* EE.UU. dispone de un millar de bases militares a todo lo ancho y largo del planeta, en los «cinco continentes». * Tiene lo que Leonardo Boff caracteriza como, refiriéndose a las revelaciones de Snowden, «la extrema arrogancia del imperio: el espionaje universal». * Desde EE.UU. (e Inglaterra, e Israel) se cocina un poder informacional […]
* EE.UU. dispone de un millar de bases militares a todo lo ancho y largo del planeta, en los «cinco continentes».
* Tiene lo que Leonardo Boff caracteriza como, refiriéndose a las revelaciones de Snowden, «la extrema arrogancia del imperio: el espionaje universal».
* Desde EE.UU. (e Inglaterra, e Israel) se cocina un poder informacional planetario. Que ya se gestó en 1948 con la red Echelon y que la cibernética no ha hecho sino ampliarlo por diez, cien, mil, un millón de veces…
* Una periodista argentina, Fabiana Freyssinet, rubrica una nota: «Brasil inerme ante invasión cibernética».
* EE.UU. dispone de cinco armadas intercontinentales para ejercer su papel autoasumido y autoasignado de sheriff mundial. Tales como el Comando Sur ahora asentado en la Zona del Canal de Panamá, bajo jurisdicción estadounidense; el Africom, instalado en Libia desde su desmantelamiento tras el arrasamiento otánico, etcétera.
* Cuando se desmorona el universo soviético la discusión entre intelectuales más orgánicos de las élites estadounidenses fue: qué somos, qué tenemos que ser: ¿imperiales o imperialistas?
* Basta ver el diseño de nuestra modernidad, traspasada por cómo la vemos a través de Hollywood, internet, twitter, las revoluciones coloreadas, la comida basura, el solipsismo creciente, la medicalización de la sociedad, el reino de los vehículos «de alta gama», de las jóvenes igualmente de alta gama, para entender que tenemos al enemigo en casa, tanto en la caja boba, como en las cajitas móviles y nada bobas y hasta en la mismísima bolsa de los desechos cotidianos que cada día alojamos prolijamente fuera de nuestra vista.
Con este trasfondo hay quienes nos tranquilizan analizando los acontecimientos atroces de Ucrania, y de paso los igualmente atroces en Siria y hasta los de Venezuela atribuyendo el mal -oh sencillez de mundo− a la corrupción de los gobiernos jaqueados [i] (que no pongo en duda, aunque me pregunto qué elenco podría acceder a un gobierno totalmente limpio de elementos corruptos) o afirmando, por ejemplo: «[…] no creo que los EE.UU. tengan en estos momentos una política internacional más agresiva que en el pasado» […] de hecho, EE.UU. nunca ha intervenido tan poco, al menos en términos convencionales pues es verdad que el uso de drones y de la CIA les garantiza un alto nivel de intervención.» [ii] Me alegro por la precisión final, atemperando la cuasipanglosiana afirmación previa, pero en rigor habría que decir que el «alto nivel de intervención» sobrepasa largamente drones y CIA. EE.UU. está a la vanguardia (atroz adelantamiento a mi modo de ver) en guerras bioquímicas y bacteriológicas; como decía un general pentagonal ya en los ’80: «con la guerra en tubos de ensayo no nos para nadie«. [iii]
Y su presencia imperial se ejerce en todo ese abanico que procuramos presentar sucintamente con las primeras frases. Las elites estadounidenses vienen diseñando el mundo como mejor lo consideran y no parecen haber cedido más allá de las limitaciones que la realidad en bruto les ha ido presentando: no pudieron prever las dust storms de los ’30 y tampoco las islas flotantes de basura oceánica de los ’80 ni imaginaron la pérdida progresiva de biodiversidad tanto terrestre como marítima a un ritmo de empobrecimiento biótico jamás antes registrado. Ni el avance de la obesidad contracara de las viejas sociedades de escasez. Con su optimismo tecnológico tampoco supieron advertir la progresiva contaminación que como una gangrena planetaria nos va envolviendo, castigando a tirios y troyanos (y de acuerdo con las leyes del mercado, los más ajenos y menos pudientes serán los más perjudicados).
