El cantautor cubano explica el proceso de rescate que le dio forma a su nuevo disco, que aparecerá en la Argentina la semana próxima. Y anuncia su intención de salir de gira con las canciones más pedidas por la gente.
Silvio Rodríguez lleva consigo la carga de los símbolos: la sola mención de su nombre actualiza épocas y situaciones, políticas y sociales, pero también personales: un día puntual, un momento, vuelven para muchos cuando suena una canción de Silvio. El efecto es el de esos aromas guardados en algún rincón de la memoria, tan instantáneo como potente. Cargar con ese nombre-símbolo que a él «le causa sarpullido» de sólo pensarlo, le fue imponiendo a su carrera una cierta dinámica de trabajo sobre la nostalgia ajena. Por eso, ni sus recitales ni sus discos conformaron siempre a los fans de «una que sepamos pocos». Y si con su último disco, Cita con ángeles, mostró su punto de vista sobre el mundo actual, con temas que hacen referencia a la guerra de Irak o el atentado a las Torres Gemelas, en su flamante trabajo, Erase que se era, decidió retomar sus primerísimas composiciones, aquellas que no entraron en su disco debut. Y lo que se escucha, sorprendentemente, son canciones de intacta vigencia.
En este nuevo CD doble, que estará en las disquerías argentinas la próxima semana, Silvio Rodríguez rescata temas compuestos entre finales del ’60 y principios del ’70, es decir, anteriores a la grabación de su primer disco, Días y flores. Muchos de estos temas son inéditos, y algunos ya conocidos por distintas grabaciones o por presentaciones en vivo, como «La canción de la trova», «El papalote»,»Fusil contra fusil», «El matador», «Oda a mi generación» y «Que levante la mano la guitarra». «Tengo mucho material pendiente, y es que cuando grabé mi primer disco ya hacía una década que componía. Estos temas son de aquellos años inéditos, llevaban mucho esperando y mirándome desde el silencio, acusadores. Quería asegurarme de que estas canciones salieran a la circulación», explica el cantautor, en entrevista vía mail con Página/12.
Con este trabajo ya editado, el trovador sigue trabajando en un disco homenaje a Noel Nicola -otro de los fundadores del movimiento de la Nueva Trova- que está «casi terminado» y también saldrá este año. «Es un disco con unas tres decenas de canciones maravillosas. Somos los amigos y admiradores de un compositor fascinante, interpretando sus canciones», cuenta. A este homenaje se sumarán otros cantantes latinoamericanos y españoles, además de figuras de la música cubana como el compositor Leo Brower, Juan Formell y los Van Van, José María Vitier, Santiago Feliú y Polito Ibáñez.
-¿Cómo realizó la selección de los temas del disco, entre todos los que tiene inéditos?
-Quise sobre todo mostrar la diversidad temática que me movía por entonces, el Silvio previo a Días y flores, que fue mi primera exposición. Así que agrupé la mayor cantidad posible de lenguajes, de formas de acercarme a la música y de escribir palabras. En Erase que se era hay también canciones que fueron experimentales en su momento. Y me ha conmovido que algunos de los jóvenes que las escucharon no las encuentren viejas.
-En su último recital en la Argentina contó que «El matador» fue escrita durante una temporada en un barco de pesca. ¿Qué hacía allí?
-Entre 1969 y 1970 viví poco más de cuatro meses en varios barcos. Echábamos redes en un pesquero internacional que estaba entre Dakar y Cabo Verde. Bajábamos hasta Namibia en busca de unas merluzas enormes que se dan por allá. La canción que le da título a este disco y algunas otras, también incluidas, fueron escritas por aquellos rumbos.
-Su canción «El papalote» (para nosotros, «El barrilete») recrea un paisaje de su infancia. ¿Qué recuerdos le vienen a la memoria sobre aquel paisaje?
-Lo que cuento en esa canción sucedió cuando tenía unos 11 años. Había regresado a mi pueblo con mi madre y mi hermana María, porque mis padres se habían separado. El lugar que más me gustaba del mundo era mi SanAntonio natal, donde estaba en contacto directo con el monte y el río. Por entonces aprendí a nadar, escondido de mis mayores. Narciso «El Mocho» era un señor que vivía frente a nosotros, en un bajareque de latones. Hacía guantes de jugar pelota, tirapiedras, papalotes, y los vendía por centavos. Cuando reunía un dinerito se iba a un bar llamado El sol de Cuba y se sonaba algunos aguardientes. Los chicos lo seguían silbándole y cantándole una tonadita que decía «¿Dónde estás, que no te veo?». El se volvía furioso y apedreaba fantasmas. La gente se burlaba de su indigencia, pero el día que murió todo el pueblo subió a despedirlo.
