Recientemente, en un brillante artículo titulado «El árbol de los plátanos«, la escritora Belén Gopegui decía que algunos de los motivos de la ausencia de ambición democrática de la población española y europea son el ansia consumista y el hecho de que, «en su inmensa mayoría, ya no tiene que trabajar tiritando, con los pies […]
Recientemente, en un brillante artículo titulado «El árbol de los plátanos«, la escritora Belén Gopegui decía que algunos de los motivos de la ausencia de ambición democrática de la población española y europea son el ansia consumista y el hecho de que, «en su inmensa mayoría, ya no tiene que trabajar tiritando, con los pies hundidos en el barro; que no se ve sometida a esfuerzos físicos que acaban con su vida»; que ha superado, en fin, «la penuria, la suciedad y el frío de otras épocas». Y como a esto lo llaman libertad, no quieren, pues, perder lo que ya tienen.
Nosotros añadiremos la labor de desclasamiento ideológico de la ciudadanía que Falsimedia desempeña para el Poder, especialmente entre la juventud. Como exponía nuestro colega, el periodista Andrés Sánchez Díaz, en su libro «Prensa rosa, voto azul» (Ardi Beltza, 2000), «a la juventud se le desubica su pensamiento de la realidad y de su tiempo histórico con el universo y la industria rosa y con su sociedad discoteca. No tienen relación con el pasado ni con un proyecto de futuro.»
A los jóvenes se les ha privado, pues, de los necesarios puntos de referencia, y sus mayores los han ido olvidando poco a poco, sometidos a un eficaz tratamiento alienante de miedo y conformismo intramedulares. El excipiente es, claro, la ilusoria libertad. Puro sofisma. Y es que, cuando se parte de premisas araneras, la tesis resultante es, invariablemente, más falsa que aquel denario de plata que llevaba inscrito «Año 76 a.C.» en su reverso.
Pero, efectivamente, en la sociedad de esto que llaman Primer Mundo, ha calado el mensaje de que, como en el juego de las siete y media, es mejor plantarse que pasarse. Ha triunfado el conservadurismo en la nueva cultura del temor. Los esclavos tienen ahora un chusco de pan que llevarse a la boca y se agarran a él con todas sus fuerzas. La famélica legión pasó a la historia. Nadie se siente ya paria de la tierra y La Internacional es considerada tan actual como el charlestón.
The American Way of Life exportado por los EEUU en un maldito pack, junto a la Diet Coke y a los McDonald’s, se ha convertido aquí en el modo de vida europeo que hay que salvaguardar caiga quien caiga, aunque al hacerlo nos condenemos nosotros mismos a una existencia huera y miserable, en un estúpido ejercicio de masoquismo que nos deshumaniza. Y los que denunciamos la perversidad de este estado de cosas, nos convertimos de inmediato en seres sospechosos, en molestos e incómodos inadaptados a los que es mejor evitar. La pregunta, como siempre, es ¿qué hacer? ¿Cómo podemos subvertir esta indeseable situación?
Resistir es necesario, pero se nos antoja insuficiente. Hay que pasar, pues, a la ofensiva. Cada cual del modo que entienda más eficaz. Es una cuestión de legítima defensa. Desobediencia, agitación, información e imaginación son las palabras clave que proponemos. Que cada mujer y hombre comprometido añada la que crea conveniente a su particular vocabulario revolucionario. Asumiendo que nos esperan años de soledad, de incomprensión y, a los que no nos venza la flaqueza, también de represión. Nunca la libertad salió barata.