I Los temas que ocupan este ensayo cobran importancia en el contexto de una nueva situación política en Chile: el bloque hegemónico en el poder se re-articula y legitima, aunque con bastantes dificultades, a través de la respuesta a las «sentidas demandas sociales», buscando crear un clima favorable para el gobierno, facilitando así la mantención […]
I
Los temas que ocupan este ensayo cobran importancia en el contexto de una nueva situación política en Chile: el bloque hegemónico en el poder se re-articula y legitima, aunque con bastantes dificultades, a través de la respuesta a las «sentidas demandas sociales», buscando crear un clima favorable para el gobierno, facilitando así la mantención de las estructuras centrales del patrón de acumulación capitalista. En ese sentido, hemos visto desfilar diferentes «soluciones» a lo que por algunos años demandaron los movimientos sociales/populares: mejores condiciones laborales, salud, educación, medioambiente, política de drogas, matrimonio igualitario, etc., en sintonía con lo que los dictámenes de la política mundial imperialista enarbola bajo las banderas del ciudadanismo. Cambios superficiales que, sin lugar a dudas, tienen por objetivo consolidar el modelo y anular el ciclo ascendente de movilización, iniciado en 2006, acelerado en 2011 y profundizado, aunque con repliegues, los años posteriores.
Es así que los sectores de intención revolucionaria no deben perder de vista la mirada y proyección estratégica de mediano y largo plazo. ¿Cómo sortearán esta ola de cambios que, aunque cosméticos y engañosos, tenderán a ganar a su favor a considerables sectores del pueblo? A partir de esta interrogante, y desde nuestra experiencia en educación popular, es que como organización planteamos una perspectiva a discutir.
Trataremos algunas implicaciones de la educación popular y su vínculo a proyectos y estrategias de poder, por lo tanto, referiremos el papel político de la praxis educativa popular y su aporte para incidir en la nueva situación política nacional.
II
El argumento de este ensayo radica en cómo articular, en términos estratégicos y proyectuales, educación, comunidad, territorio y poder popular. Ante la situación rápidamente esbozada en el punto I, resulta insoslayable la necesidad de favorecer la re-articulación del tejido social popular y la perspectiva de construcción desde la base, para ello es evidente que la intención inicial de la educación popular debe estar orientada a propiciar el encuentro de los sectores populares, a nivel territorial y en sus diferentes escalas (barrial, local-municipal, zonal, inter-comunal, etc.) No se obtendrán muchos avances en la constitución de poder popular si no se ha desarrollado previamente la articulación a nivel de base. Es por esta razón que la re-articulación es una pre-condición para avanzar en los procesos de politización. No hay movimiento popular sin un sentido que le otorgue unidad y proyección.
La educación popular plantea procesos de construcción paulatinos pero significativos. No es posible concebirla únicamente desde un carácter ofensivo y de respuesta coyuntural: no es una reivindicación propiamente tal, es, en cambio, una relación, una práctica emancipadora que tiene la característica de ser medio y fin a la vez. Se enmarca dentro del principio estratégico gramsciano de «guerra de posiciones», es decir, avances y retrocesos en virtud de la disputa por la hegemonía y el poder social y político. Es por ello que la educación popular debe ser concebida como una base para la politización de lo social, en términos de que su práctica genera sujetos y condiciones factibles de constituir subjetiva y objetivamente agentes de cambio desde una perspectiva clasista, pero también, en tanto que construye nuevas relaciones, abre paso para la socialización de la política, desmarcándola y expropiándola del dominio de unos pocos.
III
El Poder Popular es un horizonte de elaboración estratégica y concreta de construcción socialista . Pensamos que el poder debe ser reconocido como una cuestión central dentro de los constructores populares. No podemos desviar la atención: la sociedad se transforma construyendo otras relaciones, al mismo tiempo que se anulan, destruyen o superan aquellas que funcionen como elementos de opresión, explotación y dominación, asumiendo que para ello hace falta poder; nuevas relaciones sociales en las que se realice el poder. Al sistema capitalista no se le evade, si se le quiere superar, es necesario afrontarlo.
