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Esmeraldas, ciudad que quería ser

Fuentes: Rebelión - Imagen: Sebastián Florido, "Las llaves del jaguarundi".

Tierra de luz / Esmeraldas, asilo de paz, / De la gente que viene acá / Buscando amor [1].

Esmeraldas está al fondo del sistema urbano ecuatoriano, por pésimas decisiones electorales y por desmadradas imposiciones. Se combinaron conformismo y desamparo como mezcla explosiva anímica; ahí están las consecuencias. Esmeraldas un estorbo para el centralismo gubernativo del Ecuador mínimo. Esmeraldas, un imaginario blandito y chorreándose. Cualquier ciudad, en tiempo de honda crisis, se escucha y se imagina en el espejo de las sonoridades de sus músicas. Sentires y pesares se combinan, barrio adentro, en el decaído estado de ánimo popular. Y en el alboroto engañoso de las calles del comercio. Esa sensación colectiva obliga a la música. Esmeraldas también se retrata en su música y también en las músicas parientes, en uno de sus géneros y más en alguna canción que esta dolorida temporada parece definirla. El Esmeraldas de estos dos últimos años es un alabao[2]interminable. Doloroso, triste y sin fogón de rebeldía. El feeling marimbero fluye a través de unas arterias escleróticas por imprevisión y rapidez de esta insoportable violencia delincuencial.También la provincia tiene esa ruta empedrada de nostalgia. No son las enredadas teorizaciones sociológicas ni las prédicas desaforadas del pentecostalismo con sus pretensiones académicas y sus condenas a la “maldad pecadora”, quienes pretendan explicar la cantidad de asesinatos causados por las bandas. No hay Gobierno nacional especialmente culpable, pero si responsables directos por la dejadez alevosa y la programada gestión ineficiente para favorecer a la rosca social con la guita estatal. Ahí están las dos versiones, suicidas para Esmeraldas, de GASLM, una de gran timonel indirecto y otra de timonel ejecutante.  

Nuestra ciudad de Esmeraldas agoniza. Al revés de la brillantez simbólica de su nombradía histórica, la pretendida apariencia es perceptiblemente opaca. Es el desamparo en la desesperanza. La ciudad se discierne lánguida, decadente y guáchara. Todo ello en adjetivación política, social, emocional. Y de liderazgos. Este jazzman sospecha que el mejor liderazgo esmeraldeño se murió o vive sus últimos días en imaginarios cuarteles de invierno (y verano). A veces la gente se acostumbra a las malas o a las peores circunstancias, parece que se las naturaliza o se aprende a vivir con ellas sin importar la carga enorme de sufrimientos. The thrill is gone[3]¿Ocurre así en Esmeraldas? La pregunta es engañosa y reclama una respuesta distinta, porque se está dentro de la ciudad y los padecimientos son una mala lluvia que no hace distinción de ciudadanía. A veces la lluvia no es mala sino malísima con todas sus consecuencias sociales. Pero, ¿Esmeraldas es el polo de atracción de los malos momentos? Las cinco causas y efectos a la vez de esta acuosa maldad son el desempleo estadísticamente altísimo, ninguna política social, retroceso en el proceso educativo (matrícula + edificaciones de deterioradas + bajón en la calidad de la enseñanza), la inoperancia absoluta de la clase política-partidista esmeraldeña y la quietud inexplicable de la gente esmeraldeña. Acá aún no se puede decir: “después de este desbarajuste solo el diluvio”. Ya se sufre la diluviada y no es el Fenómeno de El Niño. Todavía.

La mayoría de la gente esmeraldeña citadina vive de la oferta y demanda de diferentes servicios (comerciales, profesionales, transportes, turísticos) aquello es básico y favorable si la economía se mueve y la intemperie deja vivir a la mayoría. Ocurre ahora mismo, con el Gobierno de GASLM, y ocurrió en el Gobierno de Boltaire (la ‘B’ es mal síntoma). Una frase inocua ha sido repetida para resumir las vicisitudes de la gente esmeraldeña: “ausencia de Estado”. Esas tres palabras significan angustias, miedo e impotencia. No importa el orden, porque son estados anímicos transitados durante la jornada. Más preguntas. ¿Se está acumulando la rabia popular o la infinita resignación? Esta tiene el background de la memoria histórico-colectiva. ¿O será porque quienes promueven la violencia de nuestras desgracias, ahí cerquita, son parientes o amigos? ¿O todo lo define el poder de fuego de las bandas sin importar su capacidad organizativa? ¿O el calvario mayor es esta ausencia de Estado comprendida como debilidad estatal ilimitada? Este jazzman cree, sin ninguna duda, que son estos y otros factores que nos tienen en este infierno como morada de vivos. Y de vivísimos y vivarachos. Ya se sabe, la calle es unas selva de cemento… etc. Etc.

