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Estallido social, la apertura constituyente y la cuestión ecológica

Fuentes: Modatima

El origen: desigualdad, despojo y abuso Transcurridos más de dos meses desde que  se inició la mayor explosión social que haya atravesado Chile en su historia reciente, es necesario hacer un balance de lo que ha significado este gran estallido. Desde nuestra organización, el Movimiento de Defensa por el acceso al Agua, la Tierra y […]

El origen: desigualdad, despojo y abuso

Transcurridos más de dos meses desde que  se inició la mayor explosión social que haya atravesado Chile en su historia reciente, es necesario hacer un balance de lo que ha significado este gran estallido.

Desde nuestra organización, el Movimiento de Defensa por el acceso al Agua, la Tierra y la protección del medio ambiente, MODATIMA,  comprendemos que la ola de protestas que se han denominado «Chile Despertó», se han encargado de dejar en evidencia,  la fractura radical de las mayorías sencillas, con el contenido y la forma en que se ha construido la democracia, la economía y la vida social en el Chile post dictadura. 

Para simplificar la explicación de sus causas, partiremos por señalar que comprendemos esta fractura «radical» desde tres planos estrechamente relacionados: la desigualdad, el despojo y el abuso.

Para nadie es extraño argumentar que Chile es uno de los países con mayor desigualdad a nivel mundial. El discurso hegemónico de las elites tecnócratas argumentó que, gracias a la mayor generación de riquezas alcanzada en base al boom de los «commodities» se logró un PIB per cápita que bordea los 20 mil dólares, se redujo la pobreza en el país, se alcanzaron mayores coberturas en el acceso a la educación superior, flexibilización en el mercado del trabajo, todo acompañado de una política social focalizada en los sectores más pobres; en suma, el llamado «chorreo».

Sin embargo, esas mismas elites siempre evadieron u ocultaron que ese mismo modelo de supuesto chorreo, terminó por precarizar y fragilizar la vida de amplios sectores de la población, que adicionalmente hemos sido expuestos al endeudamiento para satisfacer necesidades elementales que han sido transformadas en bienes o servicio de consumo.

En otras palabras, hemos sido despojados de derechos esenciales. Educación, salud, pensiones, cultura, bienes naturales: todo mercantilizado; todo transable. Pero en la práctica, ¿quiénes transan y se enriquecen de estos derechos transformados en negocio? El polo opuesto de las mayorías sociales; aquel 1% más rico que ha engrosado sus fortunas con negocios tan diversos como la educación, las inmobiliarias, las AFP, el agua y la tierra. Precarización y fortuna, desigualdad y despojo, dos caras de una misma moneda.

Y es que el telón de fondo del estallido social tiene directa relación con el modelo económico, el sistema político y cultural impuesto y grabado en la constitución política, primero a sangre y fuego, y luego mantenido «en la medida de lo posible».

De allí se desprende la segunda explicación del estallido social: el abuso. Tal vez, es uno de los gatillantes más directos de la explosión. La acumulación de frustraciones y malestar continuo de la mayor parte de la población que habita el país, asociado a vulneraciones, tratos indignos cotidianos que fueron propios de la precarización de la vida en el Chile neoliberal. Hace casi dos décadas que se evidenciaba una ruptura entre la sociedad y la política; entre las mayorías y una especie de casta privilegiada que a lo largo de la transición no realizó cambios profundos y, al contrario, se atrincheró en el poder y la tecnocracia, negando cualquier posibilidad de democratización sustantiva. La alegría que llegó para algunos, pero no para el grueso de la población.

