Traducido por Eufemiano Iparragoitia
Introducción
Muchos académicos, políticos, periodistas y comentaristas progresistas extranjeros han caracterizado elogiosamente el régimen de Evo Morales de ‘radical’, ‘revolucionario’ y parte de un ‘bloque antiimperialista’. Universitarios tan diversos como Noam Chomsky, Ignacio Ramonet, Emir Sader, Heinz Dieterich, Martha Hanecker e Immanuel Wallerstein han descrito a Evo Morales como parte de la nueva ola izquierdista que está barriendo América Latina. Lo sorprendente de estos académicos entusiastas del presidente Morales es la total ausencia de cualquier análisis empírico de su trayectoria política reciente y de las políticas socioeconómicas y públicas implementadas durante los primeros 15 meses de su mandato.
Una primera aproximación para entender el régimen de Morales consiste en relatar brevemente el papel de Morales y su partido MAS en el periodo que precedió a su elección y sus relaciones con los dinámicos movimientos sociales que exigen profundas transformaciones socioeconómicas.
Esta perspectiva histórica proporciona las bases para trazar los conceptos teórico-prácticos que guían la estrategia y el programa de gobierno de Morales y García Linera.
Una vez establecida su ‘línea general’ y los objetivos estratégicos, estaremos en medida de analizar las políticas específicas con respecto a las clases dirigentes y sus compromisos y alianzas táctico-políticas.
El régimen de Morales en su perspectiva histórica
Contrariamente a la mitología de muchos intelectuales progresistas, Morales no desempeñó papel alguno en los tres principales levantamientos que tuvieron lugar entre 2003 y 2005 y que lograron derrocar a dos presidentes clientelistas neoliberales: Sánchez de Lozada y Carlos Mesa. Para ser más específicos, Morales se opuso al levantamiento de 2003. Durante el exitoso levantamiento de octubre de 2003, que derrocó a Sánchez de Lozada, él estaba en Ginebra (Suiza), donde asistía a una conferencia interparlamentaria. Morales hizo todo lo posible para socavar la huelga general de mayo-junio de 2005 que echó a Carlos Mesa del poder.
Morales lanzó el peso del MAS y de sus movimientos sociales para apoyar el triunfante ascenso a la presidencia de Carlos Mesa, a pesar de que éste había servido como vicepresidente de Sánchez de Lozada. Tras la desaparición de Mesa, Morales volvió a intervenir para apoyar al neoliberal Rodríguez, del Tribunal Supremo de Justicia, como presidente provisional en el periodo previo a las elecciones presidenciales de septiembre de 2005. Con posterioridad, Morales transformó por completo las exigencias de los movimientos sociales de una Asamblea Constituyente (AC) que ‘refundase la República’. Los movimientos sociales pedían que la elección de la AC se hiciera a través de los movimientos populares sociales, lo que garantizaría que la AC reflejase los intereses de los trabajadores y los campesinos. Morales rechazó esta exigencia y llegó a un acuerdo con los desacreditados partidos de la oligarquía para organizar las elecciones a la AC sobre la base de unidades territoriales, en las que las maquinarias electorales de los partidos dominarían las elecciones. El resultado fue la casi absoluta marginación de los movimientos sociales en la AC.
Tras un año de conflictos de procedimiento en la AC, Morales accedió a que los partidos oligárquicos gozasen de un veto virtual sobre la nueva constitución y accedió a que fuera necesario el voto de dos tercios para aprobar toda la legislación constitucional. Otras pruebas de la divergencia del régimen de Morales con respecto a las exigencias de los movimientos sociales insurrectos fueron sus nombramientos para los puestos económicos clave en el gobierno y la continuación de las políticas fiscales ortodoxas. El equipo económico de Morales puso el énfasis en un presupuesto equilibrado y estrictas políticas monetarias, en vez de en la inversión pública en programas sociales y en programas contra la pobreza. Por ejemplo, Morales rompió su promesa electoral de duplicar el salario mínimo, proporcionar un aumento sustancial salarial a los maestros, trabajadores sanitarios y otros trabajadores del sector público mal remunerados.