La referencia al dominio convencional está por lo menos fuera de lugar y revela muy poco crédito a la creatividad del poder american y una mirada poco atenta al decurso de nuestra historia inmediata: el dominio madeinUSA jamás se ha basado en lo convencional. Al contrario, su pujanza se apoya en buena medida en su creatividad. Destructora, invasiva, supremacista, lo que se quiera, pero poco convencional.
Alba Rico, a diferencia del monotemático Singer, despliega una presentación compleja que no puede ser sino bienvenida para evitar las simplificaciones y otras tentaciones ideológicas, como bien dice.
Trata de calibrar el aspecto endógeno por el cual sociedades árabes por ejemplo han entrado en primavera, es decir a moverse desde abajo, en las plazas. El caso liminar, es a mi modo de ver, el de Túnez, con la autoinmolación de Mohamed Buazizi. Buazizi nos revela que esa crisis no es asunto de twitter ni de agencias noticiosas… Las primaveras árabes como las de los países excomunistas no hacen sino expresar el hastío por décadas de sociedades congeladas, represivas, y archirreaccionarias, aunque sus discursos oficiales hayan sido en varios casos «socialista».
Pero al lado de los regímenes desafiados, que muy a menudo responden con una brutalidad esperable aunque repudiable, juega Occidente, que al fin y al cabo, ha sido árbitro y constructor del mundo moderno al menos en su último medio milenio y para su propio beneficio. Y sobre todo, tenemos a las elites de EE.UU. que han configurado particularmente al siglo XX, nada menos. Lo han hecho cultural, geográfica, económica, política y hasta alimentariamente.
Vivimos, y particularmente en Argentina, en España, del brazo y en los brazos de Mr. Marshall….
Entonces, ¿cómo se puede argüir que «EE.UU. nunca ha intervenido tan poco»?
Podemos estar de acuerdo, y lo estamos, que «lo soviético» no tiene vuelta atrás y lo podemos hasta festejar. Pero únicamente sabiendo que la tarea que tenemos por delante es más ardua, puesto que el colapso soviético si bien despejó muchas agorerías que nos vendían como «socialismo científico» dejó al capital, y a sus representantes más dilectos en muchas mejores condiciones para adueñarse de todo, que es lo que algunos sentimos que está pasando.
Y que las cartas modernizadoras, por ejemplo en América Latina, aunque en algún sentido han sido un freno al capitalismo puro y duro, como podría ser en la Venezuela chavista o mejor dicho bolivariana, en general no ha tenido mayores contradicciones con el imperio mayor, como entiendo es el caso con el PT brasileño o el peronismo argentino (ni que decir en casos de colonialismo mental y material franco como son los casos de Piñera en Chile, de la dupla Vázquez-Mujica en Uruguay, de Cartés en Paraguay…)
Alba Rico procura en su nota recoger el pulso de la resistencia desde lo más abajo, en la calle, entre los ciudadanos de a pie, por ejemplo en Ucrania. Eso está bien. Y está bien que critique a «la izquierda» por no haber sabido dialogar con este movimiento que SAR califica de «rebelión», para diferenciarlo de «golpe de estado».
Pero una rebelión puede ser perfectamente instrumentada para un golpe de estado, como ha pasado mil veces en la historia. En general, el excipiente para tales metamorfosis ha sido dinero, dólares, miles, millones, cinco mil millones de dólares, por ejemplo. La secretaria de Estado Victoria Nuland [¡qué nombre, ¿no?] puede informar a Singer, a Alba Rico, sobre eso.
Las palabras de Raúl Zibechi: «En todo caso, las derechas han sido capaces de crear un dispositivo ‘popular’ como el que describe Rafael Poch para desestabilizar gobiernos populares, dando la impresión de que se está ante movilizaciones legítimas que terminan derribando gobiernos ilegítimos, aunque éstos hayan sido elegidos y mantengan el apoyo de sectores importantes de la población. En este punto, la confusión es un arte tan decisivo como el arte de la insurrección que otrora dominaron los revolucionarios.» [iv]
Notas
[i] Peter Singer, «Va a votar? Un consejo: mire antes el reloj que usa cada candidato», Clarín, Buenos Aires, 9/3/2014.
[ii] Santiago Alba Rico, «‘Podemos’ en Ucrania», 4/3/2014, www.rebelion.org.
[iv] Raúl Zibechi, «Derechas con look de izquierda», Brecha, Montevideo, 10/3/2014.
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