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Felipe Portales: «Un país en búsqueda de un Mesías»

Fuentes: Punto Final

El sociólogo, historiador y periodista Felipe Portales presentó su libro Historias desconocidas de Chile (Catalonia). El volumen reúne una selección de episodios poco conocidos de nuestra historia, pero que tienen significación importante para entender el proceso político-social desarrollado en Chile desde su independencia hasta ahora. Sobre estos temas Felipe Portales conversó con Punto Final . […]

El sociólogo, historiador y periodista Felipe Portales presentó su libro Historias desconocidas de Chile (Catalonia). El volumen reúne una selección de episodios poco conocidos de nuestra historia, pero que tienen significación importante para entender el proceso político-social desarrollado en Chile desde su independencia hasta ahora. Sobre estos temas Felipe Portales conversó con Punto Final .

El último tiempo han tenido éxito los libros sobre sucesos poco conocidos de nuestra historia. ¿A qué lo atribuye?

«Es interesante y no es fácil dar una respuesta. Uno puede pensar que hay nuevos aires en este país, lo que se traduce en ese interés por saber de nuestra historia desde visiones diferentes a las conocidas. Nuestra historia ha estado siempre bastante orientada a reforzar los poderes dominantes y una mentalidad conservadora. Así que desde ese punto de vista, es un buen índice lo que sucede. Y en esto hay mucho mérito de Jorge Baradit, porque él ha contribuido enormemente, desde su perspectiva, a sensibilizar a la gente respecto a conocer la historia de Chile».

Su libro contiene temas variados. ¿Cuál fue el criterio de selección?

«Temas importantes tanto en términos de proceso como de episodios, que puedan contribuir a cambiar la visión existente de la historia, que es demasiado estereotipada y oficial. Tratar de adentrarse en el conocimiento efectivo de los procesos históricos chilenos y en episodios que son muy reveladores. La selección está sacada de los dos tomos de Los mitos de la democracia chilena , un trabajo más extenso pero quizás menos masivo en el sentido del público alcanzado».

En varios capítulos aparece mencionado «El Mercurio» cuando de intrigas se trata. ¿A qué atribuye el poder de ese medio?

» El Mercurio ha sido un actor clave. Se trata de un medio de comunicación que no sólo informa y es referente, sino que además es un medio de creación de pensamiento y opinión muy importante en el país, y en particular dentro de la derecha chilena. Es un actor político muy influyente».

¿Cree que esa influencia es la que ha hecho que tantos políticos, incluso muchos que fueron perseguidos por la dictadura, se relacionen fraternalmente con ese medio, por ejemplo a través de Paz Ciudadana?

«Lo más grave es que esto refleja -y no sólo pasa con El Mercurio , sino que también con La Tercera y los canales de televisión- que estos medios representan la opinión tanto de la derecha como de la Concertación (hoy Nueva Mayoría). No se ve otra explicación. En teoría la Nueva Mayoría no tiene ningún medio importante de comunicación, pero en la realidad sí los tiene y son los que menciono, que representan el actual sistema neoliberal».

Además existe una especie de veneración hacia Agustín Edwards por personeros de la Nueva Mayoría…

«Es algo muy curioso. Porque Agustín Edwards era como el demonio en los años sesenta y setenta para la Izquierda, incluso para sectores del centro, y ahora es prácticamente un dios. Esto revela una cosa muy curiosa de la mentalidad chilena: una fascinación por los extremos con cierto sentido de autoritarismo».

 

EL MAYOR MITO CHILENO

¿Cual diría que es el mayor mito en la historia de Chile?

«Si lo tuviéramos que definir en un concepto, diría que hay un gran mito sobre nuestra democracia. Un sistema democrático formal donde, salvo en los 60 y 70, la derecha ha tenido una hegemonía incontrarrestable. Y esto se ha notado en los sectores medios. No es sólo un tema de los grandes grupos económicos ni de la antigua oligarquía. De alguna manera Chile se ha dotado de estructuras formalmente democráticas que parecen muy buenas y elegantes desde el punto de vista de su formalidad. Constituciones, definición de derechos, elecciones casi permanentes, etc. Pero si se analiza con rigurosidad nos encontramos con que hay mucho de falsedad: formalidad y no realidad efectiva».

Hoy se plantea la posibilidad de una Asamblea Constituyente para resolver los problemas de democracia que acarrea la Constitución del 80. ¿Cree que será posible concretarla?

«Una Asamblea Constituyente es fundamental, un mecanismo muy necesario. De otra manera será un proceso en el cual pueden usarse algunos insumos que han surgido de los cabildos, pero finalmente será el Congreso binominal, o parcialmente binominal, el que decida. El sistema binominal terminará definitivamente en 2021 ó 2022. En las próximas elecciones la mitad del Senado quedará electo por el sistema binominal. Además, la elite de la Concertación no ha dado muestras de que quiera hacer cambios profundos en la sociedad chilena. Entonces, dadas las circunstancias actuales, se ve lejana la posibilidad de hacer por primera vez una Asamblea Constituyente. Nunca se ha hecho una Asamblea Constituyente en Chile. Las Constituciones han surgido de una pequeña minoría. Y cuando pudo hacerse en 1925 una Asamblea Constituyente, por lo menos con sufragio universal masculino, no se realizó. Arturo Alessandri y los militares prometieron Asamblea Constituyente y no la hicieron. Se constituyó un grupo de quince personas elegido por Alessandri, que respondía a un sistema presidencialista muy autoritario. Luego se constituyó una comisión más grande, también designada exclusivamente por Alessandri, que puso mayores reparos. Entonces vino la amenaza del comandante en jefe del ejército, Marino Navarrete, que amenazó al gobierno y a la comisión con un golpe de Estado si no se aprobaba el texto. Después esto fue ratificado con un plebiscito que no cumplió con ninguna norma democrática. Esa es la Constitución que generalmente se ha considerado como democrática».