Consideraciones teóricas
El deterioro del pensamiento social ‘crítico’ es mucho más evidente en lo tocante a la trayectoria política, a la estructura y a la política del ‘movimiento’ de Morales (MAS y movimientos y sindicatos de indios-campesinos afiliados). La lógica y la teoría postuladas por los ‘teóricos de la izquierda’ es deductiva, posmoderna, histórica y antimaterialista. En vez de examinar las prácticas políticas empíricas de clase de Morales y el MAS, los teóricos de la izquierda empiezan por asumir que al ser ‘indio’, de origen popular y al haber dirigido un movimiento popular, su régimen se define ipso facto como ‘radical’, ‘revolucionario’ y ‘antiimperialista’. La lógica deductiva excluye todo el abanico de acuerdos y ‘reubicaciones’ de clase que acompañaron al giro decisivo de Morales desde las luchas de acción directa de masas hasta la política electoral parlamentaria.
El posmodernismo se centra exclusivamente en la acción simbólica y cultural y en el ‘circo político’, por encima y en contra de importantes luchas de clase, cambios en la propiedad y relaciones de clase. Para los escritores posmodernos, el énfasis de Morales en la identidad ‘indígena’, su participación en eventos tradicionales ataviado con el traje nativo y sus ataques verbales y amenazas a oligarcas y conspiradores son la expresión de una ‘nueva manera revolucionaria’ de hacer política. Al centrarse en la ‘identidad’, los posmodernos ignoran las enormes diferencias de clase entre los hambrientos sin tierra y los campesinos que malviven, por un lado, y los políticos, dirigentes y agentes indígenas del poder, que son de clase media, por el otro. Los posmodernos ignoran la abierta colaboración económica entre el régimen de Morales y las acaudaladas elites ‘blancas’ de la agroexportación, las compañías petroleras europeas y usamericanas y los indígenas millonarios del complejo ferro-minero de Mutun. Los posmodernos están obsesionados con la ‘retórica’ y el ‘discurso’ durante las apariciones de Morales ante las masas. Se centran en sus demagógicas acrobacias lingüísticas, que ignoran el contenido real de clase y nacional de su política. De ahí que su ‘nacionalización revolucionaria’ del petróleo y el gas fuera poco más que un aumento de los impuestos que pagan las multinacionales al Estado. No se ha expropiado ni a una sola multinacional. El precio del gas vendido a Argentina era un 40% más barato que el precio mundial. Un año después de la ‘nacionalización’, el precio pagado por Brasil seguía siendo los mismos 4 dólares de antes, como en el periodo de Sánchez de Lozada-Mesa. El circo, los análisis discursivos y la retórica son entretenidos, sí, y a veces arrojan algo de luz sobre el estilo, pero no sobre la sustancia, es decir, sobre la economía política de un régimen.
El punto de partida teórico para una total comprensión de regímenes políticos empieza por el conocimiento empírico de la acción política y la errática orientación de clase de los actores políticos conforme se reposicionan en la estructura de clase con el tiempo. El marxismo empírico-histórico examina la economía política, las relaciones estructurales entre las clases gobernantes y el Estado y los regímenes elegidos y su base electoral.
Este enfoque ‘materialista’ desmitifica el verdadero significado de la ‘política cultural’, porque es bien conocido históricamente de qué manera los políticos reaccionarios y reformistas han combinado políticas proimperialistas y favorables a las multinacionales con prácticas culturales tradicionales.
En África, Senghor en Senegal y Mobutu en Zaire resaltaron la ‘negritud’ como política cultural, mientras le abrían las puertas de sus economías al latrocinio europeo y usamericano. Duvalier en Haití, Haya de la Torre en Perú, Ferdinand Marcos en Filipinas y otros gobernantes combinaron las identidades étnicas y religiosas tradicionales con políticas reaccionarias proimperialistas. La cuestión fundamental es cuáles son las relaciones politicoeconómicas de propiedad y de clase que enmarcan la recuperación de las prácticas étnicas culturales tradicionales. Con demasiada frecuencia los gobernantes étnicos manipulan el simbolismo cultural tradicional para distraer la atención de la colaboración de clase y para aumentar la dominación imperial de la economía y la concentración de la propiedad de la tierra.
