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Los lectores de Diagonal entrevistan a Santiago Alba Rico

«Es una situación de emergencia y un montón de pesimistas reunidos y activos aún pueden hacer algo»

Fuentes: Diagonal

«En un clima tormentoso», relata Santiago Alba Rico, «lo normal debería ser tener un pararrayos. Nos están quitando los pararrayos y, en lugar de reclamar uno, reclamamos que se los quiten a los que todavía los conservan». La crisis y las resistencias a la ola neoliberal marcan esta entrevista realizada por los lectores de DIAGONAL al autor de Noticias.

Fulgue: Me queda muy poco para cumplir cincuenta, y cada día me siento más desmoralizado, impotente, escéptico ante la posibilidad de poder cambiar un poco este puñetero sistema. Como dice un amigo, el capitalismo te quita hasta las ganas de tener ganas. ¿Qué hacer mas allá de la actitud que uno pueda adoptar en las pequeñas cosas de lo cotidiano? ¿Cómo cambiar mínimamente la dirección de este sistema que nos encamina hacia la autodestrucción civilizatoria?

Santiago Alba Rico: Yo cumplí cincuenta años hace seis días y me siento, como tú, aterrorizado, desmoralizado, impotente y escéptico. Dos veces al día me meto en la cocina a pelar patatas para hacer al menos algo concreto y mensurable. Otros deciden dedicar toda su vida a pelar patatas -o a plantarlas-. Pero no podemos permitírnoslo. No podemos permitirnos dejarnos guiar por nuestro cansancio o nuestra lucidez total. Como dice Belén Gopegui, el pesimismo es de izquierdas, pero el desánimo no. Es una situación de emergencia y un montón de pesimistas reunidos y activos aún pueden hacer algo. Informarnos, informar a los demás, acumular fuerzas, organizarnos, militar, y en medio de todo ese trajín un poco desesperado adelantar ya el mundo al que aspiramos -como recordaba Marx en los Manuscritos– «bebiendo, comiendo y fumando todos juntos» mientras programamos acciones o discutimos argumentos. Esa es nuestra ventaja. Decía Althusser que «un comunista nunca está solo» y tenía razón. El resto del mundo está muy solo. Se avecinan tiempos muy malos y sólo la militancia asegurará un poco de afecto, de compañía, de satisfacción, hasta de comida. Por eso lo que más me tranquilizaría -con egoismo de padre- es que mis hijos se pusieran a militar lo antes posible. Es la única protección contra la refinadísima barbarie que ha separado, como con un hacha, a inviduos industriales que sólo comparten ya las imágenes que miran y los placeres proletarizados que los separan. Aunque sólo sea por interesado egoismo, debemos dejar a un lado el pesimismo.

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«La combinación de políticas neoliberales, sindicatos claudicantes, consumismo suicida y represión es la antesala de los fascismos»

D. Beatnic: Tu tesis de la «pedagogía del millón de muertos» es esclarecedora en cuanto a la voluntad y «visión del mundo» de la gente común. Las últimas huelgas de Metro en Madrid parece que han molestado más a «la clase obrera» que provocar simpatías por haber roto el statu quo en el que estamos inmersos. ¿Qué piensas de esto?

S.A.R. Pienso, en efecto, que la combinación de «pedagogía del millón de muertos» y «hedonismo de masas» (como lo llamaba Pasolini en los 70) ha llevado a romper toda conciencia de solidaridad y toda cultura de resistencia. Los huelguistas del Metro, como recuerda con justísima indignación moral Esperanza Aguirre, «utilizan sus privilegios para perjudicar a los que están menos protegidos que ellos», etc. Este discurso populista que invierte la lógica misma de las cosas bajo una apariencia justiciera encuentra un eco inmediato en una población acostumbrada desde hace años -mientras ve partidos de fútbol y llena de gasolina su automóvil- a que le roben derechos adquiridos trabajosamente durante siglos sin oponer resistencia, aferrándose a las astillitas que aún no ha devorado la naturaleza como un chacal a su último despojo (o un oso polar a su último tempanito flotante de hielo). En un clima tormentoso lo normal debería ser tener un pararrayos. Nos están quitando los pararrayos y, en lugar de reclamar uno, reclamamos que se los quiten a los que todavía los conservan, como si esos pararrayos -y no el Zeus tonante que lanza los rayos- fuesen la causa misma de las tormentas. Es una locura, pero la combinación de políticas neoliberales, sindicatos claudicantes, consumismo suicida y represión llevan naturalmente a ella, antesala histórica de los fascismos.