 Cuando, en Guayaquil, abarroterías y casas de familia empezaron a enjaularse por asaltos y temor a los tumba-puertas, por Esmeraldas se consideró como algo anecdótico. Ahora, acá, en Esmeraldas, los talleres de soldadura tienen el mejor de los negocios. Boyante. A veces, las rejas cuestan más que la cantidad de mercadería que se oferta. Las fachadas de las casas, en su mayoría, ha cambiado por los enrejados; la estética urbana se sacrifica por cierta sensación de seguridad. Y también las calles se cierran con portones de hierro, se privatiza la vía pública para acumular puntos de seguridad familiar. El clásico soportal costeño, considerado parte de la vía pública, queda para el recuerdo de vecindades amistosas. Ninguna familia esmeraldeña, sin importar barrio o posibilidad económica, se ha quedado por fuera de este síndrome de la autoprotección. De la deprimida economía familiar se destina un porcentaje a la prevención, por ejemplo, pago de vehículo expreso o de traslado individual, restricción de salidas para distracción, compra de medios técnico de alarma y pago de guardianía. Es vacuna (extorsión) autoimpuesta. Esmeraldas, a pesar de su cualidad más que mineral cultural, ahora es ciudad opaca. Su nombre engaña porque no las hay de color rojo sangre. Los grupos delincuenciales destruyen vidas y ese sentido vital del verde. Esmeraldas sometida y desvencijada en términos políticos.

Uno de estos sábados caí en cuenta que la ciudad madruga a esperar que en las calles haya más transeúntes o que mientras avance la mañana se recargue el impulso de cierta sensación de seguridad. Aun en los mercados, los negocios abren sus puertas mucho más tarde de lo acostumbrado y cierran a media tarde. La levedad del peligro no es tal. Pesa en las decisiones, se siente en el palabreo de saludos y despedidas. Madres o padres de familia son guardaespaldas de sus hijos (habría que mirarlo por el lado positivo), los parques quedan para el pentecostalismo atroz y en el absurdo de esta situación se da el despliegue de militares y policías, por las calles, que poco remedian esta zozobra coyuntural. No hay conversación que no termine con los episodios violentos en algún punto de la ciudad, el intercambio de agobios por el familiar que no regresó a la hora señalada, la casa cerrada de súbito por la huida despavorida de la familia extorsionada, los disparos anunciadores de asesinatos o una mortal advertencia a alguna familia o la paranoia por el vehículo detenido más de un tiempo supuesto. Es un tiempo pa’ matar en la versión de Willie Colon. No me empujes que te sacudo. Ni me analices por un embudo. Estoy llegando a la línea. Tú no juegues con mi comida”[4]. Así estamos.

En la hectárea y media urbana, por donde vive este jazzman, en este año 2023, han asesinado a unas 10 personas, sin contar aquellas que fueron heridas. Una cifra altísima. El balance mortal es completado por el social con decenas de tiendas cerradas por extorsión o por quiebras, igual ocurrió con talleres de mecánica o carpintería; también sitios de servicios de comida, comunicación o económicos. La violencia mata personas y mata la economía popular. Y el balance mortal alcanza al Gobierno Provincial de Esmeraldas (Prefectura), alguna banda se la tiene jurada a la prefecta Roberta Zambrano, al no poder alcanzarla se desquitan asesinando a servidores públicos de la institución (Diario Extra ha publicado que son siete) o quemando tractores y diferentes vehículos, disparado a instalaciones o dispersando eventos artísticos. La ciudad de Esmeraldas apenas tiene el mineral cultural del aguante y el brillo desconfiado en el próximo Gobierno de Daniel Noboa. Me incluyo.


[1] Versos de Bolero a Esmeraldas, de Gelio Ortiz Urriola (1921-2006), periodista y poeta esmeraldeño.

[2] Los alabaos son cantos afroecuatorianos, a veces responsoriales o de un solo intérprete, en homenaje a una persona adulta fallecida. La melodía profundamente sentimental no tiene acompañamiento instrumental. Estremece escuchar alabaos en el silencio de la noche cantados por voces potentes y afinadas, elevando el tono sosteniéndolo sin que la voz se quiebre o se debilite por el momento doloroso. Es muy conmovedor escuchar alabaos

[3]  Título de un blues de B. B. King, La emoción se ha ido. The thrill is gone. The thrill is gone away. The thrill is gone, baby. (La emoción se ha ido. La emoción se ha ido lejos. La emoción se ha ido, niña). La traducción es de TRADUCE LETRAS.NET Copyright 2009.    

[4] Tiempo pa’ matar, compositor e intérprete Willie Colon. © Fania Music

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.