No me interesa el fútbol, pero observo con curiosidad su fuerza colectiva. Y fantaseo con ella. Ninguna convocatoria de huelga logra paralizar el país como lo hizo el partido anoche. Ninguna protesta saca a la calle a tantos miles como lo hace una victoria española. Si el fútbol, se dice, narcotiza a la ciudadanía, también […]
No me interesa el fútbol, pero observo con curiosidad su fuerza colectiva. Y fantaseo con ella. Ninguna convocatoria de huelga logra paralizar el país como lo hizo el partido anoche.
Ninguna protesta saca a la calle a tantos miles como lo hace una victoria española. Si el fútbol, se dice, narcotiza a la ciudadanía, también puede servir paradójicamente para demostrar el potencial político de la acción colectiva. Un ejemplo: siéntese en el balcón anoche a esperar un gol de España: de repente, miles de vecinos gritan al mismo tiempo un misma palabra, ¡Gol!, y el rugido resultante no parece humano, daría miedo de no saber lo que es. ¿Se imaginan si un día nos ponemos de acuerdo para gritar otra cosa? Nos oirían, claro.