1) En el ámbito del pensamiento filosófico contemporáneo suele entenderse por ciencia sólo a las ciencias naturales. Esta concepción es tan dominante que para determinar el carácter científico de una teoría se emplea por regla general una ciencia natural como patrón de medida. Esta postura no debe tomarse como una simple opción ideológica, sino como […]
1) En el ámbito del pensamiento filosófico contemporáneo suele entenderse por ciencia sólo a las ciencias naturales. Esta concepción es tan dominante que para determinar el carácter científico de una teoría se emplea por regla general una ciencia natural como patrón de medida. Esta postura no debe tomarse como una simple opción ideológica, sino como un grave error teórico de funestas consecuencias sociales, puesto que nos lleva al escepticismo y a la impotencia en la solución de los graves problemas del mundo. La tesis principal de este escepticismo es que los fenómenos sociales no pueden analizarse científicamente. ¿Y por qué? Porque en todos los fenómenos sociales actúa el hombre con sus intereses y opiniones, haciéndonos caer inevitablemente en el subjetivismo. Argumento débil donde los haya, pero que hace mella. El hecho de que un argumento tan débil sea dominante y vigente, señala el grado de debilidad extrema al que ha llegado el frente ideológico marxista.
La mejor manera de atacar a este escepticismo no es mediante grandes disquisiciones teóricas, sino formulándole una pregunta de importancia práctica capital: ¿es posible analizar científicamente por qué unos hombres son inmensamente ricos y otros infinitamente pobres? Les digo de antemano que la economía convencional no da respuesta a esta pregunta, ni tan siquiera se la plantea. ¿Y por qué no se la plantea? Porque defiende la tesis de que la pobreza es un problema ético. Esto implicaría que la solución del problema de la pobreza quedaría en manos de la conciencia solidaria de los ciudadanos y del Estado, esto es, quedaría sin solución. Además, no se trata de que los capitalistas practiquen la caridad con los trabajadores, sino que los primeros devuelvan la riqueza que pertenece a los segundos.
Desgraciadamente algunos marxistas han caído en este juego y reconocen que la explotación del hombre por el hombre es un problema ético, concluyendo que una de las grandes diferencias de la economía marxista con la economía convencional estriba en que la primera contiene componentes éticos y la segunda no. Todo un error de posición.
Un solo ejemplo aclarará mejor la distinción esencial entre la economía convencional y la economía marxista. La economía convencional define el precio en los siguientes términos: expresión en dinero del valor de una mercancía. Esta definición coincide con la dada por Marx. ¿En que estriba entonces la diferencia? En que Marx analiza el precio como una de las formas de existencia del valor y la presenta como resultado de una evolución que tiene como punto de partida la forma natural del valor, la que se da en el trueque directo. Así que la diferencia entre la economía convencional y la economía marxista no estriba en que la primera carezca de componentes éticos y la segunda los presuponga, sino en que la primera toma las formas económicas como dadas y la segunda estudia su génesis. Hay más: en la economía marxista está integrada la economía convencional, mientras que esta última tiene desterrada a la primera. Negar que la extrema riqueza y la infinita pobreza puedan ser estudiadas de modo científico no sólo es expresión de una filosofía escéptica, sino también de insensibilidad y de impotencia política. ¿Cómo podemos adquirir la firme voluntad de acabar con la pobreza que asola el mundo si negamos la posibilidad de conocerla científicamente? De ningún modo.
2) Una de las primeras distinciones que se debe establecer para abordar el problema de la naturaleza científica del marxismo es la existente entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Y la distinción entre ambas ciencias fue establecida por Engels en los siguientes términos: los factores que actúan en los fenómenos naturales no están dotados de conciencia, mientras que los que actúan en los fenómenos sociales sí están dotados de conciencia. La dificultad de los fenómenos sociales estriba justamente en eso: nos topamos con la conciencia. De ahí la importancia que tiene que los sociólogos en general y los marxistas en particular se hagan con una representación científica de la conciencia. A este fin sirven especialmente la psicología soviética representada por Vygotski y Luria, y de forma general una buena parte de la psicología contemporánea. Los marxistas se quedarían asombrados de comprobar cómo ha penetrado el materialismo en la psicología contemporánea, incluso la dialéctica.
Dada la naturaleza específica de los fenómenos sociales, que los factores que actúan son agentes dotados de conciencia, es del todo inadecuado emplear las ciencias naturales como patrón de medida para establecer la naturaleza científica o no científica de la teoría marxista en particular y de las teorías sociológicas en general.
3) Todas las ciencias tienen dos componentes: teoría y experimentación. Y el marxismo no puede ser menos. El marxismo debe entenderse, en parte, como teoría de las leyes de la producción mercantil y de la producción capitalista, y en parte, como teoría de la construcción de la sociedad socialista. De manera que tanto la práctica y experiencia de las sociedades capitalistas como la práctica y la experiencia de las sociedades socialistas, aunque esta última haya sufrido serios reveses, forma parte de la ciencia marxista. Para demostrar la vigencia del pensamiento marxista no hay necesidad de volverse loco. No hay que hacer grandes piruetas mentales. Es una evidencia total que el dinero, la mercancía general, desempeña un papel fundamental en las sociedades modernas. Como es evidente también que el grado de mercantilización al que han llegado dichas sociedades es infinito. Todo se vende como mercancía. De estas realidades tenemos la más absoluta de las certezas.
¿Por qué es útil entonces El Capital de Karl Marx? Porque por medio de esa genial obra teórica podemos saber qué son las mercancías, cómo la mercancía se transforma en dinero, y cómo el dinero se transforma en capital. Si bien la Lingüística y la Semiótica modernas siguen empeñadas en descubrir la naturaleza del significado y obtener su adecuada representación científica, la economía convencional moderna ha dejado de lado el estudio de la naturaleza del dinero. Hay una razón ideológica que explica esta dejadez: el estudio del dinero nos lleva al estudio del valor, y el estudio del valor nos lleva necesariamente al trabajo, y al llegar aquí todo se torna insoportable para el apologista del capitalismo: que el trabajo humano abstracto sea la sustancia del valor es algo que lo mata. Y lo mata porque la riqueza acumulada por los grandes capitalistas es imposible de explicar sobre la base del trabajo propio, con lo que no quedaría otra opción que explicarlo como apropiación de trabajo ajeno. Esta es la razón de que el dinero, la forma acabada del valor, no sea objeto de estudio central y predilecto de la economía convencional.
* Licenciado en Filosofía y director del Centro de Estudios Karl Marx
Las Palmas. 27 de junio de 2004