Erik Olin Wright (1947-2019) ha sido uno de los sociólogos marxistas más prolíficos y originales de nuestra época, en particular por su contribución al debate sobre la renovación del concepto de clase social. Antes de fallecer, dejó -a modo de testamento intelectual- una provocativa propuesta sobre «Cómo ser anticapitalista hoy» /1. La provocación consiste en […]
Erik Olin Wright (1947-2019) ha sido uno de los sociólogos marxistas más prolíficos y originales de nuestra época, en particular por su contribución al debate sobre la renovación del concepto de clase social. Antes de fallecer, dejó -a modo de testamento intelectual- una provocativa propuesta sobre «Cómo ser anticapitalista hoy» /1. La provocación consiste en sostener -a través de una argumentación lógica linear propia de la tradición analítica de la cual abrevó- que existen cuatro caminos anticapitalistas que apuntan a destruir, domar, escapar o erosionar el capitalismo pero que solo la combinación del segundo y el cuarto constituye una opción viable y fecunda.
En extrema síntesis, EOW asocia la estrategia de destruir al movimiento comunista revolucionario orientado a la conquista del poder del Estado, la de la domar a la socialdemocracia de las reformas anticapitalistas, la de escapar a los movimientos comunitarios y la de erosionar a una perspectiva anarquista que impulsa alternativas en los nichos y las grietas del sistema /2.
Frente a este repertorio, la propuesta del sociólogo norteamericano es la siguiente:
«Renunciar a la fantasía de aplastar el capitalismo. El capitalismo no es dinamitable, al menos si se quiere construir realmente un futuro de emancipación. (…) Si uno se preocupa por la vida de los demás, de una manera u otra tiene que hacer frente a las estructuras e instituciones capitalistas. Domar y erosionar el capitalismo son las únicas opciones viables. Es necesario participar tanto en los movimientos políticos para domar al capitalismo a través de políticas públicas como en los proyectos socioeconómicos de erosionar el capitalismo a través de la expansión de formas emancipatorias de la actividad económica. Debemos renovar una democracia social progresista fuerte que no solo neutralice los daños del capitalismo, sino que también facilite iniciativas para construir utopías reales con el potencial de erosionar el predominio del capitalismo».
Para EOW son entonces compatibles la perspectiva socialdemócrata y la anarquista -tal y como las entiende- y pueden combinarse y retroalimentarse el camino estatalista desde arriba y el intersticial desde abajo, impulsando las que llama utopías reales, formas de combinar aspiraciones emancipatorias con procesos concretos que prefiguren una alternativa, juntando «el «ningún lugar» de la utopía en el «aquí y ahora»».
Más allá de algunas simplificaciones argumentativas que ocultan contradicciones de fondo /3, la construcción idealtipica de EOW desemboca en la negación de cualquier tipo de relevancia y trascendencia a todo movimiento anticapitalista inspirado en la tradición marxista revolucionaria.
Al respecto me limito a formular dos contraargumentos, uno de orden histórico-político y otro teórico.
EOW centra su caracterización de la corriente que pretendía destruir el capitalismo a la idea de la conquista del Estado como antesala a la edificación del socialismo. Una definición estratégica que olvida todo el peso de la lucha de clases que le subyacía. La historia política de los movimientos socialistas revolucionarios, aún con el saldo negativo de las revoluciones fallidas y las que tornaron en regímenes burocráticos, es la historia de una serie de luchas sociales y políticas que modificaron la correlación de fuerzas entre capitalismo y anticapitalismo entendidos no como proyectos sino como procesos. Este movimiento real -es decir práctico y no moral- destapó el conflicto, abrió las puertas a las concesiones, generó el margen de maniobra reformista, así como la posibilidad de sostener procesos de autodeterminación desde abajo. Habría entonces que demostrar históricamente que ambas tendencias –domar y erosionar– pueden sostener por sí mismas o articuladas, en ausencia de un escenario trastocado por un desafío antisistémico más franco, abierto e integral -tanto en el terreno ideológico como de constitución de contrapoderes. Dicho de otra manera, el reformismo y el autonomismo pueden eventualmente ser caminos autosuficientes o articulables, pero nada garantiza su alcance anticapitalista sin una confrontación directa a los ganglios de poder económicos y políticos. Sin la irrupción de una radicalidad socialista revolucionaria, difícilmente se pueden imaginar condiciones para la realización de reformas o erosiones realmente anticapitalistas.
