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Otra visión sobre el debate entre intelectuales marxistas respecto a Cuba y nuestro país

Estado y poder

Fuentes: Rebelión

Muchos de los defensores del marxismo y otros políticos defensores del socialismo, pretendidamente sin ideología marxista, interpretan equivocadamente la toma del poder, al referirse a la conquista del gobierno en las elecciones «democráticas», con la toma del Estado burgués, sin mayor planteamiento revolucionario, aceptando su estructura organizativa de poder. No comprenden que el Estado burgués […]

Muchos de los defensores del marxismo y otros políticos defensores del socialismo, pretendidamente sin ideología marxista, interpretan equivocadamente la toma del poder, al referirse a la conquista del gobierno en las elecciones «democráticas», con la toma del Estado burgués, sin mayor planteamiento revolucionario, aceptando su estructura organizativa de poder. No comprenden que el Estado burgués con su democracia delegada en la clase política, es producto de la clase social en el poder, es la estructura económica y la superestructura política, organizativa, cultural, mediática y represiva que responde a sus necesidades. No lo comprenden aunque algunos admitan el carácter clasista del Estado.

Se confunde lo que es ganar unas elecciones y conseguir el gobierno, al considerar que desde él un gobierno socialista o comunista, toma el poder de forma pacífica y que lo único que tiene que hacer es plantearse perfeccionar esa maquinaria estatal, adoptar desde arriba medidas políticas y sociales a favor de los sectores populares, considerar que ese desarrollo de medidas sociales a favor de los trabajadores ya es el camino del socialismo «democrático». Prueba evidente de esa confusión, de la que no se libran muchos marxistas, son expresiones como esta: «el Estado debe hacer… esto o aquello», cuando, desde el Estado capitalista, es una clara referencia no a todo el Estado sino de cómo debe actuar el gobierno de turno.

Los gobiernos solo son parte del Estado, salvo excepciones instrumentalizadoras como las que realiza el gobierno venezolano, hacen lo que les permite el llamado Estado de derecho: administrar lo más eficazmente posible los intereses de la clase social en el poder. No podemos olvidar recientes experiencias históricas, como las vividas en España en 1936 y en Chile en 1973, cuando gobiernos populares se atrevieron a adoptar medidas que cuestionaban los intereses de la clase social en el poder. No en vano Lenin dijo que las principales características del Estado capitalista eran la burocracia y el ejercito permanente. Cuando la burocracia gobernativa falla, el ejercito último eslabón represivo del Estado, gobierna masacrando y asesinando todo el tiempo que sea necesario hasta que el peligro desaparezca y poder retornar a la «democracia» burguesa como sucedió en España y Chile con un rey designado por el propio Franco, reconocido incluso por los reformistas comunistas y socialistas ya integrados en el orden institucional burgués.

En nada se plantean adoptar medidas tendentes a destruir toda la maquinaria estatal burguesa, medidas que aun adoptándose desde arriba serían desde abajo, al apoyarse en el protagonismo organizativo de los sectores sociales mayoritarios objetivamente interesados y necesitados del Estado socialista.

Contribuir a ir generando un poder alternativo desde abajo hacia arriba. Desde los lugares naturales donde los sectores sociales necesitados del socialismo pueden hacerlo, promoviendo y contribuyendo a que se generen consejos de trabajadores en todos los lugares, en todas las fábricas, sobre todo las nacionales, donde ya pueden ejercer cierto poder de clase desde la acción política-productiva, y los demás centros de administración burguesa: social, educativa, cultural, etc. Que ya, desde el sistema capitalista vayan conociendo, controlando y preparándose para reemplazar a la maquinaria estatal burguesa por la suya propia, que les permita además de actuar políticamente ir controlando la producción, los servicios sociales. Elegir sus representantes a los niveles superiores de gestión político-administrativo-productiva. Formándose el nuevo ser humano. Permitiendo la unidad dialéctica del ser social que es el ser humano en toda su dimensión, ejerciendo ya cierto poder organizativo productivo y político, de forma que ese desarrollo participativo, organizativo, de cambio de mentalidad y conciencia moral, llegado el momento pueda consumarse con la revolución socialista, y esa experiencia participativa y organizativa ya pueda consolidarse como la de la nueva clase social mayoritaria, hasta ese momento sometida, convertida en dominante, ejerciendo el poder sin posibilidad de vuelta atrás, sin necesidad de clase política en la que delegar su responsabilidad política como sucede en el Estado capitalista y sucedió en el socialismo burocrático.

