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Entre paraísos y fantasmas: cómo Correa prepara su futuro

Fuentes: Rebelión

«Cuando el saqueo se vuelve una forma de vida para un grupo de personas, con el paso del tiempo éstas crean para sí mismas un sistema legal que las autoriza y un código moral que las glorifica»   Frédéric Bastiat, economista liberal francés (1801-1850) Un nuevo fetiche que nace del «paraíso» En las elecciones ecuatorianas […]


«Cuando el saqueo se vuelve una forma de vida para un grupo de personas,

con el paso del tiempo éstas crean para sí mismas un sistema legal que las autoriza

y un código moral que las glorifica»

 

Frédéric Bastiat, economista liberal francés (1801-1850)


Un nuevo fetiche que nace del «paraíso»

En las elecciones ecuatorianas del 19 de febrero de 2017, aparte de escoger a los gobernantes del país para los próximos cuatro años (o quizá menos, dependiendo de cómo avance la crisis), se planteó la siguiente pregunta:

«¿Está usted de acuerdo en que, para desempeñar una dignidad de elección popular o para ser servidor público, se establezca como prohibición tener bienes o capitales, de cualquier naturaleza, en paraísos fiscales?

Por lo tanto, en el plazo de un año, contado a partir de la proclamación de los resultados definitivos de la presente consulta popular, la Asamblea Nacional reformará la Ley Orgánica de Servicio Público, el Código de la Democracia y las demás leyes que sean pertinentes, a fin de adecuarlos al pronunciamiento mayoritario del pueblo ecuatoriano.

En este plazo, los servidores públicos que tengan capitales y bienes, de cualquier naturaleza, en paraísos fiscales deberán acatar el mandato popular y su incumplimiento será causal de destitución. Sí____ No____ »

Esta pregunta era la pieza central del llamado «pacto ético» anunciado por Rafael Correa el 24 de mayo de 2016 en su informe anual de labores. Lo hizo precisamente en medio del escándalo provocado en ese momento por las revelaciones de los «papeles de Panamá» y las vinculaciones de varios funcionarios del correísmo. Fue una suerte de fuga hacia adelante. Así, ya desde sus orígenes, el «pacto ético correísta» sonaba como un oxímoron con sabor a sarcasmo: Correa llamaba a la ética precisamente luego de varios casos de corrupción que se fueron develando en contra del propio correísmo, en especial con el vínculo de los «papales de Panamá» con la corrupción en Petroecuador.

Tan particular y contradictorio origen del «pacto ético correísta» nos da el argumento central para afirmar que ese «pacto» es la semilla de un nuevo fetiche del correísmo, uno más de una larga lista. Pero la condición fetiche del pacto no está solo en su origen, sino en muchas otras condiciones que le permitieron nacer.

Corruptos enfrentando la corrupción

El llamado de Correa a la ética es un claro fetiche, pues ¿con qué cara el correísmo se irgue como el «gran campeón» en contra de la corrupción, cuando en el seno de su propio gobierno se destapa cada vez más una galopante corrupción? La «matriz corruptiva» del correísmo ha provocado que, incluso, haya casos que luego de conocerse en el exterior, no han sido investigados en el país o se han investigado con una lentitud comprometedora. Basta pensar en el caso de Odebrecht: Correa expulsó a esta empresa por «corrupta y corruptora» en 2008, pero un par de años más tarde, luego de una reunión con el entonces presidente Lula, retornó y recibió varios contratos sin licitación. Otro ejemplo fue la protección para la salida de Petrobras, sin que la empresa asuma sus responsabilidades en Ecuador (situación que habría dado argumentos a Occidental en el arbitraje internacional que terminó ganando al Estado ecuatoriano, y que podría pesar en muchos otros litigios petroleros).

Estos son apenas dos ejemplo de una serie de casos de una corrupción expuesta incluso por exfuncionarios correísta s , pero que Correa minimiza diciendo ridiculeces como que las coimas «no implicaron perjuicios económicos al Estado«. Incluso el correísmo llegó a proponer la falacia de que hay corrupción en el sector público a causa de un corruptor privado y estímulos externos, como lo es la existencia de los paraísos fiscales. Semejante afirmación significaría, por ejemplo, que para reducir la corrupción en el sector público solo habría que eliminar dichos paraísos, como propuso el propio Correa.