Ahora bien, es indudable que está a discusión la posibilidad actual de realización de revoluciones anticapitalistas en el sentido clásico (conquista del Estado-transición socialista) y no niego que relegar el movimiento socialista revolucionario a un papel de retaguardia política es problemático. Pero, a reserva de un cambio de época, sostener la necesidad y la pertinencia de un movimiento anticapitalista que apunte a destruir y no solo domar y erosionar, pasa por reconocer el lugar antagonista y de contrapoder que puede ocupar en una coyuntura en la cual no está a la orden del día la revolución socialista tal como la entendieron y la pensaron los marxistas del siglo XX.
La segunda cuestión, de orden teórico, es que en el planteamiento de EOW desaparece o se diluye la centralidad de la lucha, del antagonismo como práctica política y como experiencia que activa y sostiene los procesos de subjetivación. Desaparece o se diluye, según el caso, al quedar subordinada a estrategias centradas en dinámicas constructivas desde el arriba estatal o el abajo societal, pero en donde el recurso a la lucha se vuelve funcional e instrumental, para apoyar o defender tal o cual reforma estatal o iniciativa social, dejando de ser estratégica, es decir el vector fundamental del movimiento anticapitalista y el factor decisivo de modificación de la correlación de fuerzas. Sin caer en la trampa del huevo y la gallina, no se puede obviar que toda iniciativa de domar o de erosionar ha nacido y fue antecedida por la lucha y por la emergencia de un sujeto que en ella se fuera forjando y la impulsara y no viceversa. Lógicamente e históricamente, el movimiento anticapitalista antecede la cabal formulación de una estrategia anticapitalista y su surgimiento y su orientación es destructiva antes que constructiva. EOW sostiene que «para transformar realmente el capitalismo, las visiones que se basan en la ira no son suficientes; en cambio, se necesita una lógica estratégica que tenga alguna posibilidad real de alcanzar sus objetivos». Olvida que el antagonismo puede no ser suficiente, pero es necesario, indispensable e incluso elemento y factor primario, sin el cual no hay estrategia anticapitalista posible. D e la mano del desvanecimiento de la centralidad dinámica de la lucha, se esfuma el lugar y el papel del sujeto el cual -al margen de la necesidad de argumentar su perfil de clase – no puede ser subordinado o desdibujarse frente al debate estratégico, tal y como aparece en la formulación de EOW, quien, como ya lo señalamos, sobre este tema ofreció en el pasado contribuciones de gran relevancia sociológica.
Al mismo tiempo, más allá de las objetables conclusiones, hay que rescatar el ejercicio de problematización de EOW, quien en su despedida intelectual nos invitó a reflexionar sobre los diversos anticapitalismos, sobre su aparente irreductible divergencia y la posibilidad de su convivencia o inclusive de su convergencia.
1/ Erik Olin Wright, « ¿Destruir, domar, escapar o erosionar? Cómo ser un anticapitalista hoy», 20/01/2016, https://vientosur.info/spip.
2/ En estos términos: «actividades económicas no capitalistas alternativas surgen en los nichos en los que sea posible dentro de una economía dominada por el capitalismo; estas actividades crecen con el tiempo, tanto de forma espontánea y, sobre todo, a resultas de una estrategia deliberada; luchas que implican reemplazar al Estado, a veces para proteger estos espacios, otras veces para facilitar nuevas posibilidades; y, finalmente, estas relaciones y actividades no capitalistas se vuelven lo suficientemente prominente en la vida de los individuos y las comunidades que el capitalismo ya no puede decirse que domina el sistema en su conjunto».
3/ En efecto, la posibilidad de un híbrido, un centauro con cabeza socialdemócrata y cuerpo anarquista, además de cierto cortocircuito ideológico, se sostiene a partir de una simplificación que lleva a EOW a eludir o minimizar la tendencia o inercia de la socialdemocracia a un reformismo infracapitalista y, por otra parte, a no reconocer otro protagonista del anticapitalismo de ayer y hoy el anarquismo de la lucha frontalmente anticapitalista y no solo de los rodeos que parecen más próximos a la estrategia del escapar y se parecen más a las fugas y éxodos teorizados por algunas corrientes autonomistas.
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