El líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, falleció en la noche de este viernes a la edad de 90 años. La lamentable noticia fue dada a conocer por el presidente Raúl Castro, a través de una alocución televisiva en cadena nacional. El jefe de Estado explicó que el cuerpo del líder histórico de […]
El líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, falleció en la noche de este viernes a la edad de 90 años.
La lamentable noticia fue dada a conocer por el presidente Raúl Castro, a través de una alocución televisiva en cadena nacional. El jefe de Estado explicó que el cuerpo del líder histórico de la Revolución cubana será cremado atendiendo a su propia voluntad.
El mandatario agregó que en las próximas horas se anunciará cómo se realizarán las exequias.
Esta fue la bitácora de fotos publicada en 2014 cuando Fidel Castro cumplió 88 años.
«Luchar por una utopía es en parte construirla»
Fidel, el hombre, ha muerto, pero aquel polémico personaje que derrocó una dictadura, cimentó un gobierno de izquierda en Cuba, luchó durante décadas contra la política exterior estadunidense y generó algunas veces repudio y encono, y otras simpatía, admiración e incluso culto a la personalidad, continuará vigente como uno de los líderes más recordados y analizados del siglo XX y parte del XXI.
El líder de la revolución cubana murió este 25 de noviembre a los 90 años en su amada Habana, aquélla que los recibió a él y a los combatientes de Sierra Maestra como libertadores, entre flores, banderas y campanadas un 8 de enero de 1959.
«Es mejor morir de pie que vivir de rodillas»
No fue a los 10 años cuando lo atacó una despiadada peritonitis. Ni en un enmarañado pantano, ni en un manglar de la sierra ante el fuego enemigo. Tampoco en las entradas y salidas del quirófano por diverticulitis en 2006, cuando casi a diario la prensa internacional lo daba por muerto. Mucho menos en uno de los 640 intentos fallidos de la CIA para asesinarlo.
Fidel Castro, la persona a la que más se ha intentado asesinar, según el propio libro de Guinness, y quien quizá tuvo una «tendencia a cortejar la muerte», –de acuerdo con el periodista polaco Tad Szulc, uno de sus biógrafos– alcanzó la novena década de vida, después de haber sobrevivido la guerrilla, los atentados y la enfermedad.
«Llegué a estar muerto» , le reveló a la periodista y directora de La Jornada, Carmen Lira, en una entrevista en 2010, al referirse a la grave crisis de salud a la que se enfrentó cuatro años antes y que lo llevó a delegar el poder en su hermano Raúl. «E stás ante una especie de re-su-ci-ta-do», profirió con orgullo aquél que se había enfrentado ya tantas veces con la muerte.
Fidel, el hombre
El hombre, al que no cuesta trabajo imaginar con su icónica y copiosa barba, ataviado con un traje militar color verde olivo y una boina a la par –distintivo de su escalafón como comandante en jefe de la Fuerzas Armadas–, ha generado en el imaginario una doble imagen, en palabras de Szulc.
Por un lado, se le ha considerado como un «revolucionario romántico», siempre provocador, con una brillantez inusitada y una imaginación desbordante; quien en 1958 liberó a Cuba de la dictadura de Fulgencio Batista, con la promesa de igualdad y prosperidad. El líder que se enfrentó durante más de medio siglo contra Estados Unidos, la mayor potencia de la época, y trabajó por construir una nación igualitaria y desarrollada.
Por el otro, se le califica como un dictador inflexible ideológicamente, que detentó el poder durante casi 50 años; como un servidor de la Unión Soviética, que cometió enormes errores en la política económica cubana e impidió el desarrollo de la isla, debido a la confrontación que mantuvo con EU y al consecuente bloqueo económico aplicado contra Cuba por décadas.
El político cubano no dio muchas entrevistas en vida; sin embargo, las suficientes para que periodistas y escritores delinearan al menos una parte de su personalidad.
«Fidel Castro no descansa», concluyó la argentina Stella Calloni después de una charla que sostuvo con él en 2008, la cual transcurrió «como un río». La periodista también resaltó el «deseo apasionado de saber» del revolucionario, así como su talante al escribir: «me dicen que es muy riguroso y revisa palabra por palabra, ajusta el lenguaje y es perfeccionista en extremo».
El comandante de la revolución nicaragüense, Tomás Borge, autor del libro Un grano de maíz, donde plasmó una larga conversación con Fidel, lo describe como un hombre «de buen humor, hiperkinético» y «una persona muy reservada. Los cubanos no discuten normalmente su vida particular, sobre todo, por respeto».
Mientras que Szulc, artífice de la biografía Fidel, un retrato crítico, consideró que el comandante era poseedor de una «complejísima personalidad». Cerca de su sesenta aniversario, y al «filosofar sobre la vida» con el reportero, Castro le confesó que «creía firmemente que fue su destino natural el que le llevó, hacía bastante más de un cuarto de siglo, a escalar las alturas y alcanzar la cima del poder».