Estoy sugiriendo que el ‘resurgimiento cultural’ andino-indigenista es un arma ideológica manipulada por Morales y García Linera para crear cohesión entre campesinos e indios y dar apoyo a las políticas socioeconómicas que favorecen a las multinacionales, a los agroexportadores, a los banqueros y a la elite de los negocios. Los teóricos encargados de establecer una clasificación histórica comparativa sitúan el régimen de Morales en el marco nacionalista-populista de Arbenz en Guatemala (1946-1953), Perón en Argentina (1946-1955) y Vargas en Brasil. Este método de la analogía histórica es útil hasta cierto punto, pero pasa por alto divergencias muy importantes. Arbenz expropió grandes latifundios de la compañía usamericana United Fruit Company y los distribuyó entre los indios sin tierras y los campesinos. Morales ha prometido repetidamente que defenderá las grandes plantaciones agroalimentarias. Perón expropió intereses petroleros y el ferrocarril, financió un amplio sistema de beneficencia, duplicó el salario mínimo y apoyó las exigencias salariales de los trabajadores. Morales ha seguido políticas fiscales y monetarias ortodoxas. Vargas creó un gran sector industrial independiente, convirtiendo el hierro en acero. Morales vendió la gran mina de hierro y manganeso de Muntun a la multinacional india Jindal en los términos más vergonzosos y ridículos y bajo mínimas condiciones de industrialización.
Las comparaciones positivas contemporáneas de Morales con Chávez tampoco son válidas. Chávez ha expropiado grandes propiedades y las ha repoblado con más de 100.000 familias. Ha expropiado compañías eléctricas usamericanas muy importantes. Ha implantado un gasto social enorme y ha creado las nuevas formas de participación ciudadana directa. Morales ha invitado a líderes de movimientos sociales y ha intentado que éstos se subordinen a su política parlamentaria. Rechaza la expropiación de las propiedades privadas de los 100 terratenientes más importantes. Mantiene un presupuesto de austeridad, a pesar de tener las rentabilidades más altas en las exportaciones de las últimas dos décadas debido a unos precios internacionales favorables.
Morales y García Linera teorizan sobre el capitalismo boliviano
Sin un marco teórico histórico-empírico claro resulta imposible comprender a dónde se dirige el régimen de Morales y García Linera. La teorización de éstos sobre el capitalismo boliviano gira en torno a varios ejes:
1. Una teoría del cambio político y económico por etapas.
2. Una crítica del capitalismo neoliberal del modelo de Sánchez de Lozada.
3. Una concepción alternativa del ‘capitalismo normal’ o ‘capitalismo andino-amazónico’ (cooperación de multinacionales y empresas agroalimentarias).
4. Una alianza ‘produccionista’ estratégica con multinacionales y elites de la agroexportación y la ‘burguesía nacional’.
5. Una alianza ecléctica con el Brasil de Lula (a través de Petrobras), la Argentina de Kirschner (Repsol); el Chile de Bachelet, la Venezuela de Chávez, la Cuba de Castro, los USA de Bush y la EU y el FMI/Banco Mundial.
Las políticas iniciales del régimen buscaron asegurarse la colaboración de las elites económicas extranjeras y locales, que insistían en políticas ortodoxas de estabilización, restringir inversiones sociales/públicas, defender a grandes propietarios y desmovilizar las protestas populares. El régimen se aseguró el apoyo de Venezuela, Cuba y de intelectuales progresistas en el extranjero y líderes con discursos retóricos antiimperialistas, afirmaciones culturales y diplomacia personal. En el interior, Morales neutralizó a los dirigentes de los movimientos sociales con puestos en los gobiernos, hizo mínimas concesiones a las exigencias económicas locales, mitificó (temporalmente) a las masas que lo apoyan con la retórica de la ‘nacionalización’ y con promesas de reforma agraria y conjuró las ‘conspiraciones’ y las ‘tramas’ en momentos convenientes del cuestionamiento popular.
La ‘teoría por etapas’ de Morales y García Linera
La teoría del desarrollo de Morales y García Linera se basa en una versión boliviana de la teoría económica liberal de las ‘etapas del desarrollo’.
Durante la primera etapa, la economía se estabiliza con políticas económicas y fiscales ortodoxas. La propiedad existente y las relaciones de clase están garantizadas y se establecen incentivos estatales, subsidios y contratos a largo plazo. Las demandas salariales y los gastos sociales se controlan para permitir altos intereses sobre el capital e incrementar las inversiones de las burguesías nacionales y extranjeras en proyectos industriales. Durante la segunda etapa, el aumento de la producción industrial y de las exportaciones de productos primarios incrementa los ingresos del gobierno y da lugar a una ‘triple alianza’ estratégica de capital público, privado nacional y extranjero. La teoría es que el aumento de la riqueza de los de arriba beneficia a los de abajo. Los sindicatos están atados de manos en pactos tripartitos. Se hacen esfuerzos para contener y fragmentar las exigencias salariales y permitir la acumulación de capital: se utilizan los sindicatos paralelos y los contratos de la empresa para dividir a los trabajadores.