Es importante plantearse un sujeto o varios que encarnen y sean los encargados de transformar(se) en torno a un proyecto de sociedad. La lucha, las victorias y derrotas -grandes y pequeñas- sientan elementos germinales para nuestra propia auto-emancipación como clase. Sin embargo, algunos planteamientos teóricos pretenden haber resuelto esta situación afirmando que ya no hay sujetos históricos que encarnen otro proyecto de sociedad; otros tantos dicen que ese sujeto está diluido. No obstante, sigue siendo la clase trabajadora la llamada a adquirir un papel central dentro de los procesos de emancipación frente al trabajo asalariado y el capital. Aunque a estas alturas no es posible sostener que es el único sujeto histórico, sí es factible decir que en la clase trabajadora asalariada descansa la esencia y la condición de posibilidad del capitalismo, radicando en ello su carácter potencialmente revolucionario. Con todo, no implica que otros sectores oprimidos y dominados deban ir detrás de la clase trabajadora. El carácter popular del poder a construir, lo entrega precisamente porque mujeres, estudiantes, pobladores, indígenas, campesinos, pequeños propietarios, ambientalistas eco-sociales, minorías sexuales antipatriarcales, etc., van junto a la clase trabajadora combatiendo al sistema capitalista y construyendo otras relaciones de producción.
Ahora bien, cabría preguntarse ¿qué es la producción y su papel en el poder y educación popular? ¿Por qué nueva relaciones de producción habrían de incluir a vastos sectores del pueblo y los trabajadores? La producción es el proceso de transformación y apropiación de la naturaleza, es una actividad humana que transforma también al sujeto productor, insertándolo en una relación social determinada. Pero también, desde un sentido más emancipador, se puede considerar como «toda actividad que tenga por objetivo proporcionar aportes para el desarrollo de los seres humanos» [1] , al contrario de la producción capitalista, que supone la anulación y alienación de los productores directos en beneficio de los propietarios de los medios de producción. Es decir, concebimos la producción como una acción que no sólo produce mercancías, sino que también puede (y debe) concentrarse en la generación de actividades que promuevan nuevas relaciones emancipadoras.
Es por este motivo que en la sociedad capitalista el trabajador no logra producir otras relaciones sociales más que las que lo atan al capitalista. Por esto mismo, reconociendo que lo que debiera y podría producirse son «aportes para el desarrollo de los seres humanos», es que junto a trabajadores pueden incluirse otros sujetos, puesto que sus luchas contribuyen a superar las condiciones de alienación que caracterizan al capitalismo como sistema: explotación de la fuerza de trabajo, patriarcado, mercantilización de derechos básicos, barrios pauperizados, segregación cultural y económica a los pueblos originarios, monopolio de la tierra y el agua por parte de grandes propietarios del monocultivo, tendencia al monopolio comercial, destrucción irreversible del medio ambiente y las comunidades, etc.
De esta manera, la educación popular, como instancia productora de nuevos lazos, es factible de explicarse en términos tácticos dentro de la estrategia de construcción de poder popular. Bajo este tenor, concebimos la «escuela» como un espacio heterogéneo que, sujeto a los principios de disputa cultural por la hegemonía, puede servir a favor de la reproducción de la ideología dominante o bien, facilitar los procesos de politización de los sectores populares subalternos. El plan de educación popular que impulsamos como organización propone la creación de distintos espacios en donde lo público y comunitario se fundan en torno al proceso de levantamiento de enclaves de educación popular (bibliotecas, centros de educación para niños, espacios de formación política y análisis de la realidad, huertos comunitarios, foros de discusión, etc.), disputando a las clases dominantes el monopolio que tienen respecto a la formación ideológica de la sociedad y sobre todo, al control que poseen sobre lo que es público. Para nosotros, aquello que debe producir la Escuela son saberes, relatos que se distribuyen e internalizan por sus participantes, validando y sopesando cada uno de ellos, trascendiendo así el estrecho límite del debate dentro de los marcos institucionales establecidos por el bloque hegemónico dominante. Por esta razón, concebimos el aprendizaje, la auto-formación popular, como un proceso de politización que acompaña las luchas en forma de un acumulado de experiencias y saberes que contribuyen a dotar al pueblo de espacios de instrucción, levantados desde el territorio, para que sean los sectores subalternos, los encargados de entregarse las herramientas para comprender y transformar la realidad.