D.B.: Las revueltas en Grecia, ¿crees que darán algún saldo positivo para las esperanzas de los que creemos en un mundo distinto?

S.A.R.: Ya lo han dado. Existen. Resisten. El solo hecho de que se produzcan demuestran que nada está definitivamente cerrado, que hay siempre un fondo inaferrable para las atroces pedagogías del capitalismo. Una buena noticia es siempre una buena noticia, incluso al lado de otras muy malas. Toda buena noticia es una semilla. Si toda idea adecuada aumenta nuestra potencia de obrar, toda resistencia inesperada -toda alegría inesperada- también lo hace.

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«Debemos quizás abandonar la esperanza de penetrar en los grandes medios»

David Calvo: Yo era uno de aquellos chavales que aprendieron a desaprender con tus guiones en La Bola y escuché recientemente la interesante entrevista que te realizaron en Carne Cruda de Radio 3. Soy periodista de vocación y actualmente no estoy vinculado a los medios de comunicación por el degradante panorama general en el que se encuentran, tanto en el plano profesional como en el laboral, salvo honrosas excepciones como este periódico que hoy dialoga contigo, y sólo opto por algunas colaboraciones en los que contribuyen a su verdadero sentido: informar. Mi pregunta es: ¿Cómo podemos aprehender las mejores estrategias para transmitir la mejor información al mayor público posible, más allá de los circuitos alternativos que a veces les cuesta tanto tener visibilidad, al tiempo que se combate el discurso único del mercantilismo que ha colmatado de censura previa el periodismo convencional?

S.A.R.: No creo que más allá de los circuitos alternativos haya mucho que hacer en estos momentos. Y sin desdeñar la posibilidad de utilizar grietas o resquicios o anzuelos tangenciales, debemos quizás abandonar la esperanza de penetrar en los grandes medios y sobre todo la ilusión de que esos formatos pueden llevar al gran público contenidos diferentes de los que rutinariamente imponen. Debemos hacer cada vez mejor nuestros periódicos y medios alternativos porque debemos aprovechar la erosión de los marcos de credibilidad vigentes -fruto de desplazamientos materiales que han obligado a los medios dominantes a abandonar sus manuales de estilo y mentir y manipular cada vez más abiertamente- para recoger al número creciente de desasosegados que buscan información veraz y comprometida.

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«La resistencia en el mundo islámico no nos acerca al socialismo, pero dificulta la reordenación del capitalismo»

Leonardo Diosdado Crespo Matías: Evidentemente, como usted ha señalado, la corriente de la historia que en el siglo XIX e inicios y primera mitad del XX pasó por Europa (era donde la clase obrera estaba más desarrollada) ahora básicamente pasa por Latinoamérica (ya que el antimperialismo árabe, como señala, no es de izquierdas sino de derechas). Pero le pregunto, compañero: ¿Es posible avanzar hacia otra sociedad alternativa al capitalismo sin quebrantar las bases de las relaciones de producción capitalistas? Parece ser que esto en Latinoamérica sólo se da como hecho en Cuba. En los demás países, Venezuela (el que más), Bolivia, Ecuador y otros países del ALBA avanza muy lento. Hay como miedo a meterse de lleno contra el statu quo que el imperialismo, el capitalismo y la sociedad burguesa han diseñado para el mundo; no se ven planes concretos para acabar con el capitalismo definitivamente en estos países, parece como que lo que hacen es sólo a golpe de repuesta de los obstáculos que los poderosos ponen por el camino.

S.A.R.: En primer lugar yo no desdeñaría el antiimperialismo del mundo árabe-musulmán. Es una amenaza seria, objetiva, a los intereses del capitalismo globalizador en una zona del planeta provista de recursos inmensos y crecientemente disputados. Al mismo tiempo, las guerras de Afganistán e Iraq -y el desgaste indirecto en Palestina- proporcionan un margen mayor de maniobrabilidad y de respiración a América Latina; y obligan a un ejercicio de manipulación y propaganda que debilita también la credibilidad de las potencias imperalistas en las propias metrópolis. La resistencia en el mundo islámico, legítima desde el punto de vista del derecho internacional, no nos acerca al socialismo, es verdad, pero dificulta la reordenación territorial y económica del capitalismo en un momento decisivo.