Durante la tercera etapa, Bolivia alcanza el ‘capitalismo normal’: los campesinos sin tierra se ven desplazados del campo y absorbidos en un nuevo sector minero industrializado o bien forzados a emigrar. Se establece un programa mínimo de ayuda social pública. La economía crece, las exportaciones y las finanzas el Estado florecen, los impuestos y los gastos se equilibran y los conflictos de clase se limitan a las estrechas ‘exigencias económicas’. El MAS dirige un sistema corporativo de Estado-Capital-Sindicatos.
En la etapa final, situada décadas o siglos en el futuro, el ‘capitalismo normal’ sobrevivirá a su utilidad como motor del desarrollo y será reemplazado por una versión del ‘socialismo andino’ en la que presumiblemente los indígenas, los trabajadores y la burguesía nacionales se unirán y nacionalizarán la producción.
Esta teoría del desarrollo del ‘capitalismo normal’ se deriva en gran parte de una crítica del modelo ‘neoliberal’ anterior personificado en las políticas del ex presidente Sánchez de Lozada.
Comparación: Sánchez de Lozada, Evo Morales y los movimientos sociales
El intento de Morales y García Linera de crear una versión boliviana de ‘capitalismo normal’ surge de una crítica del cleptocrático y predador proyecto ‘neoliberal’ de Sánchez de Lozada y de un rechazo del programa anticapitalista del movimiento social revolucionario. Este modelo no es ni una ruptura total con el pasado ni tampoco una exclusión de los movimientos sociales. Se basa en ‘atraer’ a las compañías agroalimentarias, a la banca y a las multinacionales extranjeras que apoyaron a Sánchez de Lozada hacia políticas que regulan su comportamiento para que paguen impuestos, inviertan y actúen de acuerdo con las reglas del ‘capitalismo normal’.
Con vistas a presionar a las elites económicas para que se amolden a este modelo, el régimen depende de los movimientos sociales como ‘avanzadilla’. Morales y García Linera utilizan el movimiento social para bloquear los movimientos separatistas organizados en la coalición ‘Luna’ de provincias. El régimen depende de los movimientos para oponerse a las actividades obstruccionistas en el congreso y en la Asamblea Constituyente y para asegurarse la aprobación de sus contratos de petróleo y gas con las multinacionales. El régimen de Morales necesita a los movimientos para crear un contrapeso político a los depredadores cleptocráticos neoliberales, de igual modo que Morales y García Linera dependen de las elites económicas privadas para ‘desarrollar’ la economía.
Este problemático ‘malabarismo’ resulta precario, porque requiere concesiones económicas al sector empresarial (que apoya a la derecha política) y el continuo alejamiento del ‘circo político’, lleno de actos simbólicos hacia los movimientos sociales.
Los movimientos sociales son los instrumentos, no los beneficiarios del modelo de Morales y García Linera. Sirven para apoyar el intento de Morales de agrandar el sector económico público dentro de una triple alianza, compuesta de multinacionales extranjeras en el sector de la extracción (petróleo, gas, estaño e hierro), en asociación con empresas estatales y ‘capitalistas nacionales privados’ de la agroexportación, la banca, el comercio y el sector minero de tamaño medio (‘cooperativas’).
El modelo conceptual teórico del ‘capitalismo normal’ de Morales se basa en la armonización y la articulación de la ‘triple alianza’, que excluye cualquier cambio estructural en la propiedad y en las relaciones sociales. Depende de la exclusión de la clase obrera y de la clase campesina de los puestos económicos y políticos en el poder. Necesita la cooperación de los líderes de movimientos sociales, de la incorporación de facto de tales movimientos como apéndices del Estado. Se convocan ‘manifestaciones de masas’ de forma periódica. Las circenses ocupaciones ‘militares’ de empresas extranjeras incluyen a Morales al frente como factor de propaganda. Se denuncian periódicamente ‘conspiraciones’ extranjeras sin fundamento y ‘complots’ de las elites (precisamente mientras se firman los contratos ‘entreguistas’) para dar la imagen de un presidente antiimperialista sitiado. Ningún conspirador ha sido nunca detenido o mencionado y las ‘investigaciones’ son insignificantes.
