece la pena superar mi cansancio.
También enseñan, en el sentido de mostrar, una de las limitaciones del método analítico: que al aislar frases para el análisis, se sacan del contexto, pudiendo distorsionar y ocultar el sentido global (las citas siempre corren este riesgo, pero al menos no se analizan). Yo, en este escrito voy a hacer lo mismo un par de veces. Que cada cual juzgue.
Todo lo que escribo a continuación hace referencia a los artículos citados al final. Cuando me refiera al segundo escrito de Manuel Martínez Llaneza, lo indicaré explícitamente.
Escribí, «En primer lugar, hubiese bastado con decir que el libro de AWTD está plagado de errores, porque cuestionar el método es, probablemente cuestionar al marxismo en su faceta de «materialismo dialéctico».» Salvador López Arnal lo interpreta como que yo he dicho que el marxismo es un método. Creo que se ha leido precipitadamente. El marxismo no es un método, es evidente, pero el marxismo no existe, sino que hay múltiples marxismos, y en este sentido puedo permitirme la metáfora del poliedro de múltiples caras o facetas, que podemos entender a la manera de Picasso: todas las caras expuestas en un solo plano, y en consecuencia deformadas. Reconstruir el poliedro tridimensional es un esfuerzo que nos pide Picasso y que posiblemente haya que hacer con los marxismos. Al poliedro podemos llamarlo, si queremos, Marxismo. Hay una cara en este poliedro que es la del materialismo dialéctico, y creo que es difícil negar que éste dispone de un método bien definido cuya pretensión es darle sentido a la realidad (vuelvo a retomar este punto más adelante).
Otra cosa es la filosofía marxista, que Salvador López Arnal dice «…la filosofía marxista, el materialismo dialéctico por usar la expresión usual,…». Ahora me entero de esto. En mi opinión se trataría de la filosofía marxista ortodoxa, porque yo no quiero prescindir de los filósofos marxistas heterodoxos como Althusser, por ejemplo, y probablemente al propio Marx. «La expresión usual» puede ser la ortodoxa, lo desconozco, pero entretenerme en considerar esta afirmación sería volver a empezar a escribir, en el espíritu más que en la letra, lo que ya he escrito sobre el trabajo de Manuel Martínez Llaneza.
He dividido este escrito en dos partes que pueden leerse por separado, o no leerse cualquiera de ellas o ninguna. A mi personalmente me gusta más la segunda, pero la primera es una reflexión: ¿necesitamos la primera o se meterá en el saco de la irracionalidad? ¿O se hará esto mismo con la segunda?
A) Primera parte.
Las cosas chocantes o ya puestos a bromear…
1. Currículum vitae.
Me he visto obligado a recurrir al diccionario por si hubiese algún sentido oculto en la palabra «precipitarse». Aunque yo entendía que era algo así como que había hecho algo sin pensarlo demasiado, descubro que un sinónimo es «correr». Y ciertamente he corrido: lei un artículo que acababa de ser publicado, me dispuse a escribir, escribí y envié al día siguiente lo que había escrito, tras pensarlo dos veces. Debo añadir que tengo en mi palmarés una buena colección de medallas de cuando fui atleta. Hacía vallas, lo que me proporcionó una habilidad y coordinación especial para correr y sortear obstáculos. Mi currículum no queda aquí: ¡nunca perdí de vista que mi cerebro es un músculo! Nunca me lo imaginé flotando en una cubeta, por ejemplo, pero es cierto, a veces me tragaba algunas vallas, otras tropezaba con ellas. ¡Te estás precipitando!, decía mi entrenador. Y yo, dale que dale, pura coordinación, ritmo, y fuerza. Veinticinco años después pensaba que era un experto en materia de energía. Veo que todavía tengo entrenadores que buscan de mi la perfección, a pesar de que se sabe desde hace tiempo que no es posible construir el móvil perpetuo.