Esto último es una verdadera falacia pues, ¿acaso los corruptos no podrían encontrar otros mecanismos para apropiarse de fondos públicos y ponerlos a buen recaudo? Incluso con la consulta que Correa propuso en su «pacto ético» simplemente no desaparecerán las prácticas de esconder recursos en los paraísos fiscales, en la medida que se fortalecerá la figura de los testaferros: Este es un tema que debe considerar la ley que tendrá que aprobar la Asamblea Nacional. Además, los paraísos fiscales oficialmente reconocidos en el país son aquellos incluidos en los listados del Servicio de Rentas Internas, los cuales pueden ser removidos sin necesariamente guardar correspondencia con los paraísos fiscales realmente existentes en el mundo (p.ej. Hong Kong).

El «paraíso» de los intocables correístas

Incluso en el caso concreto de los paraísos fiscales, el correísmo no tiene calidad ética para enarbolar la lucha contra éstos. Recordemos que, para favorecer a las empresas mineras, -sobre todo chinas- Correa impulsó la eliminación de una disposición legal que prohibía a las empresas extranjeras, que trabajen en el Ecuador, estar afincadas en paraísos fiscales. Además Correa, vía decreto, en septiembre de 2015 derogó la disposición que impedía vinculación con los paraísos fiscales a quienes pretendían ser proveedores del sector público.

Tengamos presente, también, que el correísmo tendría entre sus manos a varios militantes con depósitos o empresas en paraísos fiscales como, por ejemplo, el Fiscal General Galo Chiriboga, la exministra de transporte y obras públicas María de los Ángeles Duarte, o como Carlos Pareja Yanuzzelli en el mundo petrolero (envuelto en el caso de corrupción «más grave que se ha presentado en diez años«, según Correa). Es más, Correa puso en la picota para el escarnio público a los periodistas ecuatorianos que ayudaron a destapar la podredumbre de los «papeles de Panamá».

Por cierto, tales prácticas de escarmiento no son nuevas. Correa, quien pretende asomar como interesado en lograr la transparencia, directamente se ha empeñado en perseguir a miembros de una veeduría ciudadana que destapó los manejos oscuros de su hermano con empresas del Estado: dos veedores del caso conocido como «gran hermano» irán inclusive un año a la cárcel. Cosa similar sucede con los miembros de la Comisión de Lucha contra Corrupción, organizada desde la sociedad civil por iniciativa de los movimientos de trabajadores e indígenas, a la cual se le han iniciado varios procesos penales en su contra por presentar denuncias de corrupción en el gobierno correísta.

En cuando a un verdadero Pacto Ético -indispensable, por lo demás-, ¿por qué no se hace una presentación pública de todos los funcionarios que entre 2007-2016 hayan poseído cuentas o empresas domiciliadas en paraísos fiscales?, ¿por qué se esperó a la revelación de los «papeles de Panamá» para que el tema adquiera relevancia? Inclusive, ¿por qué no haber aprobado en 2009 la propuesta de ley de extinción de dominio , que permitía al Estado tomar posesión de los bienes incautados en operativos de narcotráfico y de la corrupción, los que serían tramitados por los juzgados penales y no por los civiles?; esta última reforma legal ha dado buenos resultados en Colombia .

Inclusive es irritante que Correa trate de abanderarse del reclamo para que los ecuatorianos no saquen sus recursos fuera del país, cuando él – con los recursos obtenidos de un banco gracias a un juicio que le ganó siendo presidente – compró un departamento en Bélgica, país que en Europa es considerado como paraíso fiscal .

Nos guste o no, el problema de la corrupción no es solo externo, sino interno. Gran parte de la corrupción provino del hecho mismo de que el correísmo centralizó demasiado poder, sin tener una fiscalización seria. Fiscal, contralor, jueces y juezas, así como la Asamblea Nacional han sido testigos sordos, ciegos y, sobre todo, mudos de los continuos abusos de poder. Tal abuso de poder es parte de la esencia de la corrupción, como se la definió en la página 25 del Plan de Gobierno de Alianza País 2007-2011, en 2006 .

Lentitud ante un desangre urgente

Hasta en términos económicos se evidencia la condición fetiche del «pacto ético correísta». Las propias fuentes oficiales señalan que solo entre enero de 2014 a octubre de 2016 salieron del país alrededor de 4.520 millones de dólares a paraísos fiscales (según las investigaciones de los «papeles de Panamá») ¿Debieron pasar 10 años para que Correa se dé cuenta del problema de los paraísos fiscales, a pesar que las salidas a esos destinos de capitales muchas veces mal habidos son millonarias? ¿Era más urgente definir, en 2011, el futuro de casinos y corridas de toros a nivel cantonal vía consulta y no definir entonces el tema de los paraísos fiscales?

