Dice Slavoj Zizek, el filósofo esloveno, que los humanos necesitamos un «Amo» que nos despierte, nos sacuda y nos haga reaccionar frente a realidades que hemos aceptado como naturales. «Realidades ideológicas» que nos hacen creer que somos libres cuando en verdad, estamos más controlados que nunca. Biung-Chul Han, un filósofo coreano, lo explica de una […]
Dice Slavoj Zizek, el filósofo esloveno, que los humanos necesitamos un «Amo» que nos despierte, nos sacuda y nos haga reaccionar frente a realidades que hemos aceptado como naturales. «Realidades ideológicas» que nos hacen creer que somos libres cuando en verdad, estamos más controlados que nunca. Biung-Chul Han, un filósofo coreano, lo explica de una forma similar en su planteamiento sobre la existencia de una «psico-política» [1].
La idea es correcta, pero se complica cuando convertimos a nuestros líderes en verdaderos amos. Lo peor ocurre porque la casi totalidad de los dirigentes que acceden a niveles de gobierno (con un mínimo de poder) se creen convertir en «salvadores supremos» y, en vez de mantener la dinámica de despertarnos, se apoderan de nuestros sueños y nos adormecen más.
El nuevo Amo queda entonces preso del «poder» que cree tener, debilita el efectivo poder popular que surgía desde las bases sociales y se aborta el proceso de emancipación social. Así, de frente a la frustración, el movimiento iniciado por ese «Amo» se desborda y se obtiene lo opuesto: un verdadero amo que concentra el poder y usa la fuerza, ya no para obtener la emancipación sino para eliminar de inmediato lo que supuestamente nos esclaviza.
En esta contradicción se puede resumir lo ocurrido con las luchas de nuestros pueblos y los trabajadores en el último siglo. Construimos un Amo despertador y liberador, pero al delegarle toda nuestra fuerza contribuimos con su fracaso y le preparamos el camino al Amo dictador. No importa el personaje en particular; el mismo Amo inicial puede transformarse en su contrario o puede ser reemplazado por «otro» que cumpla la función despótica.
Nos corresponde inventar una forma de apoyarnos en ese amo despertador para despertar de verdad, pero al ser conscientes que ese proceso es lento y complejo, no podemos idealizar al Amo, debemos usarlo en su justa dimensión y papel, hacerle ver que no está en sus manos hacer milagros y que sólo avanzaremos combinando con mucho tacto y prudencia los esfuerzos que hagamos «desde abajo» y «por arriba».
No obstante, los ejercicios hechos recientemente en América Latina y los que están en camino (AMLO y Petro), tienen una particularidad que los hace diferentes a los intentos de Rusia, China, Corea del Norte, Vietnam, Cuba y Nicaragua. Se consiguió acceder a niveles de gobierno (un «sub-sistema del Poder» [2] ) usando los medios de comunicación y las elecciones amplias para mantener ese espacio de poder. Es algo muy importante a tener en cuenta.
Para los amantes e idealizadores de la insurrección armada la razón de los fracasos o retrocesos actuales de los llamados «gobiernos progresistas» consiste en que no han utilizado el poder (la fuerza) con más decisión. Es decir, creen que el amo despertador debe convertirse de facto (rápido e inmediato) en amo dictador. Ellos siguen pensando fundamentalmente en los resultados inmediatos, creen que el capitalismo se puede superar de un momento para otro y que el socialismo se puede construir por decreto.
Olvidan que lo principal es construir el camino (siempre caminando y despertando), y que en el mismo camino, en su calidad y claridad, está incluida la meta. Lo contrario, es más de lo mismo, simple ilusión.
[1] Zizek, Slavoj (2015). «Menos que nada. Hegel y la sombra del materialismo dialéctico». Akal.
Byung-Chul Han (2014). «Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder». Herder
[2] Dieterich, Heinz. (2018). «El arte de la transición». Aporrea
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