Esos ingenuos idealizadores del Estado abstracto, sin adjetivar, sin base materialista en la que sustentarlo, una vez integrados en el juego político institucional burgués terminan degenerándose, burocratizándose y finalmente corrompiéndose, convirtiéndose en materialistas «groseros», los más eficaces colaboradores del orden institucional burgués al generar confusión entre los trabajadores y desconfianza política sobre la posibilidad de acciones políticas ejercidas por los propios trabajadores desde abajo.

Hemos olvidado algo de tanta actualidad denunciado por Lenin hace ya tanto tiempo cuando decía: «La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo.» Citando a Engels, «llama al sufragio instrumento de dominación de la burguesía.» Siguiendo estas citas sacadas de su obra «El Estado y la Revolución». «Los demócratas pequeñoburgueses… todos los socialchovistas y oportunistas de Europa Occidental, esperan en efecto, más del sufragio universal… inculcan al pueblo la falsa idea de que el sufragio universal es, en el Estado actual, un medio capaz de revelar realmente la voluntad de la mayoría de los trabajadores.» … «estos seudosocialistas que han sustituido la lucha de clases por sueños sobre la conciliación de clases, también se han imaginado la transformación socialista… no como el derrocamiento de la dominación de la clase explotadora, sino como la sumisión pacífica de la minoría a la mayoría.»

Fidel Castro el 17 de noviembre de 2005, denunció ante los estudiantes que el peligro que amenaza la revolución cubana no es el exterior, sino el interior, el que se manifiesta a través de gente que roba gasolina, tabaco, burocratismo y demás actividades antisocialistas que permite ciertos privilegios y distanciamiento entre el conjunto del pueblo y con el ideario socialista que animó la revolución cubana. Ello ha supuesto que se haya abierto un debate interior según las noticias que nos llegan de Cuba, y exterior cada vez más amplio.

Como suele suceder en debates de esa envergadura, en esa batalla ideológica y política necesaria entre personas de reconocido compromiso comunista e internacionalista que opinan de forma diferente, se llega incluso a presentar el debate como algo personal que está por encima del problema político general que afecta en primer lugar al pueblo cubano y a todos los que soñamos con la utopía comunista. Alguna incluso con descalificaciones que rayan en el insulto y que en nada contribuyen a la solidaridad que la revolución cubana, tal vez, ahora, como nunca necesita y es más difícil de prestar. ¿Quién iba a imaginar o se atrevía a predecir la caída de la URSS, tras más de setenta años de revolución?. Sin la valentía provocada gracias a la denuncia de Fidel Castro, tal vez ese debate no se habría abierto en la dimensión que está tomando y que confiamos culmine exitosamente.

Es de destacar la polémica desatada tras el reciente ensayo de James Petras y Robin Abaya titulado «Cuba: Revolución permanente y contradicciones contemporáneas» publicado en Rebelión, y que dio lugar a interpretaciones diversas, a respuestas que se atribuyen en primer plano a Fidel Castro tras su artículo «Los superrevolucionarios» publicado en Cubadebate, y en segundo lugar por los de Pablo González Casanova «Cuba y un hombre perverso I» y «Cuba y un hombre perverso II» publicados en La Jornada.

Al leer el primero, no interpretamos que James Petras atacara a los líderes de la revolución cubana y mucho menos que originase la respuesta que algunos atribuyen hizo Fidel Castro contra James Petras, donde sin mencionarle personalmente, se denuncia y estigmatiza a los falsos revolucionarios.