Aprendí por el camino que hay quienes se lo toman con más calma, diez años de calma, pero encegados se precipitan al vacío.
2. Cuestiones pedagógicas.
i) Preludio: el aire fresco y las buenas intenciones.
«He intentado proporcionar una explicación, un ejemplo o una referencia histórica entendibles para un lector con nivel de bachillerato de cada uno de los temas que trato; creo que es suficiente para desmontar la impostura».
«Mi respuesta a la pregunta de si tendría algo que decir es: ese método me trae al fresco.»(Segundo escrito de Manuel Martínez Llaneza, refiriéndose al método del materialismo dialéctico).
«Afirma que tengo pánico al irracionalismo, lo que le recuerda a Evo Morales, que ya está advirtiendo ‘contra las élites intelectuales -es decir, yo- que tienen terror al pueblo’. Esta ridícula afirmación va después de una referencia que mezcla la filosofía zen, los cabalistas, el flogisto, los biocombustibles, el éter y no sé cuántas cosas más con una condición: ‘¡no se ha dicho la última palabra!’. Está más visto que el TBO: como no se sabe todo, no hay verdades, vale todo. Argumento reaccionario donde los haya, del estilo de ‘si no hay Dios, todo está permitido’.» (Segundo escrito de Manuel Martínez Llaneza.)
Y yo escribí: «..lo que nos aporta MML: tomemos precauciones, que no todo vale. Lo cierto es que esto, ya lo sabíamos,…».
El preludio termina con una tormenta de instrumentos de percusión.
ii) Interludio: al hilo del desprecio a la filosofía.
«Voy a decir una herejía: Si Kant no hubiera escrito la ‘Crítica de la razón pura’, la idea que tendría la humanidad de los conceptos de espacio y tiempo sería la misma que ahora, aunque no supiera que eran sintéticos a priori, dicho con todos los respetos a un filósofo serio; sin embargo, si Marx (u otro en su lugar, claro) no hubiera escrito ‘El Capital’, la historia de los últimos ciento cincuenta años hubiera sido muy distinta.»
Me imagino a Lenin en aquél mitin, ¿te acuerdas?, diciendo a los campesinos y obreros: ¡proletarios, luchemos contra la tiranía del zar! Los compañeros comunistas, entre las masas, repartiendo incansables, libros del Capital: a los revolucionarios de familia burguesa, con tapas doradas; a los más pobres, con tapas de cartón. Y todos unidos, ¡derrotaron al zar a contragolpe de plusvalía!
En el siglo XX1 se hizo un museo de cera, y uno preguntó al conserje: ¿quiénes son esos que se arremolinan alrededor del libro? Son los marxistas de salón, contestó orgulloso de haber sido útil.
En el siglo XX Konrad Lorenz prisionero de los rusos, reflexionaba sobre el innatismo en el comportamiento de los animales, siguiendo las directrices de los esquemas kantianos. Piaget por su parte, experimentaba con el desarrollo intelectual de sus hijos, siguiendo los esquemas kantianos. Porque de Kant, aparte de los sintéticos, y sobretodo, promovió (después de muerto) un pensamiento innatista, constructivista y evolucionista, a través de su concepto de «esquema». (Que le pregunten a Chomsky y su famoso debate con Piaget.)
¿Nadie pensaba en la Unión Soviética en el materialismo dialéctico como para que de allí extrajese teorías científicas? ¡Qué poco se sabe de historia! Pavlov fundó el conductismo que inspiró a la cibernética, los autómatas de aprendizaje, la teoría de los sistemas de control en ingeniería… No nos debería extrañar que se utilizase en la propaganda.