Y ese mal trato se expresó, además, en privilegios exclusivos de ciertos grupos minoritarios del país: en términos políticos, el binominal le cerró las puertas a la mayoría de la población para entrar en la arena política, lo que fue potenciado con la ausencia de canales participativos. Por su parte, la justicia ha demostrado en múltiples ocasiones resultados desiguales. Es cosa de observar los resultados de los casos Penta, SQM, o las colusiones de los «pollos», el caso La Polar, el «papel confort», cuyas sanciones fueron irrisorias. La concentración del poder económico, en tanto, sumada a la concentración de los medios de comunicación en manos de un pequeño grupo dueño de la riqueza: el grupo Matte, Luksic, Angelini, las siete familias, etc. Esta sensación de desigualdad múltiple, sumada al trato despectivo de la elite gobernante, provocaron un amplio desapego con las instituciones y un sentido de rabia y rechazo, que ha repercutido en un desgaste generalizado y una pérdida de legitimidad de las reglas del juego vigentes, reglas que por cierto fueron impuestas de forma absolutamente unilateral.

Si bien, hace más de una década los movimientos sociales emergimos como un actor ineludible en la discusión pública, hoy el estallido expresa un malestar más generalizado.  Fueron muchos años en que las elites, políticas, económicas, empresariales,  se enriquecieron a costa del saqueo, a costa del sacrificio de las comunidades y territorios, muchos años, y finalmente llegó el momento: el hilo se cortó y desde el 18 de octubre Chile Despertó.

Las posibilidades de la coyuntura constituyente: construir una mayoría político social para un nuevo modelo de desarrollo

Desde el comienzo del estallido, dada la naturaleza y características del mismo, como Modatima asumimos que el protagonismo no debía pasar por el parlamento ni los partidos políticos, dado su amplio descrédito; sino que, con cierto esfuerzo, tendría que pasar desde el mundo social movilizado hacia el amplio espectro de organizaciones y movimientos sociales que hemos encabezado diversos tipos de luchas en el último período histórico. Es decir, la apuesta central en esta coyuntura ha pasado por posicionar al movimiento social organizado como un interlocutor legítimo hacia la sociedad, el que se ha expresado en los últimos meses a través de la plataforma Unidad Social.

Si bien, la acción y la consigna que dio el inicio a las protestas fue «evadir, no pagar, otra forma de luchar», la misma fue la «gota que rebalsó el vaso»,  las demandas que se fueron masificando a pocos días de iniciado el estallido eran diversas y de múltiples índoles. No obstante, en el fondo de ellas resaltaban con mayor nitidez «renuncia Piñera» y «Asamblea Constituyente». A menos de una semana del estallido, cuando la represión de carabineros y militares asolaba las calles y el gobierno intentaba confundir «saqueos» con protesta, fue la demanda por la AC la que logró instalarse con mayor fuerza.

En un escenario de movilización sostenida, de violación sistemática de los derechos humanos, violaciones condenadas por Naciones Unidas,  y cuya expresión más brutal son las y los cientos de personas que han perdido sus ojos producto del disparo artero y cobarde de las fuerzas policiales, de la caída rotunda del gobierno de Piñera en términos de adhesión, post cambio de gabinete y cancelación de los foros económicos Asia/Pacífico, y de la Cumbre de cambio Climático, COP 25, ambos encuentros a realizarse en Chile, después que la opinión pública conociera que la mayoría de las y los dirigentes sociales y ambientales son blanco de interés de la inteligencia policial, y a un año del asesinato de Camilo Catrillanca (14/11/2018),  se escribió el llamado «acuerdo por la paz y nueva constitución».

El Acuerdo, ufanamente por la «Paz», fue fraguado y firmado por presidentes/as de partidos con representación parlamentaria, desde la derecha hasta el Frente Amplio, trasladando una vez más la discusión al parlamento y por ende soslayando al movimiento social, los que han sido en definitiva quienes han puesto en evidencia las brutales desigualdades en materia de derechos sociales y bienes naturales comunes que hoy existen y se padecen  en todo el territorio.

El acuerdo intentó de forma desesperada restablecer el orden público y regresar a la normalidad, mediante el impulso de la «convención constituyente». Existen varias declaraciones de personeros políticos que han señalado que el acuerdo había que hacerlo ya que «el fusil y la bayoneta estaban sobre el escritorio», y de esto no podemos dar cuenta o hacernos cargo, sin embargo, el propósito original, se evidenció inmediatamente, coartar el poder constituyente real, y una vez más trasladar esta iniciativa a quienes hoy son probablemente una de las instituciones peor evaluadas, es decir el parlamento.