Sin embargo Pablo González, si personaliza cuando se dirige directamente a James Petras acusándole de estalinista, lo que le descalifica para un debate de esa envergadura, que me recuerda a los falsos pro-soviéticos donde todo eran alabanzas sobre los líderes de turno, sin ninguna aportación crítica para que ayudase a que aquella degeneración soviética se superase en vez de lo que acabó, un socialismo burocrático instalado desde arriba, desde el vaticano ideológico que entonces era considerada la clase política instalada en el PCUS, que retornaron al Estado capitalista, muchos de ellos apropiándose ya sin ninguna cortapisa «burocrático-socialista» de los bienes materiales que entonces eran de aquel Estado. Bienes que el pueblo no sentía suyos y por eso les fueron arrebatados sin ninguna oposición.

¿Quiénes, desde el exterior, podían entonces acusar de antirrevolucionarios o anticomunistas a Stalin, a Kruchov (dando zapatazos en la ONU), a los que le sucedieron hasta Gorbachov con su glasnov y perestroika?. Los que hicieron lo que hicieron, los aciertos y errores que cometieron respondían a la realidad material y espiritual nacional e internacional existente en cada momento histórico en el que actuaron, que les condicionó y les permitió actuar de aquella forma. El personalizar sus actuaciones políticas, sin tener en cuenta los condicionantes, no nos ayuda al análisis objetivo sobre los errores cometidos. Todos somos responsables de los errores que se cometen en el mundo, aunque evidentemente mayor culpa tienen los que ejercen cargos de mayor responsabilidad. En todo caso, nunca debemos dejar de considerar que el medio en que nos desenvolvemos es el que determina para bien o para mal nuestras actuaciones. El personalizar los problemas políticos, poco nos ayuda en el análisis objetivo de las causas profundas que los origina, lo cual tampoco debe interpretarse, no estar dispuestos a sustituir a las personas de mayor responsabilidad en las que se sintetiza la máxima responsabilidad de los errores.

Estando de acuerdo con los falsos revolucionarios, (esas gentes abyectas conscientes de su maldad, y que como los «cogollos» infiltrados en el chavismo tanto daño están haciendo al proceso revolucionario venezolano), que sin aludir personalmente denuncia Fidel Castro y las motivaciones críticas que inducen a Petras y Abaya, es de considerar que todos ellos a nuestro juicio, no entran en el fondo del problema que da lugar a la crisis que está viviendo Cuba. Ambos destacan los progresos y la repercusión que la revolución cubana ha tenido a nivel mundial y sobre todo en Latinoamérica. En esa crítica Fidel Castro desde su entender no nos dice nada sobre las causas profundas que dieron lugar a su discurso sobre el peligro interior. Sabemos de algunas medidas, sobre los efectos, que desde arriba se han adoptado para evitar los robos de gasolina, pero pocas noticias sobre el debate interno que se está desarrollando, lo que da lugar a que algún revolucionario crítico cubano, lamente que esa información no tengan lugar en los medios informativos del país, incluido el órgano del partido comunista.

Petras en su respuesta a ambos «Defendiendo la Revolución cubana: ¿Con amor o con veneno?» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=56323 publicada en Rebelión aunque en un tono más respetuoso del que emplea González, desde su visión sobre los efectos negativos que manifiesta la revolución cubana, de alguna forma se sube al pedestal dirigista y se atreve a dar respuestas económicas pretendidamente más eficaces que las que actualmente da el gobierno de Cuba. Algo que es muy atrevido y que compete ser abordado por los propios cubanos, contando con los medios materiales y espirituales disponibles que nadie mejor que ellos conocen.

De alguna forma en el artículo titulado «Repensar el desarrollo de América Latina y el Caribe para el siglo XXI» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=56567 Petras por la frase suya que seguidamente reproducimos, al referirse al proceso venezolano, con un gobierno que defiende la vía al socialismo, alude al protagonismo que desde abajo, desde el extraparlamentarismo del Estado burgués, corresponde ejercer a los sectores populares.

«En la medida en que los procesos electorales varían la composición del aparato del estado y su orientación, pueden ser útiles. Si lo único que se hace es «injertar» en el estado los funcionarios electos, de ello resulta la continuidad del orden antiguo. Ningún régimen electoral progresista puede llegar al poder a menos que sea el producto de unas luchas intensas de clase y nacionales, que aumenten la concienciación y creen organizaciones de masas extraparlamentarias capaces de apoyar el régimen protegiéndolo de los inevitables golpes postelectorales y del sabotaje. En la mayoría de los casos, la clave del poder político no está en cuestiones electorales, sino en organizar el poder social y político fuera de los canales institucionales establecidos para garantizar un proceso continuo de transformación.