[1] M. Lebowitz; «la alternativa socialista»; Ediciones Escaparate.
IV
Otra cosa que es útil a quienes practican la educación como táctica de poder popular, es la forma en que éste se expresa concretamente en términos teóricos y prácticos. Son muchos los intentos para dar con su definición, lo cierto es que el poder popular, como toda fórmula de poder es siempre una relación, una «pluralidad de experiencias históricas» que dependerán de la situación relativa en la que se despliegue. [1] Entre sus posibilidades múltiples, pensamos que la comunidad, dentro del contexto de la educación popular, es una forma específica que adquieren los sujetos que ejercen este poder. Podemos definirla, someramente, como un grupo humano ligado por un territorio, prácticas, discursos, símbolos, una historia compartida y, sobre todo, un conflicto que la articula en torno a una vida material. Es por eso que las comunidades hoy en día suelen demarcarse unas de otras en virtud de un conflicto que tiene su origen en la expresión de las contradicciones del capital en un determinado territorio. Por lo tanto, la fuerza que adquieran las comunidades para construir otras pautas de «sociabilidad popular» que vayan en contra de las lógicas del sistema capitalista, contribuyen a establecer bases para el poder popular y germinar del socialismo.
Así mismo, concebir al territorio como un espacio en disputa, sobre todo para avanzar en los procesos de politización y batalla ideológica, es fundamental para darle una «territorialización» al poder popular. En el mismo sentido antes descrito, la producción escapa a la mera elaboración de mercancías, permitiendo así concebir que el territorio también pueda ser el resultado de relaciones entre sujetos. Debemos desmarcarnos de quienes lo conciben como una «cosa» estática y dada. Por consiguiente, la fórmula se puede sintetizar del siguiente modo: la comunidad debe ejercer poder en el territorio a través de la producción de relaciones solidarias y emancipatorias mediadas por la educación popular. Otra forma de sintetizar lo dicho hasta aquí: el aporte que la educación popular realiza a la construcción de socialismo se efectúa por medio de una comunidad territorial capaz de crear y re-crear lazos no alienantes.
Otra cuestión relevante para abordar el vínculo entre comunidad, territorio, educación y poder popular, dice relación con el carácter que adquieren las dinámicas de politización. La despolitización muchas veces tiene relación directa con la caracterización que se haga de un conflicto determinado. Asistimos a un contexto en que no son pocas las problemáticas sociales que se abordan desde perspectivas superficiales. Ya dijimos que ello tiene en gran medida su explicación a partir de la promoción del llamado «ciudadanismo», el cual, necesariamente, tiende a desdibujar el carácter de clase de los conflictos sociales de hoy en día, buscando resolverlos por medio de la negociación en tanto que vínculos que transforman a los sujetos en clientes, consumidores, electores, etc. Si no se promueve una visión crítica y profunda de los conflictos, no se comprenderán las causas que ofrecerían respuestas para su solución. La política «bienpensante» del imperialismo, «sugiere» que todo se remita a que los movimientos sociales sólo den cuenta de consecuencias. El conflicto de clase no se da únicamente en «el seno de las fábricas», sino que a partir de todos aquellos elementos que garanticen la reproducción de las relaciones capitalistas. Por lo mismo, la educación popular debe ser concebida también como un medio y un fin para el avance en conciencia y lucha de clases.