Tampoco desdeñaría los logros conseguidos por los distintos procesos abiertos en América Latina en los últimos diez años. No sólo porque han dignificado políticamente poblaciones muchas veces despojadas duante siglos incluso de su humanidad, sino porque han conseguido configurar una contrahegemonía institucional (el ALBA, el Banco del Sur, PetroCaribe, etc.) que ha logrado aislar a los aliados de EE UU en el continente e imponer una agenda independiente, si no opuesta, a la de EE UU en la zona. Y ha cuestionado en voz alta lógicas de explotación de la naturaleza y de los pueblos incompatibles con la supervivencia de la humanidad.

El papel de Cuba en estos cambios, muy alejados aún del socialismo, ha sido fundamental. Sin Cuba, los procesos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, serían imposibles, inimaginables, insostenibles; sin la revolución cubana -sin ese solitario punto de ruptura en la cadena capitalista- no se habrían producido «reformas» en América Latina. Pero ni siquiera estoy seguro de que los cubanos deseen -desde luego no esperan- que el resto del continente siga en estos momentos su camino. ¿Hay peligro de que todos estos procesos se estanquen y se pudran si no avanzan más deprisa? Sin duda. Pero existe también el peligro inverso de abortar la institucionalización necesaria de lo ya logrado a nivel continental con precipitaciones y abstractos radicalismos.

L.D.C.M.: Sobre su visión de la nueva sociedad, ¿diferirá el socialismo futuro mucho del que se irradió virtualmente por todo el mundo desde la Revolución de Octubre? ¿Se puede construir el socialismo dentro de los marcos de la democracia representativa burguesa? Al menos eso es lo que Chávez en Venezuela intenta hacer. ¿No cree que esto fue (la historia lo tienen consignado) y será una utopía? ¿No cree que independientemente de la época que se trate, el socialismo tiene que tener unas características comunes que estoy seguro las tuvo el del realmente existente en el siglo XX?

S.A.R.: El problema no es la democracia representativa sino lograr que sea realmente representativa; tampoco se trata de que no se hayan inventado procedimientos o marcos de participación sino de que, una vez inventados, el capialismo ha impedido que funcionen. El socialismo consiste en asegurar que esos marcos y procedimientos funcionen. Para eso, claro, hay que introducir cambios estructurales y es en ese terreno, y no en el de las propuestas formales, donde se produce el enfrentamiento. Al capitalismo le da igual que reformemos la constitución y le añadamos cuatro o cinco poderes más muy democráticos si los ponemos también al servicio de sus intereses. No es el «marco» el que impone límites a la revolución bolivariana sino, al contrario, las viejas relaciones económicas, aún vigentes, y la amenaza de la violencia imperialista.

L.D.C.M.: ¿Por que la izquierda en España no le dice a la gente que el problema no es la falta de empleo digno, ni la falta de créditos, ni el robo de los bancos, ni la especulación la causante del problema sino el capitalismo como sistema, y que acabando con éste (aunque se sabe que condiciones objetivas para ello no hay) todos esos problemas tendrán solución?

S.A.R.: La izquierda en España -la verdadera izquierda- dice precisamente eso, pero lo dice tan bajito, con tan pocas posibilidades de ser escuchada que poco podrá hacer contra la voz tonante del populismo neofascista que ya se atisba en el horizonte de la crisis económica. La izquierda en España ha sido derrotada y su derrota consiste precisamente en eso: en que no tiene medios -organización- para hacerse escuchar.

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«La palabra «mariposa» acabaría perdiendo las alas si se las cortásemos a todas las mariposas»

Teresa de la Torre S. Santiago, me llama poderosamente la atención el hecho de que tú, tan crítico con los medios de comunicación, tan contracorriente de las opiniones, comentarios, ideas generalizadas, del uso tan pulcro y rico del lenguaje, etc., sigas utilizando un lenguaje sexista, discriminatorio, que no nombra e invisibiliza a las mujeres. ¿Qué piensas al respecto de esta cuestión de la argumentación de algunos escritores como Pérez Reverte, Javier Marías, JM de Prada, Gustavo Bueno, etc.? Gracias por tu deliciosa Noticias, por El naufragio del hombre (¿sólo?) y por tu compromiso con la realidad. Gracias también a DIAGONAL por facilitar estas encuestas y por más.

