Martín Alonso, profesor de Instituto jubilado, es doctor en Ciencias Políticas y autor de Universales del odio. Creencias, emociones y violencia; No tenemos sueños baratos. Una historia cultural y El catalanismo, del éxito al éxtasis (3 volúmenes). Nos centramos en este tercer volumen: «Imposturas, impunidad y desistimiento», que acaba de publicar El Viejo Topo, abril […]
Martín Alonso, profesor de Instituto jubilado, es doctor en Ciencias Políticas y autor de Universales del odio. Creencias, emociones y violencia; No tenemos sueños baratos. Una historia cultural y El catalanismo, del éxito al éxtasis (3 volúmenes). Nos centramos en este tercer volumen: «Imposturas, impunidad y desistimiento», que acaba de publicar El Viejo Topo, abril de 2017.
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Sigo con unas preguntas complementarias. El 9 de junio de 2017, como recuerdas, el gobierno de la Generalitat, con el apoyo de la CUP, anunció un referéndum para el 1 de octubre con la pregunta que conocemos: «¿Quiere usted que Cataluña sea un nuevo Estado independiente en forma de República?». ¿Qué opinión te merece este anuncio? ¿Choque de trenes en marcha? ¿Un hablar y posar para los suyos? ¿Más política al borde del abismo?»
Es uno más en la secuencia de órdagos que se vienen lanzando desde las instituciones catalanas (con cargo a los presupuestos generales). Obsérvese la facilidad con que Puigdemont alcanza el estado de trance, su discurso siempre en modo enfático, de arenga en do de pecho por la causa de la dignidad patria; como antaño Ibarrexte por cierto.
El procés también podría ser explicado sumando estos ultimatos, momentos decisivos, emergencias interminables, hitos históricos, ocasiones excepcionales, días D… que funcionan como metas volantes y que se olvidan tranquilamente una vez pasados. Recordemos que el 27 de septiembre de 2013 el parlamento catalán aprobó una resolución que daba un plazo de tres meses al gobierno central para negociar la consulta. Y que en vísperas de las elecciones del año siguiente un Rufián, acaso en jet lag tras su ascensión al Olimpo político, sentenciaba: «no hay nada que negociar». Cuanto el periodista le pregunta «¿Y si fracasan?,»contesta con la convicción del dogmático: «No lo contemplamos» (El País, 08/12/2015). Literalmente no lo puede contemplar. Es prisionero de sus convicciones.
Desde un punto de vista es gesticulación, horror vacui, performance, hiperactivismo encaminado a que no se desinfle la prosopopeya, como señalas. Forma parte de la neolengua en su vertiente pragmática: se predica la exquisitez democrática mientras se atropellan sus formas, como aquellos patriotas vascos que llamaban fascistas a los que asesinaban, llevando al extremo orwelliano la inversión semántica y esas otras ingenierías que ahora llamamos posverdad.
Desde otro punto es una estrategia de aprendiz de brujo que llevan de consuno y mirándose de reojo los campeones del procés, arropados por un grupo de notables y celebridades que les dan la ilusión de la representación mayoritaria. Pero una de las características de los aprendices de brujo es su inconsciencia respecto a las consecuencias de sus acciones. Piensan desde la convicción sobre su infalibilidad que nada malo puede pasar(les). Pero también esta impresión es falsa. Estos tres meses largos de sprint pueden alcanzar una temperatura extrema que propicie salidas imprevisibles. Hablas de choque de trenes. El léxico ferroviario nos da otras dos opciones: la vía muerta y el descarrilamiento. Las dos son costosas. Y es que esta decisión a la vez grandilocuente y casi clandestina (como esa Ley de Transitoriedad) constituye un dilema aporético (perder o perder), porque las opciones que ofrece son ilegalidad o frustración; literalmente, saldremos corneados sí o sí. Sobre su ilegalidad, no solo hay un acuerdo mayoritario entre juristas españoles sino que la propia Comisión de Venecia, a la que ha acudió oportunistamente Puigdemont, lo ha dejado meridianamente claro. Como escriben los catedráticos de derecho Víctor Ferreres, Enric Fossas y Alejandro Saiz (El País, 21/03/2017): «Es asombroso que en toda la larga historia del secesionismo, en las diversas partes del planeta, a nadie se le haya ocurrido antes una solución tan ingeniosa, que seguramente pasará a la historia de la cultura jurídica occidental como la más notable aportación de los juristas catalanes del siglo XXI». Y añaden, para la cuestión anterior sobre los traspiés de las neuronas privilegiadas: «Que los juristas del soberanismo hayan llegado a justificar la estrategia de la desconexión unilateral muestra hasta qué punto se ha degradado en Cataluña el respeto a las reglas más básicas de un orden jurídico democrático». Podríamos sugerir un sintagma para registrar el copyright de este objeto jurídico no identifica u OJNI: desconexión unilateral exprés. Sobre el coste psicológico de la no consumación de la promesa, pienso que no es necesario extenderse porque ese coste psicológico hace tiempo que es una pieza ineludible de la realidad y de las distancias intracomunitarias e interpersonales que van instalándose. En todo caso esta decisión es de una irresponsabilidad difícil de exagerar porque invita a quemar las naves aunque no se aviste ninguna Ítaca en el horizonte, para pasar al campo semántico marino tan solicitado por el procesismo. Por eso yo creo que es un deber de la ética de la responsabilidad preparar medidas preventivas para paliar los daños, antes que alegrarse por el fracaso ajeno. Y es también un deber luchar contra la percepción voluntarista de que aquí no puede producirse el descarrilamiento que hemos visto en tantos otros sitios.