¿Qué leía Einstein? ¿Qué leía Gödel? ¿Por qué se sentó éste un buen día, antes de que se suicidara de hambre, para ¡enunciar! y demostrar sus teoremas? ¿Fue una revelación divina? Porque antes de demostrar nada hay que enunciar algo. Su afán pitagórico, la magia de los números; su lucha platónica, su amor por las ideas ideales. Recomiendo una lectura atenta a las demostraciones de sus teoremas de completitud: se entenderá su pitagorismo. Le preguntaré, no obstante, a mi analítico entrenador.
Lo que también conviene hacer es «ingeniería o dialéctica inversa»: ¿quiénes quedaron fuera? ¿Por qué? Pero esto es otro capítulo…
La diferencia ideológica no prueba nada; la diferencia en las formas de vivir y pensar, sí: y no sólo sirve para hacer pruebas, sino también demostraciones.
(Para que se entienda de una vez mi primera afirmación, remito a la lógica de proposiciones; en concreto: Si A implica B, es cierto que la negación de B implica la negación de A; pero de ninguna manera B implicará A. Así que si alguien dice que las diferencias ideológicas implican una autonomía de la matemática, entonces, si la matemática no fuese autónoma, ¿no habría diferencias ideológicas? La proposición correcta es (para mi, claro): no hay autonomía de las matemáticas porque hay diferencias en las formas de vivir y pensar. En conclusión, si la matemática fuese autónoma, entonces no habría diferencias en las formas de vivir y pensar. Antiplatonismo puro, aunque todavía no llegue a ser materialismo dialéctico.) (En este punto, y ya que soy mayorcito, le pediría irreverentemente a mi entrenador que se lea detenidamente el trabajo de Manuel Martínez Llaneza, porque yo entiendo perfectamente lo que intenta transmitirnos, pero me creo en mi derecho de declarar que no deben confundirse las opiniones, la doxa como dirían los filósofos, con los análisis, y aún menos se deben ocultar subyacentemente los principios. En todo esto que digo, y alargo un poco más la cuestión, lo tienen mucho más claro las escuelas populares (como La Prospe, por ejemplo, http://audio.urcm.net/spip.php?mot80 y http://prosperesiste.nodo50.org/) que los academicismos de las universidades institucionales.)
El mundo de la ciencia es apasionante, especialmente cuando no se pierde de vista que si se defienden ciertas teorías a su vez se están defendiendo ciertos conceptos filosóficos. Pondré, para finalizar este interludio, el ejemplo del finalismo, que técnicamente se llama teleologismo -no teologismo-: creer que los objetos naturales evolucionan siguiendo una finalidad. No es lo mismo decir que nuestra forma de caminar es como es y además, ¡curiosamente!, gasta la mínima energía mecánica, que decir que nuestra forma de caminar es así ¡para! minimizar energía: hay una diferencia entre un ser sorprendido y un ser para otro. En el primer caso, no se defiende el finalismo; en el segundo caso, sí. Pero las matemáticas que describen a ambas ¡son las mismas! (desde Lagrange), aunque sería más preciso decir que son biyectivas. ¿No tiene importancia ver las cosas de una manera o de otra, por el mero hecho de que las matemáticas sean «las mismas»? Claro que sí, tanto para el desarrollo de la ciencia como para muchas otras cosas. ¿Qué clase de investigaciones y experimentos preparan los científicos que creen en el finalismo frente a los que no lo creen? ¡Son diferentes! Por esto a mi me parece apasionante: a pesar de las diferencias en la manera de investigar, se siguen obteniendo resultados empíricos que no nos permiten en la actualidad, descartar ni confirmar el finalismo. El día que aparezcan resultados empíricos distintos será preciso formular nuevas ecuaciones matemáticas, ya que una primera conclusión, es que ya no serán biyectivas, y en consecuencia no sería correcto utilizar las ecuaciones de Lagrange. Lagrange, como matemático no estaba equivocado, pero sí lo estarían los físicos o biólogos que utilizasen sus ecuaciones, y en consecuencia también lo estaría Lagrange porque él dedujo esas ecuaciones utilizando principios de la física. Los filósofos, a su vez, depuran la noción de finalismo orientando a los científicos más profundos. Los resultados empíricos pueden desmontar algunas doctrinas filosóficas, obligándolas a modificar, como mínimo, el sentido que dan a sus conceptos.