Para aclarar la distancia que separa a Morales y García Linera de los movimientos sociales y el contraste entre el ‘capitalismo normal’ y el depredador resulta útil identificar sus diferencias en asuntos socioeconómicos y políticos importantes.
ASUNTOS |
Modelo de ‘capitalismo normal’ de Morales y García Linera |
Modelo capitalista depredador de Sánchez de Lozada |
Modelo del movimiento social revolucionario |
Multinacionales del petróleo y el gas |
Subida de impuestos, negocios conjuntos. |
Desnacionalización, pocos o ningún impuesto, venta ilegal de compañías estatales. |
Nacionalización mediante expropiación bajo el control de los trabajadores. |
Política agraria |
Promoción de agroexportadores, reforma agraria limitada a las tierras públicas no fértiles, mecanización. |
Discriminación racial en todos los niveles y regiones. |
Reforma agraria completa, expropiación de tierras fértiles y productivas. |
Política racial-indígena |
Igualdad cultural racial, respeto de la tradición indígena. |
Discriminación racial en todos los niveles y regiones. |
Transformación socioeconómica y cultural, transferencia de propiedad y renta a la población indígena. |
Corrupción |
Represión del contrabando, moralidad en los cargos públicos, potencial de corrupción en los vínculos público-privado. |
Régimen cleptocrático, despojo de recursos públicos, comercio ilegal, privatización, venta de tierras y empresas. |
Renacionalización de todas las compañías privatizadas; represión de especuladores ilegales y grandes empresas, multinacionales y agroexportadores. |
Capitalismo |
Más amplia representación, expansión de todos los sectores (burguesía alta, media y pequeña) y del estado. |
Burguesía alta, multinacionales; marginación de la pequeña burguesía, reducción de la representación. |
Expropiación de la alta burguesía; regulación de la clase media, control estatal de la economía. |
Inversión extranjera |
Concesiones, moderación de los impuestos, promoción, negocios conjuntos. |
Concesiones libres de impuestos, impuestos bajos, propiedad al 100%, precios bajos en la venta del gas. |
Expropiación bajo la dirección de los trabajadores y el estado. |
Política de la renta |
Austeridad para las clases asalariadas, superávit presupuestario en divisas; multinacionales deben pagar beneficios en moneda fuerte. Mantenimiento de las desigualdades, aumentos sucesivos del salario mínimo. |
Austeridad para los trabajadores; saqueo de las recaudaciones tributarias por parte de las elites, ampliación de las desigualdades; congelación de los salarios de los trabajadores del sector público y salario mínimo para los trabajadores. |
Políticas salariales igualitarias. Incremento de la inversión pública en la producción, los salarios, y duplicación de los salarios mínimos. Control de capitales. Moratoria de la deuda. |
Relaciones entre trabajadores y capital |
Mantenimiento de las relaciones entre el capital y los trabajadores. Derogación de algunas leyes represivas contrarias a los trabajadores. Oposición a las huelgas y a la movilización social independiente. |
Régimen represor, asesinato y encarcelamiento de los trabajadores, campesinos y los pobres que protestan. |
Fin de la explotación capitalista de los trabajadores; derogación de todas las leyes laborales restrictivas. Legislación que promociona el control de los medios de producción por parte de los trabajadores. Enjuiciamiento de los capitalistas y políticos involucrados en el asesinato de trabajadores. |
Alianzas politicoeconómicas |
Triple alianza. |
Alta burguesía, multinacionales. |
Alianza de trabajadores, campesinos, indios, habitantes pobres de las ciudades. |
Política exterior |
Ecléctico: con los países progresistas Cuba y Venezuela y también con el pacto andino neoliberal y semiautonomía frente a USA-UE. Mantenimiento de las fuerzas armadas en Haití. |
Cliente de USA, subordinado a las multinacionales de la UE, Argentina y Brasil.
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Política independiente antiimperialista alineada con Venezuela y Cuba.
