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Unas palabras para el “I Festival por los Pueblos Oprimidos: Sáhara-Palestina” de Hervás (Cáceres)

España tiene un papel cada vez más activo en ese negocio asesino de las armas

Fuentes: Rebelión

Buenas tardes a todos y a todas. Muchas gracias por estar aquí, dedicando esta noche a participar en este acto de solidaridad con unas gentes de tierras lejanas, castigadas hasta lo indecible, incluso hasta lo impensable, por la guerra y la opresión. Es una buena ocasión para reflexionar sobre su situación, pero también sobre la […]

Buenas tardes a todos y a todas. Muchas gracias por estar aquí, dedicando esta noche a participar en este acto de solidaridad con unas gentes de tierras lejanas, castigadas hasta lo indecible, incluso hasta lo impensable, por la guerra y la opresión. Es una buena ocasión para reflexionar sobre su situación, pero también sobre la nuestra, y sobre cómo ambas situaciones están, a pesar de la aparente distancia, íntimamente relacionadas.

Mientras estamos aquí sentados, armas fabricadas en España están siendo empleadas por gobiernos criminales y despóticos para masacrar a su propio pueblo o a otros. Hasta ahora, ningún gobierno español ha considerado una prioridad sacar a nuestro país de esa gran feria mundial de la muerte que es el mercado de armamentos. Al contrario, España tiene un papel cada vez más activo en ese negocio asesino. Y eso tiene que cambiar.

Mientras estamos aquí sentados, los grandes bancos y empresas españolas, cuyos productos y servicios consumimos a diario despreocupadamente, hacen negocios con déspotas corruptos y homicidas, devastan el medio natural y la cultura de pueblos indígenas, especulan con los alimentos, el agua, y otras materias primas condenando a millones de seres humanos al hambre y la privación. Y eso tiene que cambiar.

Mientras estamos aquí sentados, seres humanos como nosotros, hombres, mujeres y niños, a veces hasta bebés, afrontan infernales travesías por el desierto y el mar para escapar de las guerras y de la miseria que nuestras armas y nuestras empresas provocan. Algunos mueren en el camino, y a los que consiguen llegar les recibimos con racismo, con explotación, con criminalización. Y eso tiene que cambiar.

Aqueja a nuestras sociedades una terrible epidemia de indiferencia. Y la indiferencia es incompatible con una verdadera democracia. Democracia no significa poder elegir entre quince marcas distintas de champú en el supermercado. Democracia significa ejercer la responsabilidad y la autoridad que tenemos como ciudadanos para, entre otras muchas cosas, impedir que nadie asesine, o haga negocio del asesinato, en nuestro nombre, con nuestros votos y con el fruto de nuestro trabajo. Si queremos volver a ser ciudadanos, deberemos volvernos obstinados frente a las injusticias que sufren nuestros semejantes, e implacables con los responsables de sus sufrimientos. No basta con una condena silenciosa de sus actos. Hay que romper a gritos el silencio que les protege.

El próximo mes de mayo, una flotilla humanitaria multinacional, nacida del empeño de la sociedad civil, partirá hacia las costas de Gaza. Detrás de los centenares de pasajeros de esa flotilla debe haber una retaguardia de miles, de millones de voces, que cubran sus espaldas. En caso contrario, es probable que tropas israelíes les tiroteen, asesinen, secuestren y deporten como ya hicieran hace un año con la tripulación de la primera Flotilla.

Desde hace más de medio siglo, el Estado de Israel practica un monstruoso genocidio a cámara lenta contra el pueblo palestino. El Estado de Israel es la más grande y peligrosa organización terrorista sobre la faz del planeta, que constituye actualmente la más clara y presente amenaza contra la paz mundial. Y todo ello, con la complicidad activa de nuestros gobiernos y de nuestras grandes empresas, y con una respuesta casi siempre tibia y hasta resignada de nuestra sociedad, como si el martirio perpetuo de Palestina y de su pueblo fuese ya sin más un rincón irreparablemente oscuro del paisaje cotidiano.

Quiero pensar que, con el esfuerzo, con la indignación y con la solidaridad de todos y de todas, cuando el próximo mes de mayo los buques de la segunda Flotilla de la Libertad arriben a los puertos de Gaza, esto habrá empezado por fin, después de más de medio siglo de horror, crimen y vergüenza, a cambiar.

Muchas gracias.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.