En virtud del carácter constructor de hegemonía de la educación popular es que inevitablemente debe plantearse la perspectiva de que en algún momento u otro se las verá directamente con el Estado y los instrumentos productores y reproductores del capital. Debemos ser autocríticos y realistas: en este minuto la educación popular no es una alternativa a la educación hegemónica que sustenta al bloque dominante, porque en lo concreto este tipo de experiencias son todavía aisladas, estando su reproducción, permanencia y sistematización aún en una fase de evaluación. De acuerdo a la práctica que tenemos a nuestro haber, hemos obtenido como conclusión el hecho de que no podemos alentar la marginalidad de las experiencias populares, pues para nosotros éstas no pueden perder el sentido de construcción de poder de y para el pueblo; no pueden quedarse en la auto-contemplación y pensar que es posible cambiar el mundo sin plantearse la cuestión del poder.
En síntesis, no estamos diciendo otra cosa que el control (o gestión) comunitario(a) es una de las formas políticas que adquiere el poder popular en el contexto actual y cuya expresión concreta serían los distintos componentes del proyecto de educación tal como las hemos descrito, a manera de fraterna propuesta, hasta aquí.
[1] Paula Rossana Ojeda Pizarro, Jorge Fabian Cabaluz Ducasse. Actuel Marx, Vol. 13. «Educación, movimientos sociales y poder popular. Apuntes teóricos para la praxis política pedagógica». LOM
V
Para terminar este ensayo, dejaremos abiertas cinco aristas para el debate que, esperamos, sea la elocuencia de los hechos lo que ayude a desentrañarlas:
1) Si asentimos que para el desarrollo de cualquier proyecto popular de carácter socialista necesitamos de la rearticulación del tejido social a través del trabajo de base, cabría también preguntarse sobre qué instrumento(s) político revolucionario va(n) a sintetizar los aportes que desde la educación popular se hagan y, desde otro ángulo, cómo ésta va a contribuir al diseño de dicho instrumento político;
2) Teniendo en cuenta lo que anteriormente se expuso respecto al sujeto de transformación socialista y popular, y reconociendo la centralidad de la clase trabajadora, debemos afrontar más resueltamente la tarea de comprender la multiplicidad de actores que configuran nuevas relaciones sociales productivas;
3) Hace falta también comprender más acuciosamente la forma comunitaria y el despliegue territorial del poder popular y los aportes que la educación puede suscitar como elementos de prefiguración del socialismo;
4) Es preciso también comprender el control comunitario superando la dicotomía entre uno ejercido en las escuelas institucionales y otro ejercido en su dimensión popular como productor de nuevas relaciones. En otras palabras, es posible que se piense como una posibilidad a ejercer dentro de la educación formal, con la participación de padres, madres, apoderados, profesores, directores, personal de aseo, estudiantes, etc., pero que también como una alternativa para la educación no formal, es decir, a partir de aquellas iniciativas surgidas bajo control de la comunidad y fuera de la esfera de influencia del Estado y el capital;
5) No perder de vista la perspectiva del poder, la necesidad de estrategia y la voluntad de diseñar un proyecto que conduzca al socialismo, como tarea cotidiana de la educación popular.
Frente a estos debates y desafíos -sólo algunos de los que existen y hemos sido capaces de ver como organización-, podemos citar una frase (que ayuda a sintetizar lo que hemos sugerido en este ensayo) de Luis Emilio Recabarren respecto al rol de la educación en su dimensión más profunda, constituyente de una «sociabilidad popular», y su relación en el fomento de sujetos que encarnarán la tarea histórica de edificar con sus manos el socialismo: «para recuperar el tiempo perdido…fundemos una biblioteca en cada agrupación, establezcamos como práctica realizar una conferencia todos los meses, organicemos a los trabajadores en Sociedades de resistencia para que se defiendan contra los abusos patronales, fundemos cooperativas obreras demócratas para liberarnos de la explotación comercial e industrial, démosle vida a los periódicos y diarios del partido para contribuir a la ilustración del pueblo y como buenos demócratas combatamos con nuestro ejemplo personal la embriaguez que es la causa principal que nos quita el tiempo necesario para ocuparnos de hacer todo lo que es útil al pueblo» [1]
[1] Luis Emilio Recabarren. Citado en J, Pinto; «¿Revolución proletaria o querida chusma?»; LOM.
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