Si es tan urgente detener la salida de recursos hacia paraísos fiscales, ¿por qué no se presentó antes un proyecto de ley económico-urgente que regule el papel que éstos cumplen en las cuentas de funcionarios públicos y familiares apenas se conocieron los «papeles de Panamá»? Correa, quien en la actualidad controla directamente 100 de los 130 asambleístas en el parlamento, pudo proponer una reforma legal que impida, de golpe, que los funcionarios públicos tengan vínculos con paraísos fiscales. Considerando que el correísmo ha hecho tantas reformas legales de ese tipo , una más no era nada del otro mundo (y sin el costo de organizar esta consulta).

De hecho Rosanna Alvarado, vicepresidenta de la Asamblea Nacional -destacada militante de Alianza País, partido de Correa- al día siguiente de la consulta, el 20 de febrero de 2017 señaló que ésta no era necesaria .

Una consulta casi fantasma en medio de una elección oscura

El llamado a consulta hecho por Correa sobre los paraísos fiscales ni siquiera contribuyó a un ejercicio pedagógico que incite a la reflexión de un tema tan importante. En el Ecuador no hubo un gran debate sobre el tema, en oposición a lo que plantean algunos funcionarios públicos y medios afines al correísmo . La consulta pasó casi desapercibida. Esta prácticamente se transformó en un «fantasma» electoral. Basta anotar que no se agotó el fondo que entrega el Consejo Nacional Electoral, destinado al financiamiento de la campaña sobre esta cuestión . Esta es una situación casi única en la historia de este mecanismo.

La consulta sobre los paraísos fiscales se dio en medio de la odisea electoral vivida el 19 de febrero, en donde las sombras del fraude y la corrupción oscurecieron un confuso conteo de votos de la primera vuelta electoral. Tan confusa fue la situación que anticipadamente Correa celebró -con gran entusiasmo- el triunfo de su binomio electoral en una sola vuelta a partir de los resultados de un exit poll financiado con fondos públicos y que resultó aparatosamente equivocado (¿o manipulado?). Después, en medio de las fuertes sospechas de fraude, y siguiendo su estilo contradictorio, Correa afirmaba que » si alguien debiera hablar de fraude debería ser Alianza País «. Tal fue la confusión que hasta los medios de comunicación se enfocaron, unos en posicionar la victoria de Moreno en primera vuelta, y otros en posicionar a Lasso como acreedor de una segunda vuelta.

En medio de ese alboroto, los resultados de la consulta popular sobre el «pacto ético correísta» pasaron a segundo plano. Sin embargo, el correísmo se benefició del caos electoral para sacar réditos de esta consulta para legitimar su «pacto ético». De hecho, al conocerse que un 55% de votos se habrían pronunciado a favor de la consulta popular, Correa asumió como un éxito el resultado. Hay que reconocer que fuera del país el hecho fue recibido con cierto interés.

Paraísos fiscales: de una lucha legítima a un biombo correísta

Desaparecer los paraísos fiscales es una tarea urgente (pero no la única) para frenar la especulación desbocada del capitalismo en su fase imperialista. El mercado financiero internacional, sobre todo vía especulación, es un motor de aceleración inmisericorde de todos los flujos económicos: exacerba la explotación a la fuerza de trabajo más allá de la capacidad de los aparatos productivos, y exacerba a los extractivismos ( que tanto alienta Correa, digámoslo de paso ) más allá de la resistencia y resiliencia de la Tierra. Todo con el fin de garantizar los procesos mundiales de acumulación capitalista.

Parece simple la labor de acabar con los paraísos fiscales, pero es en extremo compleja. Con simples declaraciones o acciones con poco contenido efectivo, no se logrará este objetivo. Es más, semejante proceso requiere de una acción conjunta a nivel global, incluyendo la conformación de toda una institucionalidad mundial diferente. Por tanto, no es siquiera creíble la «lucha» del correísmo contra estos verdaderos oasis de corrupción internacional, si simultáneamente no se hace algo en serio para situaciones de corrupción desbocada casa adentro, como las que se vive actualmente en Ecuador.

Por eso, la convocatoria a consulta propuesta por el presidente Rafael Correa para impedir que lleguen al poder quienes tienen depósitos o negocios que ocultan sus propiedades en paraísos fiscales fue una maniobra política. Tal maniobra, al parecer, se enfocó en tres objetivos: permitir que Correa participe en la campaña electoral; deteriorar la imagen del candidato Guillermo Lasso; y, aprovechar la distracción de la opinión pública -sobre todo internacional- para posicionar la futura imagen «progresista» de Rafael Correa.