Aunque es una tarea difícil porque los secesionistas cifran su éxito en la progresión de la radicalización, en una presurización que provea la energía para concitar un apoyo reactivo o adversarial. (Sospecho que no desagradaría a algunos un remake de la parada militar de la Diagonal que les diera la razón por pasiva).
Desde luego que no, puedes estar seguro.
Es una propuesta que no sé si vale mucho la pena, la indicación que te mandé el otro día en el sentido de iluminar el 1-0. Estas son los dos añadidos sugeridos. Para la estrategia de la tensión, dos ejemplos. Acompañado de Ibarretxe, por cierto, Mas vaticinó en San Sebastián «momentos de un alto grado de tensión en Cataluña» porque las instituciones del Estado «no se quedarán paradas» (El País, 23/02/2017). Dos días antes, en un acto organizado por ANC en Sabadell, Mas había sido meridianamente claro cuando reclamaba una ‘simbiosis’ entre instituciones y movilización social como garante del referéndum, de modo que cuando lleguen las acciones del estado «el coste de actuar» sea alto. Un mes después en una charla organizada por Òmnium Cultural en Sant Sandurní d’Anoia, Lluis Llach llamó la atención sobre las sanciones a los funcionarios, señalando especialmente a los Mossos. En traducción libre: choque de trenes. Pero un choque de trenes deseado dentro de la lógica adversarial: la reacción del Estado forma parte del esquema de la legitimación para impulsar acciones más radicales. Poco antes el asesor áulico de Mas, Agustí Colomines (que debió enterarse por los periódicos de lo que cocinaba Gordó mientras llegaba el 3% a la fundación que él presidía y que a uno sorprende que siga ejerciendo un tan alto cargo institucional como el de Director de la Escuela de Administración Pública de Cataluña), firmaba un artículo en el nacional (06/02/2017) titulado «¡Esto no lo para ni Dios!» que se ajusta a la misma metáfora, pero arrimando la lógica al ascua adversarial: «Pero el PP actúa contra el independentismo catalán como el PSOE actuó frente al mundo abertzale, con mentalidad guerracivilista» (Lo que me devuelve al argumento adversarial sobre la nostalgia de la imagen de la Diagonal parda).
Acaso unas palabras del fallecido Francisco Rubio Llorente son la mejor manera de resumir lo que está en juego y concluir: «Quienes preferiríamos que no hubiera en España partidos independentistas, pero aceptamos su licitud, hemos entendido que si llegara el triste momento de la separación, esta no podría llevarse a cabo de manera unilateral, sino mediante negociación seguida de un acuerdo en el que todos participáramos y que requeriría probablemente una reforma constitucional. Una postura que muchos independentistas rechazan porque hace depender el cumplimiento de sus aspiraciones de un poder cuya legitimidad niegan» (El País, 11/02/2013).
Gracias, muchas gracias. Cerramos con esto… aunque me surgen de nuevo mil preguntas más. Parece un cuento borgiano.
Notas
1) Para ver las partes anteriores de esta entrevista:
A. «Pasqual Maragall jugó la carta identitaria para desbordar a CiU en su terreno acelerando el alma nacionalista del PSC» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=231947
B. «El dad (derecho a decidir) es un producto de marketing. Si me permites una nota de humor, es una marca de gaseosa» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232251
C. «La psicología victimista es un complejo con varias aristas pero en términos políticos se resume en la fórmula ‘ganar o ganar'» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232703
D. «Debajo de la visión rosada de Jordi Pujol estaba el desfalco de Banca Catalana y la lluvia fina del 3 %, un engaño y un delito» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232907
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