S.A.R.: Algunas veces he recibido reproches en este sentido y, si la cuestión merece un amplio y riguroso debate y me declaro dispuesto a revisar aún varias veces mis puntos de vista, en principio me resisto a aceptar una presión que, al contrario de lo que sugieres, no me parece feminista. Lo que me preocupa no es si soy machista cuando utilizo el genérico (general) «Hombre» sino si soy lo suficientemente feminista para tener el derecho a usarlo. Los genéricos son, deben ser, reivindicaciones feministas. Son derechos feministas: el derecho de las mujeres a quedar englobadas bajo instancias comunes. Estoy a favor de los genéricos, en medicina, en el lenguaje y en la ley. La ley es un genérico. Lo contrario es un «privilegio» -una ley privada- y el gineceo es también un privilegio al revés, un privilegio volteado y negro. No estoy seguro de que nombrar el gineceo, mientras las mujeres sigan en él, sea una forma emancipatoria de visibilizarlas. Si escribiéramos todo el rato «hombres y mujeres» -como condición para permitir el acceso, por ejemplo, a determinados lugares- esa diferencia debilitaría el derecho universal de acceso; podríamos pensar en una concesión paternalista: ¡incluso a las mujeres -y por qué no, si alargamos un poco la mano, a los perros- se les permite entrar! No hay que jugar con la blancura de la nieve.

En todo caso, como las relaciones entre significantes y significados son arbitrarias desde el punto de vista lingüístico pero no social, hay que cambiar esa relación socialmente. Puedo imaginar la puerta de una cámara de gas con el rótulo de «judi@s» y a un maltratador asesino golpeando y humillando con un fraternal «compañera». La palabra «mariposa» acabaría perdiendo las alas si se las cortásemos a todas las mariposas y las adquiriría, en cambio, la palabra «lagarto» si los lagartos aprendiesen a volar o les enseñásemos a hacerlo. La imaginación más aérea está llena siempre de cosas duras, de relaciones vivas, de realidades pugnaces. Cuando un letrado dice «casa» ve las letras que componen ese nombre y luego quizás su propia casa; cuando lo dice un post-letrado ve el icono del navegador de Microsoft. Yo cuando digo Hombre no veo nada o veo -mejor dicho- a Nadie de los pies a la cabeza. Pero si me obligases a representármelo corporalmente, al Hombre, y me dieses 20 segundos, desde luego no me lo representaría con faldas o pantalones ni tampoco desnudo -ya amenazado- y provisto de genitales masculinos o femeninos; si tuviese que representarme al Hombre como un montón de gente, como una multitud unida y reivindicativa que se acerca desde lejos, los primeros en acudir a mi cabeza espontáneamente serían -no sé- Belén Gopegui, Rosa Luxemburgo y Ana Martínez Huerta. Luego Luis Alegre. Y sólo mucho más atrás aparecerían Carlos Marx y Carlos Fernández Liria.

En cuanto a los autores que citas, su problema es precisamente que visibilizan a la mujer; la visibilizan para manosearla con masculinote desprecio afrodisiaco. Creen ser autores occidentales, cultos y refinados, cuando su imaginario sexual es enteramente «talibán». Me los imagino, sí, confraternizando con un talibán, entre palmaditas de espalda y ocurrencias picantes y viriles, antes de ponerse a discutir sobre algo realmente serio y macho: la religión, por ejemplo. Eso tiene también que ver con el naufragio del Hombre, el cual, como decía mi amiga Yayo Herrero, es un naufragio causado por una concepción muy masculina de la historia.

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«La revolución bolivariana puede sucumbir a la corrupción»

Concha Aco: Me interesa mucho la situación de Venezuela y me gustaría saber qué está haciendo el Gobierno con la corrupción, que, según mi opinión está impidiendo el desarrollo social y político del pais.

S.A.R. No podría decirte exactamente qué se está haciendo, pero no cabe duda de que es insuficiente. La corrupción fue uno de los rasgos más marcados de la IV República y amenaza con desacreditar socialmente a la V. La revolución bolivariana puede sucumbir a un fenómeno que pone en cuestión todos los enormes logros del proceso. Es la verdadera contrarrevolución en los intestinos de las nuevas instituciones.

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«Afortunadamente uno puede todavía amar y equivocarse fuera del capitalismo»

Antonio Torrejón García:: La primera: ¿Tiene salida la paradoja que plantea Arthur Koestler en Espartaco y El cero y el infinito? ¿Es decir, la paradoja o mejor, la «aporía» según la cual para vencer debemos ser como ellos y, si somos como nosotros, inevitablemente debemos perder?