No siempre se hacen las cosas así. Hay más formas posibles, tantas como capacidades humanas haya, pero es difícil imaginar que haya un cerebro flotando en una cubeta: metáfora del racionalismo. No debe perderse de vista que se puede ser filósofo y físico a la vez, dependiendo de la actividad que se esté realizando. El profesionalismo, en demasiadas ocasiones no es más que una parodia entontecedora: los títulos ¡a la basura! O en todo caso, ¡cambiemos los planes de estudio! Pero nadie puede dominar todas las disciplinas, así que desde la filosofía reivindico el concepto de «tolerancia»: otra puerta se nos abre… (Pueden llamarme radical, otros me llamarán terrorista: me buscaré un buen abogado.)
iii) Paráfrasis
1. Introducción.
Manuel Martínez Llaneza critica (p.12) la afirmación de AWTD siguiente: «‘la razón por la que se puede utilizar el infinito, y se debe utilizar, en las matemáticas modernas es porque se corresponde con la existencia del infinito en la propia naturaleza’ [364].». Se puede estar perfectamente en desacuerdo con lo que dicen AWTD pero es consistente con dos aspectos esenciales del materialismo dialéctico. Uno, su antiplatonismo, es decir, las matemáticas no se descubren sino que se inventan, y dos, lo que se llama teoría de la verdad como correspondencia (defendido por Aristóteles, por ejemplo), que no es, a su vez, más que uno de los aspectos de las filosofías llamadas realistas, filosofías entre otras, que tratan de conceptualizar cómo se establece la relación entre el pensamiento y las cosas. El materialismo dialéctico acepta que entre el pensamiento y las cosas hay una estricta correspondencia. Se puede estar en desacuerdo con ellas, no voy a negarlo, (de hecho yo no comparto la segunda, pero sí la primera) pero esto significa que se está en desacuerdo con el materialismo dialéctico. Si yo criticase a AWTD les diría que su noción de infinito es ambigüa, pero si se refieren a la noción de «infinito matemático», puede ser correcta porque los matemáticos no son precisamente buenos ejemplos en la selección de sus nombres (ejemplo típico: números irracionales o imaginarios). El concepto de «infinito matemático» se parece mucho más al concepto de «ilimitado», y de hecho los mismos matemáticos hablan de «paso al límite» cuando se refieren al infinito. ¿Quién no «siente» lo ilimitado, la inmensidad, lo que no tiene medida, ni límite, mirando a las estrellas? Si se trata de una experiencia, la teoría de la verdad como correspondencia dirá, que si tenemos un pensamiento del infinito es que éste es un objeto real, existente. Y en absoluto se trata de un idealismo disfrazado, es decir, no es inconsistente con el materialismo. Yo defiendo que es una experiencia pero que se trata de un objeto virtual. Los matemáticos inventan (o descubren, si se es platónico) su noción de infinito, y con él han hecho importantes descubrimientos matemáticos, como por ejemplo que hay series de infinitos «acontecimientos», cada uno de ellos suma de los anteriores, que en el extremo, en el infinito, no es un «acontecimiento» infinito, ilimitado. Parece chocante, pero ni tan siquiera es paradójico en matemáticas, aunque sí lo parezca en filosofía. El materialismo dialéctico tiene la virtud de que explica estos descubrimientos deshaciendo la aparente paradoja (en la parte B doy unas pinceladas sobre el método seguido).
Quizás deba decirlo para evitar comentarios baratos, recomiendo la lectura del trabajo de Manuel Martínez Llaneza, sino ¿de qué iba yo a molestarme en criticarle, o a dedicarle tiempo a aclarar mis afirmaciones? Hago lo segundo porque reconozco que no es nada sencillo evitar simplificaciones que puedan dar lugar a malinterpretaciones.