Más allá de las diferencias y críticas que tengamos al «acuerdo», el escenario cambió, y está predeterminado para los próximos 2 años. Desde el movimiento social nuestro  desafío es de gran envergadura; dado que implicará incidir, tanto en el contenido de la nueva constitución, así como en el posicionamiento de delegados o representantes constituyentes que representen las ideas que el movimiento social ha instalado en las últimas décadas.

Para ello tendremos que generar una capacidad de articulación y movilización que mantenga abierto un contexto de presión sobre la institucionalidad y, en particular, sobre los/as delegados/as constituyentes una vez que comience la asamblea. Eso implica un poder de articulación entre los movimientos sociales, las articulaciones de asambleas y cabildos territoriales y los sectores que han empujado la superación del neoliberalismo en Chile. En la práctica, se trata de articular un bloque político social que dispute en la constituyente un proyecto de superación del neoliberalismo; vale decir, lograr una mayoría político social que refleje esta voluntad en la Asamblea Constituyente.

Sin duda el quorum del control (2/3) está diseñado para dificultar las posibilidades de cambio, dado que los sectores neoliberales buscarán, como mínimo, tener 1/3 de delegados/as que impidan consagrar derechos elementales. Por lo tanto, la tarea inmediata es lograr la mayor representación posible en dicho espacio, de tal manera de empujar una nueva constitución que asegure derechos, que permita recuperar bienes comunes como el agua, que transforme el carácter subsidiario del Estado en uno garante de derechos  y que siente las bases para edificar un nuevo modelo de desarrollo .

En suma, el escenario constituyente abre la posibilidad de comenzar un camino de superación del modelo de despojo neoliberal y, para ello, se requerirá una capacidad inédita de articulación de mayorías, y también ejercer presión social en la forma y el momento que se defina en todos y cada uno de los territorios.

Todo lo anterior, debe estar asentado sobre la defensa irrestricta de los derechos humanos y la condena hacia las violaciones de los mismos por parte de distintos niveles del Estado y fuerzas de orden. Es desde este piso ético que debemos deconstruir una nueva norma constitucional, una norma de derechos y no de privilegios, inclusiva y no excluyente.

Posibilidades para el mundo socioambiental

El movimiento socioambiental tiene demandas que se han ido procesando e instalando con más fuerza y nitidez en la última década, que se pueden ordenar en temas generales y particulares.

En términos generales, se abre una oportunidad para instalar en el centro de la discusión constituyente la construcción de un nuevo modelo de desarrollo basado en la redefinición de la relación de la sociedad con la naturaleza, reconociendo a esta última como bien común y como sujeto de derechos. La privatización, mercantilización y financiarización de la naturaleza atentan contra esta visión de la «NATURALEZA», sobre todo en el contexto de crisis ecológica global que vivimos actualmente. Por lo tanto, la superación del neoliberalismo en Chile no puede traducirse en reeditar las tradicionales experiencias neodesarrollistas o neoextractivistas, sino que debe poner en el centro la cuestión ecológica.

En términos particulares, las demandas elementales que se han instalado desde los territorios y movimientos ambientales en los últimos años  -tales como desprivatización del agua, la descarbonizacion de la matriz energética, el fin a las zonas de sacrificio, la ratificación del acuerdo de Escazú o el rechazo inmediato del TPP11- son condiciones de base para la construcción de una nueva relación del ser humano con la naturaleza.

En definitiva, la riqueza emergida de las luchas sociales en defensa del territorio, de la naturaleza, del agua y el medioambiente, junto con las luchas por recuperar los derechos sociales son la base para construir una salida al modelo de despojo neoliberal. Si nos mantenemos despiertos y unidos, tenemos la seguridad que conquistaremos un nuevo Chile, que nos proyecte para las próximas décadas y que sirva de estímulo para otros pueblos, al ver que, en el laboratorio del neoliberalismo, el pueblo se alzó y reescribió su propia historia.

Fuente:  https://modatima.cl/2020/01/07/estallido-social-la-apertura-constituyente-y-la-cuestion-ecologica/