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Política macroeconómica |
Política fiscal y monetaria ortodoxa, tendencia a una inversión pública en aumento. |
Política fiscal y monetaria ortodoxa. |
Expansión del gasto público para la producción y el consumo populares. |
Esta tabla comparativa de los tres proyectos politicoeconómicos deja claro que las únicas fuerzas políticas que favorecen cambios estructurales son los movimientos sociales revolucionarios anteriores y posteriores a Morales. Las políticas de Morales se basan en cambios incrementales destinados a promover reformas del sistema capitalista para incorporar a un sector más amplio de capitalistas, ampliar el sector público capitalista y permitir una mayor representación a sectores de la pequeña burguesía privada. Sus políticas se centran en ‘moralizar’ a los burgueses, asegurarse de que pagan impuestos, evitar la corrupción de los funcionarios, cumplir con las reglas y obtener ganancias y beneficios.
Es precisamente en el programa ‘moral’ burgués en lo que más se diferencia este gobierno de las políticas depredadoras y cleptocráticas de Sánchez de Lozada. Esto queda claro por la continuidad al mando de la economía de las mismas empresas agroexportadoras, de las grandes compañías, de las elites de banca y de las multinacionales. También queda claro por las mismas disparidades en ganancias y propiedad de la tierra.
Con este estilo del gobierno, Morales se basa tanto en los aparatos estatales como en la movilización de las masas para mantener el poder y contener a las elites separatistas de Santa Cruz, Beni, Cochamamba y Tarija. Por el contrario, Sánchez de Lozada dependía exclusivamente de los aparatos estatales y, en menor grado, de grupos paramilitares aliados con los agroexportadores. Bajo Sánchez de Lozada, el estado se implicó en masacres repetidas; Morales depende de las formas más suaves de represión y de una mayor negociación, alianza y dependencia del control social.
En resumen, los datos empíricos demuestran que Morales representa un nuevo estilo de gobierno capitalista, una reforma del modus operandi capitalista, nuevas reglas de expansión capitalista, una política extranjera ecléctica y una coalición modificada de gobernantes capitalistas. De ninguna manera representa una ruptura radical o revolucionaria con el capitalismo. Sus políticas representan un intento de ‘moralizar’ a las elites capitalistas existentes. Las credenciales ‘reformistas’ de Morales son cuestionables. No ha habido ningún cambio presupuestario sustancial, ningunas reducciones en las desigualdades sociales, ningún aumento sustancial en la participación en los beneficios de los trabajadores asalariados. El ‘reformismo’ de Morales se reduce a aumentos sucesivos del salario mínimo y de los salarios de los empleados públicos. En el área de la política exterior, Morales es ecléctico. Depende económicamente de las multinacionales. Morales es retóricamente antiimperialista’, pero en la práctica sigue una política de dependencia de la ayuda exterior, tanto de Europa como de USA. Su dependencia de las inversiones de las multinacionales hace que su régimen sea ‘proimperialista’.
Crítica teórica
Con el paso de los años, los ‘izquierdistas’ y ‘derechistas’ situados tanto en el interior como en el exterior de regímenes progresistas de estilo propio han equilibrado dos conceptos estratégicos divergentes de desarrollo politicoeconómico, y ello con consecuencias profundadamente distintas.
Una de las escuelas de pensamiento arguye que, antes de proceder a cambios estructurales, un régimen recién elegido debe estabilizar la economía, controlar la ‘crisis’, reconstruir la ‘caótica’ estructura productiva del régimen reaccionario precedente.
La opinión alternativa arguye que el gobierno progresista fue votado precisamente debido a la crisis del sistema económico y su tarea consiste en cambiar las estructuras económicas para consolidar el poder mientras la clase capitalista esté desacreditada, desorganizada y en estado de crisis.
La estrategia de ‘estabilización’ del desarrollo adolece de varios fallos estratégicos. En principio, le da tiempo a la clase capitalista para reagruparse y recuperarse de su derrota política, del descrédito y del desconcierto en que se encuentra. Cuando el gobierno progresista no actúa en el momento de mayor fuerza política y de mayor debilidad de la oposición, pierde una ventaja estratégica.
La estrategia estabilizadora de Morales y García Linera ilustra los defectos y las consecuencias debilitantes de desperdiciar un momento histórico. En el transcurso de un año, los partidos de la derecha se reagruparon, movilizaron a sus partidarios y paralizaron la Asamblea Constituyente. La burguesía y los terratenientes determinaron los límites de cualquier cambio social.