S.A.R.: La paradoja de esa paradoja es que introduce precisamente el efecto que pretende describir: la victoria inevitable del enemigo. En su formulación extrema y negativa dice: «Lo que impide nuestra victoria es el hecho mismo de que luchamos», frase que invita a renunciar, no ya a la victoria sino a la lucha misma. En su versión más positiva y programática nos dice que lo más hermoso, lo más justo, lo más moral, lo más humano es la derrota. Debemos, pues, o abandonar la lucha, porque corrompe, o buscar la derrota, porque es estética y moralmente superior. No digo que la paradoja de Koestler no sea cierta; digo que parece inventada por el enemigo. Con un presupuesto así, qué duda cabe, la victoria será siempre de «ellos» y sin necesidad de mover un dedo.

A.T.G.: La segunda: ¿Crees que el nihilismo de García Calvo es otra de las formas del nihilismo capitalista? ¿Su obstinada negación de la realidad no crea «valor», siquiera sea el estético y en esa misma medida no se resiste éticamente -ya no sé si políticamente- a la conversión de todo en puro valor contable, en dinero?

S.A.R.: Afortunadamente uno puede todavía amar y equivocarse fuera del capitalismo. La posición de García Calvo no es capitalista, pero es un error. Confunde los términos y confunde a los lectores rebelándose contra una realidad en la que desgraciadamente sólo hay cuatro gatos y todos son compañeros suyos. Es en el mundo de la fantasía donde están todos los que no le gustan y contra los que arremete; son multitud y con sus hachitas fantásticas y sus picos fantásticos y sus palas fantásticas están demoliendo el mundo real.

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«Para llegar a ese mundo que queremos habrá que arrancar sus juguetes a millones y millones de suicidas»

Xavi, Barcelona: Tu apuesta por un mundo regular, bonito y aproximado está inmortalizada en una pared de mi casa así como en mi mente, y es una de las máximas que intento que guíen mi vida. ¿Podemos pensar que esta apuesta puede llegar a buen puerto sólo después de una gran crisis que obligue a replantearse la condición del ser humano, o podemos llegar a ella sin necesidad de un sufrimiento previo?

S.A.R.: Me temo que habrá que atravesar pruebas muy duras, como en los viejos cuentos, y sin tener jamás la certeza de que el sufrimiento, como en los viejos cuentos, nos garantizará la princesa prometida. Ese mundo «bonito, regular y aproximado» -frente al «bello, bueno y verdadero» que nos promete la publicidad y persiguen Monsanto, BP y el Pentágono- es el único posible. No hay otro posible para 7.000 millones de personas que comparten recursos finitos en un planeta vencido. Pero para llegar a él hay que arrancar -literalmente- sus juguetes a millones y millones de suicidas.

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«Los Soprano demuestra tres cosas: que ser mafioso no te hace simpático, que no serlo es casi imposible y que la libertad para denunciar la realidad es directamente proporcional a la imposibilidad de cambiarla»

Irene: Leí tu estupendo Leer con niños y aunque me parece que realizas un análisis muy certero, hay un punto en el que no acabo de estar del todo de acuerdo contigo, por la forma tan tajante en que rechazas el medio audiovisual. Entiendo tu crítica a la televisión por su imposición de la lógica del gag visual, pero aun así creo que olvidas algunos desarrollos interesantes de ese medio, como por ejemplo las grandes series de televisión (como por ejemplo, ‘Los Soprano‘ o ‘The wire’, que si no has visto, te recomiendo vivamente). Creo que lo interesante de estas series es que funcionan como una especie de novela por entregas (o una película de cientos de horas) que tiene más que ver con el tiempo del relato, con dejar que los personajes evolucionen y que los acontecimientos se vayan desplegando lentamente. ¿Crees que estas series pueden proponer otro tipo de lectura, alejada de la lógica de la digestión y consumo?