2. Desenlace.
En la página 14 dice Manuel Martínez Llaneza, citando una frase de Alan Woods y Ted Grandt: «‘La diferencia entre orden y caos tiene que ver con las relaciones lineales y no lineales’ [367]. Caos y orden no son categorías opuestas: orden hace referencia a entropía, concepto físico (también biológico, por supuesto); la no linealidad no asegura el caos. La ley de la gravitación universal de Newton es fuertemente no lineal y no da lugar a desorden ni necesariamente a caos (al menos en el sentido disipativo).»
a) Caos y orden son categorías opuestas. Lo que ocurre es que los físicos han decidido utilizar la palabra «caos» para describir unos fenómenos recientemente descubiertos. Habría que decir que «caos físico» no es opuesto a «orden físico» (y aún así, véase el siguiente apartado), entendiendo por físico lo que se entiende en la Física. Es por esto que a veces puede leerse la expresión más literaria que otra cosa, «orden dentro del caos».
b) La relación entre orden y entropía no es científica. Es una interpretación discutible de Boltzmann. Entropía es una forma de energía, siguiendo a la Termodinámica. Habría que decir «orden, entendido a la manera de Boltzmann».
c) La entropía no es un concepto biológico y el concepto de orden tampoco. Lo que es cierto es que en la actualidad hay algunos científicos que ponen en entredicho el segundo principio de la termodinámica ya que los seres vivos parecen no cumplirlo. Éstos asumen la interpretación de Boltzmann, pero a la vez afirman que la vida es un aumento de orden (y algunos introducen el concepto de «complejidad» que si le dedicara tiempo nos abriría un inmenso espacio que se relaciona con el concepto de «información»: la vanguardia de los conceptos), y no de desorden como afirma el segundo principio (Además es un principio y no un resultado empírico).
d) Es cierto que la no linealidad no asegura el caos físico, pero también es cierto que la linealidad ¡nunca! asegura el caos físico. Pero ¿qué tiene que ver esto con la ley de la gravitación universal? En mi opinión es más interesante sacar a relucir la segunda ley de Newton de que la fuerza es igual a masa por acaleración, y ésta es una ecuación dinámica lineal. En consecuencia, no puede presentar comportamientos caóticos. La tercera ley de Newton también es lineal. Es cierto que la ley de la gravitación universal mencionada no es lineal. El interés de esta ley es por un lado definir una constante universal, la constante gravitacional, y por el otro saber geométricamente cómo son los movimientos celestes. De «¿Es caótico el movimiento de Plutón?» (http://157.92.21.104/plasmas/cienciahoy/cienciahoy.pdf ) (Graciela Domenech y Daniel Gómez del Instituto de Astronomía y Física del Espacio) recojo las siguientes citas: «Recientemente, según informa la revista Science*, G. Sussman y J. Wisdom -científicos del Massachussets Institute of Technology (MIT)- hallaron evidencia (numérica) de que la trayectoria de Plutón, el planeta más externo del sistema solar, presenta un comportamiento no estable.». «Pero, principalmente, porque la órbita de Plutón tiene tal grado de excentricidad e inclinación que permite sospechar que su movimiento es caótico». Fue escrito en 1989: ahora algunos científicos dicen que Plutón no es un planeta.
e) El concepto de sistema disipativo que Manuel Martínez Llaneza trata en su artículo, y que aquí menciona, requiere para su comprensión conocimientos que superan los de un segundo o tercer curso universitario.
En conclusión: ¿Qué tiene de mala la afirmación de AWTD «La diferencia entre orden y caos tiene que ver con las relaciones lineales y no lineales»?