El segundo aspecto problemático de la política de ‘estabilización’ es que el gobierno impone los costes socioeconómicos de la reconstrucción y la gestión de la crisis sobre la clase obrera a través de presupuestos de austeridad y políticas muy ajustadas de control monetario y de los beneficios. Al retener el gasto social y poner restricciones a las demandas de los trabajadores y a las movilizaciones, el régimen permite que los capitalistas recuperen sus porcentajes de beneficios y consoliden su hegemonía de clase.
En tercer lugar, un régimen cuya política económica debilita su base social popular y refuerza la recuperación de sus adversarios de clase está creando obstáculos muy importantes a cualquier esfuerzo posterior destinado a un cambio estructural. Incluso si el régimen se ‘adapta’ a la clase capitalista reagrupada no puede esperar alianza estratégica alguna, porque la clase capitalista prefiere a sus propios dirigentes políticos e instrumentos y rechaza cualquier partido o movimiento cuyas bases puedan ejercer presiones.
Por último, la política estabilizadora reaviva un fuerte motor económico dentro de la estructura política institucional, que impide cualquier cambio futuro. Es imposible iniciar cambios estructurales serios una vez desmovilizadas las clases populares, cuando la clase capitalista ha superado su crisis y la nueva clase política está integrada en un sistema económico capitalista estable. La estrategia de estabilización no pospone el cambio temporalmente, sino que lo impide estructuralmente en un futuro cercano.
La historia ha demostrado repetidamente que cuando una clase gobernante se ve desafiada o amenazada por un movimiento de insurrección, cede el poder a una oposición electoral comprometida a funcionar dentro de los parámetros institucionales del estado burgués. La clase dirigente acepta el acceso al gobierno de ‘líderes populares’ siempre que la nueva clase gobernante controle a las ‘clases peligrosas’. En la medida en que el régimen únicamente ‘moraliza’ la economía capitalista, garantiza el carácter sagrado de los intereses de los grandes propietarios y accede a someterse a las tácticas dilatorias y a los frívolos argumentos procedimentales en la Asamblea o el Congreso, la clase capitalista se envalentona. Pasa a la ofensiva, ataca la existencia misma del régimen, su legitimidad e incluso sus mínimas reformas.
Mientras que Morales y García Linera buscan una estrategia de desarrollo económico de ‘unión nacional’ basado en un modelo sociopolítico corporativo, la renaciente clase capitalista (extranjera y nacional), operando desde el control estratégico de las finanzas y la exportación, se apodera de cada concesión y exige más. La clase capitalista participa en la lucha de clases desde arriba y desde el exterior, dentro y fuera de las instituciones. La suposición fundamental del ‘capitalismo normal’ de Morales y García Linera entra en conflicto con la racionalidad y la lógica de la acumulación capitalista y la necesidad que tiene todo capitalista de gobernar exclusivamente por-y-para sí mismo.
En tiempos de crisis y de verdaderas amenazas en la calle, la tolerancia de los florecimientos culturales, del circo populista y de la anticuada demagogia política es ventajosa para la clase gobernante. Una vez consolidada, la clase capitalista se dirige a sus propios jefes orgánicos, tecnócratas y símbolos culturales para defender su control.
Atrapado entre una clase popular desmovilizada cada vez más a la defensiva y unos burgueses envalentonados cada vez más a la ofensiva, los dirigentes del ‘capitalismo andino’ no tienen otra salida que conceder nuevos espacios a sus fieles partidarios, a los tecnócratas neoliberales o incluso ofrecer concesiones más abiertamente neoliberales.
Morales y García Linera viven en un mundo de fantasía al adentrarse en un ‘capitalismo nacional’ normal sin burguesía nacional, con ‘nacionalizaciones’ que venden el gas por debajo de los precios mundiales y una ‘reforma agraria’ que subvenciona a los 100 mayores agroexportadores del país. Si la revolución de ‘1952’ bajo el MNR se convirtió en una tragedia, el período de 2005-2007 bajo Morales es una farsa.
James Petras es Professor Emeritus en la State University de Nueva York, Binghamton (USA) y Adjunct Professor en la St. Mary’s University, Halifax, Nueva Escocia (Canadá).
Conferencia pronunciada el 14 de abril de 2007 en el IV Congreso Nacional de Sociología de Bolivia, celebrado en La Paz.