La Comuna de París de 1871 fue la primera experiencia de poder proletario y dejó como legado su misma existencia, sus principios rebeldes y heroicos, su democracia participativa y La Internacional, himno revolucionario que hasta ahora se escucha en un mundo deseoso de justicia.
Luego de la derrota de la Comuna de París, Karl Marx se dedicó a escribir sus pensamientos. En su extensa obra critica la realidad social e histórica, la teoría del valor y la plusvalía, la filosofía y la economía política, lo que ha permido comprender en términos económicos cómo funciona la sociedad. En particular, explica la acumulación de la riqueza por parte de las clases dominantes.
La filosofía de Hegel, de la que Marx emplea el método dialéctico de razonar, le permitió crear la “dialéctica del devenir constante”, que emplea para analizar las contradicciones en la historia de la humanidad; en particular, la que existe entre el capital y el trabajo. Basado en la dialéctica de Hegel, concibe la lucha de clases como la síntesis que supera los contrarios, cuando surge la contradicción entre la acumulación de la riqueza en pocas manos y la imposibilidad de que la mayoría de la sociedad disfrute de la misma. Esta situación se vuelve insostenible y se resuelve al nacer una nueva sociedad sin clases antagónicas, el comunismo, sistema en el que no existe más la explotación del trabajo por el capital.
Según Marx, la clase obrera es la encargada de enterrar al capitalismo mediante la toma del poder luego de la Revolución Proletaria, cuyo objetivo es acabar con el Estado, instrumento de represión de las clases sociales productivas. Considera que sólo en una sociedad sin clases antagónicas dejará de existir la explotación del hombre por el hombre. Sostiene que solo la clase trabajadora, principalmente la del sector industrial, es la productora de la plusvalía y que únicamente mediante la lucha política de sus sectores más conscientes se puede terminar con el capitalismo.
Para llegar al comunismo propone una etapa de transición, el socialismo, en la cual el proletariado elimina la propiedad privada de los medios de producción y planifica centralmente la economía. Marx entiende que al cumplirse este objetivo cesan las causas para la existencia de clases antagónicas y, por ende, la necesidad del Estado. El comunismo, etapa posterior al socialismo, se establece cuando la sociedad multiplica tan abundantemente los medios de producción que la riqueza alcanza para todos, lo que hace innecesaria la existencia del Estado que, así, se extingue. Marx cree que si la revolución estalla en un país, se debe extender a los demás, lo que llama La Revolución Mundial.
El lumpenproletariado es un término marxista que designa a la capa más baja y marginada de la sociedad, está compuesta por personas desposeídas de los medios de producción y sin conciencia de clase, que se nutre económicamente de tráficos ilegales, la economía criminal, la mendicidad, el patronazgo estatal o privado o una combinación de todos ellos. Sus miembros a menudo dependen de actividades ilegales y poseen el afán por enriquecerse mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada. Marx consideraba que carecen de conciencia de clase, lo que los hacía manipulables y susceptibles de ser utilizados por la clase dominante.
El lumpenproletariado no es necesariamente pobre, ejemplo de ello es Pablo Escobar, un narcotraficante y político colombiano, fundador y líder del Cártel de Medellín, organización que, en su auge, monopolizó el negocio de la cocaína desde su producción hasta su consumo, y controlaba más del 80 % de la producción mundial de dicha droga y el 60 % del mercado de la misma en Estados Unidos.
De origen campesino, desde pequeño demostró habilidad para los negocios. A finales de los años 70 se involucró en la producción, comercialización y exportación de cocaína. Luego de formar alianzas con Gonzalo Rodríguez Gacha, Carlos Lehder y Jorge Luis Ochoa, Pablo Escobar se convirtió en el hombre más poderoso y rico de Colombia. Acumuló una fortuna cercana a los ocho mil millones de dólares entre bienes y efectivo, lo que lo convirtió durante siete años consecutivos en uno de los hombres más ricos del mundo, según la revista Forbes.
Los miembros de la alta burguesía, acostumbrados a la fragancia exótica de perfumes fabricados para su consumo exclusivo, a beber whisky cuya botella cuesta cincuenta mil dólares, a mirar la hora en relojes de un millón de dólares, a automóviles de plata pura, a excusados de oro incrustados de diamantes, a navegar en yates de cien millones de dólares, viven en una opulencia digna del fin del mundo; en algo deben gastar su dinero estos pobretones de espíritu.