-¿Hay algún otro tema de este disco que haya surgido en una ocasión especial?
-Está «Fusil contra fusil», una de las primeras que le dediqué al Che. Está otra llamada «Discurso fúnebre», que hice cuando se murió un perrito de mi barrio. Hay tres canciones que le escribí a una amiga norteamericana, en cuya compañía escuché a Armstrong pisar la Luna y las primeras canciones de Bob Dylan. Hay dos o tres canciones algo sarcásticas que cantaba en los conciertos y provocaban reacciones. Hay sones, hay blues, hay canciones a los mártires, hay temas que sólo nos vienen a la cabeza cuando somos unos bohemios impenitentes. Está la canción por la que inicié el trabajo, dedicada a los niños judíos que murieron en el campo de concentración de «Terezín», al norte de Checoslovaquia. Hay otra dedicada a mi generación, con esa empieza el disco. Como suelen decir, un poco de todo, como en botica.
-En «Nunca he creído que alguien me odia» usted dice: «El instrumento es quien cambia de rostro, pero yo sé que hay un único odio (…) Mi asesino es el pasado, aunque con mano de hombre». ¿Puede inscribir esa reflexión en algún hecho concreto de la actualidad?
-La impunidad con que unos seres vivos asesinan a otros, la ejemplar libertad que hay en el mundo para aniquilar semejantes. Mirar lo del Líbano, mirar lo de Irak, mirar a los que nos tienen esperando turno… Es la bestia sometiendo a la razón.
-La foto de tapa del CD muestra a un joven Silvio Rodríguez, posando despreocupadamente con una bandera de Cuba de fondo. Parece una escena de entrecasa. ¿Por qué eligió esa foto y en qué circunstancias fue tomada?
-La foto es de Mario García Joya (Mayito), un gran fotógrafo cubano del que fui vecino durante 18 años, cuando vivíamos en El Vedado. Casi siempre que pasaba por su puerta entraba…, es un tipo afable, amigo de la música, tocó la trompeta. Una mañana de septiembre de 1969, cuando estaba próximo a subirme a mi barco de pesca, entré y le conté lo que iba a hacer. Entonces extrajo la cámara y me dijo que me iba a hacer unas fotos, por si me pasaba algo, y ahí empezamos a jugar con eso: imagínate, le dije yo, vas a tener las últimas fotos mías, todo el mundo te las va a pedir, etc., etc. Hablando esas boberías me hizo esa foto, con 22 años. La escogimos para la portada porque ése es el autor de las canciones del disco.
-En «Cita con ángeles» hay temas que hacen referencia a la guerra de Irak o al atentado a las Torres Gemelas. ¿Qué otras situaciones actualmente despiertan sus ganas de escribir?
-Tengo en mente una «Segunda cita», esta vez con nuestros ángeles particulares, los que revolotean y se posan entre nosotros, los cubanos. Hay un par de encuentros adelantados, hay planes para otros. Pero antes tengo que superar un trabajo enorme que tengo entre manos: la música para un largometraje de animación llamado Meñique. Se trata de un cuento de magia que tradujo y rescribió José Martí para una revista juvenil que él hacía a fines del siglo XX. Es una colaboración que me ha pedido Ernesto Padrón, el director de la película, he dicho que sí y ya estoy trabajando en eso.
-Usted es miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Cuesta imaginarlo como diputado. ¿Cómo es y cómo se toma ese trabajo?
-Ese trabajo es muy diverso y requiere, para hacerlo a cabalidad, de mucha dedicación. Yo soy diputado desde hace 15 años porque fui elegido por votación popular. Estando precisamente en Buenos Aires me enteré, y recuerdo que creí que era una broma. He tratado de tomármelo con disciplina, lo que me resulta muy difícil porque para lo único que yo sirvo es para escribir canciones. Pero digamos que la Asamblea no es completamente estricta en mi caso, que allí tengo compañeros muy comprensivos.
-Pasó unos años retirado de los grandes escenarios, pero parece haber vuelto. ¿O son sólo excepciones? ¿Piensa salir a presentar este disco?
-Tomé distancia, no me retiré, así que tampoco he vuelto. Aparezco poco, puede que algo excepcionalmente. Creo que mi ritmo es más lento, o sereno. Es que me gusta ir cambiando de propuesta y para eso hay que irse preparando. Ahora, por ejemplo, me propongo hacer algo que nunca hice y que es cantar durante un año los temas más solicitados. Una especie de concierto que se pudiera llamar «Complaciendo peticiones». Pero quisiera hacerlo estrictamente a partir del día en que cumpla 60 años y justo hasta que me dure esa edad, ni un solo minuto después.