Agradezco a Héctor Gálvez su cortés respuesta, que permite valorar aún mejor sus posiciones. Por mi parte, no tengo nada que añadir a las mías. Pero como me preocupa que lectores menos inteligentes o menos honestos que Gálvez tuerzan por incomprensión o malevolencia una idea que yo estimé transparente, descomprimiré la frase en la que […]
Agradezco a Héctor Gálvez su cortés respuesta, que permite valorar aún mejor sus posiciones. Por mi parte, no tengo nada que añadir a las mías. Pero como me preocupa que lectores menos inteligentes o menos honestos que Gálvez tuerzan por incomprensión o malevolencia una idea que yo estimé transparente, descomprimiré la frase en la que él cree haberme «pillado», como se dice en lenguaje coloquial. Me refiero a ésa que acaba con «el enemigo del pueblo» y que incluye la expresión «criterios arbitrarios y/o ontológicos», lamentablemente olvidada en su interpretación. La reformularé en pocas palabras: sin un criterio ético, el enemigo sólo puede definirse en términos ontológicos, como en el caso de «raza», categoría que excluye por tanto todo derecho, negociación o persuasión; o puede definirse también de manera totalmente arbitraria, a partir de un ejercicio de poder puro, como ocurre a veces con el concepto «pueblo», en cuyo nombre se han justificado toda clase de crímenes contra él, adquiriendo por eso -crimen tras crimen- una consistencia ontológica y teológica muy semejante a la de «raza». Pensemos, por ejemplo, en el telegrama (1) de 1939 en el que Stalin autoriza la tortura en las cárceles soviéticas, pero sólo «contra los enemigos del pueblo» (que él previamente ha definido como tales)*. Da un poco de vergüenza recordar algo tan elemental, la verdad, pero frente a la «retórica de la complejidad» conviene volver a veces ingenuamente, con cartera y goma de borrar, a Barrio Sésamo: la dictadura siria es, por supuesto, enemiga del pueblo, pero no porque el pueblo caprichoso, en el concurso anual de «miss enemigo», la haya escogido para cumplir ese papel sino porque es -precisamente- una dictadura. Me gustaría creer que, si hay mucho que discutir en torno a los conceptos de «dictadura» y de «pueblo», Gálvez y yo estamos de acuerdo al menos, con el conjunto de la izquierda, en esta afirmación ingenua y casi colegial: la de que, allí donde las hay, las dictaduras son enemigas de los pueblos. Y que los pueblos tienen el derecho, y casi el imperativo, de combatirlas.
Notas:
1. * Telegrama
Cifrado del Comité Central del PC a los Secretarios de las instancias partidistas zonales, regionales y al CC del Partido Nacional
A los Delegados del Ministerio del Interior en esas instancias.
El CC del PC conoció que los secretarios partidistas de diversas instancias, al comprobar a los trabajadores del Ministerio del Interior, los inculpan de utilizar presiones físicas contra los arrestados. El CC del PC aclara que el uso de la fuerza física en la práctica del Ministerio del Interior fue aceptado desde 1937 con el consentimiento del CC del PC. En aquella ocasión se señaló que la fuerza física en la práctica del Ministerio del Interior se permite, por excepción, y únicamente contra los enemigos declarados del pueblo, los que, si se utilizaran métodos humanos de interrogatorio, descaradamente se negarían a hacer declaraciones, durante meses no ofrecerían datos y se esforzarían por frenar la voluntad de los interrogadores, actitud con la que prolongarían la lucha contra el poder soviético incluso desde la cárcel. La experiencia muestra que estos métodos han dado resultados, al acelerar significativamente el desenmascaramiento de los enemigos del pueblo. Ciertamente, en la práctica posterior, el método de presiones físicas fue envilecido por canallas como Zakovsky, Litbiny, Uspensky y otros (Funcionarios del Ministerio del Interior. N. del. T.), porque lo convirtieron de excepción en regla y comenzaron a utilizarlo contra las personas honestas casualmente arrestadas, por lo que ellos recibieron la sanción merecida. Pero esto no invalida el método en lo absoluto, por cuanto él se utiliza correctamente en la práctica. Es conocido que los investigadores burgueses utilizan las presiones físicas contra los representantes del proletariado socialista, además en las formas más diversas. Uno se pregunta por qué los investigadores socialistas deben ser más humanos en relación con los monstruosos agentes de la burguesía, con los enemigos jurados de la clase trabajadora y los koljozianos. El CC del PC considera que el método de la presión física debe obligatoriamente utilizarse en el futuro, como excepción, contra los enemigos declarados e indoblegables del pueblo, como un método correcto y útil. El CC del PC exige de los secretarios partidistas de las instancias zonales, regionales y nacionales que, al comprobar a los trabajadores del Ministerio del Interior se guíen por las presentes indicaciones.
Secretario del CC del PC, I. Stalin. [1]
Fuente: http://www.memo.ru/history/y1937/hronika1936_1939/10.html
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