Algunas respuestas ya las he dado en mi crítica al trabajo de Manuel Martínez Llaneza. ¿Habré dado ahora en la diana o será una locura, un descentramiento lo que digo? Cuando leo algo no siempre acepto centrarme en lo que el autor me imponga como centro, quiero decir que lo maravilloso de la lectura es que yo soy quien elige el centro, el foco o los focos, como en una elipse, o una elipsis, que me parezcan oportunos. Salvador López Arnal, no obstante, me orienta (diciendo que estoy descentrado), como buen entrenador, con alguna luz, hacia un nuevo sendero de debate.
B) Nuevo sendero. Materialismo dialéctico.
Alan Woods en «El materialismo dialéctico hoy», (http://www.nodo50.org/ciencia_popular/articulos/woods.htm ) dice al final: «Cuántos errores, callejones sin salida y crisis en la ciencia se podrían haber evitado si los científicos hubiesen estado equipados con la metodología que refleja genuinamente la realidad dinámica de la naturaleza, en lugar de entrar en conflicto con ella a cada momento.»
Este artículo lo leí hace tiempo (¿Fue el 24-12-2005? Esto de ser ateo hace que me busque entretenimientos la noche de navidad…). Lo cité incluso en otro que yo escribí en el que criticaba suavemente la regla lógica de que la doble negación es una afirmación. Esta regla es aceptable en la lógica puramente formal (y binaria: hice una cita de pasada a las lógicas multivaludas en mi crítica a Manuel Martínez Llaneza; no voy a hablar de esto, por reducir la densidad), que es aquella que no atiende al significado de las proposiciones sino simplemente a su forma de representación simbólica, pero que, en mi opinión debe ser cuestionada cuando la semántica entra en juego. Para mi era (y sigue siendo) una debilidad del materialismo dialéctico.
No me había fijado que Alan Woods utilizase la palabra «metodología» (lo descubro ahora, al releerlo), así que puede que tanto éste como yo entendamos las cosas de la misma manera, aunque no compartamos el mismo punto de vista sobre la validez del método. Creo que, ahora, no es el momento de hacer propuestas. Simplemente haré un apunte didáctico, que confío que no sea excesivamente simplificado, y distorsione la riqueza de lo que está en cuestión.
1. El materialismo dialéctico no es igual a materialismo + dialéctica.
Si esto fuese así bastaría con dialectizar desde el materialismo. Y efectivamente habría infinitas formas, sin certificados. Lo digo porque es muy interesante la pregunta de Salvador López Arnal: «¿quién otorga certificados de dialecticidad?».
El materialismo dialéctico es una doctrina materialista sobre la que se impone un método específico de diálogo acerca de la realidad. En este sentido el materialismo dialéctico es un caso particular de materialismo+dialéctica. No por esto debe sacarse la conclusión de que en la balanza de variedades, el materialismo dialéctico ocupe un peso de igualdad. Al menos sus defensores dicen que es la que mejor se adecúa a lo real conocido, porque no sólo permite darle sentido a los objetos científicos sino también a los objetos sociales, por ejemplo. Ciencia y sociedad deben ser entendidos conjuntamente en el materialismo dialéctico. Uno de los aspectos más interesantes del materialismo dialéctico es que tiene la capacidad de permitir elegir entre alternativas de lo real desconocido. Por ejemplo, si se decubre un fenómeno que puede ser explicado de varias formas distintas, desde el materialismo dialéctico es posible descartar algunas de ellas. No garantiza la unicidad en la elección, pero abre las puertas a nuevas investigaciones que permitan reducir las alternativas.