Estas riquezas y la pobreza generalizada del mundo están vinculadas y las generan, entre otras causas: la explotación del hombre por el hombre; la socialización de la deuda privada por parte del Estado; las exenciones de impuestos; los subsidios a las clases pudientes y la privatización de las empresas públicas a precio de fantasía en comparación con su valor real, en las que participa un sector exclusivo de compradores, que soborna a los vendedores y da coimas a la burocracia que los favorece. Con estas reglas de juego, cualquier Perico de los Palotes puede convertirse en milmillonario, y el resultado de todo esto es la acumulación de las riquezas en muy pocas manos y que la mayoría de la población mundial viva una vida miserable.
Por otra parte, no hay actividad productiva alguna que genere tales beneficios, son el fruto de la decadencia moral de la sociedad burguesa, donde pululan miembros de la lumpenburguesía, burgueses que carecen de escrúpulos en sus actividades comerciales, en las que mezclan el crimen, la política y el chantaje. Por algo, Balzac escribe: “Detrás de toda gran fortuna hay un gran crimen”. Pero la burguesía francesa de su época lucraba de manera insignificante si se compara con el saqueo masivo llevado a cabo por los milmillonarios de ahora, en un mundo que vive el más perfecto y cruel capitalismo, que crece estimulado por los innumerables mecanismos creados para que la riqueza se acumule cada vez más en menos manos, hasta que esta ambición sin límite aniquile la Tierra; entonces será el lloro y el crujir dientes que anunció Jesús.
Jimmy Dore, presentador y comentarista político estadounidense, señaló que las dificultades en torno al caso del fallecido Jeffrey Epstein, financista acusado de abuso sexual a menores y de organizar fiestas privadas con sexo para miembros de la élite mundial, demuestra que criminales y pedófilos están al mando de EEUU.
“¿Por qué es importante? Porque si es cierto, y lo es, significa que la gente que dirige nuestro país y las personas más poderosas en Occidente están siendo controladas por un grupo de tráfico sexual y chantajistas”. Hizo énfasis en que eso es exactamente lo que sucede. “Nuestro país está siendo dirigido por criminales, pedófilos y la gente está siendo chantajeada”. También aseveró que esa sería la razón de la decadencia moral que atraviesa la nación. “Estoy convencido de que no hubo solamente un Jeffrey Epstein. (…) Estoy seguro de que puede haber una decena de ellos”.
Jeffrey Epstein fue hallado muerto el 10 de agosto de 2019 en su celda del Centro Correccional Metropolitano de Manhattan, donde esperaba para ser juzgado por cargos federales de tráfico sexual de menores. Su muerte ocurrió solo un día después de que se revelaran documentos judiciales que implicaban como cómplices a numerosas personas influyentes, incluidos el príncipe británico Andrés y otras figuras políticas y personajes de alto nivel.
Dan Bongino, ex subdirector del FBI, afirmó que “nunca volverá a ser el mismo después de enterarse de lo que se ha enterado”. Que durante los meses que estuvo en el cargo avisó en reiteradas ocasiones de que “están sucediendo cosas que quizá no sean inmediatamente visibles, pero están sucediendo”. Que él y el director del FBI, Kash Patel, se comprometieron a “erradicar la corrupción pública y el uso de las operaciones policiales y de inteligencia como arma política. Pero lo que he aprendido en el curso de nuestras investigaciones, debidamente fundamentadas y necesarias, sobre estos asuntos me ha conmocionado profundamente. No podemos gobernar una República así. Nunca volveré a ser el mismo después de enterarme de lo que me he enterado”. Prometió que se llevarán a cabo investigaciones justas y necesarias para llegar a “las respuestas que todos merecemos». Como con cualquier investigación, no puedo predecir dónde terminará, pero les prometo un esfuerzo honesto y digno por encontrar la verdad. No ‘mi verdad ni su verdad’, sino la verdad”. Verdad que hasta ahora brilla por su ausencia, por falta de transparencia y el mal manejo de la justicia.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