El decano de la izquierda latinoamericana
En sus últimos años de vida, desde la grave enfermedad intestinal que padeció en 2006, Fidel apareció públicamente en contadas ocasiones; sobre todo en reuniones privadas con personalidades políticas, que quedaron consignadas en los medios de comunicación internacionales. En las fotografías, se observaba al líder repuesto, saludable, con su usual mirada vívida y curiosa, y ya no con su uniforme militar, sino con ropa deportiva.
Fidel, considerado el decano de la izquierda latinoamericana, recibió en La Habana durante la última década a líderes como los brasileños Luis Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff; los venezolanos Hugo Chávez y Nicolás Maduro; la argentina Cristina Fernández; el uruguayo José Mújica; la chilena Michelle Bachelet. Todos ellos considerados impulsores de lo que se conoce como «la nueva izquierda latinoamericana».
En sus últimos años de vida, Castro también abrió las puertas de su hogar a personajes de otros ámbitos, como el futbolista argentino Diego Armando Maradona, el papa Benedicto XVI o el periodista franco-español Ignacio Ramonet (autor del libro de entrevistas Cien horas con Fidel), entre otros.
«Mucho por hacer todavía»
Cuando venció su revolución en 1958, Castro profirió un discurso durante su entrada triunfal a La Habana, en el que consideró aquel momento como «decisivo» en la historia de su país, ya que «la tiranía» fue derrocada. Sin embargo, reconoció que quedaba «mucho por hacer todavía» y llamó a sus conciudadanos a no engañarse «creyendo que en lo adelante todo será fácil», ya que, por el contrario, en lo adelante todo será más difícil».
Y así fue. Entre los méritos incuestionables de su mandato se cuenta la importante reducción del analfabetismo en la isla y la construcción de un sólido y avanzado sistema médico estatal, que ha generado investigación en medicina y biotecnología de trascendencia global, como el desarrollo de vacunas contra distintos tipos de cáncer y contra el VIH Sida.
En contraparte, lo más cuestionado ha sido su política económica, cuyos intentos de diversificación han fracasado, para enfocarse en el monocultivo de azúcar y el turismo, La economía cubana fue sostenida por la extinta URSS y posteriormente por la ayuda del venezolano Hugo Chávez, según considera le periodista polaco Szulc. Sin embargo, la situación comienza a cambiar con las extensas reformas implementadas por Raúl Castro desde 2011.
«Comes y te vas»
La estrecha relación entre Fidel Castro y nuestro país surgió cuando el 8 de julio de 1955 llegó a la Ciudad de México, para encontrarse con otros refugiados y su hermano Raúl en el departamento de la también cubana María Antonia González, donde más tarde conocería a su compañero de lucha Ernesto Guevara.
En México, el «muchacho barbudo» organizó una fuerza rebelde que tiempo después desembarcó en Cuba en forma de invasión armada, luchó una guerra de guerrillas en la Sierra Maestra y finalmente derrocó al gobierno dictatorial de Fulgencio Batista en 1958.
La relación bilateral México-Cuba transcurrió de una manera amistosa y de colaboración, bajo el principio de no intervención en asuntos internos de otros países. Hasta que la canciller del gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000), Rosario Green, se reunió en La Habana con un sector de la disidencia cubana, gesto que causó la molestia de Castro.
Vicente Fox (2000-2006) atizó la tensión cuando en 2002, con la célebre frase «comes y te vas», pidió al líder cubano salir velozmente de una cumbre en Monterrey para no coincidir con el presidente estadunidense, George W. Bush. Tras el incidente, Castro calificó a Fox como «un vil traidor a la historia de su abnegado y combativo pueblo».
Con el regreso del PRI al poder, la relación entre ambas naciones comenzó a normalizarse. En diciembre de 2013, México condonó el 70% de una deuda cubana de unos 500 millones de dólares. Mientras que el 29 de enero de 2014, Fidel Castro recibió al presidente mexicano Enrique Peña Nieto, quien refirió «una conversación muy cordial», donde el cubano recordó «fundamentalmente lo que para él había sido la relación de México con Cuba y su paso por México».
«No tenemos otra alternativa que soñar»
En vida, Fidel Castro llegó a temer «la muerte de sus sueños» más que la suya propia, según relata Tad Szulc. Hoy, tras el fallecimiento del hombre, es posible recordar las palabras del revolucionario cubano recogidas por Tomás Borge:
«No tenemos otra alternativa que soñar, seguir soñando, y soñar, además, con la esperanza de que ese mundo mejor tiene que ser realidad, y será realidad si luchamos por él. El hombre no puede renunciar nunca a los sueños, el hombre no puede renunciar nunca a las utopías. Es que luchar por una utopía es, en parte, construirla».