En general esto que digo suele ser común a casi todas las doctrinas filosóficas (¡pero no a todas!, como por ejemplo la hermenéutica, que en pocas palabras se orienta hacia la interpretación y no a la explicación). La diferencia de ellas con el materialismo dialéctico es que esta última abrazará las técnicas de comprobación empírica, o más en general será partidaria de la utilización de tecnologías de la praxis. La praxis estará orientada por la teoría y viceversa. Este es un rasgo por lo general característico de aquellas doctrinas materialistas que pretendan ser explicativas, descartando por lo tanto al idealismo. A su vez descarta al empirismo puro y al racionalismo puro. Estas dos son grandes extremos, que en pocas palabras nos dicen que cualquier clase de conocimiento sólo puede obtenerse desde la experiencia o desde la razón, respectivamente. El materialismo dialéctico dirá que razón y experiencia están entrelazados o mejor dicho, soldados, en una unidad dialéctica. No es una unidad cualquiera, sino dialéctica. En este punto se encuentra con todas las doctrinas del materialismo+dialéctica, que pretendan ser a su vez explicativas. Se diferencia de ellas en la forma de dialectizar la unidad. Y en este sentido propone un método, obtenido en parte de Hegel. Fue Engels el que propuso y expuso las líneas maestras del método. Completaron este trabajo original Lenin y posteriores teóricos, principalmente soviéticos. De hecho el mismo nombre de «materialismo dialéctico» no fue utilizado ni por Engels ni por Lenin.
El materialismo dialéctico no se reduce al método, puesto que como he señalado, se trata de una doctrina filosófica. Sin embargo el método es único y queda definido por una serie de reglas, llamadas leyes de la dialéctica, que deben aplicarse rigurosamente. Estas leyes no lo son en un sentido puramente sintáctico, como las reglas gramaticales, sino que deben utilizarse de manera semántica, es decir dotando de un sentido a las premisas y razonamientos que lo constituyan. Obviamente esta semántica debe ser estrictamente materialista.
Las reglas, en su aspecto formal, son de carácter lógico, pero el método bien aplicado no puede permanecer en lo simplemente formal.
2. ¿Qué dice Engels en el anti-Dühring? (Yo tengo la traducción de la Edicions Avant) Se hace la pregunta (p. 144), «¿Qué papel juega, pues, en Marx, la negación de la negación?». Tras un par de páginas Engels concluye, «Marx continúa… La negación de la producción capitalista se engendra por sí misma, con la necesidad de un proceso natural: es la negación de la negación…».
Estoy buscando otro libro, que no tengo ahora a mano, en el que Engels utiliza la metáfora de la espiral para explicar el método. Espero no distorsionarlo porque escribo de memoria ya que esto no es un ensayo. Voy a poner un simple ejemplo, que me he inventado yo. Supongamos que creamos una montaña de arena, grano a grano. El grano cae de uno en uno y lentamente desde una tolva. La montaña se va formando. De pronto un grano insignificante hace que se produzca un alud en la montaña. El cambio que se ha producido es un cambio cualitativo. Engels lo llama «salto cualitativo». Puede formularse este ejemplo en términos lógicos a la manera que exige el método del materialismo dialéctico. Si se siguen echando granos volverá a aparecer la montaña, pero con una diferencia propia del alud anterior, por lo que no se ha producido una vuelta a sí mismo, como en un círculo, de montaña a montaña, sino de montaña a montaña+alud, etc. Es adecuado elegir como forma visual metafórica de explicación la espiral, más que la del círculo. A pesar de la simpleza del ejemplo (Engels pone uno sobre granos, pero de las plantas, que sería el segundo ejemplo que yo escogería para explicar estas cosas (p.147)), la explicación puede parecer muy abstracta, pero realmente no lo es para el que está habituado a las matemáticas.
Es por esto que dije en mi crítica a Manuel Martínez Llaneza, que «no es totalitario», porque no pretende dar una explicación redonda, cerrada en sí misma, como un círculo, sino como una espiral que metáforicamente describe «lo novedoso».