S.A.R.: Se trata de un malentendido. Mis críticas no están dirigidas al formato audiovisual sino al gag dominante, colapso del tiempo narrativo, que, si bien encuentra un medio particularmente favorable en las nuevas tecnologías, se extiende también al campo de la escritura: basta leer los titulares de la prensa diaria, remedos centelleantes del eslogan publicitario (pues es la publicidad la que impone y renueva permanentemente el gag en todos los campos y todos los géneros). Soy un gran cinéfilo. No tengo televisión, pero sí un proyector y una gran sábana en la que todos los días veo películas. También series. He visto, sí, Los Soprano, telenovela terrible que demuestra narrativamente tres cosas muy importantes: que ser mafioso no te hace simpático, que no serlo es casi imposible y que la libertad para denunciar la realidad es -en el mundo capitalista- directamente propocional a la imposibilidad de cambiarla. ¿Los EE UU es un país muy grande porque permite airear en público sus miserias? ¿O un país muy pequeño y asfixiante porque no permite transformarlas? En todo caso, aprovecho para recomendar una serie mucho mejor: «17 instantes de una primavera«, un producto soviético para la TV de 1973 que, en doce capítulos, sin adoctrinamiento ni propaganda, con recursos cinematográficos que rompen la lógica de Hollywood, nos cuenta la vida cotidiana de un heroe sin espada en las últimas semanas de la Alemania nazi. Por lo demás, y en relación a la oposición gag/narración, recuerdo que lo que define al cine -contra el gag- no es la pantalla. El cine, en efecto, no se ve en una pantalla; se proyecta, desde detrás, sobre el cielo…

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«Una reforma institucional implica la aceptación del legado de la ilustración y la necesidad de emancipar ese legado del capitalismo»

Pacopuche: Tu programa para el futuro, resumido en tres grandes capítulos, propone la revolución en la economía, la reforma en las instituciones y el conservadurismo en la ecología, y para el ser humano como ser vivo consciente y responsable ¿cuál es tu propuesta?

S.A.R.: He tratado de detallarla en distintos textos y aquí no puedo extenderme demasiado. Una revolución económica entraña la radical transformación de las relaciones de producción y, por tanto, del régimen de propiedad, distribución y usufructo de los medios de subsistencia, los objetos y las imágenes. Una reforma institucional implica la aceptación del legado político de la ilustración (Estado de derecho, democracia, división de poderes) y la necesidad de emancipar ese legado del capitalismo para que se vuelva, al mismo tiempo, operativo y reformable. Y en cuanto al «conservadurismo antropológico», he respondido ya y consiste en algo tan elemental como proteger la existencia misma de las «cosas» (la finitud y visibilidad del mundo).

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Alexandre Carrodeguas: ¿Podrías precisar para los lectores de DIAGONAL a qué te refieres cuando dices que la izquierda tiene que ser conservadora en lo antropológico?

S.A.R: Gunther Anders dice «conservadora ontológica». Me refiero a las mínimas condiciones materiales que hacen posible la razón, la memoria y la imaginación, las tres facultades que han definido al ser humano durante los últimos 15.000 años. ¿Qué condiciones? Las cosas, el tiempo narrativo, la maternidad, la producción de símbolos, la plaza pública, los cuerpos, la cultura como reconocimiento/distanciamiento de la naturaleza. Esas condiciones permiten, es verdad, la aparición de fenómenos terribles (el patriarcado, por ejemplo), pero sin ellas ni siquiera la lucha contra el patriarcado es posible.

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Pedro Contreras: Santiago, me acabo de leer Noticias y me ha encantado. En algunos textos, te inventas un mundo en apariencia desquiciado pero que se parece terrorificamente al nuestro, como ya hacías en la introducción de Las Reglas del Caos al hablar de ese extraño país llamado Filardia… Esta línea me ha hecho pensar en los dibujos de Miguel Brieva. ¿Cuánto crees que os habéis podido influir mutuamente?

S.A.R.: Creo que Miguel Brieva, cuya obra admiro muchísimo, resume intensamente lo que yo expreso extensamente, y eso hasta el punto de que muchas veces me parece que mis libros son sólo una ilustración (y no al revés) de sus dibujos y viñetas. Mis textos son las largas ilustraciones de sus concisos infinitos. Y a veces tengo la sensación de que copia sin parar lo que previamente le he copiado yo a él.

P.C.: Por otro lado, no puedo resisitrme a preguntarte por qué demonios en tu libro no atribuyes ninguna noticia a DIAGONAL. Llama a la atención la ausencia porque en el libro hay una referencia a todo tipo y pelaje de medios de comunicación.

S.A.R.: No tengo a mano el libro, pero yo recuerdo -rotundamente- haber atribuido una noticia hermosa a Diagonal. Si no lo hice, baste este recuerdo ficticio -de una noticia igualmente ficticia- como demostración de que, si la ha habido, la omisión no oculta ningún misterio.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Es-una-situacion-de-emergencia-y.html

rCR