Respecto al primer objetivo, al inicio de la convocatoria al «pacto ético» parece que Correa pensó usar la consulta como ventana para entrar directamente en la campaña electoral presidencial y de asambleístas. Sin embargo, en los hechos la consulta se transformó en «fantasma», lo cual nos plantea algunas preguntas: ¿Por qué no se embarcó de lleno Correa en la campaña por el «sí» en esta consulta popular? ¿Será que le dio miedo que la consulta se transforme en un referéndum en su contra?, que con seguridad lo habría perdido, como sucedió en las elecciones de 2014. Por ende, el primer objetivo del correísmo no se cumplió a cabalidad. De paso cabe mencionar que las oposiciones realmente tomaron como inútil a la consulta, y desperdiciaron la oportunidad para unir sus votos en contra del correísmo sin tener que complicarse con alianzas vergonzantes.

Sobre el segundo objetivo, evidentemente la consulta estaba dedicada al candidato de la banca: Lasso, considerando que éste posee propiedades en paraísos fiscales, información que se hizo pública al poco tiempo que Correa lanzó su «pacto ético». Sin embargo, la pugna entre Correa y Lasso presenta una llamativa paradoja pues, de hecho, ha sido en el correísmo que Lasso «mejoró exponencialmente sus ingresos». Es más, el propio Correa llegó a admitir que, en su gobierno, «el único problema de la banca son demasiadas utilidades«.

Y, en efecto, durante el correísmo la banca alcanzó las utilidades más elevadas de su historia, siendo el Banco de Guayaquil (propiedad de Lasso) el tercer banco con mayores utilidades en el país. Incluso el Banco de Guayaquil fue el principal beneficiario de las inversiones y depósitos de la Corporación Financiera Nacional, al menos en 2011. Es decir, en lo económico el correísmo no fue un gran opositor de la banca, y hasta en lo político hubo una época en la que Correa y Lasso se reunían sin problema. Ahora, en cambio, ya confirmada la segunda vuelta electoral, Correa por un lado minimiza la candidatura de Lasso afirmando que será «fácil de derrotar«, luego convoca a la confrontación contra el banquero, e incluso ha llegado a afirmar que de ganar Lasso, podría existir una persecución en su contra.

El objetivo que sí parece cumplirse con claridad es el uso de la consulta, en medio de la distracción electoral de una campaña caracterizada por la apatía, para posicionar -en particular fuera del Ecuador- al «Correa progresista». De hecho Correa empezó a promocionar lo «innovador» de su «pacto ético» y llegó a decir que elevaría la propuesta ecuatoriana en contra de los paraísos fiscales en Naciones Unidas. Si a esto agregamos que Correa posee en el exterior su propio coro de aduladores, incluyendo varios medios internacionales, entonces muy seguramente el posicionamiento futuro del caudillo en el exterior va a ser promocionado con fuerza.

Por tanto, nos da la impresión de que la lucha contra los paraísos fiscales en el Ecuador corre el mismo riesgo que en su momento corrieron el Buen Vivir o el propio discurso de izquierda: un uso fetiche, vacío de contenido, contradictorio desde su origen, encaminado a favorecer la imagen del correísmo, en este caso más del caudillo, tanto a nivel local como en el exterior.

Debe quedar claro que, con esto, no negamos en absoluto el eco internacional de la consulta hecha en Ecuador y cómo ésta podría efectivamente ayudar a desarmar los paraísos fiscales ayudando a posicionar la discusión sobre esta cuestión. Pero, ya en los hechos, lo que tratamos de decir es que el correísmo se lanzó hacia una consulta que, incluso en términos jurídicos, era innecesaria, dentro de la vida política ecuatoriana resultó «fantasma» y, para colmo, terminaría transformando a la lucha contra los paraísos fiscales en un fetiche más del correísmo.

Dicho de otra forma, la consulta fantasma permitió que la bandera de la lucha contra los paraísos fiscales sea robada por el correísmo para que éste, una vez más, venda una imagen de «reivindicación y lucha social» ante los ojos del país y del mundo. Imagen que contrasta con los múltiples casos de corrupción que carcomen al correísmo casa adentro. Incluso tal imagen de «progresismo» contrasta con el hecho que el correísmo sirvió como palanca en beneficio de los grandes grupos económicos del país, los cuales -sin duda- poseen intereses en paraísos fiscales. El propio correísmo lo ha dicho en un documento interno: «nunca antes los grupos económicos poderosos estuvieron mejor, nunca antes los más excluidos de la Patria estuvieron menos peor«.

En síntesis, la consulta propuesta por el presidente Rafael Correa sobre los paraísos fiscales era innecesaria. Y al no haber un debate serio y amplio, un tema de semejante magnitud pasó por la vida política del país como «fantasma». El resto es pura propaganda y fetichismo, especialmente pensada en la imagen del caudillo en su retiro belga. Caudillo que, desde ya con sus promesas mesiánicas de retorno, parece ser el nuevo aspirante al título de «eterno ausente».-

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.