El poder social organizado es necesario, pues incluso la propiedad pública puede ocultar nuevas desigualdades de clase que perpetúen la injusticia y la alienación.

Esa desviación del gobierno venezolano, rompe ya con una parte importante y fundamental del Estado burgués al dar protagonismo a los sectores populares organizados como tal clase, y que como muy bien dice Petras, además contribuye a despertar la conciencia de clase, sin la cual es imposible que el Estado alternativo popular socialista triunfe y se consolide. Sin embargo Petras, no llega a desarrollar esa idea que los clásicos del marxismo en su momento denominaron «el proletariado organizado como clase dominante»

En esa cita de alguna forma Petras, interpreta a Lenin cuando en su obra «La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo», reprende a los «superrevolucionarios» europeos que después del triunfo de la revolución soviética, ignoraban la realidad de sus países, mimetizaban la revolución soviética y se impedían de instrumentalizar revolucionariamente las instituciones del Estado burgués. Aprovechar las elecciones al gobierno, no como lo entendieron los reformistas, que deformaban a Lenin para acusar de izquierdistas a quienes les criticaban por doblegarse al juego burgués, queriendo perfeccionar su maquinaria estatal, en vez de como de alguna forma, desde las condiciones particulares de Venezuela, se está instrumentalizando el aparato estatal existente.

Medidas instrumentalizadoras y educadoras, ya desde el Estado capitalista, conducentes al nuevo poder alternativo político-productivo de los trabajadores como las que nos contaba Marta Harnecker sobre la fábrica venezolana nacionalizada ALCASA, donde los propios trabajadores elegían a los gerentes de las ramas de producción de entre los propios trabajadores, en la idea de desarrollar esa responsabilidad participativa hasta la elección de los directores de fábrica.

Seríamos unos ingenuos o dogmáticos el pretender dar formulas concretas de cómo constituirse el Estado alternativo de los trabajadores, que les permita erigirse en clase dominante de forma permanente de abajo arriba y viceversa, con capacidad de controlar y revocar en todo momento a los dirigentes que se desvíen del mandato recibido, dada la diversidad y particularidad que cada proceso revolucionario tiene. Pero si debemos tener claras las bases generales alternativas en que se tiene que sustentar el poder de los explotados que se liberan de ese yugo y del trabajo enajenado que sufren en la sociedad capitalista. Sobre todo desde la crítica a la institución capitalista existente en cada país, que impide la democracia directa y permanente de abajo arriba. Así como de las experiencias históricas positivas y negativas que tuvieron lugar. Si partimos de ese análisis, implícitamente nos abocamos a la alternativa que debe adoptarse desde la realidad de cada país.

Los grandes teóricos Marx y Lenin no se inventaron el nuevo poder estatal, pero si supieron apreciar las experiencias que las propias masas sometidas crearon espontáneamente como alternativa al poder burgués. Marx lo apreció tras la experiencia de la Comuna de París y Lenin tras la de 1905. Con el surgimiento espontáneo de aquellas formas, dijeron que ellas debían de ser las formas de poder alternativa-proletaria al Estado burgués.

Desgraciadamente el fondo alternativo de la Comuna no se desarrolló, se quedó a medias, adoptando medidas democráticas y económicas solidarias, pero sin llegar a comprender las características del Estado burgués, que les permitiera destruirle totalmente. No valoraron la importancia que tenía la banca, ni el ejercito permanente.

Posteriormente, fruto de la experiencia soviética, se produjeron diversos intentos revolucionarios en esa línea de democracia y Estado alternativo de abajo arriba, que no llegaron a triunfar. Por su similitud en el grado de desarrollo económico y político con el mundo occidental actual, es de destacar el proceso que tuvo lugar en Checoslovaquia en febrero de 1948. Un tema desconocido entre la izquierda revolucionaria, pero que si se tuvo muy en cuenta en los países «democráticos» europeos, incluido el español fascista, con Fraga como director entonces del Instituto de Estudios Políticos, desde donde editaron el informe de Jan Kozak, algo que hoy tienen muy presente y cuya manifestación es la ley de Partidos Políticos.