Hasta el momento las reformas del gobierno han sido cosméticas. ¿Cree que la presión social, manifestada a través de las marchas, logrará que haya cambios reales en la salud, educación, previsión, etc.?

«La historia no se puede predecir, pero todo indica que será necesaria una reacción popular bastante mayor. Porque este modelo quedó muy bien consolidado y la Concertación lo legitimó. La dictadura dispuso un modelo refundacional del país pero sin legitimidad, y paradójicamente quien le dio legitimidad fue la Concertación: la Concertación lo que hizo fue legitimar y consolidar el modelo. Es ese el drama mayor, desde el punto de vista político, de lo que fue la Concertación. Esta dio un viraje completo de lo que planteó como oposición a la dictadura respecto al plan laboral, las AFP, la legislación minera, las Isapres, etc. Todo eso se revirtió en la década de los noventa».

 

FUTURO DE LA IZQUIERDA

¿Cómo ve el papel de la Izquierda en el futuro? ¿Puede ser un agente de cambio efectivo y con posibilidades de alcanzar el gobierno?

«Las posibilidades históricas siempre están abiertas. Pero será un proceso largo y difícil, porque, insisto, se ha producido una consolidación muy fuerte del modelo. Incluso hasta el Partido Comunista se ha subordinado a este esquema. Pero, evidentemente, que en la medida en que se vaya potenciado el sentimiento popular y masivo contra el sistema, van a surgir, no sé con qué rapidez, alternativas que conquisten cambios profundos. Pero nadie puede saber cuánto demorará eso. Y ahí habría seguramente realineamiento de los diferentes partidos, o quizás muchos de ellos desaparecerían como ha ocurrido en otras partes. En todo caso, Chile es un país lento, es un país conservador».

¿Será que todo queda siempre «hasta ahí nomás». ¿Que todo es a medias?

«Claro. El sentido del orden, de la paz social es muy profundo en el chileno. De cierta manera somos una sociedad muy militarizada. Esto producto de la formación del Estado. Y eso ha tenido un efecto muy profundo en la mentalidad de los chilenos. Me atrevería a decir que Chile es el país más autoritario de América. Es un sentimiento muy profundo, que por cierto es obra de las clases dominantes, pero traspasa a toda la sociedad. Es cosa de ver, por ejemplo, cómo en los sectores populares la idea de la pena de muerte está mucho más arraigada que en los sectores más cultos. Es difícil acceder a un sistema plenamente democrático. Y además, está esa eterna búsqueda de un Mesías, que se ha asentado mucho en los últimos años. Antes existía, pero para representar a amplios sectores sociales, sectores significativos. Nadie se presentaba a la Presidencia como una cuestión personal, pero ahora cualquiera se presenta, sin tener la más mínima base de apoyo».

 

SOCIEDAD MILITARIZADA

¿Qué pasa con los militares, que a pesar de haber sido (y ser) el sostén de las clases oligárquicas y represores, pareciera que el pueblo de cierta manera los venera?

«Justamente tiene que ver con una sociedad muy militarizada. De hecho, no sólo la asistencia a las paradas militares es un síntoma de eso, sino que las mismas encuestas, paradójicamente, sitúan a las fuerzas armadas y Carabineros como las instituciones más respetadas y admiradas. Somos una sociedad autoritaria, aunque muchas veces no lo queramos ver».

La última «rebelión popular», por llamarlo de alguna manera, ha sido contra las AFP, un puntal del sistema. ¿Cómo lo ve?

«El sistema de AFP es una de las instituciones más cavernarias impuestas por la dictadura. Y el hecho de que no se haya cambiado es una demostración evidente de que la Concertación nunca se interesó en hacer cambios profundos. Han tenido mayorías para hacerlo. Es falso que no las hayan tenido. Incluso en su primer gobierno, Bachelet, que tenía mayorías, formó una comisión integrada por pinochetistas y concertacionistas que dio pie a una reforma absolutamente mínima. Con esto más bien legitimó el sistema de AFP».

¿Cree que para que haya cambios reales primero deberíamos hacer un plebiscito para definir el país que queremos y reestructurar el Estado?

«Es posible, pero pasaría por una cuestión política, no jurídica. Dentro de la actual Constitución no se puede hacer un plebiscito. Hay gente que se olvida de eso o que quiere interpretar la Constitución de manera mañosa para permitir que haya un plebiscito, pero no se puede. Salvo en una situación absurda en que las dos Cámaras, por dos tercios, insistan en una reforma constitucional y el presidente no quiera y llame a plebiscito. Pero eso es prácticamente imposible que suceda. Es la única figura de plebiscito en la Constitución del 80. Las demás interpretaciones son producto de voluntarismo, porque los textos en la Constitución son muy claros. Y recurrir al espíritu de la Constitución es peor, porque ¿qué espíritu más autoritario que el de la Constitución del 80? Entonces lo que se va a requerir es una cultura democrática. Y eso sólo se podrá construir cuando exista una gran mayoría que esté en esa posición, y de alguna manera fuerce al sistema a reconstruirse. Pero no va a pasar dentro de esta Constitución, sino que con una nueva Constitución».

¿Qué opinión le merecen los resultados de la reciente encuesta CEP?

«Confirman la profunda desafección de una creciente mayoría de la población con un sistema político y social corrupto, autoritario, y que sólo beneficia a una pequeña parte de nuestra sociedad».

 

 

Publicado en «Punto Final», edición Nº 859, 2 de septiembre 2016.

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