Pueden darse otras explicaciones o descripciones del fenómeno (de la montaña de granos de arena) sin recurrir a la forma lógica del materialismo dialéctico, más en la línea de los sistemas dinámicos, y hablar de este fenómeno en términos de caos físico y bifurcaciones. Yo prefiero esta explicación, pero antes, si quiero respetar a los antepasados debo demostrar que la doble negación no es una afirmación cuando se ponen en juego aspectos semánticos, o dicho con otras palabras, que la lógica (dialéctica) no es la forma adecuada de describir esta clase de fenómenos. No lo voy a hacer aquí, como ya he dicho, pero me quito el sombrero ante Engels, que supo entender aspectos de la naturaleza mucho antes de que la palabra caos tuviese un significado más preciso que el de desorden en la ciencia moderna. Alan Woods está en su derecho a seguir utilizando el método clásico (¡no se olvide esta palabra, que también utilicé en mi crítica a Manuel Martínez Llaneza!) del materialismo dialéctico, que a mi me parece que lo aplica correctamente. Otra cosa, y vuelvo a repetir, es desaprobar el método, pero debo señalar que no existe ninguna demostración matemática que lo rechace (que yo sepa), sino que es necesario hacerlo con argumentos de carácter filosófico. Por esto mismo no acepto, de ningna manera, que se renuncie a la filosofía, ni de la manera más burda como hacen Sokal y Bricmont, y que lamentablemente remeda Manuel Martínez Llaneza, ni de ninguna forma que no se justifique filosóficamente.
Espero que con esto quede claro mi posicionamiento: no pienso defender a los doctrinarios de la ciencia por muy buenas intenciones que tengan, pero sí a los filósofos aunque se amparen en formas de filosofar que puedan parecer antiguas: ¿trasnochadas como dice Salvador López Arnal? No diría yo tanto en los tiempos que corren. Y no pienso renunciar a los filósofos cuestionados en «Imposturas Intelectuales» porque lo digan dos físicos escandalizados que andan con el título bajo el brazo como mendigos con su pedazo de cartón. Me puedo permitir el lujo de no sacar a relucir ninguno de mis títulos, si me dirijo a quienes gusten de la reflexión, aunque lo cierto es que ya dije uno: campeón de vallas.
3. Consecuencias inevitables.
Espero con esto también añadir un granito de arena a los más inquietos pensadores activistas de los movimientos sociales, que por fortuna para todos no caen en la trampa de los doctrinarios, ni desestiman aquellas herramientas que les puedan resultar de utilidad en su lucha. Veo con agrado que estas vanguardias revolucionarias no han prescindido de Marx pero utilizan con finura y soltura escritos de Deleuze y Guattari (¿Postvanguardias diríamos? Antes de proponer este nombre habría que borrar los estigmas lanzados por los paranoicos, y puesto que el nombre es una convención que apenas altera la materia, preferiré seguirles llamando movimiento social). Ahora que se va a celebrar el Foro Social Mundial (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=45953 y http://www.fsm08madrid.org/web/ ) no es el momento de aceptar a infiltrados partidistas, sino a profundos reconocedores de alternativas que contengan semillas revolucionarias. El hecho de que en esta «convocatoria» el FSM sea descentralizado o mejor dicho, distribuido, trae a colación términos deleuzianos como desterritorialización que deben, cuanto menos, hacernos reflexionar (http://sindominio.net/versus/paginas/textos/textos_00/deleuze.htm)
Dice Amador Fernández-Savater en «La rebelión de El Viejo Navío» (http://biblioweb.sindominio.net/s/view.php?CATEGORY2=14&ID=99 ):
«El éxodo no significa necesariamente desplazamiento físico: uno puede viajar sin moverse del sitio, como decía Deleuze (y demostró maravillosamente Jack London en El peregrino de las estrellas). Éxodo significa más bien iniciativa, fuerza de innovación, capacidad de multiplicar las amistades, de perturbar a los poderosos allá donde a uno no le esperan, de darle la vuelta como a un calcetín a las reglas del juego que nos sojuzgan.» (Ver también «Defensa del sedentarismo andante» de Santiago Alba Rico, http://www.rebelion.org/cultura/040429sa.htm )
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