El pueblo checoslovaco instrumentalizó revolucionariamente las instituciones burguesas, la organización popular desarrollada desde abajo posibilitó la transición del capitalismo al socialismo e impidió el intento de golpe de Estado posterior que intentó la burguesía. Ese conocimiento llegó a occidente gracias al informe de Jan Kozak, miembro del Comité Central del PCCH, donde bajo el título «El asalto al Parlamento» se relata como se produjo el proceso que permitió aquella transición. Lo que desde su conocimiento nos ayuda a comprender la desviación posterior provocada desde la dirigencia comunista, liquidando las formas de poder alternativo que dieron lugar a aquel triunfo. La burguesía tomó buen ejemplo de aquella experiencia y supo generar una oposición desde abajo que se manifestó en agosto de 1968, provisionalmente solucionada gracias a la intervención de los tanques «soviéticos», que impusieron el orden burocrático socialista.

El resumen que realizamos del informe de Jan Kozak se puede encontrar publicado en:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=53245

En esa idea instrumentalizadora de las instituciones del Estado burgués, desde la realidad existente en España, tuvimos la osadía de proponer la siguiente resolución al XV Congreso del Partido Comunista de España. Resolución que fue aprobada en el Congreso, pero que nunca se puso en práctica, sonaba bien para figurar en el papel, pero otra cosa era poner en práctica el carácter antisistema alternativo que ello implicaba, no solo en referencia a las masas trabajadoras, sino para los propios afiliados del partido, que no estaban preparados ideológica y organizativamente con una militancia revolucionaria que les vinculara y con su práctica la llevaran directamente a los trabajadores y demás sectores populares. Decía así:

Apartado 2.1, f) «Desde la óptica marxista del Estado y la democracia, recogiendo además la experiencia del movimiento obrero internacional en la lucha por sus reivindicaciones económicas y políticas, se hace preciso abrir un debate en el seno de IU, para analizar la forma de impulsar la eficacia de la acción de los cargos electos y militantes de IU, implicando además a los electores y a la base social en la que se sustenta su acción política».

«Los cargos electos de IU, en un régimen de democracia formal, limitada y poco participativa para el conjunto de los ciudadanos, difícilmente pueden conseguir que se aprueben sus propuestas que afectan a la mayoría social y que lógicamente chocan frontalmente con los intereses de la clase dominante, si su acción política se limita a ejercerla en el estricto marco parlamentario estatal, de las comunidades o de las corporaciones locales, sin más respaldo que da el número de diputados o concejales que disponga».

«Es necesario que se constituyan formas de organización y participación ciudadana de forma permanente, que refuercen la eficacia de la acción política planteada por los cargos electos, propiciando la información y su implicación en la defensa de sus intereses. Canalizar de arriba abajo y de abajo arriba toda la información y propuestas de acción».

Julio Anguita reconocido militante honrado de Izquierda Unida y del PCE, ex-secretario general de ambas organizaciones y ex-alcalde de Cordoba, en su artículo ¿Qué debate? http://www.rebelion.org/noticia.php?id=56538 publicado en Rebelión, en ese trabajo critica las grandes frases que el reformismo hace en los procesos electorales: «la modernidad», «la apertura a la sociedad», «la renovación». Pero sus buenas intenciones no dejan de caer en una retórica personal que poco contribuye a dar solución al problema de fondo que atraviesa IU y el propio PCE.

«— No hay democracia burguesa y democracia proletaria sino grados en su aplicación; o una práctica retórico-formal o un convenio permanente entre seres libres e iguales para seguir permanentemente conviniendo. Los DDHH son la plenitud democrática.

Estas frases suyas que reproducimos, tal como las expresa, inducen a confusión al afirmar que no existe democracia burguesa, sino grados de aplicación o una práctica formal entre seres libres e iguales que permite seguir conviviendo, al mismo tiempo que niega la posibilidad de democracia proletaria, máxime cuando considera que los DDHH son la plenitud democrática. Tal vez no se acuerde, o pase por alto, que en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, gracias a su artículo 17 se sientan las bases que dan lugar a la explotación del hombre por el hombre, al reconocerse de forma implícita el derecho a la propiedad privada. Tal vez Anguita interprete de forma muy particular la declaración y considere que no alude a los derechos sobre los medios de producción, algo que sin embargo si lo tienen muy claro los explotadores y todos los partidos integrados en el orden burgués capitalista.

No hay grados de Estado democrático socialista, puede haber un proceso de integración del pueblo en ese compromiso participativo, como sucede en el mundo capitalista con las personas que militan en partidos o movimientos sociales. No todo el mundo es consciente de esa necesidad, tampoco se puede confundir y dogmatizar el que a cada trabajador se le imponga la obligación de participar en la actividad política, aunque lo haga ya a través de su compromiso político-productivo enajenado, con el que poder en cierta medida seguir alimentándose y mantenerse vivo. A medida que la organización de democracia participativa se desarrolle desde abajo, desde los lugares de labor, uniendo al ser humano en su ser productivo-político que objetivamente es, la participación se irá incrementando. Lo que hace falta es que existan esos cauces organizativos que lo posibiliten. El no considerar esa necesidad en general, es tanto como despreciar a los trabajadores, es condenarles a ser solo seres productivos y a que sea la llamada clase política la que les diga y haga sobre cuestiones que les afectan directamente.

— Las instituciones son una tarea más de la Izquierda. Se debe corregir que la actividad política de la misma se realice exclusivamente en el campo electoral. El combate de hoy está en los valores, los derechos y deberes ciudadanos, la cultura alternativa y las prácticas consecuentes. Abrirse a la sociedad es trabajar con ella desde valores y posiciones de Izquierda. La política no se hace a la carta».

El idealismo humanista que caracteriza a Anguita, muy semejante al de los buenos cristianos de antes de la época de Constantino el Grande, en esta segunda frase le induce a considerar que la izquierda debe ir más allá de la actividad electoral. Comprometerse en la lucha por los valores, los derechos y deberes ciudadanos, por una cultura alternativa, trabajar desde posiciones de izquierda, abrirse a la sociedad. Pero nada nos dice cómo generar esa apertura que posibilite la instrumentalización de las instituciones del Estado burgués para generar la participación alternativa desde abajo, desde de los sectores sociales objetivamente necesitados de esa lucha por el cambio de sistema. Porque para poder trabajar con la sociedad, entendiendo que se refiere a las clases populares, no a toda la sociedad que también la hay burguesa, (y con qué fuerza), las vanguardias comunistas o de izquierda revolucionaria deben modificar su compromiso y organización interna que permita analizar la política general y particular para que los militantes puedan actuar con eficacia, de forma que la militancia, además de ser ejemplo de organización, compromiso moral y político, puedan vincularse a las masas explotadas y alienadas en los lugares donde estas se encuentran. Con el trabajo constante, paciente, educador y organizador en los movimientos sociales, culturales, en las fábricas y demás lugares de trabajo, con las gentes más próximas en cuanto a convivencia y clase social.

Tal vez Anguita no leyó o no conoció la resolución que se adoptó en el XV Congreso del PCE, aunque tal vez si lo hizo. Tal vez el error de esa resolución reside, en que, en vez de referirse al trabajo a desarrollar en IU, se hubiese desarrollado más, aludiendo a la necesidad de transformar la estructura organizativa y heterogénea actual que tiene el partido que le impide ejercer su influencia ideológica y organizativa en IU, y con la que poder vincularse directamente a la «sociedad», es decir, a los protagonistas objetivos del proceso revolucionario, que siguen siendo hoy, los que su supervivencia depende de la venta de su fuerza de trabajo, necesitados de un partido unido ideológica y organizativamente en torno al marxismo y el leninismo desarrollado al actual momento histórico, dado el nivel tecnológico y mediático en manos imperialistas, con capacidad de alienar y confundir hasta los que nos consideramos «mejor formados» ideológicamente. Prueba evidente es la dispersión de la izquierda revolucionaria, incapaz de generar un proyecto alternativo, máxime cuando son tan evidentes las burradas que esta cometiendo, ocasionando miles y miles de muertes en seres humanos, amenazando incluso a la propia naturaleza, que acabará finalmente con la propia especie salvaje imperialista.